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martes, 25 de mayo de 2021

ESTRATEGIAS DEL SUPEREGO


EL EGO Y SU COMPAÑERO, el superego, son voces mentales internas 
que parecen determinar quién eres. El pensamiento yo soy este cuerpo (ego) determina tu realidad individual, y los pensamientos que determinan cómo le va a tu ego, cómo podría mejorar, o por qué nunca mejorará son la voz de tu superego. Tu ego es una simulación, una realidad virtual del yo soy basada en la percepción, en las experiencias sensoriales y en el aprendizaje. Tu superego es una simulación de autoridad diseñada para controlar a tu ego. Se basa en la retroalimentación (feedback) con quienes te rodean.

Tanto el ego como su desarrollo posterior, el superego, son fenómenos maravillosos. No hay nada intrínsecamente malo en ellos. Ambos tienen un extraordinario papel que desempeñar en el teatro de la conciencia humana.

El desarrollo del ego es milagroso, y la formación del superego es quizá aún más sorprendente. El problema surge cuando monopolizan la mayor parte de tu atención y de tu fuerza vital. Entonces la atención a esta guerra interna pasa a primer plano y no nos permite experimentar la vida de forma espontánea y auténtica; unas voces afirman: «soy esto o aquello», y las opuestas dicen: «tú no eres suficientemente bueno en esto o lo otro».

Algunas voces dicen que eres bueno, precioso y bondadoso, y otras que eres horrible, feo y miserable.

Un ejemplo simple: si te golpeas la cabeza accidentalmente, después de la sensación inicial de conmoción y dolor, ¿qué voces mentales escuchas?

¿Tienen que ver con la culpa? Si es así, ¿te culpan a ti, a otra persona, o a algún objeto? Estas voces surgen del intento de superego de afirmar su control, generalmente a través del castigo verbal, para que no te vuelvas a golpear la cabeza. El superego es la autoridad que has interiorizado; una parte de tu ego se divide y se llama a sí misma «Dios» o «madre», o «padre» o «gurú». Cuando reconoces esta división, se produce una gran batalla interna, especialmente cuando estás en el «camino» espiritual, en el que el superego quiere librarse del ego. Sólo el superego desea librarse del ego. Librarse del ego es el control último. Sólo tu superego necesita la guerra. Estos pensamientos en guerra se reflejan, por supuesto, en nuestro mundo colectivo, y también en nuestro mundo individual. Sin embargo, de cara a nuestros propósitos actuales, presta atención a lo que está ocurriendo en tu realidad egoica, no porque deba o no deba suceder, sino simplemente para descubrir lo que consideras que es real.

Podemos atesorar las libertades que nos garantizan la familia, la cultura y el Estado, pero, en último término, son insignificantes si nos sentimos aprisionados internamente por una simulación de autoridad. La confianza en el superego se basa en nuestro miedo a lo que podría ocurrimos sin él.

En resumen, generalmente desconfiamos de nuestro yo esencial. En realidad desconfiamos de la libertad que anhelamos.

La pregunta es: ¿puedes reconocer un error (golpearte la cabeza) y distinguir entre lo que está bien o mal (los actos que requieren elección moral o de conciencia) sin recurrir a una autoridad fabricada que te premie o te castigue? Independientemente de las funciones que fueran apropiadas para el ego/superego en el pasado, en este momento, ¿estás dispuesto a confiar en lo aprendido? Y algo aún más radical: ¿estás dispuesto a confiar en la integridad de tu esencia? Si tienes la ambición de librarte del ego, ten cuidado, se activa la alerta roja. ¿Qué está mal en el ego? ¿Quién tiene un problema con el ego? ¿Tiene la conciencia un problema con el ego? Sólo el superego tiene un problema con el ego, y es un problema enorme. El superego quiere controlar al ego.

Cuando reconoces la tendencia del superego a dominar al ego, y sin tener que establecer a continuación un super-superego, puedes dar la bienvenida al ego con todas sus ambiciones y necesidades. En este momento, puedes recibir a todos —ego, superego, ilusión interna y externa— en la conciencia ilimitada que realmente eres. Entonces puedes experimentarte como un ser humano muy limitado, con inquietudes limitadas.

Otro de los arietes que el superego emplea comúnmente es la idea de «no valer nada», y esto ocurre especialmente en los círculos espirituales, donde suele haber mucho miedo a la arrogancia. Pero la arrogancia y el menosprecio son las dos caras de la misma moneda egoica. Ninguna de estas dos experiencias tiene que ser evitada. Ambas pueden ser afrontadas de maneras simples e investigadas directamente. Si te permites ser plena y completamente arrogante por un segundo, verás el absurdo de la arrogancia, sus posturas, su vaciedad. Exactamente lo mismo ocurre con la subvaloración. Si experimentas plena y totalmente un segundo de verdadero y completo menosprecio, éste se convierte en nada. Se revela como otra arma más del superego, que no tiene nada que ver con la verdad de quien eres. Si huyes de la arrogancia, de la minusvaloración, o de cualquier otra experiencia, estás constriñendo la fuerza vital. Estás intentando desesperadamente ser lo que crees que deberías ser, al tiempo que te sientes perseguido por lo que crees ser.

Otro aspecto interesante en el reconocimiento del superego es que si se enzarza en una batalla con el ego, sin duda la ganará. Está diseñado para vencer porque tiene a «Dios» de su lado. Es la autoridad. Cualesquiera que sean los pequeños argumentos que pueda esgrimir el ego, el superego ganará; caso cerrado. El impulso de escuchar y dejarse golpear por el superego es muy intenso, pero la voluntad de detenerse y ver qué hay debajo revelará la realidad del espacio que está más allá de todas las facetas del superego. Entonces verás que el superego no es más que sudo y furia, es decir, no es otra cosa que aprendizaje condicionado. Pero así es como nuestros padres, las culturas y las religiones nos enseñan a los animales humanos, y llevamos sus voces grabadas muy dentro.

La estrategia fundamental del superego consiste en un sistema de premios y castigos. Es muy primitiva, pero funciona. Tienes que ver cómo te hablas a ti mismo internamente, y cómo hablas a los demás en términos de premio o castigo. De otro modo, esta forma-pensamiento llamada «superego», que dice «yo soy la autoridad, yo sé lo que está bien y lo que está mal», continúa operando subconscientemente.

No hay nada malo en los premios y castigos. Son unas herramientas de aprendizaje muy eficaces. Pueden ser muy apropiadas para educar a los niños, a los animales domésticos, a los alumnos o a los compañeros de trabajo. Pueden ser válidas para según qué ámbitos. Pero cuando abordas el anhelo y el deseo de verdad, las estrategias de premio o castigo distraen la mente. La mente sigue asumiendo el control como «verdadero juez». Sin embargo, la verdad está más allá de la mente. Es incontrolablemente libre.

No puede ser castigada ni premiada.

Para investigar cómo funciona el superego dentro de tu propia mente, puedes plantearte preguntas, y dejar que las respuestas afloren libremente desde el inconsciente. Plantéate estas preguntas: ¿cómo castigo? y ¿cómo premio? No hagas distinciones entre los premios y castigos internos o externos.

Cuando concluyes que has hecho algo bien, ¿qué tipo de elogios te dedicas? ¿Alguna invitación especial? ¿Tiernas palabras de amor? Y si concluyes que has hecho las cosas mal, ¿cómo te castigas?: ¿palabras duras? ¿Ira? ¿Odio?

Al principio, tus respuestas pueden parecer obvias, cosas que ya sabes.

Pero después puede que te sorprendan, y ésa es la verdadera clave para la autoindagación: estar suficientemente abierto como para descubrir cosas de las que antes no eras consciente, cosas desconocidas y no examinadas; en este caso, descubrir cómo se manifiesta el superego dentro de tu propia mente. Que las respuestas sean espirituales o terrenales, iluminadas o mundanas, es totalmente irrelevante.

Ve, siente y experimenta en tu mente lo que esta indagación revela. Es posible que tengas muchas más estrategias de premio que de castigo. Tal vez se den de forma equilibrada. Quizá te castigues ahora por haberte castigado antes. La clave está en estar dispuesto a ver cómo funciona tu propia mente sin juicio, sin incrementar el poder de las estrategias. Mira si al sacar a la luz las estrategias surge una llama interna. Si hay una llama y no la evitas, sino que te rindes a ella, ¿qué revela?

Cuando la mente empiece a reactivarse, permítete durante un momento abandonar todas las estrategias, descubrir qué está debajo de todo, antes de todo, después de todo, lo que está siempre aquí, lo que no puede ser revocado ni otorgado.



Extracto del libro:
El Diamante en tu bolsillo: Descubre tu verdadero resplandor
Gangaji
Imágenes tomadas de internet

lunes, 15 de marzo de 2021

COMPARACIÓN Y POSESIÓN


OTRO PODER DE LA MENTE es el de vivir la experiencia y clasificarla, 
ubicándola en la categoría correcta. Lo que puede verse, clasificarse y categorizarse está dentro del reino de la mente. Algunas cosas son feas, otras hermosas; algunas cosas son buenas, otras malas..., pero tú no eres nada de eso. No puede ver quién eres. Sin embargo, puedes experimentarlo directamente, y siempre estás haciéndolo.

Como estamos enamorados de esta función clasificadora de la mente, pasamos por alto esta experiencia continua de lo que no puede ser visto y que es exactamente igual en todos, independientemente del género, de la raza, de la cultura, de la clase, del sistema nervioso, del intelecto o de la sofisticación. Está más cerca que cualquier concepto de iluminación o cualquier concepto de ignorancia.

Si dejas de alimentar por un momento la tendencia de la mente a comparar y a polarizarse, sobrevendrá la risa. ¡Qué su-gerente risa! «Tenía pelo y estaba intentando ser calvo. Tenía los ojos marrones y quería tenerlos azules. Era occidental y creía que debía ser oriental. Era mujer y creía que tenía que ser hombre.» Esto no son más que ejemplos burdos. La cosa llega a ser muy, muy sutil. En la práctica mental de clasificar, comparar y polarizar, pasamos por alto trágicamente la igualdad del yo uno. Los poderes mentales se enfocan principalmente en poseer.

Aprender es poseer conocimiento mental. El aprendizaje es un proceso imponente y maravilloso que exige activar la función poseyente de la mente. Este poder produce las grandes obras de arte, los grandes descubrimientos científicos y la capacidad de diseñar y construir una casa, una prenda de ropa o una comida. Pero lo que la mente no puede alcanzar, lo que no puede poseer, es la fuente de su propio poder.

Una vez que la atención de la vida individual da un giro misterioso y sagrado hacia su fuente, hacia la reunión con Dios, el reino de la mente no sirve de nada. Como estamos tan enamorados de los poderes mentales, es posible que tardemos muchas vidas en descubrir esta verdad. No queremos creer que hay lugares donde nuestras mentes no pueden ir. Ni siquiera queremos oír que para llegar a la verdad absoluta de nuestra existencia es posible que tengamos que abandonarlo todo.

No podemos poseer la verdad; eso sería una idea mental. Pero la verdad puede reivindicar su posesión, que somos nosotros, cada alma, cada ser.

Cuando hablo de «detener» o de «acabar la búsqueda», simplemente apunto a nuestra tendencia habitual de intentar conseguir algo, que es lo que hemos aprendido a hacer mediante las herramientas mentales, los poderes del pensamiento, la proyección, la imaginación, la discriminación o el ocultamiento. Pero, en un instante de simple ser —sin ser nadie, sin ser nada, sin hacer las cosas bien, sin perder, sin nombrar y sin conocer—, el despertar está presente. Lo cierto es que cada persona tiene momentos así cada día, pero los pasamos por alto porque estamos encantados con los poderes mentales. La mente no está presente en ninguno de estos momentos puros y perfectos. Pero a continuación vuelve a surgir, y seguimos adelante con nuestro trabajo, con nuestras definiciones, y con nuestras ideas de quién nos ha hecho mal, de lo que necesitamos o de lo que tenemos que conocer.

Para lograr la verdadera libertad, tenemos que abandonar el encantamiento mental, y para poder cortar con la mente, antes tenemos que verla. Cada uno de nosotros necesita investigar y después decir la verdad. Al decir la verdad, exponemos y amansamos la mente. Si mentimos, la mente sigue en el poder. Cuando amansamos la mente, se revela una gran felicidad.

Entonces las capacidades intelectuales y creativas de cada individuo, las experiencias de vida individuales, pueden usarse gozosamente al servicio de la verdad.

La invitación a descubrir el amor, la verdad, la iluminación, la libertad o a ti mismo revela la verdad despiadada de que la mente no puede dártelos.

Todo lo que es verdaderamente puro y libre es incognoscible. Aquí es donde la mente se torna humilde. Esta es la comprensión básica que la mente puede entender. Este es el tránsito mental hacia la rendición. Como has llegado a saber muchas cosas, tienes la esperanza de que si trabajas duro, tendrás éxito. Pero la realización de la verdadera libertad es lo opuesto de trabajar duro mentalmente. Necesitas perseverancia para renunciar a la esperanza de que la mente pueda darte la libertad; renuncia a la esperanza de que la mente pueda darte el corazón, que es amor; renuncia a la esperanza de que la mente pueda darte la iluminación, que es verdad.

En ese reconocimiento, la rendición puede llegar de manera natural.



Extracto del libro:
El Diamante en tu bolsillo: Descubre tu verdadero resplandor
Gangaji
Imágenes tomadas de internet

viernes, 5 de marzo de 2021

MEMORIA Y PROYECCIÓN


EL ÚNICO OBSTÁCULO PARA realizar la verdad de tu ser es pensar 
quién eres. Ciertamente es así de simple. En todas mis conversaciones con la gente trato de cortar ese proceso mental, que, como sabéis, es muy poderoso. Los pensamientos respecto a quién eres surgen de dos poderes mentales: el poder de recordar el pasado y el poder de proyectar hacia el futuro. Los pensamientos de pasado y futuro crean el pensamiento presente de quién eres.

La memoria y la proyección tienen, evidentemente, un gran poder. No hay nada equivocado en recordar el pasado o proyectar hacia el futuro. Ambas opciones son parte de la capacidad y de la experiencia del ser humano. Sin embargo, el peligro de estos poderes es que al pasar por alto la presencia permanente, al quedarte tan fascinado con los pensamientos que fabricas sobre Dios y sus permutaciones, pasas por alto a Dios mismo. Entonces aparece el sufrimiento, y surge el anhelo de reconectar con la verdad de Dios para aliviarlo.

Ahora mismo, antes de que sigas leyendo, quiero que cierres los ojos y generes algunos pensamientos. Todo el mundo es un maestro en esto de producir pensamientos, de modo que bien podemos hacer uso de ello.

Recuérdate de niño, ve quién eras entonces. Es posible que tengas una imagen, o una sensación, o simplemente un sentido de saber quién eras.

Ahora, mírate como adolescente o como persona joven. Ve quién eras entonces. Mira cómo eres cuando estás enfermo, cuando te sientes desgraciado. Experimenta los sentimientos y los pensamientos que acompañan a sentirte enfermo. Ahora mírate cuando tienes una salud rebosante. Mira quién eres en esa circunstancia. Percibe las sensaciones que surgen en torno a tu imagen de ti mismo como persona sana.

Mírate como una persona feliz, realmente realizada, e imagina cómo lo sientes. Ahora considérate desgraciado, perdido, aislado y separado.

Considérate como crees que serás algún día. Proyéctate hacia el futuro.

Y ahora, lo más importante, ve si es posible decir la verdad: ¿Qué es lo que ve todas estas imágenes de ti? ¿Qué es consciente de todos tus sentimientos? Las ideas respecto a quién eres tienen una edad, cambian, aparecen en el pasado y son proyectadas hacia el futuro. Lo que ve estos cambios siempre ha estado aquí, viendo sin cambios. El ver no tiene rostro, no tiene personalidad y, finalmente, ni siquiera tiene esencia. Carece de pensamiento, de atributos, no tiene pasado ni futuro. Y, sin embargo, cuando hay atributos, pasado, futuro, no está ausente. Está eternamente aquí.

Si eres capaz de ver en una milésima de segundo el vacío de cualquiera de tus imágenes, entonces puedes elegir entre seguir intentando conseguir una imagen mejor o rendirte a la verdad, que al mismo tiempo carece de imágenes y es inseparable de ellas. Esto es muy importante. La verdad de tu identidad informe es inseparable de cualquier formulación de quién eres, porque es omniincluyente.

Ahora mismo, en este momento, la verdad de tu identidad informe está tan presente como cuando tu cuerpo muere y todas esas imágenes acaban. La increíble y emocionante oportunidad de que dispones consiste en darte cuenta de que eres la verdad informe antes de que el cuerpo muera.

Muchos de vosotros ya habéis tomado conciencia de esto. Muchos lo haréis en el futuro. Algunos no os daréis cuenta hasta que estéis en vuestro lecho de muerte. Incluso en el momento de la muerte, si puedes tomar conciencia de la presencia informe que te ha acompañado en cada momento de tu vida, habrás vivido tu vida en la gloria de esa conciencia. Tu realización final será un testimonio para el mundo.

Los pensamientos respecto a ti mismo son el único obstáculo para esta realización. Sin embargo, no son un problema, porque tú, como conciencia, tienes la capacidad de traspasar cualquier obstáculo. Tú eres el ver mismo.

Tienes plena y absoluta capacidad de conocerte a ti mismo, de ser sincero contigo mismo, y de que ese conocimiento sea puesto a prueba. En ese ponerte a prueba, te descubrirás y te conocerás de maneras siempre más profundas y frescas



Extracto del libro:
El Diamante en tu bolsillo: Descubre tu verdadero resplandor
Gangaji
Imágenes tomadas de internet

viernes, 5 de febrero de 2021

LA IMPERMANENCIA DE LOS CONSTRUCTOS MENTALES


SABEMOS QUE LOS PENSAMIENTOS pueden dictar la cualidad de tu 
experiencia. Cuando estamos enamorados, el mundo nos parece amistoso, brillante y maravilloso. Cuando tenemos el corazón partido, el mundo nos parece un lugar oscuro, frío y amenazante. En la mayoría de la gente, el sentido de la autoestima fluctúa entre los extremos positivo y negativo. La búsqueda de experiencias más positivas y la evitación de las negativas forma parte de la estrategia cotidiana de la mayoría de las vidas. Por desgracia, si nos aferramos a la visión positiva y huimos de la negativa, la atadura de la identificación errónea continúa, y la experiencia de la vida sigue estando limitada.

Esto puede ser difícil de aceptar, porque tendemos a aferrarnos a nuestros estados mentales positivos, a las sensaciones felices y a los momentos maravillosos. Si pudiéramos aferramos a ellos con éxito, ¿habría algo de malo en ello? Pero todos los estados mentales son intrínsecamente impermanentes, de modo que no podemos conseguir fijarlos. Todos los estados mentales y los sentimientos surgen, se despliegan y después desaparecen. La mayoría de la gente se pasa la mayor parte del día evitando esta verdad mediante alguna actividad mental. Esa actividad mental está fundamentalmente motivada por el deseo de recuperar sentimientos maravillosos del pasado, y por liberarse de los sentimientos desagradables que puedan surgir en el presente Cuando vemos claramente la verdad incesante y despiadada de la impermanencia de los cuerpos, las emociones, los pensamientos, los estados y las imágenes, tenemos la opción de aceptar que lo impermanente es impermanente. ¡Qué elección tan fácil! Ya es impermanente. De hecho, finalmente, reconocemos que toda la actividad para aferramos a lo que es intrínsecamente impermanente es fútil. Gracias a esta disposición de aceptar la verdad de la impermanencia, que comprende todas las ideas sobre quién eres, se produce en ti una profunda relajación.

Tu idea de quién eres a los cinco años es diferente de tu idea de quién eres a los quince, a los cincuenta o a los noventa. Una idea, por su propia naturaleza, es impermanente. Reconoce que cualquier idea de quién eres es impermanente. Cualquier cosa impermanente no tiene realidad intrínseca.

En este reconocimiento completo, toda actividad mental se detiene.

La actividad mental se alimenta a sí misma hasta crear una enorme complejidad de sufrimiento. En el núcleo de toda actividad mental está la búsqueda de una autodefinición, pero la mente busca en los lugares equivocados. Busca en los pensamientos. Busca en los objetos: adquirir un coche nuevo, conseguir un nuevo amante, un trabajo mejor, una casa más grande. Incluso busca en la espiritualidad, en la búsqueda del «yo» iluminado.

La actividad mental siempre se basa en rechazar algo o en aferrarse a algo.

Cualquier cosa que la mente desee o rechace es impermanente. Cuando la mente se rinde a la verdad de la impermanencia, esta actividad no tiene adonde ir, y la mente se aquieta. En ese punto la mente alcanza el océano de conciencia, y percibe que nunca estuvo separada de él. Reconoces que la permanencia de tu verdadera naturaleza implica la presencia continua de una conciencia que es exactamente igual cuando tienes cinco, quince, cincuenta o noventa años. La conciencia sutil e irradiadora es tu verdadera identidad. Cuando te das cuenta de quién eres, y sabes que todos tus intentos de conseguir algo mejor para poder ser alguien mejor son absurdos, sueltas una carcajada. Esta risa es una gran liberación. Proviene de tu actitud de esconderte de la verdad de ti mismo durante millones de eones. En ese instante se produce la maravillosa liberación, en la que te rindes finalmente a la verdad del ser.



Extracto del libro:
El Diamante en tu bolsillo: Descubre tu verdadero resplandor
Gangaji
Imágenes tomadas de internet

sábado, 19 de diciembre de 2020

PRÁCTICA ESPIRITUAL


MUCHAS PERSONAS CON las que me encuentro son sinceras en su 
deseo de alcanzar la verdad del ser. Me preguntan: «Qué tengo que hacer? ¿Cómo lo hago?». Paradójicamente, este deseo de verdadera libertad sólo puede realizarse si no «haces» nada para realizarlo.

Existen prácticas en las que repites mantras, haces visualiza-dones, postraciones, o algún tipo de servicio desinteresado. Todas ellas están destinadas a aquietar la mente y evitar que se obsesione con lo que es necesario para revelar la verdadera plenitud. Las prácticas son excelentes para poner a punto las capacidades mentales tanto de enfocarse como de rendirse. Reconozcamos que nuestras prácticas espirituales nos han servido, que son regalos de los maestros que nos han precedido. Pero reconozcamos también que la verdad de quienes somos está aquí ahora, y que todas las prácticas han sido maneras de buscar lo que ya está aquí, de tratar de limpiar el camino de vuelta a nuestros corazones.

El problema es que, en definitiva, cualquier intento de ir a alguna parte implica que no estás allí. De hecho, cualquier actividad que emprendas para alcanzar ese objetivo impide el reconocimiento más profundo de que siempre ha estado plenamente realizado.

En este momento puedes darte cuenta de lo que no necesita ser practicado para existir. Esta es la verdad más fácil, simple y evidente. Lo que la ha convertido en un secreto a lo largo de los tiempos es su absoluta simplicidad y su disponibilidad inmediata.

Esta simplicidad es difícil, porque desde la infancia se nos enseña que para conseguir algo tenemos que aprender los pasos que nos llevan a ello y practicarlos. Esto funciona maravillosamente con una serie de cosas. La mente es una herramienta de aprendizaje exquisita. Pero la autorrealización, así como la inspiración y la creatividad más profundas, viene directamente de la fuente de la mente. La realización no viene de ningún hacer; viene de rendir la mente a su fuente.

Si las prácticas espirituales sirven al propósito de detener la mente, son grandes aliados. Pero si ahondan la creencia de que eres alguien concreto, que practica algo particular, para conseguir algo que aún no está aquí, entonces son una obstrucción. Te mantienen dando vueltas alrededor de ti mismo, en lugar de permitirte profundizar en ti mismo.

Meditar significa cosas muy distintas según las muy diferentes personas.

Puede significar enfocarse en la respiración, o concentrarse en una imagen, u otra serie de cosas. Pero la práctica meditativa perpetuada por la mayoría de la gente del mundo es ésta: «Soy este cuerpo, soy estos pensamientos, soy estas emociones». Puede haber lapsos durante los cuales se practique algún tipo de meditación formal, pero después se vuelve a la práctica principal: «Esto soy yo, soy este cuerpo, éstas son mis necesidades, esto es lo que tengo que tener, esto es lo que aún no tengo», y así sucesivamente.

¡Esta es la meditación! Y es una meditación de sufrimiento. Como está tan extendida, se pasa por alto. No se piensa en ella como en una práctica, sino como en una realidad.

Hay momentos en los que la meditación habitual se detiene, momentos en los que te sientes absorbido en el abrazo del amor, en el sonido de una música preciosa, o en los colores del amanecer. Hay momentos en los que no hay un «tú» practicando; sólo hay seidad. Y en esta simple seidad hay paz, comprensión, claridad y naturalidad, gracia sin esfuerzo y facilidad de ser. Pero creemos con mucha fuerza en nuestra meditación del yo, de modo que estos momentos suelen ser pasajeros y enseguida retomamos la práctica habitual: «Soy este cuerpo, esto es quien soy Tú eres ese cuerpo; eso es quien eres. Esta es mi cultura, ésa es tu cultura. Estas son mis creencias; esas son tus creencias. Tú eres mi enemigo; tú eres mi amigo. Tú quieres algo de mí; yo quiero algo de ti...».

Nunca desaconsejaré a nadie que se tome descansos de esta práctica habitual de sufrimiento, tanto si los descansos se basan en las denominadas prácticas espirituales como si lo hacen en la danza, escuchar música, estar en la naturaleza o tumbarse en una hamaca. La verdad de quien eres, no obstante, es más simple que cualquier cosa que puedas practicar. El sufrimiento personal, por otra parte, es muy complejo, y para que continúe tiene que seguir practicado. Si estás sufriendo, te propongo, como simple investigación, que mires si estás practicando tu sufrimiento.

Como estamos tan condicionados y tendemos a definir quienes somos tomando como referencia nuestras actividades personales, pasamos por la vida sin darnos cuenta del vasto terreno de quietud que es la simplicidad de ser. Cuando hablo del «corazón», estoy hablando de este mismo ser.

Cuando hablo del núcleo de cada fenómeno, me estoy refiriendo al ser.

Cuando hablo de lo que se encuentra en la autoindagación, también me estoy refiriendo al ser, tanto si se trata de autoindagación emocional — afrontar el miedo, la ira o la desesperación—, como de autoindagación mental —inquirir en el proceso de pensamiento que gira en torno al yo—.

Indagar profundamente en cualquier cosa es descubrir esta vasta y simple presencia de ser tú mismo, tal como eres.

Ser no es una práctica. Una práctica conlleva alguna técnica, una manera correcta de hacer las cosas y una manera equivocada, una creencia de que se va a llegar a alguna parte y una recompensa o logro. En la verdad de la quietud absoluta, nada de esto es aplicable.

Hasta encontrarme con mi profesor había probado muchos tipos de meditación. Había experimentado momentos de belleza, de trascendencia, de verdadero conocimiento, y, sin embargo, el anhelo subyacente que acompañaba a mis pensamientos, el «¿cómo conseguirlo?, ¿cómo conservarlo?», seguía operando. Cuando conocí a Papaji, me dijo que parara. Me extendió una invitación que me siento feliz de transmitirte. En este momento, detente donde estés. Detén todo esfuerzo por conseguir cualquier cosa que pienses que te dará satisfacción, cualquier cosa que pienses que te dará tu verdad. Lo único que se necesita es un momento de verdadera detención.

Este instante es esquivo para la mayoría de la gente, porque, a medida que se aproximan él, suele surgir un gran miedo: «Si me detengo, si realmente me detengo, me deslizaré y perderé el terreno que he ganado con tantos esfuerzos y prácticas. Aunque aún no me siento plenamente satisfecho, estoy más satisfecho que antes. Tengo una vida mejor, mi mente está más calmada, mis circunstancias son mejores..., y podría perderlo todo». 

Para mí, oír este «párate» fue extraordinario. Estaba segura de que me iba a dar algún conocimiento secreto, y así sucedió. Pero no es secreto, porque es muy evidente. No es algo esotérico. Estaba segura de que susurraría alguna fórmula mágica en mi oído, y así sucedió. Dijo: «Párate». Fue tan simple que me caí al suelo. Mis pensamientos se pararon, y en ese detenerse hubo más realización de la que pudiera haber imaginado nunca. Lo que imaginamos que es la realización tiene que ver con menos dolor, menos conflicto, más placer, más paz, más reconocimiento, más amor. Pero la verdadera realización no puede ser imaginada, sólo puede ser vivida.

Me dijo que me deshiciera de todas las estrategias, de todas las técnicas, de todas las herramientas, y que simplemente estuviera allí para recibir lo que me estaba ofreciendo. Pronto me di cuenta: «Realmente lo dice en sentido literal. No me está enseñando un nuevo mantra, o una nueva práctica, o un nuevo conjunto de creencias, una liturgia, un catecismo o una cosmología. No me está contando "lo que todo ello significa", "qué pasará" y "por qué va a ocurrir"». Me estaba pidiendo que liberase mi mente de todo eso. No es que eso estuviera equivocado. Simplemente la mezcolanza de conceptos espirituales que yo había acumulado no era rival de la realidad incondicionada.

Todas las escrituras sagradas, los textos y prácticas vienen de la verdad y apuntan el camino de vuelta hacia la verdad, pero tiene que haber un momento en el que vuelvas a saltar sobre ti mismo. Y ese salto sólo ocurre ahora, cuando estás desnudo de todo excepto de ti, cuando eres inocente de lo aprendido respecto a quién eres.

Otra pregunta que a menudo me suelen plantear es: «¿Cómo permanezco en este estado de estar "parado"?». Pero «parado» no es un estado. Ni el silencio ni la quietud son estados. Esta es una distinción muy importante.

Puedes llevar tu mente a un estado de relativa calma, y puedes hacer que tu cuerpo se relaje, pero la quietud a la que me refiero está, por su propia naturaleza, siempre quieta. Siempre está parada. Todo movimiento mental, todo hacer, aparece, existe y vuelve a desaparecer en la quietud sin estado.

Un estado tiene un comienzo, un desarrollo y un final. Hay estados felices y estados tristes, estado alterados y estados mundanos, estados elevados y estados de subsistencia, pero la presencia sin estado del ser es quietud.

Conciencia es quietud. Quien ya eres es esa quietud.

Tu mente puede estar activada con pensamientos —pensamientos sobre actividades y pensamientos sobre intentar detenerse—, pero todo eso está ocurriendo en la condición de «no estado» [ausencia de estado] del ser, que es la quietud misma.

Si puedes apartar de tu mente que esa quietud inmutable es algo que puede ser hecho o practicado, algo en lo que puedes conseguir el éxito o fracaso, entonces la quietud, la presencia de ser, puede revelársete finalmente como tu propio yo.

Reconoce que los impulsos para quedarte quieto vienen de la actividad mental que surge en la quietud. Esta quietud no es algo muerto ni está en blanco. Es conciencia. Es la conciencia misma, y tú eres esa conciencia.

Los pensamientos tengo que quedarme quieto, estoy intentando aquietarme, ¿por qué no puedo aquietarme? están siendo observados y experimentados por la quietud misma.

Piensas que eres un pensamiento, y entonces, como crees ser un pensamiento, piensas que puedes perder la quietud. A continuación piensas otro pensamiento sobre cómo recuperar lo perdido, y después otro pensamiento sobre si has tenido éxito o has fracasado en esa recuperación, y después otro pensamiento sobre lo genial o lo horrible que eres por haber tenido éxito o por haber fracasado. Durante todo ese tiempo la simple quietud es consciente de todo el juego: experimenta el juego, experimenta el sufrimiento del juego, y sin embargo, en último término, el juego no la toca. Lo único que te separa de reconocer la verdad de tu ser como quietud eterna es dejarte llevar por algún pensamiento que diga que tú no eres eso.



Extracto del libro:
El Diamante en tu bolsillo: Descubre tu verdadero resplandor
Gangaji
Imágenes tomadas de internet

jueves, 22 de octubre de 2020

LA RENDICIÓN DE LA MENTE AL SILENCIO


NUESTRA IDENTIFICACIÓN MÁS intensa, tal vez incluso más que la 
identificación con el cuerpo, es la identificación con la mente. Cuando empleo la palabra «mente», me refiero a pensamientos como: «Creo que soy este cuerpo y esta persona, y por tanto esto es la realidad». Damos al pensamiento la autoridad de definir quiénes somos. Si pienso que estás separado de mí, basándome en mis sensaciones físicas y percepciones, ese pensamiento tiene autoridad como árbitro de la realidad.

En nuestras mentes, los pensamientos toman el lugar de Dios, y también el del diablo. Los pensamientos buenos y los malos libran una guerra. Así, surge el deseo de acumular más pensamientos buenos para poder derrotar a los malos, para que las fuerzas de la luz puedan derrotar a las fuerzas de la oscuridad. El condicionamiento te lleva a creer que si los buenos pensamientos ganan, tu yo superior ganará, y te sentirás en paz. Es cierto que la experiencia de vida se potencia cuando en tu corriente mental abundan los buenos pensamientos. Es igualmente cierto que los pensamientos malos o negativos producen un envenenamiento del cuerpo y de la mente. Sin embargo, lo que se pasa por alto es que en el núcleo siempre hay una conciencia pacífica, continua, inmóvil. Lo que pasas por alto es que lo que eres ya está en paz. Ganar y perder no tienen nada que ver con la verdad de quien eres. 

Nuestras mentes están inactivas durante muchos momentos del día, pero estamos condicionados a prestar atención únicamente a la actividad mental, y pasamos por alto estos momentos de silencio. Cuando hablo de «detener», me refiero a ese silencio entre pensamientos que es conciencia informe. Allí hay una presencia, y podemos reconocer que somos esa presencia. Se nos ha enseñado a creer en «pienso, luego existo», en lugar de la verdad, que es: «soy, luego pienso».

El trance de los pensamientos condicionados puede ser profundo y complejo, pero no resiste la comparación con algo tan simple como esta «detención». Cuando reconoces conscientemente este punto de detención, tienes verdadera capacidad de elección. Antes de ese reconocimiento, tus pensamientos sólo son acciones mentales mecánicas basadas en condicionamientos pasados, en deseos o aversiones. Después de ese reconocimiento, puedes elegir conscientemente decir la verdad respecto a lo que siempre está presente antes del pensamiento, durante el pensamiento y después del pensamiento. ¿Puede la presencia ser pensada? Esta pregunta, en efecto, hace añicos los nítidos patrones mentales. Causa un dejarse caer, una liberación, un alivio del enorme e ilusorio mundo del pensamiento. El equilibramiento y reequilibramiento, el reformar y reinventar lo que llamas «yo» no es más que un pensamiento, y otro proceso de pensamiento sobre ése, y después otro más. En el momento en que reconoces lo que no puede ser pensado, reconoces quién eres. Es un momento en el que la mente se rinde al silencio.

Hablo mucho de detener el pensamiento, pero tal vez no lo haya hecho de una manera suficientemente comprensible. En primer lugar, detenerse es reconocer que, según surgen los pensamientos, estás ante una elección: tu mente puede seguir los pensamientos o quedarse quieta y dejar que surjan sin tocarlos. Mi invitación a detenerte no es para que construyas un pensamiento sobre otro, no se trata de que fantasees o de que repases sucesos pasados. Elige que la mente se quede aquietada; en esa opción reside la posibilidad de reconocer lo que siempre está aquietado, haya pensamientos o no.

Esta detención empieza a ocurrir cuando reconoces la actividad mental y no la acompañas. No seguir la actividad mental es diferente de resistirse a la mente o reprimir los pensamientos. No acompañar los pensamientos conlleva un aspecto de apertura y relajación. Aunque pueda parecer poco familiar, y el miedo a lo no familiar puede generar actividad mental, dejar de seguir los pensamientos es algo que no requiere esfuerzo. Al seguir los pensamientos y dar vueltas a nuestras historias, pasamos por alto la simple y profunda facilidad de ser.

En este momento, te invito a no hacer nada. Es posible que aparezca un pensamiento... No hagas nada con él. Relájate en cualquier pensamiento o emoción que surja, y permite que la facilidad natural, la verdad natural de quien eres tome prioridad sobre el pensamiento. En esta detención puedes reconocer de nuevo la verdad que siempre está allí, la verdad de quien eres.

Ahora, en este momento, con tu mente, elige esa verdad. Vincula tu mente a esa verdad, de modo que cualquier cambio que se presente se encuentre con una mente unida a la verdad, una verdad que se confirma cada vez que la mente se detiene.

La detención de los pensamientos no es una práctica. Simplemente es la oportunidad de ver que existe la opción de no seguirlos. Al no seguir los pensamientos, la mente se detiene, y lo que está aquí, lo que está en silencio y siempre aquietado, puede revelarse.

En un instante de reconocimiento del silencio que siempre está aquí, reconoces tu verdadero rostro. Reconoces la presencia de Dios. Te das cuenta de la verdad. Entonces puedes abordar los desafíos de la vida, el dolor corporal, el torbellino emocional o la confusión mental con mayor claridad e intuición, porque ya no identificas esos estados con quien eres.

Tú eres la existencia misma. La existencia es conciencia, que está viva y enamorada de sí misma. Este teatro en el que aparecemos tú y yo, las circunstancias y emociones, los sucesos agradables y desagradables, es el teatro de Dios. No debe ser evitado, sino disfrutado. Es algo con lo que emocionarse, con lo que llorar, pero también con lo que reconocer: «Oh, Señor, ¡qué obra tan maravillosa! ¡Qué teatro!», y en ese reconocimiento, saber quién eres. Tú, como conciencia, eres el escenario en el que se mueven los actores, la pantalla donde se proyecta la película de la vida, y la fuerza que anima a cada actor. Quienquiera que imagines ser, cualquiera que sea el papel que imagines desempeñar, la verdad de quien eres es más profunda que el papel, más cercana, y también está más allá del papel. No quien serás algún día, sino ahora mismo: quien eres y siempre has sido.

La posibilidad siempre presente, en cualquier momento, es la de despertar a tu verdad como conciencia. Ese despertar ocurre en la rendición de la mente al silencio.



Extracto del libro:
El Diamante en tu bolsillo: Descubre tu verdadero resplandor
Gangaji
Imágenes tomadas de internet
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