martes, 30 de noviembre de 2021

¿DE QUÉ SIRVE "TANTO" AMOR, SI ESE AMOR TE LIMITA Y APABULLA?


 

NO IMPORTA CUÁNTO TE AMEN, SINO CÓMO LO HAGAN


 

PONER EL AMOR EN SU SITIO


Poner el amor en su sitio es darle un nuevo significado a la experiencia afectiva. Es obvio que tienes la posibilidad de construir tu relación y modular el sentimiento implicado. No hablo solamente de eros, sino además de la conjunción de philia y ágape, de la convivencia amorosa que no culmina ni se define únicamente en lo pasional. También hay que querer amar, tal como dice la novelista Alice Ferney, también existe una dimensión que incluye esfuerzo y decisión: el que ama es el cerebro y no el corazón. Al amor hay que reubicarlo hacia arriba, más cerca de la razón y más lejos de la pretensión omnipotente y sentimentalista que lo ha caracterizado. Un amor fuera de control es definitivamente apasionante para las almas atrevidas y deseosas de emociones fuertes, pero igualmente puede resultar malsano si estamos con la persona equivocada.

Obviamente, como ya he dicho antes, no se trata de negar o reprimir el picante del enamoramiento, sino de tener claro'"que existe una línea delgada que no se puede traspasar si queremos amar saludablemente y disminuir la probabilidad futura de sufrir de manera intensa e innecesaria.

La reestructuración del amor de pareja que propongo sugiere sentir y pensar el amor de otra manera, revisar los principios tradicionales que lo sustentan y transformarlo en una experiencia más humanista y razonable: amor digno, amor ético, amor democrático, amor justo. Darle una nueva cualidad al amor, sin perder su esencia, implica asumir unos valores distintos a los convencionales, cambiar la cantidad por la calidad y destacar que, como lo he mencionado en otras oportunidades, no importa cuánto te amen, sino cómo lo hagan.

¿De qué sirve "tanto" amor, si ese amor te limita y apabulla? Así no haya mala intención (supongamos), así no haya golpes ni patadas, el aburrimiento y el maltrato psicológico pueden destruir cualquier relación. Perderse en un amor que pretende justificarse a sí mismo, que no necesita de ninguna virtud adicional, porque supuestamente ya las tiene todas, no deja de ser un despropósito.

Propongo dos cambios básicos en la manera de concebir el amor:

1. Revisar nuestra mitología del amor de pareja y reemplazar algunos de los valores tradicionales (fusión/comunión, generosidad y deber) por otros más orientados a fomentar el bien común y más adaptados a nuestros tiempos (solidaridad, reciprocidad, autonomía). Llamaré a esta modalidad amor democrático (cuya inspiración es la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano: libertad, igualdad, fraternidad).

2. Incluir en las relaciones afectivas los derechos humanos, considerando que lo privado, lo que ocurre de puertas para adentro, también debe ajustarse a los principios que definen la dignidad de las personas (respeto, consideración y no dominación). Llamaré a esta modalidad amor digno (cuya inspiración es la Declaración Universal de los Derechos Humanos).

Si una relación afectiva se mantiene dentro de los principios del amor democrático y del amor digno, además de contar con el soporte sentimental, será placentera, alegre, incitante y; estable. La pasión no tiene por qué perderse y puede seguir siendo horizontal, dentro y fuera de la cama. Si haces el amor “democráticamente", sentirás que tú también cuentas, que tu ser está tan presente como el deseo que te impulsa. Si haces el amor con "dignidad", nunca te convertirás en un objeto sexual. Y una vez asegurados estos dos pilares, podrás enloquecerte hasta donde se te dé la gana, porque existirá en ti la profunda convicción de que no harás lo que no quieras hacer.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

lunes, 29 de noviembre de 2021

HABÍA FORJADO MUCHAS IDEAS SOBRE CÓMO DEBÍA SER LA VIDA


 

COMPASIÓN


Oí de un hombre muy rico. Mulla Nasrudin fue a verle. Deseaba algún donativo para un orfanato que dirigía. El rico le dijo, “De acuerdo Nasrudin, te daré algo, pero has de cumplir con una condición; y nunca nadie la ha cumplido. Observa mis ojos. Uno es auténtico y el otro, falso. Si eres capaz de decirme exactamente cuál es el falso y cuál es el verdadero, te daré el donativo”.

Nasrudin le miró a los ojos y le dijo, “El ojo izquierdo es el auténtico y el ojo derecho es el falso”.

Sorprendido, el rico le dijo, “Pero, cómo lo adivinaste?”.




FUENTE: OSHO: ‘Yoga, la Ciencia del Alma’, Volumen 4, tomado de la dirección internet www.oshogulaab.com

domingo, 28 de noviembre de 2021

TU CAMINO ES UN ASUNTO EXCLUSIVAMENTE TUYO


 

LA MUERTE NO ES EL ENEMIGO


 

JOROSKA


(publicado originalmente en Recuentos para Demián. 1991)

Siempre le habían gustado los enigmas...

Desde chico se había desafiado a sí mismo en cuanto crucigrama, laberinto, criptograma y problema de ingenio se le había presentado.

Con mayor o menor éxito, había usado gran parte de su vida y de su cerebro en resolver problemas que otros habían inventado.

Por supuesto que no era infalible, pasaron por sus manos muchos acertijos que eran demasiado complicados para él.

Frente a ellos, Joroska había repetido una secuencia casi ritual: los miraba un rato largo y definía de un vistazo, como experto que era, si este problema pertenecía o no, al grupo de los insolubles.

Si su mirada confirmaba que lo era, Joroska tomaba aire y de todas maneras se abocaba a la resolución.

Comenzaba entonces la etapa de la frustración (por psicologizar el análisis del ritual).

Aparecían las preguntas imposibles, los caminos cerrados, los símbolos intrincados, las palabras desconocidas, los planteos imprevisibles.

Joroska había descubierto, hacía tiempo, su actitud exitista frente a la vida.

¿Sería por eso que estos enigmas terminaban por enojarlo?

El caso es que poco tiempo después de la tentativa, se aburría cósmicamente y abandonaba el problema, criticando en el fondo de su subconsciente al estúpido hacedor de problemas que él no podía resolver...

Creo que fue debido a que también se aburría con los planteos demasiado fáciles, que llegó a la conclusión de que hay un enigma a la medida de cada "resolvedor", y sólo uno mismo puede saber cuál es su medida.

Lo ideal - se dijo - sería crear los propios acertijos a la propia medida.

Pero inmediatamente se dió cuenta de que eso haría perder interés al enigma mismo. El creador tendría la solución a medida que planteaba el problema.

Un poco jugando y un poco animado por la idea de servir a otros a que pudieran resolver en el futuro estos enigmas, empezó a crear dilemas, juegos de palabras, de números, problemas de lógica y planteos de pensamiento abstracto...

Pasaron años, todos sus acertijos eran compartidos con amigos, revistas especializadas y algunas últimas páginas de diarios locales.

Joroska se transformó en un famoso diseñador de enigmas y acertijos...

Pero su gran obra fue, sin lugar a dudas, la construcción del laberinto.

En el fondo de su casa enorme, empezó, los días de solcito y paz, a levantar paredes, ladrillo por ladrillo, para armar a escala natural un enorme laberinto.

Todos sus trabajos podían editarse, imprimirse y distribuirse, todos, menos ese.

El laberinto no se publicaba ni se trasladaba.

El laberinto sólo crecía y crecía en el fondo de la casa.

Joroska lo complicaba más y más. Casi sin darse cuenta, el intrincado acertijo tenía cada vez más caminos sin salida.

La construcción se transformó en parte de su vida. No había un día en el que Joroska no agregara algún ladrillo, tapara una salida o prolongará una curva para hacer más difícil su recorrido.

¿Cuándo fue? Diría yo que alrededor de 20 años después.

El fondo del terreno ya no alcanzaba para seguir construyendo y entonces el laberinto empezó, casi naturalmente a incluirse en su propia casa.

Para ir del dormitorio al baño había que dar 8 pasos al frente, girar a la izquierda, dar 6 pasos, luego a la derecha, bajar 3 escalones, caminar 5 pasos, doblar otra vez a la derecha, saltar un obstáculo y abrir una puerta...

Para ir a la terraza había que inclinar el cuerpo sobre la pared izquierda, rodar unos metros y subir por una escalera de soga hasta el piso alto...

Así, de a poco, su casa se fue transformando en un gran laberinto en tamaño natural...

Al principio esto lo llenó de satisfacción.

Era divertido transitar esos pasillos que lo conducían, también a él, a veces a rutas sin salida ya que era imposible recordar todos los caminos en la memoria.

Era un laberinto a medida.

A su medida.

Desde entonces, Joroska invitó mucha gente a su casa, a su laberinto; pero aún los más interesados terminaban, como él en otros acertijos, defraudados, desbordados y aburridos.

Joroska se ofrecía a guiarles por su casa, pero la gente después de un rato decidía irse.

Poco más o poco menos todos le decían lo mismo:

- No se puede vivir así!!

Finalmente, Joroska no aguantó su eterna soledad y se mudó a una casa sin laberintos donde pudo recibir a la gente sin problemas.

Sin embargo, cada vez que conocía a alguien que le parecía lúcido, lo llevaba a su verdadero lugar. (Como hacía aquel niño que fue el aviador de "El principito" con sus dibujos de las boas cerradas y las boas abiertas, así, Joroska abría su laberinto a los que le parecían merecedores de tal "distinción").

... Pero Joroska nunca encontró nadie que quisiera vivir con él en ese lugar.




Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet

sábado, 27 de noviembre de 2021

SÉ VIGILANCIA. SÉ ESO.


 

NO DEJES QUE LOS DEMÁS TE PERTURBEN


Me referiré ahora a las relaciones con los demás. ¿Tienes problemas? Echa una 
mirada sobre ti mismo; pregúntate por qué estás perturbado, de dónde proviene la perturbación. De nuestra programación, de allí. Algunas veces, en el pasado, me asombré de que las personas que me producían enojo por su comportamiento no parecían enojar a otros que son mucho, mucho mejores que yo. Me preguntaba:

-¿Cómo es que él no se enoja al exponerse a ese comportamiento? ¿Cómo es que yo sí?

Algo me sucede. Y así estaba yo ocupado en tratar de cambiarla, cambiarlo o cambiarlos. Pero cuando no estoy perturbado...¡oh!, entonces eso está bien, ¡está bien! Entonces estoy capacitado para "entrar en el cambio", en cualquier actividad que implique cambio. Pero no antes, porque mi telescopio está fuera de foco. ¡Hay un gran secreto que sirve para las relaciones humanas y me ha ayudado muchísimo. Cada vez que tengo problemas con alguien, si estoy perturbado, me digo:

- Eh, Tony, algo te pasa. ¿Qué tal si tú y yo nos sentamos y le damos un buen vistazo a eso? ¿De acuerdo?

- De acuerdo.

Pero aún muero por decirme a mí mismo:

- Oh, no, estás perturbado, ¿no es así?

La perturbación no viene de él, no viene de ti, viene de tu programación.

- Oh, sí; ¡comprendo!

De repente, entonces, aparecen la perspectiva, la distancia, la comprensión, el amor; ¡por fin! Así y todo, puede ser bastante duro; tú puedes ser bastante duro, el amor puede ser bastante duro. Pero el amor es imparcial, el amor es justo; el amor comprende; el amor no tiene prejuicios.

Bien. Esto es suficiente para el tema de las relaciones humanas.



Extracto del libro:
Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Fotografías tomadas de Internet

viernes, 26 de noviembre de 2021

¿YA NO LO AMAS?


 

VIVIR EN PELIGRO, EN CONSTANTE PELIGRO


 

LO OPUESTO AL MIEDO


Cuando en el año 1966, en plena guerra de Vietnam, conocí al doctor Martin Luther King Jr., una de las cosas de las que hablamos fue de la importancia de construir una comunidad o, como la llamamos en el budismo, una sangha. El doctor King sabía que la creación de una comunidad es un asunto vital y era muy consciente de que, en su ausencia, son muy pocas las cosas que pueden lograrse. Una sensación sólida de hermandad nos infunde la fuerza suficiente, cuando sentimos miedo o desesperación y nos ayuda a consolidar el poder del amor y la compasión. La fraternidad puede sanar y transformar nuestras vidas. El doctor King dedicó buena parte de su vida a construir una comunidad a la que llamó “la comunidad amada”.

Nuestra sangha, nuestra comunidad amada, está compuesta por un grupo de personas que se reúnen a practicar plena consciencia concentración y visión profunda y se sienten abrazadas y apoyadas por la energía colectiva generada por la práctica. Con frecuencia, nuestros sentimientos de soledad y aislamiento nutren al miedo y le ayudan a crecer. Pero en la sangha hay personas cuya práctica es lo suficientemente poderosa como para sentarse y compartir la energía de su plena consciencia. A ellas podemos recurrir en busca de ayuda:

«Queridas hermanas, queridos hermanos, necesito vuestra presencia.

Sufro mucho y yo solo no puedo abarcar ese sufrimiento. ¡Ayudadme, por favor!». 

Cuando respiramos juntos, la energía combinada de nuestra plena consciencia nos hace capaces de reconocer, abrazar y transformar ese dolor. Sabemos que no somos gotas aisladas, sino que formamos parte del río de la sangha y que nuestra unión puede alimentar un océano.

Cuando hay curación y paz, sabemos que existe una sangha real.

Con el apoyo de la sangha, no solo la práctica, sino la vida en general, resulta mucho más sencilla. La sangha puede ser tu familia, un grupo de amigos o cualquier comunidad de apoyo. Crear una sangha significa construir nuestra seguridad, apoyo y felicidad.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 25 de noviembre de 2021

NO ESTÁS AQUÍ PARA CAMBIAR EL MUNDO


 

DESCANSA EN LA VIGILANCIA


 

EN QUÉ QUEDAMOS: ¿EGOÍSMO O ALTRUISMO?


Las teorías clásicas sobre este lema postulan o bien que el egoísmo es una condición innata de los seres humanos (Hobbes) o que las personas estamos naturalmente inclinadas a la benevolencia y la simpatía (Hume). Como suele pasar en casi todos los debates, los extremos son válidos solamente para casos excepcionales. La mayoría de nosotros está ubicada entre el egoísmo narcisista y el altruismo de la madre Teresa: ni monstruos acaparadores ni bellas almas. La filósofa Victoria Camps, en el libro Paradojas del individualismo, sobre la oposición egoísmo/altruismo, afirma; Éstos no son tan dicotómicos, no es fácil distinguir en ellos el puro egoísmo de la voluntad del-bien. En la práctica, todo aparece más ambiguo y mezclado, porque en realidad, ni el individuo es tan egoísta ni su razón es capaz de conocer el bien absoluto, La vida interpersonal del día a día parece estar más cerca de una teoría pluralista: somos egoístas y altruistas a la vez. Los investigadores han encontrado que los comportamientos benévolos esconden tintes egoístas y que ponen en duda el desinterés total e inexorable. Cuando hacemos el bien, podemos sentirnos alegres ("Me siento feliz cuando hago el bien"), esperar una recompensa a largo plazo ("Iré al cielo"), recibir refuerzo social ("Soy un héroe") o evitar sentirnos mal ("Hago el bien porque sufro con el dolor ajeno"). Cuando le damos un caramelo a un niño para que deje de llorar, no somos altruistas ni generosos, sino pragmáticos.

El problema aparece cuando la entrega entra en conflicto con nuestras creencias y principios. Por ejemplo: si tu pareja te suplica que lo ayudes a conseguir su dosis personal de cocaína, ¿lo harías? Si tu marido te pide que le permitas seguir viendo a su amante por un tiempo porque no es capaz de renunciar a ella, ¿aceptarías? Si tu novio te pide que cambies de profesión porque se siente desplazado, ¿harías a un lado tu vocación? Si tu pareja necesita ir a jugar al casino y te pide parte del dinero que han ahorrado, ¿la complacerías? La abnegación que practicamos la mayoría de los humanos transita puntos medios, que no necesariamente son lo óptimos. Si aplicamos la fórmula aristotélica, diríamos que para alcanzar un justo medio entre el egoísmo y el altruismo, habría que entregar aquello que consideramos justo, en el momento y durante el tempo apropiado, por un motivo noble y correcto. La virtud de la moderación: razón, buen sentido y sabiduría. La pregunta que surge es apenas obvia: ¿quién es capaz de transitar esos caminos de templanza óptima y no salirse del cauce de vez en cuando? No sé de ninguno. ¿Qué hacer entonces? Una solución elegante es lo que se conoce como altruismo recíproco: yo te doy y esperó que tú me des, así sea algún día, no con avaricia, sino en aras de la supervivencia de la pareja o el grupo. Cuando se practica por todos los miembros de una comunidad determinada, el beneficio es general y si la comunidad es de dos, mucho más fácil. No se trata de recuperar necesariamente la "inversión" con creces, sino de cooperar sabiendo que si algún día estoy en las mismas, la retroalimentación estará disponible. A veces eres tú, a veces soy yo: acuerdo humanitario. No tiene que ser exacto el balance, pero sí proporcionado. Lo importante es que en todo intercambio, los "individualismos responsables" se conecten y trabajen conjuntamente a favor del bien común. Con eso basta. Por tanto, puedes decir un rotundo "no", cuando la exigencia de tu pareja se devuelve en tu contra o afecta tu bienestar y no sentir culpa por ello.

Miguel de Unamuno, en el libro el Sentimiento trágico de la vida, plantea una diferencia que resume muy bien lo que quiero decir. Una cosa es afirmar: "Ama a tu prójimo como a ti mismo" (que incluye el amor propio como punto de referencia) y otra muy distinta decir: "¡Ámate!", a secas (lo cual sería una invitación al narcisismo). Por eso, Unamuno se refiere al egoísmo bien entendido como el principio de la gravedad psíquica, el punto de conexión a tierra donde el yo se consolida.

Recapitulemos:

"¡Ámate!": inducción al narcisismo (tendencia al individualismo irresponsable).

"¡Ama a tu prójimo!": inducción al sacrificio por el sacrificio (tendencia al altruismo radical).

"¡Ama a tu prójimo como a ti mismo!": síntesis saludable; suma valorativa. Inducción a la ética como amor propio (individualismo responsable, altruismo recíproco, sabiduría afectiva).

¿Dónde quedan los sentimientos, entonces? Son el motor, la energía de la entrega. En la dedicación saludable, amorosa y sensata, existen tres posibilidades:

• Congratulación: "Tu alegría me alegra". (Ojo: cuando la alegría de tu pareja ya no te alegra y/o por el contrario te produce fastidio, ya no la amas).

• Compasión: "Tu dolor me duele". (Ojo: cuando el dolor de tu pareja ya no te duele y/o por el contrario te fastidia, ya no la amas).

• Empatia:"Me identifico con tus emociones, sean buenas o malas". (Ojo: cuando ya no hay conexión, no hay relación.

Si no procesas las emociones de tu pareja, ya no la amas).

El secreto de toda dedicación saludable, en la que nadie sobra y la independencia nos acerca a la persona amada, es la mezcla del individualismo y el altruismo, un poco de cada uno, pero ambos amenizados por el sentimiento del amor.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

miércoles, 24 de noviembre de 2021

EL FINAL DE LA EXPLORACIÓN


 

NO PUEDES ESCAPAR


 

¿POR QUÉ SUFRIMOS?


NO dejaremos de explorar,
y el final de la exploración
será llegar al punto de partida
y conocer el sitio por primera vez.

T. S. Eliot, «Little Gidding»



He sido, la mayor parte de mi vida, un pequeño yo triste y solitario, una ola deprimida en el océano cósmico de la vida. Me sentía totalmente separado de ese océano, y vivía en lucha constante conmigo mismo y con los demás, sin disfrutar jamás de un solo momento de descanso. Pasé muchos años intentando desesperadamente encajar, triunfar, conectarme con los demás, encontrar amor, descubrir mi sitio en el mundo, pero, a pesar de todos mis esfuerzos, caí en una depresión cada vez más profunda. Culpaba a todo y a todos de cómo me sentía: a mis genes, la química de mi cerebro, la educación que recibí, mis padres, mis amigos, mi jefe, la crueldad de la vida, nuestra sociedad obsesionada con el dinero, los medios de comunicación, los carnívoros, los políticos, las corporaciones, los «malhechores»... Mi desdicha nada tenía que ver conmigo, o eso creía yo. Era la única respuesta posible a una vida que se había vuelto contra mí. La vida era cruel, era injusta, era hostil; la vida me había maldecido. La culpaba de mi desdicha, y sentía que tenía perfecto derecho a hacerlo. «Si hubieras pasado por lo que yo he pasado, ¡tú también te sentirías como yo!»: así es como me gustaba justificar mi desdicha ante los demás.

La vida no había estado a la altura de mis expectativas, la gente me había defraudado y, por más que lo intentara, no tenía ningún control sobre el rumbo que mi existencia había tomado. A consecuencia de todo ello, acabé postrado en cama, sin energía para levantarme, asqueado, con un sentimiento de opresión y ganas de morir, sin fuerzas ni ánimo para hacer frente al día que se presentaba. ¿Qué sentido tenía salir de la cama? Detrás de la puerta de mi habitación, lo único que me esperaba era más desdicha. Sabía lo que era la vida, y quería eludirla a cualquier precio. La vida era dolor, y yo no quería sentir dolor.

¿Cómo había terminado así? En pocas palabras, a lo largo de los años había forjado muchas ideas sobre cómo debía ser la vida. Había recopilado muchas creencias acerca de la realidad, muchas teorías sobre la manera en que realmente funcionaban las cosas, muchos conceptos sobre lo que debía y no debía suceder en el mundo. Había llegado a infinidad de conclusiones sobre lo que estaba bien y lo que estaba mal, sobre lo que era bueno y era lo malo, lo que era normal y anormal, apropiado e inapropiado.

Y tenía muchas imágenes de mí mismo que había intentado sostener en pie, muchas exigencias sobre cómo quería que los demás me vieran y cómo quería verme a mí mismo.

Deseaba ver y que los demás vieran en mí a un triunfador, a un hombre atractivo, inteligente, generoso, bueno, compasivo y virtuoso. Pero la vida se interponía continuamente en mi camino impidiendo que se cumplieran mis deseos; la vida, sencillamente, no me dejaba ser quien yo quería ser. La vida no me entendía. Nadie captaba quién era yo. ¡Nadie me entendería jamás! El hecho de ver frustradas mis expectativas de la vida y de juzgarme, además, a mí mismo continuamente me acarreaba dolor, y yo detestaba el dolor y no quería tener que soportarlo ni un minuto más.

A pesar de todo, alrededor de los veinticinco años, tras una serie de percepciones muy lúcidas, empecé a entender con claridad que, en el nivel más básico, la depresión que sufría era en realidad la experiencia de mi profunda resistencia a la vida. No es que experimentara algo ajeno a mí llamado depresión. No es que algo llamado depresión me estuviera sucediendo. Lo que experimentaba era mi propia guerra interior con la manera de ser de las cosas, y, en la raíz de esa guerra, estaba mi propia ignorancia de quién era realmente. Había dejado de ver la completud de la vida; había olvidado cuál era mi verdadera naturaleza, e, indignado, me había lanzado a combatir la experiencia presente. Incapaz de darme cuenta de quién era en realidad, e identificándome por tanto como un «yo» separado, había entrado en guerra con el momento presente.

La depresión estaba enteramente relacionada con mi forma de ver el mundo: con los juicios que hacía de él, las creencias que tenía de él, las exigencias que albergaba sobre cómo debería ser este momento. Por debajo de aquella tentativa de controlar la vida con el pensamiento, estaba el miedo a los desafíos, a las pérdidas y, en última instancia, a la muerte. La resistencia que le oponía a la vida me llevó a una depresión extrema, suicida..., pero todos estamos desconectados de la integridad en mayor o menor medida, y el grado en que nos desconectamos de la integridad es el grado en que sufrimos. Yo me había desconectado de la vida totalmente, y el sufrimiento se hizo insoportable. Me había convertido en un cadáver andante, pero no era la vida la culpable de ello; inocentemente, lo había hecho yo, en mi porfiada búsqueda de una integridad futura que nunca iba a llegar.

En la raíz de la depresión estaba el sentimiento de que yo era una persona separada..., un yo individual, una entidad desvinculada de la vida en sí y apartada de este momento. Y aquel yo individual tenía que encontrar la manera de mantener, sostener y sustentar algo llamado «mi vida»..., de orquestarlo, de hacer que tomara la dirección en la que yo quería que fuera, de tener control sobre ello. Eso es lo que me habían enseñado desde muy niño, y eso es lo que el mundo me había estado gritando: se esperaba de mí que tomara las riendas de mi vida, que supiera lo que quería y fuera capaz de lanzarme a conseguirlo. Los demás parecían saber todos dónde estaban, qué hacían, adonde iban, y yo, en cambio, era incapaz de sostener en pie el relato de mi vida sin que me cayera encima y me aplastara. La depresión fue la experiencia de no ser capaz de mantener mi vida en pie y de sentir, como consecuencia, que mi vida, literalmente, me deprimía.

En la actualidad, veo que a todos nos «deprime» (del latín premere, «presionar», y de, «hacia abajo») el peso de nuestras vidas, el peso de nuestra historia y de nuestros futuros imaginados. En este sentido, puede decirse que ¡todos estamos deprimidos en mayor o menor medida!, pese a que solo cuando el peso se vuelve prácticamente imposible de acarrear nos atribuyamos el calificativo de «deprimidos» y nos separemos de nosotros mismos y de los demás. Aunque no todos suframos de depresión clínica, todos vamos por ahí cargados con un relato de nosotros mismos que hemos ido elaborando, intentando hacer que nuestra vida vaya por donde queremos que vaya. Y, en uno u otro nivel, todos fracasamos en esa tentativa de ser quienes no somos.

Mi sufrimiento tomó forma de depresión, angustia existencial, timidez enfermiza y total falta de intimidad en mis relaciones. Pero todos sufrimos a nuestra manera; ahora bien, o vemos en el sufrimiento un estado terrible que se ha de evitar a toda costa o lo vemos por lo que realmente es: una señal muy clara que nos indica el camino de vuelta a casa.

En medio de la depresión extrema, brilló de pronto otra posibilidad: quizá mi fracaso al intentar sostener mi vida no fuera en realidad una enfermedad, una perturbación mental ni una señal de debilidad o de disfunción. Quizá, de entrada, aquella no fuera mi vida, la vida que debía sostener en pie, y yo no fuera quien pensaba que era. Quizá la verdadera libertad no tuviera nada que ver con ser una ola mejor dentro del océano, con perfeccionar el relato de mí mismo que me contaba. Quizá la libertad tenía que ver sola y exclusivamente con despertar del sueño en el que somos olas separadas, y con abrazar todo lo que aparece en el océano de la experiencia presente. Quizá ese fuera mi trabajo, mi verdadera vocación en la vida: aceptar profundamente la experiencia presente, desprenderme de todas las ideas sobre cómo debería ser este momento, en vez de empeñarme en sostener una falsa imagen de mí mismo.

Empecé a perder interés en fingir que era lo que no era. Empecé a perder interés en oponer resistencia al momento presente. Empecé a enamorarme de la experiencia presente. Descubrí la profunda aceptación inherente a cada pensamiento, a cada sensación, a cada sentimiento, y el sufrimiento comenzó a caer en picado. Me di cuenta de que no era un ser defectuoso ni nunca lo había sido, y de que esto era igualmente aplicable a todos los demás seres humanos del planeta.



Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet

martes, 23 de noviembre de 2021

NO NOS GUSTA LA IMPERMANENCIA


 

VIVE LA VIDA


La vida necesita inmenso valor. Los cobardes existen simplemente, no viven, porque toda su vida está basada en el miedo y la vida basada en el miedo es peor que la muerte. Viven en una clase de paranoia, tienen miedo de todo; y no solamente de cosas reales, sino también de cosas irreales. Le tienen miedo al infierno, a los fantasmas, a Dios. Tienen miedo de mil y una cosas que ellos mismos u otros como ellos, se han imaginado. Es tanto el miedo que vivir se hace imposible. Sólo los valientes pueden vivir.

El primer paso para aprender, es el valor. A pesar de todos los miedos, uno debe empezar a vivir. ¿Y por qué se necesita valor para vivir?, porque la vida es inseguridad. Si le das demasiada importancia a la seguridad, a la estabilidad, permanecerás confinado en un pequeño rincón, casi en una prisión fabricada por ti mismo. Será segura, pero no tendrá vida. Será segura pero no tendrá ni aventura ni éxtasis. !La vida consiste en explorar, en ir hacia lo desconocido, en alcanzar las estrellas! Sé valiente y sacrifica todo por la vida; nada vale más que ella. No sacrifiques tu vida por pequeñas cosas: dinero, seguridad, estabilidad. Nada de ello tiene valor. Uno tiene que vivir su propia vida tan totalmente como sea posible, entonces, la alegría llega. Solamente entonces es posible una desbordante dicha.

Aquellos que quieren vivir realmente tienen que afrontar muchos riesgos. Tienen que adentrarse más y más en lo desconocido. Tienen que aprender una de las lecciones más fundamentales: que no existe hogar, que la vida es un peregrinaje sin principio ni fin. Sí, hay lugares donde puedes descansar, pero son simplemente para pasar la noche y a la mañana siguiente te tienes que ir de nuevo. La vida es un continuo movimiento, nunca llega a ningún final. Es por eso que la vida es eterna.



FUENTE: OSHO: ‘Vida, Amor, Risa’, 1ª parte, discurso 10º, de la dirección internet www.oshogulaab.com

lunes, 22 de noviembre de 2021

CON OJOS BIEN ABIERTOS


 

FORZAR LA VIDA PARA QUE ENCAJE CON CONCEPTOS


En la cultura occidental se nos educa para saber lo que vendrá a 
continuación y para intentar conformarlo en función de nuestros deseos.

Por eso hay tanto sufrimiento, porque tratamos de forzar la vida para que encaje con un concepto particular. Después buscamos a quien esté de acuerdo con ese concepto y luchamos contra quien esté en desacuerdo con él. Pero aunque salgamos victoriosos de nuestra lucha, nos sentimos insatisfechos, sin plenitud.

"Esperar y ver" no significa necesariamente que te quedes sentado en el sofá y no te muevas más ni tampoco que te levantes del sofá y te muevas.

Es mucho más profundo que eso. Una vida activa puede ser vivida en actitud vigilante, y también una vida inactiva puede ser vivida de la misma manera.

Habrá muchas comprensiones. Habrá muchas revelaciones y experiencias cada vez más profundas. Y, en medio de todo ello, mantente vigilante a lo que no se ha movido, a lo que siempre ha sido pleno, radiante e impoluto. Las comprensiones serán aún más profundas. Disfrútalas cuando vengan, diles adiós al pasar y mantente vigilante a lo que no se ha movido, a lo que no se ha desvanecido en la experiencia de pérdida, a lo que no ha aumentado con la experiencia de ganancia.

Sé vigilancia. La alegría más profunda de la experiencia humana es mantenerse vigilante. No es una tarea. Es pura dicha. Una dicha que se mantiene despierta y vigilante a lo que nunca se mueve, a lo que siempre está presente. Sé eso. Entonces verás esta entidad de tu vida actual desplegarse exquisitamente, como se abre una flor. Cuando empiece a morir, morirá con elegancia, como muere una flor. No tienes que sumergirla en cera a fin de conservarla para siempre. La muerte no es el enemigo. El miedo a la muerte es el adversario. Es el resultado de haberte identificado erróneamente como una entidad particular. Tu verdadera identificación es el cielo del Ser.



Extracto del libro:
Libertad y resolución
Gangaji
Imágenes tomadas de internet

sábado, 20 de noviembre de 2021

LA PRÁCTICA DE LA PLENA CONSCIENCIA


 

EMPIEZA CONTIGO MISMO


El objetivo de estos cuatro mantras
(para ofrecer nuestra presencia, para reconocer a la persona amada, para aliviar el sufrimiento y para solicitar ayuda) consiste en eliminar el miedo, la duda y el aislamiento. No son complicados ni difíciles de entender y tampoco tienes que repetirlos en sánscrito o chino porque en tu propio idioma funcionan igual de bien. Debes, eso sí, aprender a decirlos de corazón y tener también la alegría, el valor y la sabiduría de ponerlos en práctica. La práctica meditativa de la plena consciencia consiste en volver a nosotros mismos para recuperar la paz y la armonía. La energía que nos capacita para hacerlo es la plena consciencia una energía que también aporta concentración, comprensión y amor. Si volvemos a nosotros mismos para restaurar la paz y la armonía, resultará mucho más sencillo ayudar a la otra persona y recuperar la comunicación en nuestras relaciones.

Cuidar de ti mismo y restablecer tu paz interior es la condición imprescindible para ayudar a los demás. Y eso solo podrás hacerlo cuando dejes de hacer sufrir a los otros y a ti mismo. Cuando desactives la bomba que llevas en tu interior, sabrás cómo ayudar a tu amiga o amigo a desactivar su propia bomba. Pero para poder ayudar debemos desarrollar, en nuestro interior, un poco de calma, un poco de alegría y un poco de compasión. Y esto es algo que podemos alcanzar mediante la práctica cotidiana de la plena consciencia. La práctica de la plena consciencia no se limita a la sala de meditación, sino que también se ejercita en la cocina, en el jardín, mientras hablamos por teléfono o cuando conducimos o lavamos los platos. Estar presente con lo que, en nosotros y en nuestro alrededor, hay de bello y sano es algo que podemos hacer a diario, tratando de llevarlo a la práctica en todas nuestras actividades cotidianas.


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

viernes, 19 de noviembre de 2021

LA OSCURIDAD ES INSEPARABLE DE LA LUZ


 

DECLARACIÓN UNIVERSAL SOBRE LOS DERECHOS HUMANOS


George Gurdjieff solía contar una sencilla historia en la que había un mago que vivía internado en bosques y montañas y tenía miles de ovejas. Pero el problema era que las ovejas le temían, porque cada día veían que una de ellas era matada para su desayuno y otra para su cena, así que acostumbraban a escaparse, y era difícil encontrarlas en un bosque tan vasto.

Como era mago, usó su magia. Hipnotizó a todas las ovejas y les habló. A una le dijo: «Tú eres un hombre, no tienes que tener miedo. Sólo las ovejas serán matadas y comidas, tú no. Tú eres un hombre, como yo». A otra le dijo: «Tú eres un león, preferirías morir antes que huir. Tú no eres parte de ellas, así que cuando las matan, no es tu problema. Son para ser matadas, pero tú eres mi amigo más querido en este bosque».

De este modo, le contó a cada oveja una historia diferente, y a partir del segundo día dejaron de escaparse de la casa. Seguían viendo que otra oveja moría, que era sacrificada, pero eso no les preocupaba. Una era un león, otra era un tigre, otra era un hombre, otra era... Ninguna era una oveja, excepto la que era matada.

De este modo, sin ayuda de guardianes, mantenía miles de ovejas. Iban al bosque a por comida, a por agua, y volvían a casa creyendo siempre que: es alguna oveja la que va a morir, no tú. Tú no perteneces a esa plebe. Tú eres un león, respetado, honrado; un amigo del gran mago. Los problemas del mago estaban resueltos.

¿Y dices que la Humanidad se ha civilizado? No. Te han engañado. Y la Declaración Universal de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos, es la misma hipocresía.



FUENTE: OSHO: ‘Sobre los Derechos Humanos’, tomado de la dirección internet www.oshogulaab.com

jueves, 18 de noviembre de 2021

DETÉN TU MIRADA EN TUS MIEDOS

 


CUANDO EL DESASTRE GOLPEA


En lo que concierne a la mayoría todavía inconsciente de la población, sólo una situación crítica tiene la capacidad de quebrar la dura cáscara del ego y de obligar a la entrega y forzar al estado de despertar. Una situación crítica surge cuando a través de algún desastre, una conmoción drástica, una pérdida profunda, o el sufrimiento, todo su mundo se hace añicos y ya no tiene sentido. Es un encuentro con la muerte, sea física o psicológica. La mente egotista, el creador de este mundo, se derrumba. De las cenizas del viejo mundo, uno nuevo puede nacer.

No hay garantía, por supuesto, de que incluso una situación límite lo haga, pero el potencial está siempre ahí. La resistencia de algunas personas a lo que es se intensifica incluso en tal situación, y de esa forma se convierte en un descenso al infierno. En otros, puede haber sólo una entrega parcial, pero incluso eso les dará cierta profundidad y serenidad que no tenían antes. Partes de la cáscara del ego se rompen, lo que permite que pequeñas cantidades de brillo y paz que estaban más allá de la mente la traspasen. Las situaciones límite han producido muchos milagros. Ha habido asesinos condenados a muerte que en las últimas horas de su vida, esperando su ejecución, experimentaron el estado de no ego y la profunda paz y alegría que lo acompañan. 

La resistencia interior a la situación en la que se encontraban se hizo tan intensa que produjo un sufrimiento insoportable y no había ningún sitio a donde huir ni nada que hacer para escapar de él, ni siquiera un futuro proyectado por la mente. Se vieron forzados a una aceptación completa de lo inaceptable. Se vieron forzados a la entrega. De esta forma, pudieron entrar en el estado de gracia con el que viene la redención: la liberación completa del pasado. Por supuesto, no es realmente la situación límite la que hace sitio al milagro de la gracia y la redención, sino el acto de entrega.

Siempre que lo golpee un desastre, o que algo ande muy "mal" -enfermedad, incapacidad, pérdida del hogar o la fortuna o de una identidad socialmente definida, ruptura de una relación cercana, muerte o sufrimiento de un ser amado, o la cercanía de su propia muerte- sepa que hay otra cara en ello, que usted está sólo a un paso de algo increíble: una transmutación alquímica del metal bajo del dolor y el sufrimiento en oro. Ese paso se llama entrega.

No quiero decir que usted se sentirá feliz en esa situación. No será así. Pero el miedo y el dolor se transmutarán en una paz interior y una serenidad que viene de un lugar muy profundo, de lo No Manifestado. Es la "paz de Dios, que sobrepasa toda comprensión". Comparada con eso, la felicidad es algo muy superficial. Con esta paz radiante viene la comprensión -no en el nivel de la mente sino en la profundidad de su Ser- de que usted es indestructible, inmortal. Esta no es una creencia. Es una absoluta certeza de que no necesita evidencia externa o prueba de alguna fuente secundaria.



Del libro:
El Poder del Ahora
Eckhart Tolle
Imagen tomada del internet

SIEMPRE ESTAMOS EN UNA TRANSICIÓN


 

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