Mostrando las entradas con la etiqueta Miedo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Miedo. Mostrar todas las entradas

lunes, 23 de mayo de 2022

LA SANGHA DEL BUDA


Después de iluminarse al pie del árbol Bodhi, lo primero que hizo el Buda fue buscar los elementos que le permitiesen construir una sangha. El Buda sabía, como el doctor Martin Luther King más de veinticinco siglos después, que, en ausencia de sangha, no podría realizar su sueño y completar su trayectoria como buda. A falta de comunidad, de sangha, no son muchas las cosas que un buda puede hacer. Es como el músico que carece de instrumento. El Buda fue un excelente constructor de la sangha. En muy poco tiempo, estableció una sangha monástica compuesta por 1.250 personas. No siempre resultó fácil, pero fue aprendiendo sobre la marcha. También nosotros debemos aprender a crear una sangha.

Todos somos conscientes del sufrimiento que nos embarga y que embarga también al mundo que nos rodea. Queremos hacer algo que contribuya a reducir un sufrimiento cuya magnitud nos hace sentir impotentes. No parece que de forma aislada podamos hacer mucho para aliviar un sufrimiento que nos desborda y sume, en consecuencia, en la depresión y la enfermedad. Ese fue el sentimiento que el Buda experimentó siendo muy joven. Vio todo el sufrimiento que le rodeaba y se dio cuenta de que esa era una situación que ni siquiera un rey podía cambiar. Por ello decidió no convertirse en rey y emprender otro camino. Lo que le motivó a convertirse en monje y entregarse a la práctica fue en suma, su profundo deseo de ayudar a reducir el sufrimiento de la gente.

Monjas, monjes y practicantes laicos se sienten motivados por el mismo deseo que albergó el Buda de hacer algo que pueda aliviar el sufrimiento en el mundo y en nosotros mismos. El sufrimiento que hay en nuestro interior es un reflejo del sufrimiento del mundo. Por ello, cuando entendamos nuestro propio sufrimiento, entenderemos también el sufrimiento del mundo. Y cuando podamos transformar nuestro sufrimiento, podremos transformar también el sufrimiento del mundo. Eso fue precisamente lo que hizo el Buda.

Cuando yo era un joven monje en Vietnam, durante los años de la guerra, el sufrimiento era extraordinario. Murieron millones de personas, no solo soldados sino también civiles y no solo adultos sino también niños. El sufrimiento nos desbordaba y queríamos hacer algo que pusiera fin a la guerra. Entonces vimos con toda claridad que actuando aisladamente no podríamos hacer gran cosa y que si nos reuníamos como una sangha conseguiríamos mucho más.

Todo el mundo siente lo mismo. Nuestro planeta se ve desbordado por el odio. El mundo está saturado de violencia y sufrimiento. Si te dejas desbordar por la plaga de la impotencia, acabarás alienándote. Queremos hacer algo: primero sobrevivir y luego contribuir a reducir el sufrimiento. Y, como el Buda, vemos que, en ausencia de sangha, poco podremos hacer. Así es como nos unimos a la sangha y nos aferramos a ella, conscientes de que sin ella no hay forma de salir de la situación.

Comparado con el sufrimiento del mundo, es evidente que nuestro sufrimiento interior es insignificante. Esa comprensión relativiza y reduce de inmediato nuestro sufrimiento. Permanecer en contacto con el sufrimiento no solo nos hace sentir menos aislados, sino que atenúa también nuestro propio dolor. Al reunirnos como sangha, tenemos una aspiración común y también una energía, un deseo y una voluntad conjunta. Ese es el tipo de energía que nos ayuda a entender lo mucho que podemos hacer colectivamente. En mi opinión, el próximo buda no será un individuo, sino una sangha, porque ya no basta con un buda aislado. Tenemos que convertirnos en sangha.

Podemos reunirnos de un modo que alimente nuestra alegría, así como nuestra sensación de humanidad común. Sentimos alegría cuando hacemos cosas como sangha, sonriendo, cantando y trabajando juntos. Durante los periodos que pasamos juntos, desarrollamos nuestra felicidad, nuestra purificación y nuestra aspiración. En la medida en que nuestra aspiración crece, podemos afrontar mayores dificultades y emprender juntos algún tipo de acción que contribuya a reducir el sufrimiento del mundo.

Cuando trabajamos unidos como sangha, podemos generar mucha alegría, un tipo de alegría que no solo resulta individualmente curativa, sino que también contribuye a curar el mundo. En ausencia de la alegría proporcionada por la fraternidad, no llegaremos muy lejos. El amor-bondad no es amor romántico, sino solidaridad, comprensión, cuidado y protección. El llamado amor romántico es insuficiente porque tiene una vida muy breve, pero el amor derivado de la fraternidad es más permanente y capaz de sostenernos y ayudarnos a realizar nuestro propósito.

No podemos olvidar que, en ausencia de sangha y de auténtica unión, no podremos contribuir a transformar el sufrimiento y el miedo del mundo. Para liberar nuestra tensión y abrazar nuestros sentimientos dolorosos, tenemos que aprender a inspirar y espirar.

Cuando experimentamos sentimientos de miedo, enfado o desesperación, tenemos que saber cómo afrontarlos. Y cuando aparezca un conflicto, debemos saber cómo aplicar la escucha profunda y compasiva y el habla amable para restablecer la comunicación. Eso es algo que solo podremos hacer si sabemos cómo practicar. Nuestra práctica nos ayuda a transformar el sufrimiento del mundo, de nuestra comunidad, de nuestra familia y de nosotros mismos. En ausencia de sangha, sin embargo, la práctica no será sencilla.




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 11 de mayo de 2022

LA PRÁCTICA COLECTIVA DE LA PLENA CONSCIENCIA


Podemos intensificar la cualidad de nuestra práctica manteniendo un contacto regular con nuestra comunidad. Una comunidad de practicantes capaz de generar la energía colectiva de la concentración y la atención plena resulta de una ayuda inestimable.

Quizás, al comienzo de nuestra práctica, la atención y la concentración no sean lo suficientemente poderosas como para permitirnos reconocer y abrazar nuestro dolor y nuestro miedo. Con el apoyo de una comunidad, sin embargo, se abre el abanico de posibilidades.

Cuando sufrimos, podemos recurrir a la sangha y decir:

«Queridos amigos, este es mi dolor, mi desesperación y mi odio. Esto es más de lo que puedo soportar. Ayudadme, por favor, a sobrellevar este dolor, este sufrimiento y este miedo». Si dejamos que la sangha nos abrace y nos sostenga con la poderosa energía colectiva de la concentración y la atención plena, no tardaremos en sentir que somos más capaces de permanecer con nuestro miedo y de abrazar nuestro dolor y nuestro sufrimiento. De este modo al sentarte a respirar atentamente con la sangha, te aliviarás y empezarás a transformarte y a sanarte. La presencia de la sangha en la vida de un practicante es muy importante. Siempre debemos tener en cuenta pues, como practicantes, la posibilidad de crear una sangha en nuestro entorno, vivamos donde vivamos.

En la tradición budista llamamos cuerpo del Dharma a nuestra práctica. Cuando tenemos una práctica espiritual, contamos, además de con nuestro cuerpo físico, con otro cuerpo, el cuerpo del Dharma, con el que podemos enfrentarnos a todas las dificultades y sufrimientos.

Cuando nuestro cuerpo del Dharma es poderoso, también podemos ayudar a los demás.

El Dharma puede ser entendido con las enseñanzas de sabiduría.

Además del Dharma hablado y escrito, también existe el Dharma vivo.

Cuando practicamos la respiración atenta y cuando ejercitamos la meditación caminando, aun cuando no digamos nada y no escuchemos ninguna enseñanza del Dharma, estamos encarnando el Dharma vivo.

Cuando vemos a una hermana o un hermano caminar atentamente y disfrutar de cada paso, vemos que está encarnando el Dharma vivo.

Irradiar paz, alegría y vida hacia todo lo que nos rodea es lo que nosotros denominamos Dharma vivo.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 5 de mayo de 2022

CAMINAR CON LA SANGHA


La meditación caminando es una cosa maravillosa que podemos hacer con nuestra comunidad. Cuando nos activamos físicamente y nos movemos juntos, es más fácil sentirnos apoyados por la energía colectiva. Es bueno comenzar la práctica de la meditación caminando con un grupo que nos preste su apoyo, pero si tal cosa no es posible, también puedes pedirle a un amigo que practique contigo o tomar incluso la mano de un niño para caminar con él.

Para practicar caminar atentamente por tu cuenta, puedes empezar comprometiéndote, por ejemplo, a subir o bajar atentamente y con paso muy firme una escalera. Si a mitad del camino de ascenso te percatas de que no estás presente, debes descender y comenzar de nuevo. Cuando puedas subir atentamente una escalera, serás capaz también de morar en el presente ahí donde vayas. Asimismo puedas asumir el compromiso de recorrer una determinada distancia, de tu lugar de trabajo a la sala de estar, por ejemplo, proponiéndote dar atentamente todos los pasos que componen ese recorrido. Y si descubres que te has perdido, debes volver sobre tus pasos y empezar de nuevo. Esta es una forma extraordinaria de no dejarte llevar por los hábitos energéticos y aprender a vivir atenta todos y cada uno de los momentos que componen tu vida cotidiana. Camina con los pies y no con la cabeza. Presta atención, mientras caminas, a los pies y hazlo de un modo que la alegría y la vida real sean posibles aquí y ahora.

La práctica grupal de la meditación caminando nos permite generar una energía colectiva de plena consciencia y paz que nos nutre y ayuda a sanar.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

martes, 15 de marzo de 2022

LA ESCUCHA PROFUNDA Y LA PALABRA AMOROSA


Cuando la comunicación se interrumpe, todos sufrimos. Cuando nadie nos escucha ni nos entiende, somos como bombas a punto de explotar. Pero la escucha compasiva posibilita la curación. A veces, diez minutos de escucha profunda son suficientes para transformarnos y esbozar una sonrisa en nuestros labios.

Muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de escuchar y emplear palabras amorosas en el marco de nuestra familia, en la que quizás no haya nadie capaz de escuchar. Así pues, incluso en el seno de nuestra familia, nos sentimos muy solos. Entonces acudimos a un terapeuta, esperando que sea capaz de escucharnos. Sin embargo, son muchos los terapeutas que también albergan un gran sufrimiento interno y que, en ocasiones, no pueden escuchar tan profundamente como les gustaría. Por ello, si realmente amamos a alguien, tenemos que aprender el arte de la escucha atenta.

También tenemos que acostumbrarnos a utilizar palabras amables. Hemos perdido la capacidad de decir las cosas sosegadamente, nos irritamos con mucha facilidad y, cada vez que abrimos la boca, nuestras palabras son agrias o amargas. Hemos perdido la capacidad de hablar bondadosamente y, en ausencia de esta capacidad, no lograremos nuestro objetivo de restablecer la armonía, el amor y la felicidad.

En el budismo se habla de los bodhisattvas, seres sabios y compasivos que permanecen en este mundo con la intención de aliviar el sufrimiento de los demás. El bodhisattva Avalokiteshvara, también llamado Kuan Yin, tiene una gran capacidad para escuchar con presencia y compasión genuinas. No en vano es conocido por su capacidad de escuchar y entender los gritos de sufrimiento del mundo.

Tienes que practicar la inspiración y la espiración atenta para que la compasión permanezca siempre contigo y puedas escuchar sin dar consejo ni emitir juicio alguno. Puedes decirte: «Estoy escuchándole porque quiero aliviar su sufrimiento». Eso es lo que se denomina escucha compasiva. Debes prestar atención de modo tal que la compasión permanezca contigo todo el tiempo que estés escuchando. En eso, precisamente, consiste este arte. Si en mitad de la escucha afloran la irritación o el rechazo, no podrás seguir escuchando profundamente.

Tienes que practicar de modo tal que, cada vez que afloren la irritación y el enfado, puedas respirar atentamente y mantener en tu interior la compasión. Poco importa lo que diga la otra persona, si su manera de ver es injusta o si nos insulta o condena, debemos seguir sentados, en completo silencio, inspirando y espirando.

Si no estás en buena forma o si te parece que no puedes seguir escuchando de ese modo, házselo saber a tu interlocutor y dile:

«¿Podríamos, querido amigo, reanudar esta conversación dentro de unos días? Necesito tiempo para descansar y entrenarme para poder escucharte mejor». Para recuperar tu capacidad de escucha compasiva, ejercita el paseo meditativo, la respiración consciente y la meditación sedente.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

viernes, 26 de noviembre de 2021

LO OPUESTO AL MIEDO


Cuando en el año 1966, en plena guerra de Vietnam, conocí al doctor Martin Luther King Jr., una de las cosas de las que hablamos fue de la importancia de construir una comunidad o, como la llamamos en el budismo, una sangha. El doctor King sabía que la creación de una comunidad es un asunto vital y era muy consciente de que, en su ausencia, son muy pocas las cosas que pueden lograrse. Una sensación sólida de hermandad nos infunde la fuerza suficiente, cuando sentimos miedo o desesperación y nos ayuda a consolidar el poder del amor y la compasión. La fraternidad puede sanar y transformar nuestras vidas. El doctor King dedicó buena parte de su vida a construir una comunidad a la que llamó “la comunidad amada”.

Nuestra sangha, nuestra comunidad amada, está compuesta por un grupo de personas que se reúnen a practicar plena consciencia concentración y visión profunda y se sienten abrazadas y apoyadas por la energía colectiva generada por la práctica. Con frecuencia, nuestros sentimientos de soledad y aislamiento nutren al miedo y le ayudan a crecer. Pero en la sangha hay personas cuya práctica es lo suficientemente poderosa como para sentarse y compartir la energía de su plena consciencia. A ellas podemos recurrir en busca de ayuda:

«Queridas hermanas, queridos hermanos, necesito vuestra presencia.

Sufro mucho y yo solo no puedo abarcar ese sufrimiento. ¡Ayudadme, por favor!». 

Cuando respiramos juntos, la energía combinada de nuestra plena consciencia nos hace capaces de reconocer, abrazar y transformar ese dolor. Sabemos que no somos gotas aisladas, sino que formamos parte del río de la sangha y que nuestra unión puede alimentar un océano.

Cuando hay curación y paz, sabemos que existe una sangha real.

Con el apoyo de la sangha, no solo la práctica, sino la vida en general, resulta mucho más sencilla. La sangha puede ser tu familia, un grupo de amigos o cualquier comunidad de apoyo. Crear una sangha significa construir nuestra seguridad, apoyo y felicidad.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

sábado, 20 de noviembre de 2021

EMPIEZA CONTIGO MISMO


El objetivo de estos cuatro mantras
(para ofrecer nuestra presencia, para reconocer a la persona amada, para aliviar el sufrimiento y para solicitar ayuda) consiste en eliminar el miedo, la duda y el aislamiento. No son complicados ni difíciles de entender y tampoco tienes que repetirlos en sánscrito o chino porque en tu propio idioma funcionan igual de bien. Debes, eso sí, aprender a decirlos de corazón y tener también la alegría, el valor y la sabiduría de ponerlos en práctica. La práctica meditativa de la plena consciencia consiste en volver a nosotros mismos para recuperar la paz y la armonía. La energía que nos capacita para hacerlo es la plena consciencia una energía que también aporta concentración, comprensión y amor. Si volvemos a nosotros mismos para restaurar la paz y la armonía, resultará mucho más sencillo ayudar a la otra persona y recuperar la comunicación en nuestras relaciones.

Cuidar de ti mismo y restablecer tu paz interior es la condición imprescindible para ayudar a los demás. Y eso solo podrás hacerlo cuando dejes de hacer sufrir a los otros y a ti mismo. Cuando desactives la bomba que llevas en tu interior, sabrás cómo ayudar a tu amiga o amigo a desactivar su propia bomba. Pero para poder ayudar debemos desarrollar, en nuestro interior, un poco de calma, un poco de alegría y un poco de compasión. Y esto es algo que podemos alcanzar mediante la práctica cotidiana de la plena consciencia. La práctica de la plena consciencia no se limita a la sala de meditación, sino que también se ejercita en la cocina, en el jardín, mientras hablamos por teléfono o cuando conducimos o lavamos los platos. Estar presente con lo que, en nosotros y en nuestro alrededor, hay de bello y sano es algo que podemos hacer a diario, tratando de llevarlo a la práctica en todas nuestras actividades cotidianas.


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 1 de septiembre de 2021

MANTRA PARA SOLICITAR AYUDA


El cuarto mantra es un poco más difícil y dice así: «Querido, estoy sufriendo. ¡Ayúdame, por favor!».

Este mantra es adecuado para los momentos en que estás sufriendo y crees que la persona amada es la causa de tu sufrimiento. Si fuese otra la persona la que hubiese actuado mal contigo, sufrirías menos, pero se trata de alguien a quien amas. Por eso, sufres profundamente y lo último que sientes que debes hacer es pedirle ayuda. Prefieres esconderte en tu habitación, cerrar la puerta y ponerte a llorar en soledad. En este caso, el principal obstáculo para la reconciliación y la curación es el orgullo. Según el Buda no hay lugar, en el amor auténtico, para el orgullo.

Cuando sufras de ese modo, debes dirigirte a la persona amada y pedirle que te ayude. Ese es el verdadero amor. Debes ir más allá del orgullo y no dejar que te aísle. Siempre debes dirigirte a la otra persona.

Practica unificando antes tu cuerpo y tu mente y luego dirígete a la persona amada y pronuncia el cuarto mantra: «Querido, estoy sufriendo. ¡Ayúdame, por favor!». Esto es algo tan sencillo como difícil de llevar a cabo.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

martes, 13 de julio de 2021

MANTRA PARA ALIVIAR EL SUFRIMIENTO


Cuando ves que la persona amada está sufriendo, debes poner en práctica el tercer mantra que dice:

«Querido, sé que estás sufriendo.
Por eso, estoy aquí contigo».

Aun antes de que hagas algo para tratar de ayudar, tu presencia incondicional ya proporciona cierto alivio. Porque lo cierto es que, cuando sufrimos, todos tenemos gran necesidad de la presencia de la persona amada. Si la persona amada nos ignora cuando estamos sufriendo, nuestro dolor se intensifica. Lo que debemos hacer pues –en este mismo instante– es manifestar nuestra presencia genuina a nuestro ser querido y pronunciar con plena atención el tercer mantra, que dice:

«Querido, sé que estás sufriendo y por eso estoy aquí para ti». Basta con esas palabras para que la persona amada empiece a sentirse mejor.

Tu presencia y tu comprensión del dolor ajeno son un milagro, una faceta de tu amor que puedes ofrecer de inmediato. Trata, pues, de estar realmente presente para ti mismo, para la vida y para las personas a las que amas, reconociendo la presencia de quienes conviven contigo y tratando de estar ahí cuando alguno de ellos esté sufriendo, porque tu presencia es, para esa persona, muy preciosa.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 20 de mayo de 2021

MANTRA PARA RECONOCER A LA PERSONA AMADA


El segundo mantra dice: «Querido, saber que estás aquí me hace muy feliz».

Si el primer paso consiste en estar disponible para la otra persona, el segundo consiste en reconocer su presencia. Como estás completamente presente, reconoces también lo preciosa que es la presencia de la persona amada. Cuando abrazas con atención plena a la persona amada, esta se abre como una flor. Ser amado significa, por encima de todo, ver reconocida la propia existencia.

Estos dos primeros mantras pueden aportar felicidad de inmediato. Aunque la persona amada no se halle físicamente presente, siempre puedes utilizar el teléfono o un correo electrónico que diga:

«Querido, saber que estás ahí me hace muy feliz». Esa es una auténtica meditación, una meditación llena de amor, compasión, alegría y libertad, los cuatro componentes del amor descritos por el Buda.


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

lunes, 8 de marzo de 2021

MANTRA 1: PARA OFRECER NUESTRA PRESENCIA (TRANSFORMAR EL MIEDO EN AMOR)


Transformar el miedo en amor
Los cuatro mantras

Es mucho el miedo que solemos albergar en nuestro interior.

Tenemos miedo a muchas cosas: a nuestra propia muerte, a la muerte de nuestros seres queridos, al cambio y a quedarnos solos. Pero la práctica de la plena consciencia nos ayuda a conectar con el estado de no miedo. Solo aquí y ahora podemos experimentar la liberación y la felicidad total.

El sufrimiento, el miedo y la depresión son una especie de basura. Pero se trata de una basura que forma parte de nuestra vida real y debemos, en consecuencia, ver su naturaleza profunda y practicar para transformar en flores los desperdicios. No debemos desaprovechar nada, debemos aprender el arte de abonar nuestra basura para transformarla en flores. En la práctica del budismo, vemos que todas las formaciones mentales –incluidas la compasión, el amor, el miedo, el sufrimiento y la desesperación– son de naturaleza orgánica.

No necesitamos tenerles miedo porque la transformación siempre es posible. Basta, para empezar a transformarlas, con sonreír y respirar atentamente. Cuando sentimos miedo, irritación o depresión, reconocemos su presencia y ponemos en práctica los mantras que a continuación presentamos.

Un mantra es un tipo de fórmula mágica que cuando se pronuncia no solo puede cambiar la situación, sino que también puede cambiarnos a nosotros y a los demás. Pero esa fórmula mágica debe ser pronunciada con plena concentración, unificando cuerpo y mente como si se trataran de la misma cosa. Todo lo que digamos desde ese estado de ser se convertirá en un mantra. Mi propósito al compartir estos cuatro mantras es el de brindar un apoyo para la práctica de estar realmente presentes para nuestros seres queridos y para nosotros, liberando el temor, cultivando el verdadero amor y restableciendo la comunicación. Estos mantras pueden ser muy eficaces para regar, tanto en nosotros como en nuestros seres queridos, las semillas de la felicidad y transformar el miedo, el sufrimiento y el aislamiento.

Mantra para ofrecer nuestra presencia


El regalo más precioso que podemos dar a nuestros seres queridos es nuestra presencia. De ese modo, el primer mantra es muy sencillo: «Querido, estoy aquí contigo».

En nuestra vida cotidiana, la mayoría estamos demasiado ocupados y tenemos muy poco tiempo para cultivar el amor. Por la mañana, mientras tomamos el desayuno, no dedicamos tiempo a observar a las personas que amamos. Desayunamos a toda prisa pensando en otras cosas y, a veces, leyendo incluso un periódico que nos impide ver la cara de nuestros seres queridos. Y cuando, por la noche, regresamos a casa, estamos demasiado agotados para poder mirarles.

Lo mejor que podemos ofrecer a las personas que queremos es nuestra presencia. ¿Cómo podríamos amar a alguien si no estamos presentes? Vuelve la mirada hacia ti mismo, mira tus ojos y di: «¡Mira!

¿Sabes qué? Estoy aquí contigo». Entonces podrás brindarle tu presencia. No estarás entonces preocupado por el pasado ni por el futuro, sino que estarás ahí, disponible para la persona a la que amas.

Pronuncia estas palabras simultáneamente con tu cuerpo y tu mente y serás testigo directo de la transformación.


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 24 de diciembre de 2020

LA COMUNICACIÓN PROPORCIONA SEGURIDAD


Si queremos seguridad, tenemos que construirla. Pero ¿cómo se crea la seguridad? Para erradicar el miedo, no sirven ni las fortalezas, ni las bombas, ni los aviones. Es muy probable que todos esos intentos no hagan más que intensificarlo. Estados Unidos posee el ejército más poderoso y las armas más sofisticadas del mundo, pero no por ello se siente más seguro. Lo cierto es que los estadounidenses se sienten muy vulnerables y asustados. ¿Dónde encontrar, pues, algún refugio verdadero que nos haga sentir realmente seguros? Tenemos que aprender a construir la seguridad con cada inhalación y con cada exhalación. Tenemos que aprender a construir la seguridad con cada uno de nuestros pasos, con nuestra manera de actuar y de reaccionar, con nuestras palabras y con nuestros esfuerzos para entablar una buena comunicación. 

No podrás sentirte seguro si no te comunicas bien con la gente con la que vives y a la que ves regularmente. No podrás sentirte seguro si la gente que te rodea no te mira de manera amable y compasiva. Tu manera de hablar, de sentarte y de caminar muestra a la otra persona que vienes en son de paz y puede sentirse segura en tu presencia. Así es como se genera la confianza. La paz y la compasión que experimentas contribuirán a que la otra persona se sienta segura y permitirán que se relacione contigo con compasión y comprensión, y tú también, por tu parte, te sentirás más seguro. La seguridad no es una cuestión estrictamente individual. Por ello la mejor garantía de nuestra seguridad consiste en ayudar a que los demás también se sientan seguros. 

Nuestro país no se sentirá seguro si no hace nada que contribuya a que los demás países se sientan seguros con nosotros. Si Estados Unidos aspira a una mayor seguridad, debe ocuparse también de la seguridad de las otras naciones. Si Gran Bretaña quiere seguridad, tiene que pensar en la seguridad de otros pueblos. Cualquiera puede ser víctima de la violencia y el terrorismo. Ningún país se halla, en este sentido, a salvo. La policía, el ejército y hasta las armas de destrucción masiva son incapaces de garantizar nuestra seguridad. Quizás lo primero que deberíamos hacer es decir: «Soy consciente, querido amigo, de que quieres vivir seguro. Yo también quiero vivir seguro. ¿Por qué no trabajamos juntos para conseguirlo?». Esto es algo muy sencillo, pero no lo llevamos a cabo. 

La comunicación es la práctica. Por más que vivamos en una época en la que existen medios de comunicación muy sofisticados (como el correo electrónico, los teléfonos móviles, los mensajes de texto, Twitter, Facebook, etcétera), es muy difícil que naciones, grupos e individuos se comuniquen entre sí. Y como no parece que sepamos utilizar las palabras para hablar, acabamos empleando, en su lugar, las bombas. Y cuando llegamos al punto en que la comunicación verbal resulta imposible y apelamos a las armas, sucumbimos a la desesperanza. 

Tenemos que aprender a comunicarnos. Si podemos mostrar a un grupo con el que estamos en conflicto que no tienen nada que temer de nosotros, alentaremos la confianza. En los países asiáticos, por ejemplo, la gente suele saludarse inclinándose y juntando las palmas de las manos como si de una flor de loto se tratara. En Occidente, cuando dos personas se encuentran, estrechan sus manos, una tradición que, según tengo entendido, se originó en la época medieval, cuando la gente tenía miedo. Ese era el modo en que mostraban, cada vez que se encontraban, que se hallaban inermes. 

Lo mismo seguimos haciendo en el presente. Con nuestras acciones, podemos decir: «¿Ves, querido amigo, que estoy desarmado? Compruébalo por ti mismo. No temas nada de mí». Este es el tipo de práctica que puede desarrollar la confianza. Con confianza y comunicación, el diálogo se torna posible. 

Son muchos los millones de dólares gastados desde que comenzó la llamada “guerra contra el terror”, pero la violencia, el odio y el miedo no han hecho sino avanzar. No hemos tenido éxito en nuestro intento de eliminar el miedo, el odio y el resentimiento, ya sea en su expresión externa, como es el caso del terrorismo, o lo que es más importante en la mente de las personas. Ha llegado el momento de que contemplemos y encontremos una forma más adecuada de aportar paz al mundo y a nosotros mismos. Solo la práctica de la escucha profunda y la comunicación amable puede contribuir a eliminar las percepciones erróneas que se hallan en el origen del miedo, el odio y la violencia. 

Esas percepciones no pueden ser eliminadas a punta de pistola. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

domingo, 18 de octubre de 2020

LA COMUNIDAD ES NUESTRO CUERPO


La creación de una comunidad es la actividad más importante de una época, como la nuestra, en que el individuo sufre extraordinariamente. La prevalencia del individualismo está desintegrando a las familias y dividiendo profundamente a la sociedad. Si queremos que el siglo XXI sea una época de espiritualidad, deberemos guiarnos por el espíritu de la solidaridad, aprender a hacer cosas juntos y compartir nuestras ideas y la inspiración profunda que anhela nuestro corazón. Tenemos que aprender a ver la sangha, nuestra comunidad de apoyo espiritual, como si de nuestro propio cuerpo se tratara. Nos necesitamos mutuamente para poder ejercitar la solidaridad, la libertad y la compasión y recordarnos que siempre existe una esperanza. 

Cuando contamos con una comunidad de práctica de plena consciencia, el hecho de sentarnos a meditar juntos es muy poderoso. En la vida, las personas producen, entre otras muchas cosas, alimentos, objetos y tecnología. También en la sangha generamos algo: la energía poderosa de la plena consciencia. La gente puede acudir al supermercado a comprar comida o bombillas, pero para producir la energía de la atención, necesitamos estar con nuestra comunidad, nuestra sangha, y crear esa energía sentándonos, caminando y viviendo gozosa y pacíficamente.

Pero ello requiere práctica y entrenamiento. Te invito a que pienses profundamente en la práctica de la plena consciencia como una forma maravillosa de proporcionar alimento espiritual, tanto a tu comunidad como a ti mismo. Esa es una energía capaz de alimentar al mundo. Y cuando ves que esta práctica nutre al mundo, te sientes muy feliz porque estás conectado con la vida y sirviéndola de un modo muy real. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 16 de septiembre de 2020

EL CIELO AZUL MÁS ALLÁ DE LAS NUBES



Más allá del miedo, del sufrimiento, de la violencia, de la desesperación y de la confusión que afectan a nuestra sociedad, el cielo nunca deja de resplandecer. A veces, el cielo se nos muestra completamente azul, mientras que, en otras ocasiones, solo vemos un pedacito y, en otras, parece haber desaparecido. Y, de la misma manera que la niebla, las nubes o las tormentas ocultan el cielo azul, el Reino de los Cielos puede parecer también oculto tras las nubes de la ignorancia o la tempestad del enfado, la violencia y el miedo. Pero la plena consciencia nos ayuda a cobrar conciencia de que, por más nublado, brumoso o tormentoso que sea al día, el cielo azul siempre se halla presente más allá de las nubes. Su simple recuerdo impide que nos hundamos en la desesperación. 

Mientras predicaba en el desierto de Judea, Juan el Bautista conminaba a la gente a arrepentirse «porque el Reino de Dios está cerca». Yo entiendo el término “arrepentirse” como detenerse. Lo que Juan quería decir era que dejásemos de implicarnos en actos de violencia, apego y odio. Arrepentirse significa, en suma, despertar y ser consciente de que el miedo, el enfado y el apego están ocultando el cielo azul. 

Arrepentirse también significa empezar de nuevo. Para ello, hay que admitir nuestras transgresiones y bañarnos en las aguas claras de la enseñanza espiritual que afirma la necesidad de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. También debemos comprometernos a desprendernos de todo nuestro odio, resentimiento y orgullo y empezar de nuevo con una mente fresca y un corazón renovado dispuestos a mejorar. Esta enseñanza, que cuadra perfectamente con la doctrina budista, fue lo que Jesús empezó a predicar después de ser bautizado por Juan. 

Si sabemos cómo transformar nuestra desesperación, violencia y miedo, el inmenso cielo azul no solo se nos revelará a nosotros, sino a todos los que nos rodean. Todo lo que hemos estado buscando –incluida la Tierra Pura, el Reino de Dios y nuestra naturaleza búdica– puede ser encontrado en el momento presente. Es posible llegar a percibir, aquí y ahora, el Reino de Dios con nuestros ojos, nuestros pies, nuestros brazos y nuestra mente. Cuando estamos concentrados y nuestra mente y cuerpo devienen uno, solo tenemos que dar un paso para entrar en el Reino de los Cielos. Cualquier cosa que tocamos, cuando prestamos atención y somos libres, mora en el Reino de los Cielos, independientemente de que se trate de la nieve o de las hojas de un roble. Y todo lo que entonces escuchamos –el canto de los pájaros, el silbido del viento– pertenece también al Reino de los Cielos. 

La condición indispensable para conectar con el Reino de Dios consiste en liberarnos del miedo, la desesperación, el enfado y el apego. 

La práctica de la plena consciencia nos permite reconocer la presencia de la nube, la niebla y la tormenta sin olvidarnos, no obstante, del cielo azul que se oculta detrás de ellos. Tenemos suficiente inteligencia, valor y estabilidad para contribuir a que el cielo azul se nos revele de nuevo en todo su esplendor. 

«¿Qué puedo hacer –me pregunta la gente– para contribuir a poner de manifiesto el Reino de los Cielos?». Esa es una pregunta sumamente práctica, que muchos nos hemos formulado y que equivale a preguntar: «¿Qué puedo hacer para reducir la violencia y el miedo que sobrecogen a nuestra comunidad y a la sociedad en su conjunto?». 

Cualquier paso que demos con estabilidad, solidez y libertad puede contribuir a despejar el cielo de la desesperación. Cuando cientos de personas caminamos juntas conscientemente, produciendo la energía de la solidez, la estabilidad, la libertad y la alegría, estamos ayudando a nuestra sociedad. Cuando sabemos cómo mirar con ojos compasivos a los demás y cómo sonreírles con el espíritu de la comprensión, estamos contribuyendo a que el Reino de los Cielos se manifieste. Y cuando respiramos conscientemente, también estamos contribuyendo a que se revele la Tierra Pura. En cualquier momento de nuestra vida cotidiana, siempre cabe la posibilidad de hacer algo para contribuir a que el Reino de Dios se manifieste. No te dejes vencer por la desesperación. Puedes hacer un buen uso de todos y cada uno de los instantes de tu vida cotidiana. 

Cuando actuamos como una comunidad de practicantes, imbuidos con la energía de la plena consciencia y la compasión, somos más poderosos porque, al formar parte de una comunidad espiritual, contamos con mucha más alegría y podemos resistir mejor la tentación de rendirnos a la desesperación. La desesperación es la gran tentación de nuestra época. Aislados, somos vulnerables y tenemos miedo. Si somos una pequeña gota de agua y tratamos de aproximarnos al océano, nos evaporaremos antes de llegar siquiera. Pero si nos acercamos como lo hace un río, es decir, si lo hacemos como una colectividad, acabaremos llegando con toda seguridad al océano. Si vamos acompañados de una comunidad que nos brinda su apoyo y nos recuerda la existencia del cielo azul, nunca perderemos nuestra fe y el miedo acabará disolviéndose. Con independencia de que seamos líderes políticos, empresarios, trabajadores sociales, padres o profesores, todos podemos servirnos de algo que nos recuerde que el cielo azul sigue siempre con nosotros. Todos necesitamos una comunidad o sangha que impida que nos hundamos en la ciénaga de la desesperación. 




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

sábado, 12 de septiembre de 2020

RESTABLECER LA COMUNICACIÓN


El objetivo de la escucha profunda y de las palabras amables consiste en restablecer la comunicación porque, una vez que esta se ha visto recompuesta, todo es posible, incluida la paz y la reconciliación. 

He visto a muchas parejas servirse provechosamente de la escucha profunda y las palabras amables para solucionar sus problemas o sanar una relación rota. Gracias a esta práctica, han sido muchos los padres e hijos, las madres e hijas y las esposas y esposos que han podido restaurar la paz y la felicidad de sus familias. La escucha profunda y compasiva y las palabras amables posibilitan la reconciliación, algo de lo que también pueden aprovecharse los líderes de los países. 

Todos podemos reconocer que, cuando aparece una situación problemática, no somos los únicos que sufrimos. La otra persona que se halla en la misma situación que nosotros también sufre y somos parcialmente responsables de su sufrimiento. Cuando entendemos esto, podemos mirar al otro con los ojos de la compasión y permitir que aflore la comprensión cuya llegada cambia la situación y posibilita la comunicación. 

Todo proceso real de paz debe comenzar en nuestro interior, en el seno de nuestro grupo o con nuestra propia gente. No debemos seguir culpando a los demás por no practicar la paz. Nosotros somos quienes tenemos que empezar practicando la paz para ayudar a que la otra parte haga también lo mismo. 


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

viernes, 4 de septiembre de 2020

EL CORAZÓN COMO PUENTE



Cuando extraes el puñal del odio y la desconfianza que atraviesa tu corazón, este se transforma en un puente. Cuando te desprendes del apego, la avidez y el temor, empiezas a ver la otra orilla, la orilla de la liberación. Tenemos que actuar desde la bondad amorosa porque, cuando la ira y el odio campan por sus fueros, es imposible llegar a una solución. Es imposible erradicar la violencia y el miedo con la ira y el odio, para ello solo sirven el amor y la compasión. 

Lo primero que debes decir es: «Querido amigo, tengo clavado un puñal en el corazón y quiero extraerlo». 

Si la otra persona apoya tu oferta de escuchar y empieza a compartir algo contigo, debes prepararte para ejercitar la escucha profunda y compasiva. Escucha, pues, con toda tu atención y concentración, con el único deseo de dar al otro la oportunidad de expresarse. La escucha profunda y compasiva permite que la otra persona o la otra nación tengan la oportunidad de decir algo que nunca tuvieron la oportunidad o el valor de comunicar por no tener a nadie que escuchara atentamente. 

Al principio, sus palabras pueden estar llenas de amargura, reproches o condenas. Por eso, debes poner todo de tu parte para permanecer sentado y seguir escuchando tranquilamente. Escuchar de ese modo proporciona al otro la oportunidad de curar su sufrimiento y sus percepciones erróneas. Si le interrumpes, corriges o niegas lo que está diciendo, interrumpes el proceso de reconciliación y restablecimiento de la comunicación. La escucha profunda requiere que la otra persona hable, por más que lo que diga sea injusto y esté cargado de ideas equivocadas. Cuando escuchas profundamente a alguien, no solo debes centrarte en el reconocimiento de sus ideas erróneas, sino en darte cuenta de que tú también albergas ideas equivocadas sobre la otra persona y sobre ti mismo. Más tarde, cuando os hayáis calmado y la otra persona se sienta más segura y confiada, podrás empezar, lenta y cuidadosamente, a tratar de corregir sus ideas equivocadas. Utilizando palabras amables, puedes señalar el modo en que ha malinterpretado tus palabras o la situación. Las palabras amables también pueden hacer que el otro entienda mejor tus propias dificultades y permitir que ambos os liberéis de las percepciones equivocadas que son la causa del odio, la ira y la violencia. 


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

lunes, 10 de agosto de 2020

LA ESCUCHA COMPASIVA


Como buena parte de nuestro sufrimiento se deriva de las percepciones erróneas, si queremos curar nuestra herida, tenemos antes que eliminar nuestras percepciones erróneas. «Veo que tal persona está haciendo esto o aquello, pero quizás la realidad sea muy distinta. Hay aspectos ocultos que se me escapan. Necesito escucharla más para comprender mejor lo que está ocurriendo». Y las personas que consideramos responsables de nuestro sufrimiento también pueden tener, como nosotros, percepciones erróneas. Cuando hacemos el esfuerzo de atender y escuchar la otra versión de la historia, nuestra comprensión aumenta, al tiempo que disminuye nuestra sensación de daño. 

Lo primero que debemos hacer en este tipo de situaciones consiste en tratar de reconocer internamente que nuestra visión de lo que ha ocurrido puede estar equivocada. La práctica consiste, en tal caso, en respirar y caminar conscientemente hasta que nos sintamos más tranquilos y relajados. 

Luego podemos decir, a quienes hayamos considerado causantes de nuestro daño, que estamos sufriendo y sabemos que nuestro sufrimiento puede estar causado por nuestra propia visión errónea. En lugar de acusar directamente a esa persona, debemos acercarnos a ella para pedirle ayuda y una explicación que nos permita entender por qué ha dicho o hecho tal o cual cosa. 

Existe una tercera alternativa –muy difícil, quizás la más difícil de todas– que también debemos, en la medida de lo posible, llevar a cabo. Tenemos que escuchar muy profundamente la respuesta de la otra persona, con la intención de verla y entenderla mejor. Quizás, de ese modo, descubramos que hemos sido víctimas de nuestras percepciones erróneas y que es muy probable que el otro sea también presa de sus propias percepciones erróneas. 

La escucha profunda y la palabra amable son prácticas muy poderosas que nos permiten entablar una buena comunicación y averiguar lo que realmente está ocurriendo. Si nuestro deseo de conocer la verdad es sincero y sabemos cómo utilizar la escucha profunda y la palabra amable, es mucho más probable que advirtamos los sentimientos y percepciones sinceras de los demás. Y, en ese proceso, podemos descubrir que también nosotros albergamos percepciones erróneas. Después de escucharles completamente, tenemos la oportunidad de ayudarles a corregir sus percepciones. Si abordamos así nuestros agravios, tendremos la oportunidad de convertir el miedo y el enfado en oportunidades de entablar relaciones más profundas y verdaderas. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

domingo, 12 de julio de 2020

LAS SEMILLAS DEL TERRORISMO


Los “terroristas” están por doquier. No son solo las personas que hacen estallar autobuses y mercados. Nosotros mismos, cuando nos enfadamos y actuamos de forma irascible y violenta, no somos tan distintos porque también escondemos, en el fondo de nuestro corazón, el mismo cuchillo de ira que los terroristas que demonizamos. Cuando no prestamos atención a nuestras palabras, podemos decir cosas que hieran a los demás y les causen mucho dolor, lo que no es sino una forma de intimidación o terrorismo. Son muchas las personas que utilizan palabras hirientes con los niños, un cuchillo que puede retorcerse a diario en el corazón del pequeño durante toda su vida. 

Cada día hay, en nuestra familia, en nuestra sociedad y en nuestro planeta, más gente que lleva un cuchillo clavado en su corazón. Esa es la causa del miedo, la rabia y el sufrimiento que afecta a la familia, la sociedad y el mundo en general. 


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 24 de junio de 2020

UNA REVOLUCIÓN DE COMPASIÓN


Todos portamos con nosotros un miedo original. Pero el miedo no afecta tan solo al individuo, sino que también son muchos los países y regiones del mundo que se debaten entre las llamas del miedo, el sufrimiento y el odio. Aunque solo sea para apaciguar nuestro sufrimiento, tenemos que volver a nosotros mismos y tratar de entender qué es lo que nos mantiene atrapados en la violencia y el miedo. ¿Qué ha provocado en los terroristas tanto odio que no dudan, para provocar el sufrimiento ajeno, en sacrificar su propia vida? 

Percibimos el odio que albergan, pero ¿qué es lo que lo motiva? La respuesta es la injusticia percibida. Es cierto que debemos encontrar el modo de detener la violencia, lo que puede obligarnos, mientras esas personas representen un peligro para los demás, a mantenerlas aisladas, pero no lo es menos también que debemos preguntarnos cuál es nuestra responsabilidad en las injusticias del mundo. 

No nos gusta sentirnos asustados y hay veces en que, si nos aferramos al miedo, este acaba convirtiéndose en enfado. Estamos enfadados por tener miedo y también estamos enfadados con lo que nos hace sentir asustados y con quienes consideramos causantes de nuestro miedo. Hay quienes dedican su vida a vengarse de las personas a las que consideran causantes de su sufrimiento. Pero esa motivación no hace sino generar más sufrimiento, no solo a los demás, sino a quienes experimentan las cosas de ese modo. 

El odio, la ira y el miedo son fuegos que solo la compasión puede sofocar. Pero ¿dónde lograr esa compasión? No es algo que se venda en los supermercados porque bastaría, en tal caso, con llevarla a nuestro hogar y disolver todo el odio y la violencia que hay en el mundo. La compasión solo puede generarse, a través de la práctica, en nuestro corazón. 

Hay veces en que alguien a quien amamos (nuestro hijo, nuestra esposa o cualquier familiar) dice o hace algo cruel que nos hiere. Y aunque en tal caso creamos ser los únicos que sufrimos, lo cierto es que la otra persona también está sufriendo. Si no sufriese, sus acciones y palabras no serían tan desagradables. Las personas a las que amamos no saben transformar su sufrimiento y se limitan, en consecuencia, a volcar sobre nosotros su miedo y enfado. A nosotros compete generar la energía de la compasión que, comenzando por apaciguar nuestro corazón, nos permita luego ayudar a los demás. Si nos limitamos a responder violentamente, no haremos sino aumentar y perpetuar el ciclo del sufrimiento. 

Responder a la violencia con violencia genera más violencia, injusticia y sufrimiento, no solo en las personas a las que tratamos de castigar, sino también en nosotros mismos. Todos albergamos, en nuestro interior, una semilla de sabiduría, con la que, cuando respiramos profundamente, podemos conectar. Estoy convencido de que, si todo el mundo tuviese la oportunidad –aunque solo fuera durante una semana– de alimentar la energía de la sabiduría y la compasión, se reduciría significativamente el nivel de miedo, odio e ira que asola nuestro planeta. Por ello recomiendo encarecidamente a todo el mundo el ejercicio de la calma y concentración mental para regar de ese modo las semillas de la sabiduría y la compasión que ya se encuentran presentes en nosotros y aprender también el arte del consumo consciente. Si somos capaces de hacerlo, pondremos en marcha una revolución pacífica, el único tipo de revolución que puede ayudarnos a superar la difícil encrucijada en que nos hallamos. 


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

sábado, 20 de junio de 2020

EL MIEDO AL TERRORISMO


Cuando hoy en día viajamos en avión, todo el mundo nos parece sospechoso y tenemos miedo de que en el momento menos pensado aparezca un terrorista. Como cualquiera puede transportar explosivos o esconder una bomba, nos vemos obligados a pasar por un escáner corporal. Y como el miedo impera por doquier, de ello ni siquiera se libran las personas que, como yo, visten hábitos monásticos. Quienes nos precedieron generaron este clima de miedo que con el paso del tiempo no ha hecho más que crecer. Ignoramos cómo tratar nuestro sufrimiento y son muy pocas las personas que saben enfrentarse al miedo y trascenderlo. 

Alimentamos el deseo de venganza; queremos castigar a quienes nos han hecho sufrir y creemos que eso nos hará sufrir menos. 

Queremos ser violentos con ellos para escarmentarles. Cuando un terrorista hace estallar una bomba en un autobús o en un avión, nadie sobrevive. El deseo de dañar que alberga el terrorista se origina en su propio sufrimiento. Quien ignora el modo de tratar su propio sufrimiento puede tratar de aliviarlo castigando a los demás. 

El Buda dijo: «Después de observar profundamente el estado mental de las personas que no son felices, he atisbado, oculto bajo su sufrimiento, un cuchillo muy afilado. Ese cuchillo, que no alcanzan a ver, es el que les impide relacionarse con el sufrimiento». 

En lo más profundo de nuestro corazón yace una daga cubierta de muchas capas. En ese sufrimiento inconsciente se asienta la causa de que hagamos sufrir a otras personas. Pero tú puedes descubrir y extraer ese puñal y contribuir, una vez que lo hayas hecho, a extraer el puñal que otros llevan clavado en su corazón. El dolor provocado por ese cuchillo ha estado presente mucho tiempo y, por más que sigas aferrándote a él, tu dolor no hará sino crecer hasta que quieras castigar a quienes consideras causantes de tu sufrimiento. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 11 de junio de 2020

TRANSFORMAR EL MIEDO QUE NOS RODEA


La mayoría pasamos mucho tiempo actuando desde el miedo al pasado o al presente, pero de ese modo estamos creando una cultura del miedo que afecta al conjunto de nuestra sociedad. Lo primero que tenemos que hacer, cuando aparece el miedo y nos sentimos inquietos y asustados, es reconocerlo. En lugar de actuar desde el miedo, cabe también la posibilidad de reconocerlo y abrazarlo. Quienes nos rodean también están asustados y actúan desde el miedo, pero en medio de ese miedo lo que más anhelamos es paz y seguridad. 

A veces resulta muy tentador ridiculizar el miedo ajeno porque nos recuerda nuestro propio miedo. Nos han enseñado a alejarnos del miedo y a tratar de mantenernos fuera de su alcance. Pero ¿cómo librarnos del miedo y renunciar a la ira y la violencia que alienta en nosotros? Para deshacernos del miedo y la violencia, tenemos que escuchar profundamente y aprender a practicar como lo hizo el Buda. 

Y, para ello, es necesario prestar atención plena al miedo y observar profundamente su origen. 


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...