domingo, 31 de mayo de 2020

COMPETICIONES


LA DEMOSTRACIÓN DEL NOVICIO ENCARGADO


En cierta ocasión, cuando el novicio Yang Shan visitó al Maestro chan Wei Shan, la primera pregunta que el famoso Maestro le hizo fue: 

-¡Eres ya un novicio encargado o todavía no lo eres? 

-Tenéis razón, Maestro -fue la respuesta.- Soy un novicio encargado. 

-¡En qué lugar se encuentra tu cargo? 

Al oír esto, Yang Shan dio varios pasos de oeste a este y se quedó inmóvil. Ante esta demostración, Wei Shan quedó muy complacido. 

Comentario: «Encargado» se refiere a la naturaleza del verdadero yo, y el auténtico significado de la primera pregunta del Maestro fue: «¡Has alcanzado la realización de la naturaleza del verdadero yo o no?» «Lugarx significa Vacío, la naturaleza vacía de todos los dharmas. Así pues, Yang Shan corría el riesgo de perder pie si hubiera intentado responder con palabras. Una vez que se ha pronunciado algo, «se pierde la pista». La lección que aquí se da consiste en que la naturaleza del yo verdadero no es algo de lo que se pueda hablar. Está por todas partes y no puede diferenciarse del movimiento o de la inmovilidad. 

El poeta de la dinastía Tang, Wei mo Chieh, dijo en cierta ocasión: 
Parece estar aquí aunque no ha venido. 
Parece estar allí aunque no se ha ido. 
Me pregunto qué es. Y me respondo a mí mismo: 
Está aquí sólo porque nunca pretende venir; 

Está allí sólo porque nunca pretende irse. 
Es lo más invisible porque todo el mundo puede verlo. 
Quizás sea ésta la definición humanamente más clara posible de la naturaleza del ser. 



Extracto tomado del libro:
100 Koans del budismo Chan
Alexander Holstein
Imágenes tomadas del Internet

sábado, 30 de mayo de 2020

PERSONAS FELICES



MORIR DE NOSTALGIA POR ALGO QUE NUNCA VIVIRÁS


EL FUEGO DE LA NOSTALGIA


Mediún, separado de su amada, había caído enfermo y el fuego de la nostalgia hacía hervir su sangre. Vino un médico para cuidarlo, pero, cuando puso el dedo en el lugar de su dolor, el enamorado lanzó un grito: 

«¡Déjame! ¡Si tengo que morir, tanto peor!». 

El médico replicó, asombrado: 

«¡Tú que no temes al león y que estás cada noche rodeado de animales salvajes, dominándolos con sólo la fuerza de tu amor! ¿Qué significa este miedo repentino?». 

Mediún respondió: 

«No tengo miedo de la enfermedad, pues soy más paciente que la montaña. Mi cuerpo está contento con la enfermedad. El pesar es mi patrimonio y mi corazón está lleno de Leila. ¡Por eso temo que, al hacerme una sangría, puedas herir a mi amada!».



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

viernes, 29 de mayo de 2020

LA FELICIDAD NO ES UN PRODUCTO


UNA VITAL DIFERENCIA

 Le preguntaron cierta vez a Uwais, el Sufí: «¿Qué es lo que la Gracia te ha dado?». Y les respondió: 

«Cuando me despierto por las mañanas, me siento como un hombre que no está seguro de vivir hasta la noche». 

Le volvieron a preguntar: 

«Pero esto ¿no lo saben todos los hombres?». Y replicó Uwais: «Sí, lo saben, Pero no todos lo sienten». 

Jamás se ha emborrachado nadie a base de comprender intelec­tualmente la palabra VINO. 



Del libro:
Anthony de Mello 
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

jueves, 28 de mayo de 2020

PRESTA ATENCIÓN


¿POR QUÉ ME DUELE TANTO ABANDONAR LAS COSAS QUE CAUSAN SUFRIMIENTO?


Respuestas a preguntas
Pregunta 9 (continuación):

¿Por qué me duele tanto abandonar las cosas que me causan sufrimiento?

Osho responde:
Las cosas que te causan sufrimiento también deben de proporcionarte algún placer, porque en otro caso no se plantearía la pregunta. Si fueran puro sufrimiento las habrías dejado. Pero nada en la vida es puro; todo está mezclado con su opuesto. Todo lleva su opuesto en el vientre.

Lo que llamas sufrimiento, analízalo, adéntrate en él, y verás que te proporciona algo que te gustaría tener. Quizá aún no sea real, quizá se trate de una simple esperanza, quizá de una promesa para el mañana, pero te aferrarás al sufrimiento, te aferrarás al dolor, con la esperanza de que mañana ocurra algo que siempre has deseado y anhelado. Sufres, pero con la esperanza del placer. Si fuera puro sufrimiento, sería imposible que te aferraras a él.

Observa, presta más atención a tu sufrimiento. Sientes celos, por ejemplo, y eso te hace sufrir. Pero mira a tu alrededor: algo tendrá de positivo. También te proporciona cierto ego, la sensación de ser distinto de los demás, cierto sentimiento de superioridad. Tus celos al menos se disfrazan de amor. Si no sientes celos quizá pienses que has dejado de amar, y te aterras a esos celos porque te gustaría aferrarte a tu amor, o al menos a tu idea del amor. Si tu pareja se va con otra persona y no sientes celos, empezarás a pensar inmediatamente que has dejado de amar. Llevan siglos diciéndonos que los amantes son celosos. Los celos se han convertido en parte intrínseca de tu amor; sin celos el amor muere; el llamado amor sólo puede vivir con celos. Si quieres tu amor tendrás que aceptar los celos y el sufrimiento que producen.

Y tu mente es muy astuta, muy lista, y encuentra racionalizaciones. Te dirá: «Es natural sentir celos». Y parece natural porque a todos les pasa lo mismo. Tu mente dirá: «Es natural sentirse herido cuando te deja tu amante, porque tú has amado mucho. ¿Cómo evitar el dolor, la herida, cuando te deja tu amante?». En realidad, disfrutas de esa herida, de una forma inconsciente, muy sutil. Esa herida te hace pensar que eres un gran amante, que has amado mucho, profundamente. Tu amor era tan profundo que estás destrozado por el abandono de tu amante. Incluso si no estás destrozado, fingirás estarlo, te creerás tu propia mentira. Actuarás como si sufrieras terriblemente, llorarás… y quizá tus lágrimas no sean verdaderas, pero para consolarte, para pensar que eres un gran amante, tendrás que llorar.

Observa cada clase de sufrimiento: o encierra algún placer que no estás dispuesto a perderte, o una esperanza, como la zanahoria que le ponen delante al asno. Y parece tan cercano, a la vuelta de la esquina, y después de tanto viajar, la meta parece al alcance de la mano… ¿por qué dejarlo? Ya encontrarás alguna racionalización, alguna hipocresía.

Hace unos días me escribió una mujer para contarme que la había dejado su pareja y no se sentía mal. Quería saber si era algo raro. «¿Por qué no me siento mal? ¿Soy demasiado dura, como de piedra? No sufro en absoluto». Eso me decía. ¡Sufre porque no sufre! «Por el contrario, he de reconocer que me siento feliz, y eso me pone muy triste. ¿Qué clase de amor es ése? Me siento feliz, aliviada; se me ha quitado un gran peso de encima». Y me preguntaba: «¿Es normal? ¿Estoy bien o tengo algún problema grave?».

A esa mujer no le pasa nada; está perfectamente bien. Lo cierto es que cuando, tras una larga vida juntos y todo el sufrimiento que necesariamente se pasa cuando dos personas están juntas, se separan dos amantes, supone un alivio. Pero va en contra del ego reconocer que es un alivio. Por lo menos durante unos días irás a todos lados con cara larga, con lágrimas en los ojos… lágrimas de cocodrilo, pero ésa es la idea que predomina en el mundo.

Si se muere alguien y tú no te entristeces, empezarás a pensar que te pasa algo. ¿Cómo evitar la tristeza cuando alguien muere? Cuando siempre nos han dicho que es lo natural, lo normal, y todo el mundo quiere ser natural y normal. No es lo normal; es lo que siente la media de la población. No es lo natural, sino una costumbre fomentada durante siglos; no hay nada por lo que llorar ni por lo que lamentarse. La muerte no destruye nada. El cuerpo es polvo y se reduce a polvo, y la consciencia tiene dos posibilidades: si aún alberga deseos se trasladará a otro vientre, y si han desaparecido todos los deseos se trasladará al vientre de la existencia, a la eternidad. Nada se destruye. El cuerpo vuelve a formar parte de la tierra, descansa, y el alma se traslada a la consciencia universal o a otro cuerpo.

Pero no paras de llorar y de arrastrarte con tu tristeza. Es una simple formalidad, o si no es una formalidad existen todas las posibilidades de que nunca quisieras a la persona que ha muerto y ahora te arrepientas. No amaste a esa persona completamente y ya no queda tiempo. Esa persona ha desaparecido, ya no estará disponible. Quizá discutiste con tu marido y murió esa misma noche mientras dormía; ahora dirás que lloras por que ha muerto, pero en realidad estás llorando porque ni siquiera pudiste pedirle perdón. Ni siquiera pudiste despedirte de él. Esa discusión penderá sobre ti para siempre como una nube.

Sí vives momento a momento, en su totalidad, no habrá arrepentimiento, ni culpa. Si has amado totalmente, no habrá ninguna duda. Si un día el amante se marcha, sencillamente significa que vuestros caminos se separan. Podemos despedirnos, podemos darnos las gracias. Compartimos mucho, amamos mucho, hemos enriquecido mutuamente nuestras vidas… ¿por qué llorar, por qué sufrir?

Pero los seres humanos están tan metidos en sus racionalizaciones que no pueden ver más allá. Y lo racionalizan todo; incluso las cosas más sencillas se hacen muy complicadas.

Me preguntas: «¿Por qué me duele tanto abandonar las cosas que me causan sufrimiento?». Todavía no estás convencido de que te causen sufrimiento. Digo que te causan sufrimiento, pero que tú aún no estás convencido. Y no se trata de que yo lo diga; lo fundamental es que tú lo comprendas: «Éstas son las cosas que me hacen sufrir». Y tienes que comprender que en tu sufrimiento has invertido mucho. Si quieres esas inversiones tendrás que aprender a vivir con el sufrimiento; si quieres librarte del sufrimiento, también tendrás que abandonar esas inversiones.

¿Te has fijado en una cosa? Si le cuentas a alguien lo mucho que sufres, se pone de tu parte, te comprende. Todo el mundo compadece al que sufre. Si te gusta que la gente te compadezca, no puedes olvidar el sufrimiento: en eso has invertido.

El marido que lo está pasando mal vuelve a casa y su mujer es cariñosa, comprensiva. Cuanto más desgraciado se siente, más se ocupan de él sus hijos, y más le demuestran su amistad los amigos. Todo el mundo se ocupa de él. En cuanto empieza a ser feliz dejan de apoyarlo; una persona feliz no necesita apoyo. Cuanto más feliz es, menos personas se preocupan por él. De repente no le importas a nadie. Se hacen los duros. Y entonces, ¿cómo vas a librarte del sufrimiento?

Tendrás que librarte de ese deseo de que la gente te preste atención, de ese deseo de compasión. Francamente, desear que la gente te compadezca queda fatal: parece que estuvieras mendigando. Y recuerda una cosa: que te compadezcan o te comprendan no equivale al amor. Te hacen un favor, cumplen una especie de obligación… No es amor. A lo mejor no les caes bien pero serán amables contigo. Son los buenos modales, la cultura, la civilización, pura ceremonia… pero tú vives con falsedades. Tu sufrimiento es real y lo que consigues es falso. Por supuesto, si consigues ser feliz, si te libras de tus sufrimientos, supondrá un cambio radical en tu modo de vida: las cosas pueden empezar a cambiar.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

miércoles, 27 de mayo de 2020

LA EXISTENCIA JAMÁS SE REPITE




PRACTICAR EN PLENA TORMENTA


Si observas un árbol durante una tormenta, verás cómo sus ramas y hojas se balancean violentamente de un lado a otro empujadas por el viento. A veces tienes la impresión incluso de que el árbol no superará la tormenta. Cuando estás a merced de una emoción poderosa, tú eres como ese árbol y te sientes vulnerable temiendo que en cualquier momento la fuerza de la emoción acabe tronchándote. 

Pero si diriges tu atención al tronco, verás algo muy diferente. Verás que el árbol se halla sólida y profundamente arraigado en el suelo. Si centras tu atención en el tronco, te das cuenta de que se halla tan profundamente arraigado que el viento no puede derribarlo. 

Todos nosotros, independientemente de que estemos de pie o sentados, somos como árboles. Por ello, cuando se desata una tormenta emocional, no debes quedarte en tu cerebro o en tu corazón, es decir, a la altura de la copa de tu ser. Es demasiado peligroso, cuando te sientes desbordado por las emociones, permanecer ahí. Dirige pues, en tal caso, tu atención al vientre –que es, como el tronco del árbol, la parte más sólida de tu ser– y ejercita la atención en la respiración tomando consciencia del ascenso y el descenso del abdomen. Y si lo haces en una postura estable, como la posición sentada, te sentirás mucho mejor. 

Respira simplemente sin pensar en nada en concreto. Respira siguiendo el movimiento de ascenso y descenso del abdomen y sigue practicando de ese modo durante diez o quince minutos hasta que la emoción poderosa escampe. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

martes, 26 de mayo de 2020

PRIMERO TE ENFERMAN Y DESPUÉS TE VENDEN MEDICINAS


EL EFECTO MÁGICO DE NO HACER NADA


El Maestro Tao Shu era miembro de la escuela chan del Norte, fundada por Shen Hsiu. En cierta ocasión, él y un grupo de discípulos fueron a hacer un retiro a las montañas para practicar el chan en soledad. 

Un espíritu maligno empezó a acosarlos día y noche, apareciéndoseles bajo diversos aspectos, como un sucio mendigo, un Buda, un bodhisattva o un monje, o produciendo luces y sonidos mágicos. Los jóvenes monjes estaban asustados y a punto de volverse locos a causa de lo exagerado de muchas de sus travesuras diabólicas. Pero una mañana, tras diez años de inventar estratagemas, el espíritu desapareció de repente. 

-Ese malabarista hizo muchas de sus estratagemas con el propósito deliberado de engañar vuestra mente -explicó el Maestro.- Sólo había un recurso contra sus estratagemas: no hacer nada. Esto significa no ver nada, no oír nada. Incluso una infinidad de estratagemas tienen finalmente que agotarse, pero el método de no hacer nada es infinito y puede ser empleado siempre. 

Comentario: Si Tao Shu hubiera intentado defenderse contra las estratagemas del demonio recurriendo a sus propias capacidades de transformación, se hubiera producido probablemente una interminable batalla entre dos magos. Sólo al adherirse a no hacer nada fue posible vencer al demonio, anulando su habilidad De hecho, el método de no hacer nada puede producir algo duradero, plenamente de acuerdo con la enseñanza Lao Tse de que la no existencia produce lo que existe. Todo tiene sus límites, e incluso las cosas más grandes y más fuertes no son inmortales. Pero la nada es ilimitada porque no tiene forma y, debido a ello, puede ser utilizada universalmente. En la mente chan ocurre lo mismo con el «vacío», que resulta ser la más útil y significativa de las cosas Verdaderas. 




Extracto tomado del libro:
100 Koans del budismo Chan
Alexander Holstein
Imágenes tomadas del Internet

lunes, 25 de mayo de 2020

UN IMPOSTOR


¿COMERÍA UNA BANANA ENVENENADA?


Si alguien le ofreciese una linda y gorda banana amarilla, dulce y fragante, pero envenenada, ¿la comería? ¡Por supuesto que no! Sin embargo, aún cuando sabemos que el deseo es venenoso, seguimos adelante y lo "comemos" de todos modos.



Extracto del libro:
No Ajahn Chah
Reflexiones
Fotografía de Internet

domingo, 24 de mayo de 2020

SOCIALITE


SI NO DEBIERA SER ASÍ, NO SERÍA ASÍ


Uno de los discípulos de Ajahn Chah tenía un problema en la rodilla que sólo podía ser corregido con cirugía. Aunque los doctores le aseguraron que su rodilla estaría mejor en un par de semanas, los meses pasaron y aún no se había curado en forma adecuada.

Cuando vio de nuevo a Ajahn Chah, se quejó diciendo: "Dijeron que no tomaría tanto tiempo. No debería ser así." Ajahn Chah se rió y le dijo: "Si no debiera ser así, no sería así."



Extracto del libro:
No Ajahn Chah
Reflexiones
Fotografía de Internet

sábado, 23 de mayo de 2020

SINGULARIDAD


RESPIRACIÓN ABDOMINAL



Existen métodos muy sencillos para cuidar de nuestras emociones más intensas. Uno de ellos consiste en “respirar con el vientre”, es decir, la respiración abdominal. Cuando nos sentimos a merced de una emoción poderosa como el miedo o el odio, llevamos la atención al abdomen, un nivel más seguro que permanecer en el intelecto. Las emociones intensas son como tormentas y permanecer a la intemperie en medio de una tormenta siempre resulta muy peligroso. 

Pero eso es lo que la mayoría hacemos cuando nos alteramos, quedarnos a merced de la tormenta de nuestros sentimientos que, de ese modo, acaban desbordándonos. Lo que tenemos que hacer, por el contrario, es dirigir nuestra atención hacia abajo y asentarnos en nosotros mismos. Y, para ello, nos concentramos en la zona del abdomen y respiramos conscientemente, prestando una atención (simple) al ascenso y descenso del abdomen. 




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

viernes, 22 de mayo de 2020

NO TE ENSEÑAN A SER TÚ MISMO


9.LA MÁSCARA.


Nunca sabemos cómo es el otro. Él tampoco lo sabe y nosotros tampoco. Por eso la máscara, las apariencias lo son todo.

Persona, en griego, significa máscara. Aprendemos a construirla con los ingredientes más corrientes, vulgares y comunes.

En general, creemos que la máscara es nosotros mismos. Por eso ni se observa ni se cambia, ocurre algo semejante que con nuestros ojos que no se ven a sí mismos. Se trata de un programa de identificación aprendido para su no identificación.

Una característica fundamental es que la máscara, el robot, identifica todo con nombres y llega a creer que sólo existe lo que tiene nombre conocido. Así su mundo se limita, tiene la dimensión del número de nombres. Al convertir todo en cosas, las usa como cosas, sean vegetales, animales o humanos. Los niños de ciudad ya lo hacen. No conocen por experiencia la relación entre los seres y los procesos vitales. Creen que la leche, los huevos… etc. son fabricados.

Los seres humanos nos vestimos, maquillamos, andamos, gesticulamos…imitando a los modelos de éxito reconocido por las mayorías.

La persona, la personalidad, la máscara, son versiones de lo mismo, de un personaje de ficción, de un montaje.

¿Quiénes somos en realidad?



Bibliografía: 
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet

jueves, 21 de mayo de 2020

ESCONDIDOS BAJO MÁSCARAS


IGUALES EN DERECHO


CUANDO VULNERAN TUS PRINCIPIOS O VALORES


¿Qué estamos dispuestos a negociar por amor? Hay cosas en las que no podemos ceder, simplemente porque si lo hacemos, nos traicionaríamos a nosotros mismos. Existe un acuerdo implícito en la mayoría de los pensadores sobre el tema de los valores: el límite de lo negociable es la dignidad personal, es decir, la opción de ser valorado, honrado y respetado. La dignidad tiene que ver con la autonomía y la autodeterminación. Sentirse digno es aceptar que uno es merecedor de respeto. La dignidad es lo que se resiste a la humillación, a la auto-condena y a la condena injusta. Es el valor de lo que no tiene precio: ¿cuánto vales? Emmanuel Kant decía que la humanidad misma es una dignidad y que el ser humano debía ser siempre tratado como un fin en sí mismo y no como un medio. Por eso, la esclavitud se opone a la dignidad, porque el esclavo es considerado una cosa en tanto puede venderse o intercambiarse. Yo agregaría que un ser humano no sólo es valioso en sí, sino para sí. Un serrucho o un clavo tiene un valor relativo para quien lo va a utilizar, un valor de uso.

Si se me daña o deja de servir, lo tiro a la basura y compro otro, porque el serrucho sierra sólo para quien lo sabe usar.

En el hombre y en la mujer eso no se da, los seres humanos actuamos también para nosotros y por eso nuestros comportamientos tienen un significado en sí y para sí. Ésa es la razón por la cual no tienes precio (no tienes un valor de uso) ni se te puede instrumentalizar (tienes un valor intrínseco, independiente de lo que hagas o dejes de hacer).

¿Cómo saber cuándo alguien afecta tu dignidad? Suele ser evidente para quien se autobserva. Lo que sientes es ira, pero no la rabia del animal cuando le quitan el alimento o lo atacan, sino indignación, la cual puede definirse como cólera ante la injusticia. Cuando la indignación tiene lugar, sentimos que se ha violado lo entrañable y que los intereses más íntimos y radicales han sido maltratados. El filósofo Theodor Adorno decía que la indignidad se identifica con la tortura, privación de la libertad, la injusticia, la explotación, la crueldad y la vejación.

La premisa es conservar tu ser moral y negarte a ser objeto.

Y un buen comienzo para ello es aceptar que tu pareja no es más que tú, ni más valiosa, al menos en lo que se refiere a la posibilidad de recibir consideración y respeto.

Los seres humanos somos iguales en derecho, somos iguales en dignidad, a pesar del culto a la entrega y al sacrificio por amor. Por eso, cuando negocias tus principios y tus creencias fundamentales, así lo hagas por amor a tu pareja, niegas tu condición y dejas: de quererte a ti mismo.

Existen, al menos, dos factores clave que afectan la dignidad personal en las relaciones afectivas; pero hay que tener en cuenta que el tema no se agota con esta clasificación.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

miércoles, 20 de mayo de 2020

PÉRDIDA ESPIRITUAL


CALUMNIA


LAS BABUCHAS PRECIOSAS


Eyaz, que era un hombre de corazón puro, había guardado sus babuchas y su manto en una habitación. La visitaba cada día y, como esas babuchas y ese manto constituían todo su haber, se decía:

«¡Vaya! ¡Mira estas babuchas! ¡No tienes motivos para estar orgulloso!».

Pero unos celosos lo calumniaron ante el sultán diciendo:

«Eyaz posee una habitación en la que acumula oro y plata. ¡La puerta está bien cerrada y nadie entra en ella más que él!

—Es extraño, dijo el sultán. ¿Qué puede poseer que desee ocultar a mis ojos? Tratemos de aclarar el misterio sin que se dé cuenta de nada».

Llamó a uno de sus emires y le dijo:

«A medianoche, abrirás esta celda y tomarás todo lo que te parezca interesante. Todo lo que hayas encontrado, muéstralo a tus amigos. ¿Cómo puede este avaro pensar en acumular tesoros cuando yo soy tan generoso?».

A medianoche, el emir se trasladó a la celda con tres de sus hombres. Se habían provisto de linternas y se frotaban las manos diciendo:

«La orden del sultán es generosa, pues así recuperaremos en beneficio nuestro todo lo que encontremos».

De hecho, el sultán no dudaba de su servidor, sino que deseaba sólo dar una lección a los calumniadores. Sin embargo, su corazón temblaba y se decía:

«Si realmente ha hecho tal cosa, es preciso que su vergüenza no sea pública pues, suceda lo que suceda, lo tengo en gran estima. ¡Por otra parte, está por encima de este tipo de calumnias!».

El que tiene malos pensamientos compara a sus amigos con él. Los mentirosos compararon al profeta con ellos. Y así fue como los calumniadores vinieron a tener malos pensamientos sobre Eyaz.

El emir y sus hombres acabaron por forzar la puerta y penetraron en la habitación, ardiendo en deseos. ¡Ay! ¡No vieron allí más que el par de babuchas y el manto! Se dijeron:

«Es inconcebible que esta habitación esté tan vacía. Esos objetos sólo están ahí para desviar la atención».

Fueron a buscar una pala y un pico y empezaron a excavar por todos lados. Pero todos los agujeros que excavaban les decían:

«Este lugar está vacío. ¿Por qué, pues, lo abrís?».

Finalmente, rellenaron los agujeros, llenos de decepción, pues el pájaro de su deseo no había saciado su apetito. La puerta hundida y el suelo removido quedaban como testigos de la fractura. Regresaron, cubiertos de polvo, ante el sultán. Éste, fingiendo ignorar su decepción, les dijo:

«¿Qué pasa? ¿Dónde están las bolsas de oro? Si las habéis dejado en algún sitio, ¿dónde está entonces la alegría de vuestros rostros?».

Ellos le respondieron:

«¡Oh, sultán del universo! Si haces correr nuestra sangre, lo habremos merecido. Nos entregamos a tu piedad y a tu perdón.

—No me corresponde a mí perdonaros, replicó el sultán, sino más bien a Eyaz, pues habéis atacado su dignidad. Esa herida está en su corazón. Aunque él y yo no seamos más que una persona, esta calumnia no me afecta directamente. ¡Pues si un servidor comete un acto vergonzoso, su vergüenza no recae sobre el sultán!».

El sultán pidió, pues, a Eyaz que juzgase él mismo a los culpables, diciendo:

«Aunque te probase mil veces, nunca encontraría en tu casa el menor signo de traición. ¡Serían más bien las pruebas las que se avergonzarían ante ti!

—Todo lo que me has dado te pertenece, respondió Eyaz. Mi peso es solamente este manto y este par de babuchas. Por eso es por lo que dijo el profeta: “¡El que se conoce, también conoce a su Dios!”. A ti te corresponde juzgar pues, ante el sol, desaparecen las estrellas. ¡Si hubiese sabido prescindir de este manto y de estas babuchas, estas calumnias no se habrían producido!».



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

martes, 19 de mayo de 2020

PROBLEMAS DE RELACIÓN


EL YO QUE NO EXISTE (LA HISTORIA DEL ENCUENTRO DE BODHIDHARMA)


Respuestas a preguntas
Pregunta 8 (continuación):

Siempre que me he sentido fatal al terminar una relación, llega un momento en el que me río de mí mismo, siento que vuelvo a ser libre y comprendo que lo único que había hecho hasta entonces era dejar de quererme a mí mismo.

¿Es éste el origen del sufrimiento de la mayoría de las personas o son cosas mías?

Osho responde:
No son cosas tuyas. Es el origen del sufrimiento de la mayoría de las personas, pero no en el sentido que tú le atribuyes. No te has hundido en la miseria por haber dejado de quererte a ti mismo, sino que has creado un yo que no existe, en absoluto. Por eso a veces ese yo irreal sufre al amar a otros, porque el amor no es posible cuando se basa en la irrealidad. Y no se da por una sola parte: dos irrealidades intentando amarse… Tarde o temprano esa situación fallará. Cuando falla esa situación, vuelves a ti mismo: ¿adónde vas a ir si no? Por eso piensas: «He olvidado quererme a mí mismo».

En cierto modo supone un pequeño alivio; al menos, en lugar de dos irrealidades ya sólo te queda una. Pero ¿qué conseguirás amándote a ti mismo? ¿Y cuánto tiempo podrás hacerlo? Es irreal; no te dejará verlo durante mucho tiempo porque es peligroso; si lo observas mucho tiempo, ese supuesto yo desaparecerá. Eso supondría liberarse realmente del sufrimiento. El amor se mantendrá, sin estar dirigido ni a otro ni a ti mismo. El amor no tendrá destinatario, porque no hay nadie a quien destinarlo, y cuando surge el amor sin destinatario, se vive una gran dicha.

Pero el yo irreal no te dejará mucho tiempo para eso. Dentro de poco volverás a enamorarte de alguien, porque el yo irreal necesita el apoyo de otras irrealidades. Por eso la gente se enamora, se desenamora, se vuelve a enamorar y así sucesivamente… y parece un fenómeno curioso que les pase un montón de veces y sigan sin comprender el porqué. Se sienten desgraciados cuando están enamorados de alguien; se sienten desgraciados cuando están solos, sin enamorarse, aunque con cierto alivio… momentáneo.

En India, cuando muere una persona colocan su cuerpo en una camilla y la llevan a hombros hasta la pira funeraria. Pero la van cambiando de posición por el camino, del hombro izquierdo pasan el peso de la camilla al derecho, y al cabo de unos minutos vuelven a cambiarlo al izquierdo. No cambia nada; el peso sigue allí, sobre el cuerpo, pero el hombro sobre el que se ha estado apoyando nota una especie de alivio. Es momentáneo, porque pronto empezará a doler el otro hombro y habrá que cambiar otra vez.

Y así es tu vida. Cambias al otro, pensando que quizá esa mujer, ese hombre, te llevará al paraíso que siempre has soñado. Pero todo el mundo, sin excepción, te lleva al infierno. No hay que criticar a nadie por eso, porque todos hacen exactamente lo mismo que tú: llevar un yo irreal del que nada puede brotar. No puede florecer. Está vacío; adornado sí, pero vacío y hueco por dentro.

Por eso, cuando ves a alguien desde lejos te resulta atractivo. Cuando te acercas, disminuye la atracción. Cuando os conocéis, no es un encuentro, sino un choque. Y de repente te das cuenta de que la otra persona está vacía y te sientes engañado, estafado, porque la otra persona no tiene nada de lo que parecía prometer. La otra persona se encuentra en la misma situación contigo. Las promesas no se cumplen y os convertís en una carga el uno para el otro, un sufrimiento el uno para el otro, os destruís mutuamente. Os separáis. Durante una temporada sentís alivio, pero vuestra irrealidad interior no os deja mucho tiempo en ese estado; muy pronto estaréis buscando otra mujer, otro hombre, y caeréis en la misma trampa. Sólo las caras son distintas; la realidad interior es la misma: el vacío.

Si de verdad quieres liberarte de la tristeza y el sufrimiento, tienes que comprender que no tienes yo. Entonces no sentirás un pequeño alivio, sino un alivio enorme. Y si no tienes yo, desaparece la necesidad del otro. El yo irreal necesitaba al otro para seguir nutriéndose. Ya no necesitas al otro.

Escucha con atención: cuando no necesitas al otro, puedes amar, y ese amor no te traerá sufrimiento. Al traspasar las necesidades, las exigencias, los deseos, el amor se convierte en un tenue compartir, en un gran entendimiento. Cuando te comprendes a ti mismo, ese mismo día comprendes a la humanidad entera. Entonces nadie puede hacerte sufrir. Sabes que todos sufren por un yo irreal y que proyectan ese sufrimiento sobre cualquiera que tengan cerca.

Tu amor te permitirá ayudar a la persona que amas a liberarse del yo.

Yo sólo conozco un don; el amor sólo puede regalarte una cosa: comprender que no eres, que tu «yo» es algo imaginario.


Esta comprensión entre dos personas las transforma de repente en una, porque dos nadas no pueden ser dos. Dos algos son dos, pero dos nadas no pueden ser dos. Dos nadas empezarán a fusionarse y a fundirse. Acabarán siendo una.

Ahora que estamos aquí, por ejemplo, si cada uno es un ego, hay igual número de personas; se pueden contar. Pero en los momentos de absoluto silencio, no se pueden contar cuántas personas hay aquí. Existe una sola consciencia, un solo silencio, una nada, una ausencia del yo. Y únicamente en ese estado pueden vivir dos personas en una alegría eterna. Únicamente en ese estado puede vivir un grupo en una belleza increíble; la humanidad entera puede vivir dichosa.

Pero intenta ver el «yo» y no lo encontrarás. Y no encontrarlo es muy importante. He contado muchas veces la historia del encuentro de Bodhidharma con el emperador chino Wu, un encuentro muy extraño, muy fructífero. El emperador Wu quizá fuera en aquella época el más poderoso del mundo; dominaba toda China, Corea, Mongolia, toda Asia, salvo India. Estaba convencido de la verdad de las enseñanzas de Buda Gautama, pero quienes habían llevado el mensaje de Buda eran eruditos. No había entre ellos ningún místico. Y entonces llegó la noticia de que iba a ir Bodhidharma, lo que despertó gran expectación en aquellas tierras. El emperador Wu estaba influido por Buda Gautama, y eso significaba que también lo estaba su imperio. Iba a llegar un verdadero místico, un Buda. ¡Qué alborozo!

El emperador nunca había ido a recibir a nadie a la frontera de China con India. Dio la bienvenida a Bodhidharma con gran respeto y le dijo:

—He preguntado a todos los monjes y los eruditos que han venido, pero ninguno me ha servido de ayuda. Lo he intentado todo. ¿Cómo librarme de este yo? Porque Buda dice que a menos que te hagas no yo, tu sufrimiento no tendrá fin.

Era sincero. Bodhidharma lo miró a los ojos y respondió:

—Estaré a la orilla del río, en el templo junto a la montaña. Ven mañana, a las cuatro en punto de la mañana, y acabaré con ese yo para siempre. Pero recuerda que no debes llevar armas, ni guardias. Tienes que ir solo.

Wu se quedó un poco preocupado; aquel hombre era raro. «¿Cómo puede destruir mi yo tan rápidamente? Según los estudiosos, se tardan vidas enteras de meditación; sólo entonces desaparece el yo. ¡Qué hombre tan extraño! Y quiere que nos reunamos en medio de la oscuridad, a las cuatro de la mañana, solo, sin siquiera una espada, sin guardias, sin nadie que me acompañe… Ese hombre me parece muy raro… Podría hacer cualquier cosa. ¿Y qué quiere decir con que acabará con el yo para siempre? Puede matarme a mí, pero ¿al yo?».

El emperador Wu no pudo dormir durante toda la noche. Cambió de idea muchas veces: ¿ir o no ir? Pero había algo en los ojos de Bodhidharma, en su voz, un halo de autoridad cuando dijo: «Ven a las cuatro en punto, y acabaré con ese yo para siempre. No tienes de qué preocuparte». Sus palabras parecían absurdas, pero su forma de pronunciarlas con aquel aire de autoridad le hacía pensar que sabía lo que se decía. Por último, Wu decidió ir, decidió arriesgarse. «Lo más que puede pasar es que me mate, Y ya lo he intentado todo. No puedo lograr ése no yo, y sin esa ausencia de yo el sufrimiento no tiene fin».

Llamó a las puertas del templo, y Bodhidharma dijo:

—Sabía que ibas a venir. También sabía que te ibas a pasar la noche dándole vueltas a la cabeza, cambiando de idea. Pero no importa; has venido. Siéntate en la postura del loto, cierra los ojos, y yo me sentaré enfrente de ti. En cuanto descubras el yo dentro de ti, aférralo para que yo lo mate. Sujétalo bien fuerte y dime que lo tienes prisionero. Entonces lo mataré, y se acabó. Es una cuestión de minutos.

A Wu le daba un poco de miedo. Bodhidharma parecía loco; lo representan como un loco; no era así, pero los dibujos son simbólicos. Ésa es la impresión que debía de causar. No era su cara real, pero así debía de recordarlo la gente. Estaba sentado frente a Wu, con su gran cayado, y le dijo:

—No esperes ni un segundo. En cuanto lo agarres… busca en cada rendija, abre los ojos y dime que lo has atrapado, y yo acabaré con él.

Después se hizo el silencio. Pasó una hora, pasaron dos horas. Por fin empezó a salir el sol, y Wu era un hombre distinto. Durante aquellas dos horas había mirado en su interior, en todas las rendijas. Tenía que mirar… Aquel hombre estaba allí sentado y podría haberle dado un golpe en la cabeza con el cayado. De Bodhidharma se podía esperar cualquier cosa; no se andaba con remilgos, no tenía buenos modales ni formaba parte de la corte de Wu. Así que Wu tuvo que mirar con toda atención, intensamente. Y mientras miraba fue retajándose… ¡porque no estaba por ninguna parte! Y al buscarlo, desaparecieron todos los pensamientos. La búsqueda fue tan intensa que utilizó toda su energía en ella; no dejó nada por pensar y desear.

Mientras salía el sol Bodhidharma vio la cara de Wu; no era el mismo hombre… tal silencio, tal profundidad. Wu había desaparecido.

Bodhidharma lo sacudió por los hombros y le dijo:

—Abre los ojos. No está ahí. No tengo que matarlo. Estoy en contra de la violencia, y no mato a nadie. Pero ese yo no existe. Sigue existiendo porque no lo buscas. Sólo existe si no lo buscas, por tu inconsciencia. Se ha marchado.

Habían pasado dos horas y Wu se sentía increíblemente contento. Jamás había probado tal dulzura, tal frescura, tal belleza. Y ya no era. Bodhidharma había cumplido su promesa. El emperador Wu se inclinó y dijo:

—Perdóname, por favor, por haber pensado que estás loco, por haber pensado que no tienes modales, que eres raro, que puedes ser peligroso. Jamás he visto un hombre tan compasivo como tú… Me siento completamente satisfecho. Ya no tengo ninguna duda.

El emperador Wu dijo que cuando muriese quería las palabras de Bodhidharma grabadas en oro sobre su tumba, para que se conocieran en los siglos venideros… «Érase una vez un hombre que parecía loco, pero que era capaz de obrar milagros. Sin hacer nada me ayudó a ser no yo. Y desde entonces todo ha cambiado. Todo es lo mismo pero yo no soy el mismo, y la vida se ha convertido en un canto de puro silencio».


Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet
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