Mostrando las entradas con la etiqueta Miedo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Miedo. Mostrar todas las entradas

sábado, 6 de junio de 2020

LAS EMOCIONES NO SON MÁS QUE EMOCIONES


La meditación tiene dos facetas diferentes. La primera de ellas consiste en parar y calmarse y la segunda consiste en observar profundamente para, de ese modo, transformar. Cuando la plena consciencia te proporciona la suficiente energía, puedes observar profundamente cualquier emoción hasta descubrir su verdadera naturaleza. Si eres capaz de hacer eso, podrás transformar la emoción. 

Las emociones hunden, obviamente, sus raíces profundamente en nosotros. Son tan poderosas que a veces pensamos que, si las dejamos ser, no sobreviviremos. Es entonces cuando las negamos y reprimimos. Pero de ese modo nos condenamos a que acaben explotando y dañando a los demás y a nosotros mismos. Sin embargo, las emociones no son más que emociones. Aparecen, permanecen un rato y acaban desvaneciéndose. ¿Por qué, entonces, deberíamos dañarnos a nosotros mismos o a los demás? Nosotros somos mucho más que nuestras emociones. 

El ejercicio de la observación profunda nos permite identificar y arrancar las raíces de nuestras emociones dolorosas. La simple práctica de abrazar las emociones puede resultar, en este sentido, muy útil. Si durante los momentos más difíciles en que nuestra emoción está presente, sabemos cómo y dónde refugiarnos y somos capaces de inspirar y espirar, durante quince, veinte o hasta veinticinco minutos, centrando nuestra atención en el ascenso y descenso del abdomen, la tormenta acabará amainando y tendremos la certeza de que sobreviviremos. Y cuando logramos sobrevivir a una emoción poderosa, experimentamos una mayor paz mental. Una vez adquirida la pericia de la práctica, dejaremos de tener miedo, de modo que la próxima ocasión en que aparezca una emoción poderosa todo resultará más sencillo. Ya sabremos de antemano que podremos sobrevivir. 

Si cuando aparecen emociones poderosas, sabemos relajarnos, dejaremos de transmitir el miedo a nuestros hijos y a las generaciones futuras. Si permanecemos, en cambio, con el miedo, reprimiéndolo y permitiéndole explotar, estaremos compartiendo el miedo con las generaciones más jóvenes que nos rodean que a su vez acabarán haciéndolo suyo y transmitiéndolo a otros. Pero si sabemos cómo tratar nuestro miedo, estaremos en condiciones más adecuadas para ayudar a que nuestros seres queridos y nuestros jóvenes traten mejor su propio miedo. En tal caso, podemos acompañarles y decirles: «Ahora inspira y espira conmigo. Presta atención al ascenso y descenso de tu abdomen».  

Y como ya te habrán visto hacerlo antes, es más probable que te hagan caso. Tu presencia, tu estabilidad y la energía de la plena consciencia harán que tu hijo o tu pareja sean capaces de atravesar la marejada de la emoción. Esa persona sabrá que, contando con la presencia de un ser querido, también puede, como tú, sobrevivir a las emociones poderosas. Al dar ejemplo de calma frente al miedo y enseñar a los jóvenes a atravesar sus propias tempestades, estaremos enseñando una habilidad sumamente valiosa que en un futuro podría llegar incluso a salvar su vida.


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 27 de mayo de 2020

PRACTICAR EN PLENA TORMENTA


Si observas un árbol durante una tormenta, verás cómo sus ramas y hojas se balancean violentamente de un lado a otro empujadas por el viento. A veces tienes la impresión incluso de que el árbol no superará la tormenta. Cuando estás a merced de una emoción poderosa, tú eres como ese árbol y te sientes vulnerable temiendo que en cualquier momento la fuerza de la emoción acabe tronchándote. 

Pero si diriges tu atención al tronco, verás algo muy diferente. Verás que el árbol se halla sólida y profundamente arraigado en el suelo. Si centras tu atención en el tronco, te das cuenta de que se halla tan profundamente arraigado que el viento no puede derribarlo. 

Todos nosotros, independientemente de que estemos de pie o sentados, somos como árboles. Por ello, cuando se desata una tormenta emocional, no debes quedarte en tu cerebro o en tu corazón, es decir, a la altura de la copa de tu ser. Es demasiado peligroso, cuando te sientes desbordado por las emociones, permanecer ahí. Dirige pues, en tal caso, tu atención al vientre –que es, como el tronco del árbol, la parte más sólida de tu ser– y ejercita la atención en la respiración tomando consciencia del ascenso y el descenso del abdomen. Y si lo haces en una postura estable, como la posición sentada, te sentirás mucho mejor. 

Respira simplemente sin pensar en nada en concreto. Respira siguiendo el movimiento de ascenso y descenso del abdomen y sigue practicando de ese modo durante diez o quince minutos hasta que la emoción poderosa escampe. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

sábado, 23 de mayo de 2020

RESPIRACIÓN ABDOMINAL



Existen métodos muy sencillos para cuidar de nuestras emociones más intensas. Uno de ellos consiste en “respirar con el vientre”, es decir, la respiración abdominal. Cuando nos sentimos a merced de una emoción poderosa como el miedo o el odio, llevamos la atención al abdomen, un nivel más seguro que permanecer en el intelecto. Las emociones intensas son como tormentas y permanecer a la intemperie en medio de una tormenta siempre resulta muy peligroso. 

Pero eso es lo que la mayoría hacemos cuando nos alteramos, quedarnos a merced de la tormenta de nuestros sentimientos que, de ese modo, acaban desbordándonos. Lo que tenemos que hacer, por el contrario, es dirigir nuestra atención hacia abajo y asentarnos en nosotros mismos. Y, para ello, nos concentramos en la zona del abdomen y respiramos conscientemente, prestando una atención (simple) al ascenso y descenso del abdomen. 




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

domingo, 10 de mayo de 2020

LA VISITA DEL MIEDO


Supongamos que, en lo más profundo de tu ser, experimentas dolor, sufrimiento o miedo. Hay quienes albergan, en lo más hondo de su conciencia, una gran cantidad de dolor y sufrimiento, cuya visión directa les resulta insoportable. Por ello, como forma de asegurarse de no recibir la visita de estos visitantes indeseados, se aprestan a atender a otros “huéspedes”, y toman un libro o una revista, encienden la televisión o escuchan música. Con tal de ocupar su atención, hacen cualquier cosa. 

Con esa función cumple, precisamente, la represión, algo de lo que nadie está exento. Como tememos que, en el caso de abrir la puerta, hagan acto de presencia el miedo, el sufrimiento y la depresión, nos mantenemos ocupados como sea. Son muchas las cosas a las que apelamos para distraernos de lo que ocurre en nuestro interior, especialmente ver la televisión. En este sentido, la televisión se utiliza como una especie de droga. A veces, cuando el sufrimiento nos resulta insoportable, encendemos la televisión para que llene nuestra sala de imágenes y sonidos que nos hagan olvidar el dolor. Y aunque no nos guste lo que estamos viendo, hay veces en que carecemos del coraje suficiente para apagar el televisor. ¿Y por qué? Porque, aunque lo que veamos no nos interese o nos resulte perturbador, cualquier cosa es mejor que quedarnos a solas con nosotros mismos y conectar con nuestro dolor interior. La distracción es, para muchos de nosotros, una forma habitual de proceder. Pero también hay quienes preferimos vivir en regiones más silenciosas y creemos que, del mismo modo que hay zonas libres de humo y zonas libres de alcohol, también debería haber zonas libres de televisión. 

Hay personas que tienen la costumbre de ver la televisión o jugar a videojuegos para aplacar su malestar. Conozco a una familia que cada noche miraba la televisión. Un día compraron en el mercado una estatua del Buda, pero como su casa era muy pequeña y no tenían lugar en donde ponerla, decidieron colocarla sobre el televisor, que les parecía un sitio limpio y apropiado. Un día, poco después de que colocasen la estatua del Buda, fui a visitarles y, al ver la estatua, les dije: 

«Queridos amigos, la estatua y el televisor no combinan bien porque pertenecen a mundos muy diferentes. El Buda nos acerca a nosotros, mientras que la televisión, por el contrario, nos aleja de nosotros». 


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 23 de abril de 2020

LA CALMA EN MITAD DE LA TORMENTA


Cada vez que experimentamos una oleada de miedo, odio o envidia, podemos hacer algo para que esa energía negativa no nos destruya. No hay necesidad alguna de que los diferentes elementos de nuestro ser entren en conflicto. Solo debemos hacer, para transformarlos, el esfuerzo de prestarles la debida atención. 

Necesitamos mantener una actitud no violenta hacia nuestro sufrimiento, nuestro dolor y nuestro miedo. 

Cuando experimentamos una emoción poderosa, como el miedo o la desesperación, podemos sentirnos desbordados. Con la práctica, sin embargo, podemos aprender a abrazar nuestro miedo porque sabemos que en cada uno de nosotros yace la semilla de la plena consciencia. Si nuestra práctica conecta a diario con esa semilla mientras caminamos, estamos sentados, respiramos, sonreímos o comemos, estaremos cultivando la energía de la plena consciencia. 

Luego bastará, cada vez que necesitemos esa energía, con establecer contacto con esa semilla para que esa energía aflore y podamos emplearla para abrazar nuestras emociones. Si tenemos éxito en este empeño, aunque solo sea una vez, tendremos algo de paz y menos miedo a esa poderosa emoción la próxima vez que se presente. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

lunes, 20 de abril de 2020

CUERPO Y MENTE SON UNO


Si relajamos nuestra mente, también relajamos nuestro cuerpo, porque cuerpo y mente son dos aspectos de la misma realidad. Y cuando nuestra mente está demasiado tensa o experimenta dificultades a diario, nuestro cuerpo acaba viéndose afectado. En tal caso, para que la tensión no se intensifique, debemos mover nuestro cuerpo. 

Detenerte mientras caminas o estas sentado en meditación te permite controlar la situación y, sin dejarte arrastrar por la agitación, el miedo o la ansiedad, adueñarte de tu cuerpo y de tu mente. A merced de la ansiedad y el miedo, eres como un rey o una reina destronado. La práctica consiste, en este sentido, en recuperar la soberanía de tu ser, algo que vas logrando en la medida en que caminas o te sientas conscientemente. 

Cuando tu mente está en el presente, puedes discernir lo que te hace sufrir de lo que te proporciona felicidad. La concentración y la visión profunda nos permiten actuar, pensar y hablar con más claridad. 

Aunque sabemos que los demás son en nuestra vida cotidiana provisionales, nos comportamos como si siempre fuesen a estar ahí. Y esa conciencia, la conciencia de que, más pronto o más tarde, se marcharán, nos ayuda a tratarlos más amorosa y compasivamente. Así acabamos entendiendo también cuál es el papel que desempeñamos en nuestro propio sufrimiento. En lugar de culpabilizar a los demás, siempre podemos investigar en nuestro propio ser y trabajar con cualquier falta de habilidad que pueda generar problemas de relación. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

viernes, 17 de abril de 2020

LA MEDITACIÓN COMO ALIMENTO


La meditación puede aportarte una felicidad inmediata porque, gracias a ella, puedes sustraerte del poder de tus preocupaciones, ansiedades y proyectos. En tal caso, regresas al momento presente, conectas con aquello que hay en ti de positivo y disfrutas de la alegría de practicar según la enseñanza del Buda y del placer de la meditación. 

Así es como te alimentas de la alegría de la meditación. Y si no recibes a diario esa alegría, ese alimento, acabas marchitándote. Cuando vuelves a establecer contacto con la conciencia de que en ti sigue habiendo abundantes condiciones positivas, tu mente se llena de júbilo, te sonríes a ti mismo y vuelves a vivificarte y renovarte. No te prives, pues, del alimento que te proporciona el gozo de la meditación. 




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

sábado, 28 de marzo de 2020

APRENDER A DETENERSE


Dos son los aspectos de la práctica de la meditación enseñada por el Buda: detenerse y mirar profundamente. La primera parte consiste en detenerse. Si eres como la mayoría de la gente, habrás estado escapando desde el momento en que naciste. Tú, como muchos de nosotros, has heredado de tus ancestros el fuerte hábito de escapar, de estar tenso y de verte desbordado por muchas cosas, de modo que tu mente no está total y completamente presente. Te has acostumbrado a dejarte arrastrar por percepciones erróneas y emociones negativas y a mirar las cosas de un modo muy superficial, lo que te lleva a comportarte de manera equivocada y convierte tu vida en algo miserable. 

La práctica consiste en aprender a pararse, es decir, en aprender a dejar de huir. Aunque no experimentes irritación, ira, miedo o desesperación, todavía estas corriendo detrás de este proyecto o de aquella línea de pensamiento, y no estás en paz. Por ello, aun en aquellos momentos en que no tengas ningún problema (o quizás especialmente en ellos), conviene aprender a estar aquí, a relajarte, a detenerte y a familiarizarte con las maravillas que el presente te depara. 

Cuando tu mente permanece en silencio, ves las cosas con más profundidad. Si realmente llevas a cabo la práctica de detenerte, no necesitas ejercitar la visión profunda, porque ya estarás viendo las cosas con más profundidad. Detenerte y mirar profundamente son dos caras de la misma realidad. Si te concentras en algo importante, tu mente se detendrá y verás con más profundidad. 

Cuando te detengas y estés en contacto con lo positivo, te verás renovado y claro y sonreirás. Y cuando el alimento de tu práctica te nutra, podrás alimentar a los demás con tu mente clara, tu sonrisa y tu alegría. 

Quizás, en medio de las maravillas del momento presente, tengas todavía muchas dificultades, pero si miras profundamente, verás que todavía tienes un 80% de cosas positivas con las que estar en contacto y poder disfrutar. No corras y regresa, pues, al momento presente. De ese modo, cultivarás la concentración y mirarás las cosas con más profundidad y claridad. Este es un entrenamiento tan sencillo como importante. 

Asiéntate tranquilamente en la inspiración y la espiración en el momento presente. Cuando la emoción sea demasiado fuerte y no baste con la respiración para detenerte y relajarte, sal y camina. Céntrate en cada paso para que tu mente se detenga. No dejes que tu mente se vea arrastrada por pensamientos, juicios, irritaciones, sentimientos o proyectos. Vuelve al momento presente, detente y relájate. Detente y relaja la agitación y la tensión que hay en ti. Y aunque no estés experimentando emociones muy intensas, entrénate para que, cuando necesites pensar en algo, contemplar u observar profundamente algo, no tengas problema alguno en sentarte tranquilamente. 

La práctica te permite liberar la tensión y aliviar el dolor de tu cuerpo. Y cuando reconozcas los dolorosos sentimientos internos, sabrás cómo abrazarlos y, relajando su tensión, liberarte. Así podrás crear, dondequiera que vayas, una sensación de alegría y felicidad. 

La práctica te permitirá liberarte de obstáculos y dificultades. De ese modo, sabrás enfrentarte a los problemas que se presenten. Con una práctica estable, no hay razón para tener miedo, porque ya has visto el camino. Y cuando sabes cómo manejar tu cuerpo, tus sentimientos y tus percepciones, no tienes necesidad de seguir preocupándote. 

Independientemente de que estés de pie, caminando o sentado en meditación, puedes apelar a la inspiración y la espiración para que te ayuden a detenerte. Detente totalmente en el presente, y cuando lo hagas, habrás dominado tu cuerpo y tu mente. Entonces no dejarás que tus hábitos energéticos te dejen a merced de pensamientos compulsivos sobre el pasado o el futuro o acerca de este o aquel proyecto. De ese modo, aprendes a detenerte, relajarte y estar en paz. La meditación sentada no es para luchar, sino para soltarlo todo. 

Cuando aparece un pensamiento, le dices «hola» y luego le dices «adiós». Y cuando llega otro pensamiento, le saludas también y después te despides de él. No luches. No digas: «¡Qué mal estoy! 

¡Pienso demasiadas cosas!». No es necesario que hagas eso. Di «hola» y «adiós», relájate y suelta. Lleva tu mente al momento presente y descansa en la consciencia de tu cuerpo. Es como ablandar judías. No tienes que meter el agua a la fuerza en las judías. Deja simplemente las judías en remojo y acabarán ablandándose. De ese modo, las judías se empapan, hinchan y ablandan. Y lo mismo sucede contigo. Suéltate y la tensión irá liberándose poco a poco, lenta y gradualmente. Entonces te sentirás más relajado y más tranquilo. El entrenamiento consiste en volver a traer tu mente a tu cuerpo al momento presente. 

Cuando caminas, tu cuerpo está aquí, pero tu mente suele estar en cualquier otra parte. El ejercicio consiste en volver al presente y reunificar así tu cuerpo y tu mente. Es muy profundo. Entonces ves las cosas de un modo más claro y sosegado. Si aparece algún pensamiento, salúdalo y toma consciencia de él. Y si aflora algún pensamiento negativo, sé también consciente de él. Independientemente de que lo hayas heredado de tu padre, de tu madre o de cualquier otra persona que haya influido en ti, suéltate y sonríe. Este es tu cuerpo consciente, es decir, el cuerpo en el que tienes la mente. Así es como aprendes a tener siempre un cuerpo consciente, de modo que, cuando te sientes, sepas que tu cuerpo está sentado y tu mente está completamente en tu cuerpo sentado. Y así aprendes también, cuando caminas, a que tu mente esté completamente en tu cuerpo caminando y seas consciente tranquila, amorosa y profundamente, de cada paso que das y del apoyo de tus pies en el suelo. 




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

lunes, 9 de marzo de 2020

LLEVAR LA PLENA CONSCIENCIA CON NOSOTROS


Como muchos de nosotros, puedes tener el hábito de llevar contigo el teléfono dondequiera que vayas. Quizás creas que sin él no puedes vivir. Tienes miedo a olvidarlo y dejártelo en casa y te preocupa también quedarte sin batería. 

El ejercicio del la plena consciencia nos permite llevar la práctica, como el teléfono, a cualquier lugar. Pero la plena consciencia no requiere ningún espacio, no hace más pesadas tus maletas y sus baterías nunca se agotan. Su práctica te acompaña dondequiera que vayas. 

Para ayudarnos a desarrollar la capacidad de cuidar de muestro miedo, de nuestro dolor y de nuestra felicidad, la vida cotidiana debe estar impregnada de una dimensión espiritual. El ejercicio de la plena consciencia nos ayuda a establecer un lugar al que, cuando tengamos miedo, podamos regresar. Y el cultivo de la plena consciencia fortalece y consolida ese refugio. De este modo siempre podremos, estemos donde estemos, acceder a la práctica (con una confianza mayor que la que nos proporciona el teléfono móvil) y mantenernos firmes ante cualquier adversidad. 

Todo el mundo porta, en su interior, la semilla de la plena consciencia. Todo el mundo, aun los niños, es capaz de respirar conscientemente, todo el mundo puede beber té conscientemente y todo el mundo puede caminar conscientemente. Cuando en tu interior albergas la energía de la plena consciencia, hablas, comes y caminas conscientemente, la energía de la plena consciencia está entonces viva en ti. 

La plena consciencia porta consigo la energía de la concentración, de modo que la semilla de la concentración también está en tu interior. Existen prácticas de concentración que pueden liberarnos del miedo a la ira y a la desesperación. Si, en tu vida cotidiana, cultivas la energía de la plena consciencia y de la concentración, aprenderás a transformar tu miedo y tu ira y te liberarás del sufrimiento. Y, con la plena consciencia y la concentración, viene también la comprensión. La visión profunda es la sabiduría y la comprensión. Y la semilla de la sabiduría, de la comprensión perfecta, reside en cada uno de nosotros. 

La conciencia es plena consciencia, concentración y visión profunda. 

Cuando camino conscientemente, de un modo estable y feliz, veo la santidad en ti, hasta el punto de que podría llamarte “Su Santidad”. Y, del mismo modo que cada uno de nosotros lleva al Buda en su interior, también lleva consigo su santidad. Y cuando en nuestro interior vive el Buda, el sufrimiento desaparece y es posible la felicidad. 




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 29 de enero de 2020

CULTIVAR LA ENERGÍA DE LA PLENA CONSCIENCIA


La plena consciencia es un tipo de energía que puede ayudar a que nuestra mente regrese al cuerpo. Asentados de ese modo en el aquí y ahora, podemos establecer contacto con la vida y sus muchos milagros y vivir auténticamente. La plena consciencia nos permite ser conscientes de lo que está ocurriendo en el momento presente, tanto en nuestro cuerpo como en nuestros sentimientos, en nuestras percepciones y en el mundo. 

Sabemos que la mañana es hermosa. Queremos permanecer en contacto con la belleza de las montañas, la niebla y la puesta de sol y dejar que impregne nuestros corazones. Sabemos que todo eso es muy nutritivo. Pero, a veces, emerge una emoción o un sentimiento que nos impide disfrutar de lo que está ocurriendo aquí y ahora. Mientras que otra persona es capaz de dejar que las montañas, la gloriosa salida del sol y los milagros de la naturaleza impregnen profundamente su cuerpo y su mente, las preocupaciones, los miedos y la ira impiden que la belleza de la salida del sol llegue hasta nosotros. Nuestras emociones impiden que permanezcamos en contacto con los milagros de la vida, con el Reino de Dios y con la Tierra Pura del Buda. 

¿Qué podemos hacer en tales circunstancias? Pensamos que, para ser de nuevo libres y que el hermoso amanecer llegue hasta nosotros, tenemos que eliminar esos sentimientos y esas emociones. 

Entonces consideramos a nuestros miedos, enfados y preocupaciones como enemigos. Creemos que esos sentimientos nos impiden recibir el alimento que necesitamos y que, sin ellos, seríamos libres. 

En tales momentos es posible, apelando a la respiración consciente, reconocer amablemente nuestras aflicciones, sin importar que se trate de la ira, de la frustración o del miedo. Si, por ejemplo, nos sentimos preocupados o ansiosos, podemos practicar diciendo: «Inspiro y sé que la ansiedad está en mí. Espiro y sonrio a mi ansiedad». Quizás tengas el hábito de preocuparte y, por más que sepas que no es necesario ni útil, sigues preocupándote. Te gustaría desterrar la preocupación y desembarazarte de ella porque sabes que, cuando estás preocupado, no puedes estar en contacto con las maravillas de la vida ni puedes ser feliz. Por ello te enfadas con tu preocupación y quieres desembarazarte de ella. Pero como la preocupación forma parte de ti, vuelve a presentarse. Por ello, debes saber cómo manejarla amable y tranquilamente, para lo cual es necesaria la energía de la plena consciencia. La atención en la respiración y la meditación caminando pueden ayudarte a cultivar la energía de la plena consciencia, una energía con la que podrás reconocer y abrazar tiernamente la preocupación, el miedo y la ira. 

Cuando tu bebé sufre y llora, no quieres castigarle porque tu bebé eres tú. Tu miedo y tu ira son como tu bebé. No creas que podrás desprenderte fácilmente de ellos. No te enfades con tu ira, con tu miedo ni con tus preocupaciones. La práctica consiste simplemente en reconocer esas emociones. Sigue ejercitando la respiración consciente y la meditación caminando. La energía generada por esa práctica te permitirá reconocer luego los sentimientos intensos, sonreírles y abrazarlos tiernamente. Esta es la práctica de la no violencia ante tus preocupaciones, tu miedo y tu ira. Si te enfadas con tu ira, la decuplicarás. Eso no es inteligente. Ya sufres mucho y, si te enfadas con tu ira, sufrirás más todavía. El bebé puede ser muy molesto cuando llora y patalea, pero cuando su madre lo toma y sostiene tiernamente entre sus brazos, la ternura acaba impregnándolo y al cabo de pocos minutos se siente mejor y deja de llorar. 

Es la energía de la plena consciencia la que te permite reconocer tu dolor y sufrimiento y abrazarlos con ternura. Sientes una cierta liberación y tu bebé está tranquilo. Ahora puedes disfrutar de la hermosa salida del sol y dejarte nutrir por los milagros de la vida que te rodea y que hay en tu interior. 






Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 9 de enero de 2020

EL PODER DE LA PLENA CONSCIENCIA


Todos los seres humanos tenemos la capacidad de estar atentos y concentrados y de comprender y ser compasivos. Estas cualidades, inherentes a todo el mundo, se conocen como naturaleza búdica. Cuando dices «Tomo refugio en el Buda», no estás diciendo que te apoyes en un tipo de dios ajeno a ti, sino que confías en tu capacidad de entender y amar. 

Cuando el Buda era muy viejo y estaba a punto de morir, dijo: 

«Queridos amigos y queridos discípulos, no toméis refugio en nada ajeno a vosotros. En cada uno de nosotros hay una isla muy segura en la que podemos refugiarnos. Cada vez que conectas con esa isla a través de la atención en la respiración, creas un espacio de relajación, concentración y comprensión. Si, gracias a la atención a la respiración, te asientas en esa isla, estarás seguro. Ese es un lugar en el que, cada vez que sientas miedo, duda o confusión, puedes refugiarte». 

En Plum Village tenemos un corto poema al que hemos puesto música y presentamos a continuación. Puede ser utilizado para ejercitar la toma de refugio. 

Inspiro. Espiro. El Buda es mi atención plena, resplandeciendo cerca y resplandeciendo lejos. 

Cuando practicas la atención en la respiración, generas la energía de la plena consciencia, algo que se conoce como plena consciencia de la respiración. La energía de la plena consciencia es el Buda, porque el Buda es plena consciencia. Y cada uno de nosotros es capaz de generar la energía del Buda. Si procedes de un sustrato cristiano, puedes compararlo con el Espíritu Santo. El Espíritu Santo puede ser descrito como la energía de Dios. Con la práctica de la meditación caminando y de la respiración consciente, generas esta poderosa energía y tomas refugio en la energía de la plena consciencia Se trata de un tipo de luz que resplandece y te muestra claramente dónde estás y cuál es el siguiente paso que debes dar. 

La energía generada por la práctica de la respiración consciente contribuye a reducir la tensión de tu cuerpo y de tus sentimientos. Tu cuerpo puede estar tenso y experimentar emociones fuertes como el miedo y la desesperación, por ejemplo. La energía de la plena consciencia te ayuda a abrazar, atenuar y liberar la tensión y el sufrimiento. Esta energía te tranquiliza y aplaca tu miedo. 

Tomar refugio en la isla del yo no significa abandonar el mundo, sino tan solo volver a ti y estabilizarte. Es posible caminar por la ciudad mientras estás asentado en esa isla. Cuando estás asentado ahí, lo que sucede a tu alrededor no te desborda y puedes responder de un modo completamente diferente. 

Quizás haya tensión en tu cuerpo. Quizás haya también emociones intensas. Cuando practicas la respiración consciente, la energía de la plena consciencia te ayuda a liberar la tensión de tu cuerpo y de tus sentimientos y reduce el sufrimiento. Al cabo de un par de minutos de llevar a cabo esta práctica concreta de tomar refugio en la isla segura que hay en tu interior, te sientes en calma y dejas de estar atrapado en el miedo y la desesperación y esos sentimientos se ven transformados. Esta es una práctica que llevo a cabo con mucha frecuencia. Empecé a hacerlo hace unos treinta años y todavía sigo haciéndolo. 

El Buda transmitió su enseñanza sobre la isla del yo cuando estaba muriendo. Sabía que muchos de sus discípulos se sentirían perdidos cuando él muriese y trató de decirles que, en lugar de confiar en un maestro externo, debían confiar en su propio maestro interno. Y es que, aunque el cuerpo del maestro desapareciese, su enseñanza había penetrado ya en los discípulos. Si vuelves a la isla que hay en ti, verás a tu maestro interior. 

No existe diferencia real entre interior y exterior. De hecho, cuanto más profundizas en ti, más en contacto puedes estar con el exterior. Mal podrás, si no estás en tu interior, es decir, si no eres tú mismo, estar en contacto real con el mundo externo. El camino de salida está dentro de ti. Si quieres establecer un contacto profundo con el interior, debes conectar también con el exterior. Y, para conectar profundamente con el exterior, debes estar simultáneamente en contacto con tu interior. 

Volver a tu isla genera plena consciencia y concentración. Cada vez que te sientas atrapado por una emoción como el miedo, la ira o la desesperación, vuelve a tu isla interior y practica este gatha para tomar refugio. Estoy seguro de que, después de unos minutos de práctica, te sentirás mucho mejor. Esta es una práctica que debes llevar a cabo cada vez que te descubras en una situación peligrosa o temible, cuando estás muy enfermo o cuando no sepas muy bien qué hacer. Si todo el mundo practicase esto, habría suficiente calma, paz y claridad para superar cualquier situación difícil. La práctica de la toma de refugio puede llenar de alegría y paz toda nuestra vida cotidiana. 




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 20 de noviembre de 2019

LA HISTORIA DE ANATHAPINDIKA


Anathapindika, que vivió hace 2.600 años, fue uno de los primeros seguidores del Buda. Era un hombre de negocios muy generoso que dedicaba parte de su tiempo y energía a ayudar a los pobres de su ciudad. Entregó parte de su riqueza a los pobres, pero eso no le hizo menos rico. Fue muy feliz. Tuvo muchos amigos y fue muy amado por todos ellos. 

A Anathapindika le gustaba mucho servir al Buda. Empleó su riqueza para comprar un parque y crear un centro donde el Buda y sus monjes pudiesen practicar. Ese lugar, conocido como arboleda de Jeta, acabó convirtiéndose en un famoso centro de práctica al que la gente acudía semanalmente para escuchar las charlas impartidas por el Buda. 

Un día, el Buda se enteró de que su querido discípulo Anathapindika estaba muy enfermo. Fue a visitarle y le invitó a prestar atención, mientras estaba en cama, a la respiración. Luego encargó a Shariputra, buen amigo de Anathapindika, la misión de cuidar de él durante su enfermedad. 

Shariputra acudió acompañado de su hermano, el joven monje Ananda, a visitar a Anathapindika. Cuando llegaron, Anathapindika estaba tan débil que no pudo incorporarse para darles la bienvenida, y entonces Shariputra dijo: «No, amigo mío, no lo intentes. Sigue tranquilamente tumbado. Acercaremos unas sillas y nos sentaremos junto a ti». 

Lo primero que Shariputra le preguntó fue: «¿Cómo te sientes, querido Anathapindika? ¿Empeora el dolor de tu cuerpo o ha empezado a atenuarse?» La respuesta de Anathapindika fue la siguiente: «No, queridos amigos, el dolor no se atenúa, sino que está intensificándose». 

Cuando Shariputra escuchó eso, tomó la decisión de guiarle unos cuantos ejercicios de meditación. Siendo como era uno de los discípulos más inteligentes del Buda, Shariputra sabía muy bien que ayudar a Anathapindika a centrar su mente en el Buda, al que le gustaba servir, le resultaría muy útil. Quería regar las semillas de la felicidad de Anathapindika y sabía que hablar de las cosas que le habían hecho feliz en su vida podría regar las semillas positivas y reducir, en momentos tan críticos, su dolor. 

Shariputra invitó a Anathapindika a inspirar y espirar atentamente y a centrar su atención en sus recuerdos más felices: su entrega a los pobres, sus muchos actos de generosidad y el amor y la compasión que compartía con su familia y los discípulos del Buda. 

Pasados cinco o seis minutos, el dolor corporal que Anathapindika había experimentando disminuyó, al tiempo que las semillas de la felicidad en él se vieron regadas y sonrió. Regar las semillas de la felicidad es una práctica muy importante para los moribundos y los enfermos. Todos albergamos en nuestro interior semillas de felicidad y, en los momentos difíciles en que estamos enfermos o a punto de morir, un amigo debería acompañarnos para ayudarnos a conectar con esas semillas. De otro modo, las semillas del miedo, el resentimiento o la desesperación podrían desarrollarse y acabar convirtiéndose en grandes formaciones que nos desborden. 

Cuando Anathapindika sonrió, Shariputra se dio cuenta de que la meditación había dado sus frutos. Luego le invitó a continuar su meditación guiada diciendo: «Ahora, querido Anathapindika, ha llegado el momento de practicar contigo la meditación de los seis sentidos. Inspira y espira y practica conmigo». 

Estos ojos no son míos. Yo no estoy atrapado en estos ojos. Este cuerpo no es mío. Yo no estoy atrapado en este cuerpo. Yo soy la vida sin fronteras. La decadencia de este cuerpo no supone mi fin. Yo no estoy limitado a este cuerpo. 

Cuando alguien está a punto de morir, podemos quedarnos atrapados en la idea de que él es su cuerpo y de que la desintegración de su cuerpo es, por tanto, su propia desintegración. Todos tenemos mucho miedo a convertirnos en nada, pero la desintegración del cuerpo no afecta a la verdadera naturaleza de la persona que muere. Por eso es muy importante ser capaces de observar profundamente para ver que no estamos limitados a nuestro cuerpo. Cada uno de nosotros es la vida sin límites. 

Yo no soy este cuerpo. Yo no estoy atrapado en este cuerpo. Yo soy la 
vida sin límites. Yo no soy estos ojos. Yo no estoy atrapado en estos ojos. Yo no 
soy estos oídos. Yo no estoy atrapado en estos oídos. Yo no soy esta nariz. Yo 
no estoy atrapado en esta nariz. Yo no soy esta lengua. Yo no estoy atrapado en 
esta lengua. Yo no soy este cuerpo. Yo no estoy atrapado en este cuerpo. Yo no 
soy esta mente. Yo no estoy atrapado en esta mente. 

Luego invitó a Anathapindika a meditar en los objetos de los seis sentidos. El moribundo puede quedarse atrapado en las formas, los sonidos, el cuerpo, la mente, etcétera, e, identificándose con estas cosas y tomándose por ellas, creer estar perdiendo su yo. Estas meditaciones son para los moribundos un auténtico consuelo. 

Yo no soy las cosas que veo. Yo no estoy atrapado en lo que veo. Yo no 
soy los sonidos que escucho. Yo no estoy atrapado en lo que escucho. Yo no soy 
los olores que huelo. Yo no estoy atrapado en lo que huelo. Yo no soy los 
sabores que gusto. Yo no estoy atrapado en los sabores. Yo no soy el contacto 
con mi cuerpo. Yo no estoy atrapado en el contacto con mi cuerpo. Yo no soy 
estos pensamientos. Yo no estoy atrapado en estos pensamientos. 

Anathapindika conocía muy bien a estos dos monjes. Ambos eran discípulos muy queridos del Buda que se habían sentado junto a él para acompañarle y ayudarle, pese a estar gravemente enfermo, a llevar a cabo esa meditación. Entonces Shariputra le guió en la siguiente meditación sobre el tiempo: 

Yo no soy el pasado. Yo no estoy limitado por el pasado. Yo no soy el 
presente. Yo no estoy limitado por el presente. Yo no soy el futuro. Yo no estoy 
limitado por el futuro. 

Finalmente, cuando llegaron a la meditación de ser y no ser, de ir y venir, que es una enseñanza muy profunda, Shariputra dijo: 

Todo lo que emerge, querido amigo Anathapindika, se debe a causas y 
condiciones. Todo es de la naturaleza del no nacimiento y de la no muerte, del 
no llegar y del no partir. 

Cuando el cuerpo emerge, no viene de ningún lugar. Si las condiciones 
son suficientes, el cuerpo se manifiesta y lo percibes como existente. Cuando las 
condiciones dejan de ser suficientes, el cuerpo deja de percibirse y puedes 
pensar en él como inexistente. Todo, de hecho, es de la naturaleza del no 
nacimiento y de la no muerte. 

Cuando Anathapindika, que era un practicante muy sagaz, llegó a este punto, estaba muy conmovido y se dio perfecta cuenta de lo que sus amigos estaban proponiéndole. Y conectando entonces con la dimensión más allá del nacimiento y la muerte, se liberó de la idea de no ser más que un cuerpo. Se liberó de las nociones de nacimiento y muerte, de las nociones de ser y de no ser y fue capaz de recibir y entender el don de la ausencia de miedo. 

Todo adviene debido a una combinación de causas. Cuando las causas y condiciones son suficientes, el cuerpo se hace presente. 

Cuando las causas y condiciones dejan de ser suficientes, el cuerpo deja de estar presente. Y lo mismo podríamos decir con respecto a los ojos, los oídos, la nariz, la lengua, la mente, la forma, el sonido, los olores, el sabor, el tacto, etcétera. Y esto es algo que todos podemos, por más abstracto que parezca, entender profundamente. Para entender la verdadera naturaleza de la vida, debemos entender la verdadera naturaleza de la muerte. Mal podrás, si no entiendes la muerte, entender la vida. 

Las enseñanzas del Buda nos liberan del sufrimiento. El sufrimiento se deriva de la ignorancia de la verdadera naturaleza del yo y del mundo que nos rodea. Cuando no lo comprendes, tienes miedo, un miedo que te genera mucho sufrimiento. Por ello la enseñanza de la no muerte es el mejor de los regalos que puedes ofrecer, tanto a ti mismo como a los demás. 

Esta práctica importante, la práctica de la ausencia de miedo, implica ver profundamente para liberar el miedo profundo que siempre está ahí. Si no tienes miedo, tu vida será mucho más feliz y hermosa y podrás, como Shariputra hizo con Anathapindika, ayudar a muchas personas. La energía de la ausencia de miedo es la clave y el mejor fundamento de la acción social, de las acciones compasivas que protegen a las personas y a la tierra y el mejor modo de satisfacer tus necesidades de amar y ayudar. 

Es muy posible vivir felizmente y morir en paz. Y tenemos que hacerlo viendo cómo prosigue nuestra manifestación bajo otras formas. 

También podemos ayudar a otros a morir pacíficamente si en nosotros tenemos los elementos de la estabilidad y de la ausencia de miedo. 

Muchos tenemos miedo a dejar de ser y, debido a ese miedo, sufrimos mucho. Por ello el moribundo debe saber que somos una manifestación y una continuación de muchas manifestaciones. Y cuando sabemos que nacimiento y muerte no son más que nociones, dejamos de vernos afectados por el miedo al nacimiento y a la muerte. Esta comprensión puede liberarnos del miedo. 

Si sabemos cómo practicar y entrar en la realidad del no nacimiento y la no muerte, si entendemos que ir y venir no son más que ideas y si nuestra presencia es estable y pacífica, podremos ayudar al moribundo a no asustarse y no sufrir tanto. Entonces podremos ayudarle a morir en paz. Cuando realmente entendemos que no hay muerte, sino solo continuidad, podremos ayudarnos a vivir sin miedo y a morir en paz. Así fue como, en el último momento de su vida, Anathapindika recibió el mayor de todos los regalos, el regalo de la ausencia de miedo que le permitió morir tranquila y pacíficamente, sin dolor ni temor. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 7 de noviembre de 2019

LA NATURALEZA DE INTERSER


Si miramos profundamente una hoja de papel, nos daremos cuenta de que en ella reside la totalidad del cosmos: la luz del sol, los árboles, las nubes, la tierra, los minerales, todo…, excepto una cosa. De una sola cosa está despojada la hoja de papel, de identidad separada. 

La hoja de papel no puede ser por sí sola, sino que debe interser con el resto del cosmos. Por ello la palabra interser me parece más certera que la palabra ser. Ser, de hecho, significa interser. La hoja de papel no puede ser sin la luz del sol y sin el bosque. La hoja de papel es interdependiente con el bosque y la luz del sol. 

Si le preguntases al Buda cómo advino el mundo a la existencia, es decir, a ser, respondería: «Esto es porque aquello es, y aquello no es porque esto no es». La existencia de la hoja de papel depende, pues, de la existencia de la luz del sol. La hoja de papel depende de la existencia del árbol. Y tú tampoco puedes ser por ti solo, sino que inter-eres con el resto del cosmos. Esa es la naturaleza de interser. La palabra interser no está en el diccionario, pero creo que no tardará en estarlo porque refleja y nos ayuda a ver la auténtica naturaleza de las cosas. 

Si te aferras a la idea de identidad separada, tendrás mucho miedo, pero si miras profundamente y eres capaz de verte “a ti mismo” en todas partes, perderás ese miedo. 

Como monje, yo practico a diario la visión profunda. Pero no solo doy conferencias, sino que también me veo en mis alumnos y en mis ancestros. Veo mi prolongación, en este momento, en cualquier lugar. Cada día hago el esfuerzo de transmitir a mis alumnos la herencia de mis maestros y el resultado de mi práctica. 

Yo no creo que un buen día deje de ser. A menudo digo a mis amigos que el siglo XXI es una montaña, una hermosa montaña que, como sangha, debemos ascender juntos. Yo estaré siempre con mi sangha. Pero eso para mí no es ningún problema, porque veo en mí a todo el mundo, y también me veo en ellos. Esa es la práctica de ver profundamente, la práctica de la concentración en la vacuidad, la práctica de interser. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

sábado, 2 de noviembre de 2019

INTOXICANTES


Como nos desagrada el miedo, la ira y el dolor, llenamos nuestra vida de las cosas que la civilización moderna nos proporciona, como Internet, juegos, películas o música. Pero todos estos ítems pueden contener venenos que intensifican la enfermedad y el miedo. 

Supongamos que estás viendo la televisión durante una hora. 

Aunque una hora pueda parecer muy poco, es mucha la violencia, el miedo y otros venenos que esa hora puede contener y que, poco a poco, van intoxicándote. Es cierto que esa diversión te proporciona cierta liberación, pero a la vez que te diviertes introduces en la profundidad de tu conciencia elementos de dolor y sufrimiento. Así es como, en tu interior, el dolor se intensifica. Nos intoxicamos con lo que consumimos a diario. Dejamos que la televisión se ocupe de entretener a nuestros hijos, pero con semejante niñera lo que escuchan va envenenándoles lentamente. El Buda llamaba venenos a todas estas cosas. Hay venenos en lo más profundo de nuestra conciencia y también estamos expuestos a incorporar más venenos e intoxicarnos más todavía. 

Nuestro entorno también está muy contaminado. La práctica de la meditación no solo nos ayuda a ser conscientes de lo que sucede en nuestro cuerpo, sino también en el resto del mundo. Nos alimentamos y alimentamos a nuestros hijos con venenos. Eso es lo que sucede en el momento actual. Si te das cuenta de esto, despertarás al hecho de que continuamente estamos intoxicándonos. Tenemos que aprender a abstenernos de los venenos que alientan nuestro miedo. 


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

martes, 8 de octubre de 2019

EL DON DE VIVIR SIN MIEDO


Si tienes a un ser querido que esté enfrentándose a la posibilidad de morir, conocerás bien el miedo que acompaña a esa situación. El mejor modo de ayudar a alguien así pasa por aprender a cultivar la ausencia de miedo, fundamento de la verdadera felicidad. Ese no miedo es el mejor de los regalos que puedes ofrecer a alguien. Si en esos momentos difíciles puedes sentarte y acompañar a tu amigo, le ayudarás a morir tranquilamente y sin miedo. La ausencia de miedo es el fundamento de la enseñanza budista. 

La práctica de la meditación nos ayuda a generar la energía de la plena consciencia y de la concentración. Esta energía nos permite darnos cuenta de que, en realidad, nada nace y nada muere, lo que contribuye a eliminar el miedo a la muerte. Y es que, cuando entendemos que no podemos ser destruidos, nos liberamos del miedo. 

Esta es una gran liberación. La ausencia de miedo es la alegría última. 

Si tenemos miedo, no podremos ser completamente felices. Y como el miedo va unido al deseo, el hecho de que corramos en pos de algún objeto de deseo es una evidencia de que todavía tenemos miedo. 

Queremos estar seguros y ser felices, de modo que empezamos a desear a la persona, el objeto o la idea (como, por ejemplo, la riqueza o la fama) que creemos que nos garantizará el bienestar. Pero como nunca podemos satisfacer completamente nuestros deseos, seguimos asustados y huyendo. Cuando nuestro miedo desaparezca, dejaremos de correr en pos del objeto de nuestro deseo (independientemente de que se trate de una persona, de una cosa o de una idea). Solo estaremos en paz cuando el miedo concluya. Y cuando la paz impregna nuestro cuerpo y nuestra mente, no solo dejaremos de estar acosados por las preocupaciones, sino que, de hecho, tendremos menos accidentes. 

Entonces seremos libres. 

La capacidad de encarnar el desapego y la ausencia de miedo es un regalo mucho más precioso que el dinero o las riquezas materiales. 

El miedo estropea nuestra vida y nos hace miserables. Nos identificamos con objetos y personas como el náufrago se aferra a cualquier objeto flotante. Ejercitando el desapego y compartiendo esta sabiduría con los demás, estamos regalando también la ausencia de temor. Todo es provisional. Este momento pasa y también lo hará el objeto de nuestro deseo, pero siempre podemos acceder a la felicidad. 




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 26 de septiembre de 2019

PRÁCTICA: RESPIRAR EN EL PRESENTE


Tómate el tiempo necesario para disfrutar de la simple práctica de respirar atentamente. «Inspiro y sé que estoy inspirando. Espiro y sé que estoy espirando». Si haces esto con la suficiente atención, serás capaz de estar realmente aquí. En el momento en que empiezas a practicar la respiración atenta, tu cuerpo comienza a unificarse. Bastan diez o veinte segundos para llevar a cabo el milagro de unificar cuerpo y mente en el presente. Esto es algo que todo el mundo, incluidos los niños, puede hacer. 

Como decía el Buda: «El pasado ya se ha ido y el futuro todavía no ha llegado. Solo existe un momento en el que podemos acceder a la vida y ese momento es el presente». Meditar atendiendo a la respiración es llevar la mente y el cuerpo al presente para no olvidar tu cita con la vida. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...