Mostrando las entradas con la etiqueta Thich Nhat Hanh. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Thich Nhat Hanh. Mostrar todas las entradas

lunes, 23 de mayo de 2022

ENTENDIENDO EL SUFRIMIENTO DEL MUNDO






 

LA SANGHA DEL BUDA


Después de iluminarse al pie del árbol Bodhi, lo primero que hizo el Buda fue buscar los elementos que le permitiesen construir una sangha. El Buda sabía, como el doctor Martin Luther King más de veinticinco siglos después, que, en ausencia de sangha, no podría realizar su sueño y completar su trayectoria como buda. A falta de comunidad, de sangha, no son muchas las cosas que un buda puede hacer. Es como el músico que carece de instrumento. El Buda fue un excelente constructor de la sangha. En muy poco tiempo, estableció una sangha monástica compuesta por 1.250 personas. No siempre resultó fácil, pero fue aprendiendo sobre la marcha. También nosotros debemos aprender a crear una sangha.

Todos somos conscientes del sufrimiento que nos embarga y que embarga también al mundo que nos rodea. Queremos hacer algo que contribuya a reducir un sufrimiento cuya magnitud nos hace sentir impotentes. No parece que de forma aislada podamos hacer mucho para aliviar un sufrimiento que nos desborda y sume, en consecuencia, en la depresión y la enfermedad. Ese fue el sentimiento que el Buda experimentó siendo muy joven. Vio todo el sufrimiento que le rodeaba y se dio cuenta de que esa era una situación que ni siquiera un rey podía cambiar. Por ello decidió no convertirse en rey y emprender otro camino. Lo que le motivó a convertirse en monje y entregarse a la práctica fue en suma, su profundo deseo de ayudar a reducir el sufrimiento de la gente.

Monjas, monjes y practicantes laicos se sienten motivados por el mismo deseo que albergó el Buda de hacer algo que pueda aliviar el sufrimiento en el mundo y en nosotros mismos. El sufrimiento que hay en nuestro interior es un reflejo del sufrimiento del mundo. Por ello, cuando entendamos nuestro propio sufrimiento, entenderemos también el sufrimiento del mundo. Y cuando podamos transformar nuestro sufrimiento, podremos transformar también el sufrimiento del mundo. Eso fue precisamente lo que hizo el Buda.

Cuando yo era un joven monje en Vietnam, durante los años de la guerra, el sufrimiento era extraordinario. Murieron millones de personas, no solo soldados sino también civiles y no solo adultos sino también niños. El sufrimiento nos desbordaba y queríamos hacer algo que pusiera fin a la guerra. Entonces vimos con toda claridad que actuando aisladamente no podríamos hacer gran cosa y que si nos reuníamos como una sangha conseguiríamos mucho más.

Todo el mundo siente lo mismo. Nuestro planeta se ve desbordado por el odio. El mundo está saturado de violencia y sufrimiento. Si te dejas desbordar por la plaga de la impotencia, acabarás alienándote. Queremos hacer algo: primero sobrevivir y luego contribuir a reducir el sufrimiento. Y, como el Buda, vemos que, en ausencia de sangha, poco podremos hacer. Así es como nos unimos a la sangha y nos aferramos a ella, conscientes de que sin ella no hay forma de salir de la situación.

Comparado con el sufrimiento del mundo, es evidente que nuestro sufrimiento interior es insignificante. Esa comprensión relativiza y reduce de inmediato nuestro sufrimiento. Permanecer en contacto con el sufrimiento no solo nos hace sentir menos aislados, sino que atenúa también nuestro propio dolor. Al reunirnos como sangha, tenemos una aspiración común y también una energía, un deseo y una voluntad conjunta. Ese es el tipo de energía que nos ayuda a entender lo mucho que podemos hacer colectivamente. En mi opinión, el próximo buda no será un individuo, sino una sangha, porque ya no basta con un buda aislado. Tenemos que convertirnos en sangha.

Podemos reunirnos de un modo que alimente nuestra alegría, así como nuestra sensación de humanidad común. Sentimos alegría cuando hacemos cosas como sangha, sonriendo, cantando y trabajando juntos. Durante los periodos que pasamos juntos, desarrollamos nuestra felicidad, nuestra purificación y nuestra aspiración. En la medida en que nuestra aspiración crece, podemos afrontar mayores dificultades y emprender juntos algún tipo de acción que contribuya a reducir el sufrimiento del mundo.

Cuando trabajamos unidos como sangha, podemos generar mucha alegría, un tipo de alegría que no solo resulta individualmente curativa, sino que también contribuye a curar el mundo. En ausencia de la alegría proporcionada por la fraternidad, no llegaremos muy lejos. El amor-bondad no es amor romántico, sino solidaridad, comprensión, cuidado y protección. El llamado amor romántico es insuficiente porque tiene una vida muy breve, pero el amor derivado de la fraternidad es más permanente y capaz de sostenernos y ayudarnos a realizar nuestro propósito.

No podemos olvidar que, en ausencia de sangha y de auténtica unión, no podremos contribuir a transformar el sufrimiento y el miedo del mundo. Para liberar nuestra tensión y abrazar nuestros sentimientos dolorosos, tenemos que aprender a inspirar y espirar.

Cuando experimentamos sentimientos de miedo, enfado o desesperación, tenemos que saber cómo afrontarlos. Y cuando aparezca un conflicto, debemos saber cómo aplicar la escucha profunda y compasiva y el habla amable para restablecer la comunicación. Eso es algo que solo podremos hacer si sabemos cómo practicar. Nuestra práctica nos ayuda a transformar el sufrimiento del mundo, de nuestra comunidad, de nuestra familia y de nosotros mismos. En ausencia de sangha, sin embargo, la práctica no será sencilla.




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 11 de mayo de 2022

LA PRÁCTICA COLECTIVA DE LA PLENA CONSCIENCIA


Podemos intensificar la cualidad de nuestra práctica manteniendo un contacto regular con nuestra comunidad. Una comunidad de practicantes capaz de generar la energía colectiva de la concentración y la atención plena resulta de una ayuda inestimable.

Quizás, al comienzo de nuestra práctica, la atención y la concentración no sean lo suficientemente poderosas como para permitirnos reconocer y abrazar nuestro dolor y nuestro miedo. Con el apoyo de una comunidad, sin embargo, se abre el abanico de posibilidades.

Cuando sufrimos, podemos recurrir a la sangha y decir:

«Queridos amigos, este es mi dolor, mi desesperación y mi odio. Esto es más de lo que puedo soportar. Ayudadme, por favor, a sobrellevar este dolor, este sufrimiento y este miedo». Si dejamos que la sangha nos abrace y nos sostenga con la poderosa energía colectiva de la concentración y la atención plena, no tardaremos en sentir que somos más capaces de permanecer con nuestro miedo y de abrazar nuestro dolor y nuestro sufrimiento. De este modo al sentarte a respirar atentamente con la sangha, te aliviarás y empezarás a transformarte y a sanarte. La presencia de la sangha en la vida de un practicante es muy importante. Siempre debemos tener en cuenta pues, como practicantes, la posibilidad de crear una sangha en nuestro entorno, vivamos donde vivamos.

En la tradición budista llamamos cuerpo del Dharma a nuestra práctica. Cuando tenemos una práctica espiritual, contamos, además de con nuestro cuerpo físico, con otro cuerpo, el cuerpo del Dharma, con el que podemos enfrentarnos a todas las dificultades y sufrimientos.

Cuando nuestro cuerpo del Dharma es poderoso, también podemos ayudar a los demás.

El Dharma puede ser entendido con las enseñanzas de sabiduría.

Además del Dharma hablado y escrito, también existe el Dharma vivo.

Cuando practicamos la respiración atenta y cuando ejercitamos la meditación caminando, aun cuando no digamos nada y no escuchemos ninguna enseñanza del Dharma, estamos encarnando el Dharma vivo.

Cuando vemos a una hermana o un hermano caminar atentamente y disfrutar de cada paso, vemos que está encarnando el Dharma vivo.

Irradiar paz, alegría y vida hacia todo lo que nos rodea es lo que nosotros denominamos Dharma vivo.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 5 de mayo de 2022

CAMINAR CON LA SANGHA


La meditación caminando es una cosa maravillosa que podemos hacer con nuestra comunidad. Cuando nos activamos físicamente y nos movemos juntos, es más fácil sentirnos apoyados por la energía colectiva. Es bueno comenzar la práctica de la meditación caminando con un grupo que nos preste su apoyo, pero si tal cosa no es posible, también puedes pedirle a un amigo que practique contigo o tomar incluso la mano de un niño para caminar con él.

Para practicar caminar atentamente por tu cuenta, puedes empezar comprometiéndote, por ejemplo, a subir o bajar atentamente y con paso muy firme una escalera. Si a mitad del camino de ascenso te percatas de que no estás presente, debes descender y comenzar de nuevo. Cuando puedas subir atentamente una escalera, serás capaz también de morar en el presente ahí donde vayas. Asimismo puedas asumir el compromiso de recorrer una determinada distancia, de tu lugar de trabajo a la sala de estar, por ejemplo, proponiéndote dar atentamente todos los pasos que componen ese recorrido. Y si descubres que te has perdido, debes volver sobre tus pasos y empezar de nuevo. Esta es una forma extraordinaria de no dejarte llevar por los hábitos energéticos y aprender a vivir atenta todos y cada uno de los momentos que componen tu vida cotidiana. Camina con los pies y no con la cabeza. Presta atención, mientras caminas, a los pies y hazlo de un modo que la alegría y la vida real sean posibles aquí y ahora.

La práctica grupal de la meditación caminando nos permite generar una energía colectiva de plena consciencia y paz que nos nutre y ayuda a sanar.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

martes, 15 de marzo de 2022

LA ESCUCHA PROFUNDA Y LA PALABRA AMOROSA


Cuando la comunicación se interrumpe, todos sufrimos. Cuando nadie nos escucha ni nos entiende, somos como bombas a punto de explotar. Pero la escucha compasiva posibilita la curación. A veces, diez minutos de escucha profunda son suficientes para transformarnos y esbozar una sonrisa en nuestros labios.

Muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de escuchar y emplear palabras amorosas en el marco de nuestra familia, en la que quizás no haya nadie capaz de escuchar. Así pues, incluso en el seno de nuestra familia, nos sentimos muy solos. Entonces acudimos a un terapeuta, esperando que sea capaz de escucharnos. Sin embargo, son muchos los terapeutas que también albergan un gran sufrimiento interno y que, en ocasiones, no pueden escuchar tan profundamente como les gustaría. Por ello, si realmente amamos a alguien, tenemos que aprender el arte de la escucha atenta.

También tenemos que acostumbrarnos a utilizar palabras amables. Hemos perdido la capacidad de decir las cosas sosegadamente, nos irritamos con mucha facilidad y, cada vez que abrimos la boca, nuestras palabras son agrias o amargas. Hemos perdido la capacidad de hablar bondadosamente y, en ausencia de esta capacidad, no lograremos nuestro objetivo de restablecer la armonía, el amor y la felicidad.

En el budismo se habla de los bodhisattvas, seres sabios y compasivos que permanecen en este mundo con la intención de aliviar el sufrimiento de los demás. El bodhisattva Avalokiteshvara, también llamado Kuan Yin, tiene una gran capacidad para escuchar con presencia y compasión genuinas. No en vano es conocido por su capacidad de escuchar y entender los gritos de sufrimiento del mundo.

Tienes que practicar la inspiración y la espiración atenta para que la compasión permanezca siempre contigo y puedas escuchar sin dar consejo ni emitir juicio alguno. Puedes decirte: «Estoy escuchándole porque quiero aliviar su sufrimiento». Eso es lo que se denomina escucha compasiva. Debes prestar atención de modo tal que la compasión permanezca contigo todo el tiempo que estés escuchando. En eso, precisamente, consiste este arte. Si en mitad de la escucha afloran la irritación o el rechazo, no podrás seguir escuchando profundamente.

Tienes que practicar de modo tal que, cada vez que afloren la irritación y el enfado, puedas respirar atentamente y mantener en tu interior la compasión. Poco importa lo que diga la otra persona, si su manera de ver es injusta o si nos insulta o condena, debemos seguir sentados, en completo silencio, inspirando y espirando.

Si no estás en buena forma o si te parece que no puedes seguir escuchando de ese modo, házselo saber a tu interlocutor y dile:

«¿Podríamos, querido amigo, reanudar esta conversación dentro de unos días? Necesito tiempo para descansar y entrenarme para poder escucharte mejor». Para recuperar tu capacidad de escucha compasiva, ejercita el paseo meditativo, la respiración consciente y la meditación sedente.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

viernes, 26 de noviembre de 2021

LO OPUESTO AL MIEDO


Cuando en el año 1966, en plena guerra de Vietnam, conocí al doctor Martin Luther King Jr., una de las cosas de las que hablamos fue de la importancia de construir una comunidad o, como la llamamos en el budismo, una sangha. El doctor King sabía que la creación de una comunidad es un asunto vital y era muy consciente de que, en su ausencia, son muy pocas las cosas que pueden lograrse. Una sensación sólida de hermandad nos infunde la fuerza suficiente, cuando sentimos miedo o desesperación y nos ayuda a consolidar el poder del amor y la compasión. La fraternidad puede sanar y transformar nuestras vidas. El doctor King dedicó buena parte de su vida a construir una comunidad a la que llamó “la comunidad amada”.

Nuestra sangha, nuestra comunidad amada, está compuesta por un grupo de personas que se reúnen a practicar plena consciencia concentración y visión profunda y se sienten abrazadas y apoyadas por la energía colectiva generada por la práctica. Con frecuencia, nuestros sentimientos de soledad y aislamiento nutren al miedo y le ayudan a crecer. Pero en la sangha hay personas cuya práctica es lo suficientemente poderosa como para sentarse y compartir la energía de su plena consciencia. A ellas podemos recurrir en busca de ayuda:

«Queridas hermanas, queridos hermanos, necesito vuestra presencia.

Sufro mucho y yo solo no puedo abarcar ese sufrimiento. ¡Ayudadme, por favor!». 

Cuando respiramos juntos, la energía combinada de nuestra plena consciencia nos hace capaces de reconocer, abrazar y transformar ese dolor. Sabemos que no somos gotas aisladas, sino que formamos parte del río de la sangha y que nuestra unión puede alimentar un océano.

Cuando hay curación y paz, sabemos que existe una sangha real.

Con el apoyo de la sangha, no solo la práctica, sino la vida en general, resulta mucho más sencilla. La sangha puede ser tu familia, un grupo de amigos o cualquier comunidad de apoyo. Crear una sangha significa construir nuestra seguridad, apoyo y felicidad.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

sábado, 20 de noviembre de 2021

LA PRÁCTICA DE LA PLENA CONSCIENCIA


 

EMPIEZA CONTIGO MISMO


El objetivo de estos cuatro mantras
(para ofrecer nuestra presencia, para reconocer a la persona amada, para aliviar el sufrimiento y para solicitar ayuda) consiste en eliminar el miedo, la duda y el aislamiento. No son complicados ni difíciles de entender y tampoco tienes que repetirlos en sánscrito o chino porque en tu propio idioma funcionan igual de bien. Debes, eso sí, aprender a decirlos de corazón y tener también la alegría, el valor y la sabiduría de ponerlos en práctica. La práctica meditativa de la plena consciencia consiste en volver a nosotros mismos para recuperar la paz y la armonía. La energía que nos capacita para hacerlo es la plena consciencia una energía que también aporta concentración, comprensión y amor. Si volvemos a nosotros mismos para restaurar la paz y la armonía, resultará mucho más sencillo ayudar a la otra persona y recuperar la comunicación en nuestras relaciones.

Cuidar de ti mismo y restablecer tu paz interior es la condición imprescindible para ayudar a los demás. Y eso solo podrás hacerlo cuando dejes de hacer sufrir a los otros y a ti mismo. Cuando desactives la bomba que llevas en tu interior, sabrás cómo ayudar a tu amiga o amigo a desactivar su propia bomba. Pero para poder ayudar debemos desarrollar, en nuestro interior, un poco de calma, un poco de alegría y un poco de compasión. Y esto es algo que podemos alcanzar mediante la práctica cotidiana de la plena consciencia. La práctica de la plena consciencia no se limita a la sala de meditación, sino que también se ejercita en la cocina, en el jardín, mientras hablamos por teléfono o cuando conducimos o lavamos los platos. Estar presente con lo que, en nosotros y en nuestro alrededor, hay de bello y sano es algo que podemos hacer a diario, tratando de llevarlo a la práctica en todas nuestras actividades cotidianas.


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 1 de septiembre de 2021

MANTRA PARA SOLICITAR AYUDA


El cuarto mantra es un poco más difícil y dice así: «Querido, estoy sufriendo. ¡Ayúdame, por favor!».

Este mantra es adecuado para los momentos en que estás sufriendo y crees que la persona amada es la causa de tu sufrimiento. Si fuese otra la persona la que hubiese actuado mal contigo, sufrirías menos, pero se trata de alguien a quien amas. Por eso, sufres profundamente y lo último que sientes que debes hacer es pedirle ayuda. Prefieres esconderte en tu habitación, cerrar la puerta y ponerte a llorar en soledad. En este caso, el principal obstáculo para la reconciliación y la curación es el orgullo. Según el Buda no hay lugar, en el amor auténtico, para el orgullo.

Cuando sufras de ese modo, debes dirigirte a la persona amada y pedirle que te ayude. Ese es el verdadero amor. Debes ir más allá del orgullo y no dejar que te aísle. Siempre debes dirigirte a la otra persona.

Practica unificando antes tu cuerpo y tu mente y luego dirígete a la persona amada y pronuncia el cuarto mantra: «Querido, estoy sufriendo. ¡Ayúdame, por favor!». Esto es algo tan sencillo como difícil de llevar a cabo.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...