domingo, 30 de junio de 2019

¿DE QUE ESTÁN HECHAS LA MUJERES?

TOITICO BIEN EMPACAO

CADA PASO UNA META


SEXUALIDAD MASCULINA (Un problema para resolver) PARTE III


La dependencia sexual masculina

Tres aspectos han colaborado para que la adicción y la decadencia de la sexualidad masculina sea una realidad: el antropológico-social, el cultural~educativo y el biológico. Aunque todos están entrelazados, los separaré para que puedan verse mejor.

Una tercera variable que predispone marcadamente a la adicción está relacionada con el placer biológico.

Tratando de no caer en reduccionismos organicistas, entre hombres y mujeres hay una tajante diferencia biológica en lo que se refiere a la relación que se establece entre placer sexual y procreación. Aunque en el hombre el goce sexual no siempre está atado a la eyaculación, ya que puede haber orgasmos sin eyaculación o viceversa, casi en la totalidad de los casos, orgasmo (placer) y eyaculación van de la mano.

Es decir, para procrear de manera natural (olvidémonos un instante de los bebés probetas y de la fertilización in vitro), el varón sólo puede hacerlo desde el placer. Si no hay excitación, es bastante difícil, si no imposible, depositar los espermatozoides necesarios para que se dé la concepción. Venimos equipados para sentir el sexo de manera intensa y vigorosa. Hasta hace poco, cuando los métodos artificiales de procreación estaban en pañales y la naturaleza mandaba, la conclusión era definitiva: si se acababa el placer sexual, se acababa la especie. Esta hipótesis, más allá de excusar o justificar cualquier exceso sexual masculino o el atropello de los derechos femeninos, simplemente podría estar indicando una de las causas del escaso autocontrol masculino frente a su actividad sexual.

La mujer funciona distinto. Aunque ella posee una gran capacidad para sentir y disfrutar del sexo tanto o más que nosotros, el orgasmo femenino no es una condición biológica directa para la concepción. Miles de casos de embarazos producto de violaciones lo atestiguan, como también aquellas mujeres inorgásmicas que son madres; esto es irrebatible. El deseo sexual puede inducir a la mujer a tener más relaciones y aumentar la probabilidad de que quede embarazada, pero esto no implica que el orgasmo intervenga directamente en la gestación. Galeno pensaba que existía un semen femenino imprescindible para la procreación, que al juntarse con el semen masculino formaba el embrión. Esta posición era muy feminista para la época, ya que al ser el orgasmo femenino un requisito esencial para la fecundación, los moralistas cristianos de aquellos tiempos no tenían más remedio que aceptar el placer femenino y reivindicar el derecho de la mujer a sentir. Sin embargo, la posición de Galeno no sólo chocaba con la realidad, sino con los respetadísirnos y temibles dogmas aristotélicos que decían lo contrario. Al final de la Antigüedad, Aristóteles era el vencedor, tal como atestiguan san Jerónimo y san Agustín, e incluso Alberto el Grande en el siglo XIII. Pero en los siglos XVI y XVII, los médicos, más orientados al quehacer científico, y un grupo importante de filósofos, retomaron nuevamente la teoría de Galeno. La disputa siguió por varios cientos de años, sin definiciones drásticas y tratando de quedar bien con los padres de la Iglesia y la ciencia médica. Además, la cosa tenía un claro matiz teológico, porque nadie podía dudar de un placer sexual femenino, pero éste debía tener alguna utilidad para la procreación para que pudiera ser aceptado por la doctrina cristiana. Por último, para resumir la cosa, la salida diplomática intermedia entre Galeno y Aristóteles fue reconocer salomónicamente que, si bien el goce femenino no era condición necesaria para la fecundación, lo era para su perfección: se decía que los niños que habían sido concebidos con placer sexual femenino debían ser más sanos y perfectos que los que eran concebidos sin placer sexual maternal.

En la actualidad, parece haber acuerdo en que el aporte biológico femenino) a la supervivencia de la especie, más que el orgasmo, es el afecto y el amor hacia el recién nacido. No hablo del instinto maternal freudiano tradicional, sino de la importancia que la proximidad afectiva adquiere para la conservación de la vida en todo el proceso de gestación y crianza, y más allá. El amor intenso de la madre no sólo garantiza el cuidado prenatal, sino el complejo aprendizaje social posterior del niño (el más prolongado de cuanta criatura viviente existe). En su paquete genético la mujer trae una marcada predisposición a disfrutar del "dar afectivo", y no me estoy refiriendo al pernicioso concepto de abnegación, determinista y autodestructivo, al que solían ceñirse nuestras abuelas, sino al acto de amar con decoro. La mayor profundidad afectiva de la mujer respecto del varón es un hecho. Qué tanto se deba a factores genéticos o sociales está por verse.

La perspectiva presentada muestra claramente que en la conformación de la dependencia sexual masculina se entrelazan lo biológico y lo cultural de manera compleja. Sin embargo, pese a su larga y aplastante tradición, esta tendencia negativa está comenzando a revertirse. Una sexualidad masculina que se desarrolla fundamentalmente lejos de la adicción, y más cerca del afecto, se está gestando. Este cóctel, asombroso y extraño para muchos varones, produce una nueva e interesante forma de éxtasis, más intensa e impactante y mucho más sana.Y es apenas natural, porque cuando la energía sexual masculina se fusiona con la del amor ocurre una gran explosión interior que rebasa todo apego y nos coloca en el umbral de la trascendencia. En realidad, cuando esta comunión se da estamos tan cerca de la iluminación que no podemos hacer otra cosa que morirnos de la risa.



Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet

sábado, 29 de junio de 2019

SEXUALIDAD MASCULINA (Un problema para resolver) PARTE II


La dependencia sexual masculina (continuación):


Tres aspectos han colaborado para que la adicción y la decadencia de la sexualidad masculina sea una realidad: el antropológico-social, el cultural~educativo y el biológico. Aunque todos están entrelazados, los separaré para que puedan verse mejor.


La segunda causa debemos buscarla en los patrones de educación sexual del varón, si es que los hay.

La sociedad occidental es indudablemente discriminatoria frente a la mujer. La cultura no sólo es más tolerante y permisiva ante la sexualidad masculina, sino que la promueve y anima. Se ve bien que el varón dé muestras precoces de su capacidad de procreación: "Macho como su padre", y no se ve muy bien al hombre casto y sin experiencia sexual. Muchas mujeres aún esperan que sea el varón quien les enseñe. El mundo de las recién casadas está repleto de esposas decepcionadas por la escasa habilidad de sus maridos. Algunas han llegado a creer que la luna de miel es una especie de curso sexual intensivo, donde se pueden ensayar maromas y luchas grecorromanas creadas y supervisadas por un marido sobrado en experiencia. La contradicción asoma claramente: mientras por un lado alentamos la sexualidad masculina en los jóvenes como prueba de virilidad, la ética moral y religiosa predica la abstinencia como una virtud recomendable, tanto para el alma como para el cuerpo. No obstante, la mayoría de los padres y madres, incluso los más estrictos en cuestiones normativas relacionadas con la moral y las buenas costumbres, suelen hacer la vista gorda y dejar que el pobre muchacho se desfogue de vez en cuando, eso sí, con altura y corrección.

Uno de los mayores miedos de los padres hombres es a tener un hijo homosexual; por eso, cuantas más muestras de heterosexualidad ofrezca el vástago, mejor. Recuerdo que cuando mi primo tenía cinco años le comentó a su padre, inmigrante napolitano y machista, que si era verdad que los hombres también podían hacerlo entre sí. Aterrorizado por la pregunta, mi tío decidió cortar la cosa de raíz y crear inmunidad de por vida: "¡Cuidado! ¡Los hombres que hacen eso quedan inválidos!". Fue tajante y contundente.

Mi primo y yo nos miramos, como diciendo: "¡Qué interesante!". El problema fue que nuestro consejero sexual no previó las consecuencias. A los pocos días, esperando que cambiara un semáforo en rojo, vimos pasar a un señor de mediana edad en silla de ruedas. Nuestra impresión fue enorme.

Estábamos observando la prueba viviente de la depravación masculina. La marca del peca do hecho realidad, desfilaba tranquila y descaradamente frente a nuestros ojos. No sólo no pudimos disimular nuestra sorpresa, sino que decidimos tomar partido y ser solidarios con la causa de los verdaderos machos.

Al instante, sacamos la cabeza por la ventanilla y, ante la mirada atónita del pobre señor y demás transeúntes, comenzamos a esgrimirlas sagradas consignas: "¡Mariquita!',"iMariquita!", "¡Degenerado!", "¡Ya sabemos lo que hiciste!", "¡Mariquita!"... En fin, las arengas fueron tan efusivas y explícitas que mi tío se pasó el semáforo en rojo, no sin antes preguntar si habíamos enloquecido.

Necesitamos varias sesiones extras de "educación sexual" para comprender que la cosa no era tan drástica, y que había excepciones. En realidad, según la experiencia de mi tío, solamente algunos hombres que hacían el amor con otros hombres se volvían parapléjicos.

Deberíamos ser más sinceros con nuestros hijos. Más allá de cualquier juicio de valor al respecto, hay que preparar mejor a los pequeños varones para enfrentar su vida sexual. Se da por sentado que el hombre viene, desde el nacimiento, con el don sexual en su haber, y pese a que la existencia de este instinto es innegable (es posible detectar erecciones en fetos desde los siete meses), no es suficiente para que un buen desarrollo psicosexual tenga lugar. La información inadecuada y distorsionada sobre el tema crea una ambivalencia ética-biológica (pecado vs. placer), la cual suele disimularse en una doble vida culturalmente aprobada y amparada en el matrimonio: esposa y moza. Una honesta educación sexual masculina, sin mentiras ni falsos principios, está por construirse; el problema es que no parece haber muchos instructores dispuestos a ayudar. Mientras tanto, millones de hombres se entrenan y aprenden el complejo arte de la infidelidad, sin ser vistos.



Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet

AJUSTANDO LAS VELAS


viernes, 28 de junio de 2019

SEXUALIDAD MASCULINA (Un problema para resolver) PARTE I


La dependencia sexual masculina

El deseo irresistible y désbocado por las mujeres es una realidad que afecta a la generalidad de los   hombres. La gran mayoría de los varones, tarde que temprano, nos rendimos al incontenible impulso que nos induce, sin compasión y desalmadamente, no ya a la reproducción sino al placer del sexo por el sexo. La dependencia sexual masculina se hace evidente en el erotismo que tiñe prácticamente toda nuestra cultura: la demanda es desesperada y la oferta no tiene límites. El incremento alarmante de violaciones, prostitución, abuso infantil, acoso sexual y consumo masivo de pornografía violenta, entre otros indicadores, evidencian que en el tema de la sexualidad algo se nos salió de las manos. La prevalencia de parafilias (un tipo de trastorno sexual) que se producen violentamente y contra la voluntad de las otras personas, como el sadismo sexual y la pedofilia (preferencia sexual por los niños), ha aumentado ostensiblemente. Los hombres mantenemos un liderazgo definitivo en esto de las desviaciones sexuales, ya sean peligrosas, simpáticas o inofensivas. En el masoquismo, que es donde menos mal estamos, aventajamos a las mujeres en una proporción de 20 a 1. Las otras alteraciones como el exhibicionismo, el fetichismo (actividad sexual compulsiva ligada a objetos no animados como ropa, zapatos, lencería de mujer, etc.), el voyeurismo (observar ocultamente actividades relacionadas con lo sexual), el travestismo, y el sadismo y la pedofilia que ya nombré, no parecen existir en el 99% de las mujeres. Por el contrario, los llamados trastornos del deseo sexual, es decir, desgano por el sexo, son mucho más frecuentes en mujeres que en varones.
Si algún osado varón decide eliminarlo de una vez por todas, sin cirugías y a plena voluntad, la tarea suele quedarle demasiado grande; nadie está exento. Mientras una mujer promedio puede estar tranquila durante meses sin tener sexo, el varón normal, al mes o mes y medio, empieza a sentir cierta inquietud interior que luego se transforma en incomodidad, y más tarde en barbarie. La libido comienza a nublarle la vista y a maltratar su organismo, e incluso su inteligencia comienza a debilitarse. Un mal humor y cierta quisquillosidad imposible de ocultar afectan su entorno inmediato, sobre todo cuando amanece. La mayoría de los hombres, salvo honrosas excepciones como los eunucos y algunos célibes, no sabe ni puede vivir sin esta tremenda fuerza vital funcionando. El sexo nos quita demasiado tiempo y energía. Si esto no es adicción, se le parece mucho. La famosa frase de Cesare Pavese: "Los hombres estamos locos, la poca libertad que nos concede el Gobierno, nos la quitan las mujeres", adquiere especial significado en lo que a sexualidad se refiere.

La nueva masculinidad quiere canalizar esta primitiva y encantadora tendencia. Jamás eliminarla, no está de más la aclaración, sino reestructurarla, reacomodarla y tener un control más sano sobre ella. No estoy hablando de ”asexualizar" al varón, eso sería desnaturalizarlo; el sexo nos gusta y eso no está en discusión. A lo que me refiero es a romper la adicción, a querer más nuestro cuerpo y a diluir un poco más el sexo en el amor, a ver qué pasa. Ni la restricción mojigata, aburrida y poco creativa que maligniza y flagela la natural expresión sexual, ni la decadencia de la sexualidad manifestada en un afán compulsivo y desordenado por el éxtasis, que no nos deja pensar y nos arrastra a la humillación.

Tres aspectos han colaborado para que la adicción y la decadencia de la sexualidad masculina sea una realidad: el antropológico-social, el cultural~educativo y el biológico. Aunque todos están entrelazados, los separaré para que puedan verse mejor.

Un primer factor lo encontramos en el culto al falo. Desde tiempos inmemoriales y en casi todas las culturas, estatales, tribales y preestatales, han existido ceremoniales de veneración al miembro masculino, a su tamaño y a sus funciones mágicas. La mitología griega y romana está llena de enredos amorosos donde los dioses varones hacen uso y abuso de sus atributos sexuales. También muchas divinidades menores y criaturas eróticas, como los sátiros y los silenos, los faunos perseguidores incansables de las ménades y los Hermes, eran marcadamente fálicas. Pero, sin lugar a dudas, los mayores adoradores del falo fueron los romanos. La fiesta anual del dios Liber estaba representada por un tronco en forma de falo, al igual que el Matunus Tununus, que concedía fertilidad a las recién casadas. Un dios especialmente reconocido en el panteón romano era Príapo, hijo deVenus y Baco (el de las famosas bacanales), cuya imagen física marcadamente desproporcionada dejaría boquiabierto a más de un experto en efectos especiales. Incluso, en su honor se le ha dado el nombre de priapisrno a una enfermedad que consiste en la erección constante y dolorosa del pene, que puede durar horas y que necesita intervención médica. Los amuletos de apariencia fálica eran de uso común, y el mejor antídoto contra el mal de ojo. Se consideraba, además, que cualquier objeto en forma de falo, colocado sobre las puertas de las casas, ejercía un papel protector. La representación del pene erecto aparecía en toda la decoración hogareña romana y por la ciudad entera, pero no obstante, su utilización no obedecía a intenciones pornográficas, sino a la creencia de que el falo era un símbolo saludable de vida.

La adoración fálica adoptó distintas formas rituales a lo largo de la historia. En ciertos puebla~primitivos, y no tan primitivos, las mujeres se frotaban sobre unas piedras verticales fijas llamadas menhires, para aumentar así su fertilidad. Las culturas precolombinas y americanas están plagadas de figuras fálicas, destacando su poder sanador y milagroso. El pene también a veces se involucraba en las batallas; los historiadores relatan cómo los guerreros celtas se lanzaban al ataque totalmente desnudos y con sus miembros viriles en erección, como prueba de vigor y potencia, con el objeto de impresionar a sus enemigos (algo similar ocurre en los primates). En épocas más recientes, la veneración fálica se hizo más sutil. Pareciera existir un efecto paradójico: cuando la cultura reprime o intenta bloquear excesivamente la sexualidad, ella se desvía a formas más indirectas de expresión artística, religiosa y social. Por ejemplo, en la Inglaterra victoriana, bajo el imperio de la flagelomanía, las modas resaltaban exageradamente las figuras femeninas mediante el uso de corsés y prendas superajustadas que hoy podrían escandalizar a más de una señora. A su vez, los diseños mobiliarios estaban sobrecargados de curvas sinuosas, eróticas y evidentemente sensuales. La sexualidad es el instinto que menos se doblega.

Muchos pensadores, religiosos, científicos y filósofos también han contribuido a la devoción fálica.

Algunos, como Aristóteles, llegaron a atribuir al semen propiedades celestiales, considerándolo un fluido metafísico y la esencia misma de la vida y la identidad. En esa época el pene se convirtió en el parlador de los fluidos quinéticos en estado puro: una expresión de la divinidad. La mujer era considerada un simple reservorio material, un mal necesario para que el varón pudiera transmitir el alma. La personal¡dad y los caracteres heredados sólo eran responsabilidad del sagrado líquido masculino.

Otros, como San Agustín y Leopardo da Vinci, le achacaban al pene vida propia y alertaban sobre los peligros y otras consecuencias interesantes si el falo actuaba según su voluntad. El primero, unos mil años antes, más recatado y religioso, aconsejaba control voluntario a discreción y procreación sin placer para controlar al pequeño travieso. El segundo, más científico y desfachatado, sugería menos vergüenza y más exhibicionismo masculino: vestirlo y adornarlo como si se tratara de una personita, y pasearlo con orgullo. Pero tanto para uno como para el otro, el pene era algo que poseía vida propia, y algo de razón tenían si consideramos que la erección es un fenómeno puramente automático.

CONTINUARÁ  EN SIGUIENTE POST DE WALTER RISO



Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet

DOCTRINAS



jueves, 27 de junio de 2019

LA NATURALEZA DEL NO-NACIMIENTO Y DE LA NO-MUERTE


La nube no puede convertirse en nada. Es posible que una nube se convierta en lluvia, nieve o granizo, pero es imposible que se convierta en nada. Por ello la visión que da por sentada la aniquilación es una visión equivocada. Si eres un científico y crees que después de la desintegración de tu cuerpo dejarás de ser (es decir, que te convertirás en nada y pasarás de ser a no-ser), lo cierto es que no eres un buen científico, porque tu visión contradice la evidencia. 

Nacimiento y muerte son, pues, nociones emparejadas, como ir y venir, permanencia y aniquilación o yo y otro. La nube que aparece en el cielo es una nueva manifestación. Antes de asumir la forma de nube, la nube era vapor de agua producido por el calor del sol evaporando el agua del océano. Podrías decir que esa era su vida anterior. La nube, pues, es una continuación del agua del océano. La nube no viene de la nada, sino que siempre procede de algo. No hay nacimiento, pues, sino solo continuación. La verdadera naturaleza de todo es no-nacimiento y no-muerte. 

El científico francés del siglo XVIII Antoine Lavoisier afirmó: 

«Nada se crea y nada se destruye». Lavoisier formuló la misma verdad que había visto el Buda: que nada nace y que nada muere. Nuestra verdadera naturaleza es el no-nacimiento y la no-muerte. Solo cuando conectamos con nuestra verdadera naturaleza, podemos trascender el miedo a dejar de ser, el miedo a la aniquilación. 

Cuando las condiciones son suficientes, algo se manifiesta y decimos que existe. Cuando una o dos condiciones dejan de estar presentes y la cosa en cuestión no se manifiesta del mismo modo, decimos que no existe. No es adecuado, pues, calificar algo como existente o inexistente. En realidad, no existe nada que sea completamente existente ni completamente inexistente. 




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

ANHELANDO LA LLEGADA


miércoles, 26 de junio de 2019

LA CORTEZA DE LAS COSAS


Ibrahim Edhem reparaba un desgarrón en su abrigo, sentado a la orilla del mar. Pasó por allí el emir del país, que era un ferviente admirador de este sheij. El emir se puso a pensar:

"He aquí un príncipe que ha abandonado su reino. He aquí un rico que ha abandonado sus bienes. Ahora sufre por su indigencia. ¡Era un sultán y ahora remienda su abrigo, como un pordiosero!"

Ibrahim Edhem había captado estos pensamientos y, de pronto, dejó caer su aguja al mar. Después se puso a gritar:

"¡Oh, vosotros, peces! ¿Sabéis dónde se encuentra mi aguja?"

Al instante aparecieron millares de peces y cada uno de ellos tenía una aguja de oro en su boca y le decía:

"¡Toma tu aguja, oh sheij!"

El sheij se volvió entonces hacia el emir y le dijo:

"¿Qué reino es el mejor? Esto no es sino un signo exterior. Perderías la razón si conocieses la esencia de este reino. De la viña sólo un racimo de uva llega a la ciudad, porque la viña no puede transportarse a ella.

¡Sobre todo si esta viña es el jardín del Amado! Este universo no es más que una corteza."




150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

SENDA ESPIRITUAL


lunes, 24 de junio de 2019

LA CARGA


Un beduino viajaba, montado en un camello cargado de trigo. En el camino encontró a un hombre que le hizo mil preguntas sobre su país y sus bienes. Después le preguntó en qué consistía la carga de su camello.

El beduino mostró los dos sacos que colgaban a una y otra parte de la silla de su montura:

"Este saco está lleno de trigo y este otro de arena."

El hombre preguntó:

"¿Hay alguna razón para cargar así tu camello con arena?"

El beduino:

"No. Es únicamente para equilibrar la carga."

El hombre dijo entonces:

"Hubiese sido preferible repartir el trigo entre los dos sacos. De ese modo, la carga de tu camello habría sido menos pesada.

¡Tienes razón! exclamó el beduino, eres un hombre con una gran agudeza de pensamiento. ¿Cómo es que vas así a pie? Monta en mi camello y dime: siendo tan inteligente ¿no eres un sultán o un visir?
-No soy ni visir ni sultán, dijo el hombre. ¿No has visto mi vestimenta?"

El beduino insistió:

"¿Qué clase de comercio practicas? ¿Dónde está tu almacén? ¿Y tu casa?
-No tengo ni almacén ni casa, replicó el hombre.

-¿Cuántas vacas y camellos posees?
-¡Ni uno solo!

-Entonces ¿cuánto dinero tienes? Porque gozas de una inteligencia tal que podría, como la alquimia, transformar el cobre en oro.

-Por mi honor, ni siquiera tengo un trozo de pan que comer. Voy con los pies descalzos, vestido de harapos, en busca de un poco de comida. Todo lo que sé, toda mi sabiduría y mi conocimiento, ¡todo eso no me trae más que dolores de cabeza!"

El beduino le dijo entonces:

"¡Márchate! ¡Aléjate de mí para que la maldición que te persigue no recaiga sobre mí! Déjame irme por ese lado y toma tú la otra dirección. Más vale equilibrar el trigo con arena que ser tan sabio y tan desventurado. Mi idiotez es sagrada para mí. ¡En mi corazón y en mi alma está la alegría de la certeza!"



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

VISIÓN, SABIDURÍA Y AMOR


domingo, 23 de junio de 2019

EL ARCO


Un guerrero, armado de la cabeza a los pies, dirigía su caballo hacia el bosque. Al verlo llegar, tan altivo, un cazador se asustó. Tomó una flecha y tensó su arco.

Al verlo así, dispuesto a disparar, el caballero le gritó:

"¡Detente! No te fíes de las apariencias. La verdad es que soy muy débil. Cuando llega la hora del combate, estoy más asustado que una vieja."

El cazador le dijo entonces:

"¡Vete! Afortunadamente, me has advertido a tiempo. ¡Si no, habría disparado contra ti!"

Las armas son, para muchos, la causa de la muerte. Puesto que tú eres miedoso, abandona tus flechas y tu espada.



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

COMPRENDER TU SUFRIMIENTO TE LIBERA DE ESE SUFRIMIENTO


sábado, 22 de junio de 2019

FÉRETRO


Un niño se lamentaba ante el féretro de su padre:

"¡Oh padre mío! ¡En adelante tu sitio estará bajo la tierra! ¡Querido padre! ¡Estás en una morada tan estrecha, tan desprovista de todo! ¡Ni manta, ni cojín, ni jergón! ¡Sin una vela en la noche ni pan durante el día! ¡Sin puerta, sin techo, sin vecinos compasivos! ¡Ni siquiera el olor de una comida! ¡Sólo una morada tan estrecha que cualquiera perdería en ella el color de su tez!"

Entre los asistentes, había un niño, llamado Dyuha. Se volvió hacia su padre y le dijo:

"¡Oh, padre! ¡Tengo la impresión de que lo que describe este niño es nuestra casa



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

BARRERAS CONTRA EL AMOR


ADVERTENCIA DE CONSUMO

viernes, 21 de junio de 2019

LA MENTE DEL GUERRERO

COMPRENDER ES LA CLAVE


DE LA AGONÍA AL ÉXTASIS

La alegría significa entrar en tu ser. Al principio resulta 
difícil, arduo. Al principio tendrás que enfrentarte con
el sufrimiento; el camino es muy duro. Pero cuanto
más te internes en él, mayor será la recompensa.

Comprender es la clave

HAY QUE COMPRENDER UNA COSA: que la iluminación no significa huir del dolor, sino comprender el dolor, comprender tu angustia, tu sufrimiento; no es una tapadera, ni un sustituto, sino una profunda comprensión: «¿Por qué soy tan desgraciado, por qué tanta angustia, tanta tensión, cuáles son las causas de que yo mismo cree todo esto?». Y ver claramente esas causas equivale a librarse de ellas.

Comprender tu sufrimiento te libera de ese sufrimiento, y lo que queda es la iluminación. La iluminación no te llega así como así. Viene cuando se han comprendido perfectamente el dolor, la desdicha, la angustia y la tensión y se han evaporado porque ya no existe causa alguna para que sigan existiendo en ti: ese estado es el de la iluminación.

Por primera vez en tu vida te proporcionará verdadera satisfacción, verdadera dicha, verdadero éxtasis. Y sólo entonces podrás comparar.

Lo que denominabas «satisfacción» no era satisfacción. Lo que llamabas «felicidad» no era felicidad. Pero ahora mismo no tienes nada con qué compararlo.

Cuando la iluminación te permita conocer un poco de lo real, verás que todos tus placeres, toda tu felicidad eran simplemente sueños, que no eran reales. Y lo que ha llegado ahora se quedará para siempre.

Ésa es la definición de lo real: una satisfacción que cuando llega no se va. Una satisfacción que viene y se va no es satisfacción; es simplemente un intervalo entre dos desdichas. Igual que llamamos «período de paz» al intervalo entre dos guerras, que no es en absoluto un período de paz, sino la preparación para otra guerra. Si la guerra es positiva, el período entre dos guerras es una guerra negativa, una guerra fría. Funciona soterradamente; estamos preparándonos para una guerra en toda regla.

Todo lo que viene y se va es un sueño. Vamos a definirlo así: todo lo que viene y no se va es real. 

Intenta comprender tu sufrimiento. Vívelo, profundiza en él, averigua la causa, por qué está ahí. Que la comprensión sea tu forma de meditación.

Y trata de comprender tu satisfacción también, tu felicidad, y verás lo superficial que es. Una vez que sepas que tu felicidad es superficial y tu angustia muy profunda -y es algo que tienes en tus manos-, podrás cambiar el funcionamiento de tu consciencia. Tu satisfacción puede convertirse en tu ser entero, sin siquiera un rinconcito para la insatisfacción.

Tu amor se convierte en tu vida entera. Y se mantiene. Pasa el tiempo, pero lo que has logrado sigue haciéndose más profundo. De él brotan sin cesar flores y cantos. Eso es lo que llamamos iluminación. Es una palabra de Oriente, pero la experiencia no tiene nada que ver ni con Oriente ni con Occidente.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

ENSEÑANZAS


jueves, 20 de junio de 2019

EL PROPÓSITO DEL BUDISMO


Primero alcanza la iluminación,
luego instruye a todos los seres.

Hace muchos siglos, el filósofo griego Sócrates solía pasear por las calles y mercados de Atenas, enseñando a sus estudiantes. Les decía: “¡Tienes que conocerte a ti mismo! ¡Tienes que conocerte a ti mismo! ¡Tienes que conocerte a ti mismo!” Un día un discípulo le dijo: “Siempre dices que tenemos que conocernos a nosotros mismos. ¿Pero tú, te conoces a ti mismo?”

“No, no me conozco a mí mismo,” contestó Sócrates. “Pero comprendo este ‘no sé.’” Es una enseñanza muy interesante. La práctica budista señala a la misma experiencia, puesto que la mayoría de los seres humanos pasan sus vidas sin el menor sentido de quienes son.

Comprendemos muchas cosas de este mundo, pero no nos comprendemos a nosotros mismos. ¿Por qué hemos venido a este mundo los seres humanos?

¿Por qué vivimos en este mundo? ¿Por amor? ¿Por dinero? ¿Por respeto o fama? ¿Vivimos por nuestra esposa, esposo o niños? ¿Por qué vivimos en este mundo? Si alguien nos hace estas preguntas, tal vez respondamos: “Vivo por mis hijos. Vivo para ahorrar el suficiente dinero, o quizás simplemente para darme la buena vida.” La mayoría de las personas piensa así. Viven sólo para su familia, buscando alguna fugaz respetabilidad social, tal vez para gozar del arte o conseguir alguna posición de poder. Todo el mundo quiere gozar de una buena situación para sí mismo. Si observamos de cerca este mundo, es fácil ver que la mayoría de las personas comen, duermen y simplemente viven buscando su propia felicidad personal. Pero estas cosas no son el propósito real de la vida de los seres humanos. Son simplemente medios de vida provisionales para vivir en este mundo. Si los seres humanos no pueden descubrir quiénes son, ¿cómo podrán ser nunca felices?


Del libro:
La Brújula del Zen
Seung Sahn
Fotografía tomada de internet
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