lunes, 29 de abril de 2019

EL ORO DE LA LEÑA


Un derviche vio un día en sueños una reunión de maestros, discípulos todos del profeta Elías. Les preguntó:
"¿Dónde puedo adquirir bienes sin que me cuesten nada?"

Los maestros lo condujeron entonces a la montaña y sacudieron las ramas de los árboles para hacer caer la fruta. Después, dijeron:
"Dios ha querido que nuestra sabiduría transforme estos frutos, que eran amargos, en aptos para el consumo. Cómelos. Se trata desde luego de una adquisición sin contrapartida." Al comer aquella fruta, el derviche sacó de ella tal sustancia que, al despertar, quedó pasmado de admiración.

"¡Oh, Señor! dijo, ofréceme, también a mí, un favor secreto."

Y, en el mismo instante, le fue retirada la palabra y su corazón quedó purificado.

"Aunque no hubiese otro favor en el paraíso, pensó, éste me basta y no quiero ninguno más."

Ahora bien, le quedaban dos monedas de oro que había cosido a sus vestiduras. Se dijo:
"Ya no las necesito puesto que, en adelante, tengo un alimento especial."

Y dio estas dos monedas a un pobre leñador pensando que esta limosna le permitiría subsistir durante algún tiempo. Pero el leñador iluminado por la luz divina, había leído en sus pensamientos y le dijo:
"¿Cómo puedes esperar encontrar tu subsistencia si no es Dios quien te la procura?"

El derviche no comprendió exactamente lo que quería decir el leñador, pero su corazón quedó entristecido por estos reproches. El leñador se le acercó y depositó en el suelo el haz de leña que llevaba al hombro. Después dijo:
"¡Oh, Señor! En nombre de tus servidores cuyos deseos escuchas ¡transforma esta leña en oro!"

Y, al instante, el derviche vio todos los troncos brillar como el sol. Cayó al suelo sin conocimiento.

Cuando volvió en sí, el leñador dijo:
"¡Oh, Señor! En nombre de los que empañan tu fama, en nombre de los que sufren, ¡transforma este oro en leña!"

Y el oro volvió al estado de leña. El leñador volvió a echarse el haz al hombro y tomó el camino de la ciudad. El derviche quiso correr tras él para obtener la explicación de este misterio, pero su estado de admiración, así como su temor ante la estatura del leñador lo disuadieron de ello.

¡No formes parte de esos tontos que dan media vuelta una vez que han adquirido intimidad con el sultán!




150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

LA SEGURIDAD ES ESCLAVITUD


sábado, 27 de abril de 2019

LA FELICIDAD NO SE BUSCA


La felicidad ocurre sin más. No es algo que se pueda controlar, ni fabricar ni disponer. La felicidad es algo que está fuera de tu alcance, que supera tus esfuerzos. Pero cuando cavas un agujero en tu jardín, si estás completamente absorto en la tarea, si te olvidas del mundo entero, incluyéndote a ti mismo, aparece.

La felicidad siempre te acompaña. No tiene nada que ver con el tiempo que haga, no tiene nada que ver con cortar leña, ni con cavar un agujero en el jardín. La felicidad no tiene nada que ver con nada. Es simplemente el estado de despreocupación, de relajación de tu ser con la existencia. Y está ahí; no va y viene. Está siempre ahí, como tu respiración, como el latido de tu corazón, como la circulación de la sangre por tu cuerpo.

La felicidad está siempre ahí, pero si la buscas encontrarás la infelicidad. Si la buscas se te escapará; en eso consiste la infelicidad, en que se te escape la felicidad. La infelicidad mantiene cierta relación con la búsqueda, una asociación. Si «buscas», encontrarás la infelicidad. Y la Constitución de Estados Unidos ha dado la idea a todos los ciudadanos de ese país de que deben «buscar».

Y buscan desesperadamente -dinero, poder, religión-, y recorren el mundo entero intentando encontrar a alguien que les enseñe a encontrar la felicidad.

Lo que hay que hacer es volver a casa y olvidarse del asunto. Haced otra cosa, que no tenga nada que ver con la felicidad. Pintad. No hace falta aprender a pintar. ¿No puedes poner colores sin más en un lienzo?

Hasta un niño puede hacerlo. Pon colores sobre un lienzo y a lo mejor te sorprende: no eres pintor, pero ocurre algo maravilloso. Los colores se mezclan de cierta manera y crean algo que no puedes definir.

Los cuadros modernos no llevan título, y muchos cuadros ni siquiera están enmarcados, porque la existencia no puede enmarcarse. Si miras el cielo desde una ventana, ves el cielo enmarcado, pero el marco es de la ventana, no del cielo; el cielo no tiene marco. Hay pintores que ni siquiera pintan sobre lienzos; pintan en la pared, en el suelo, en el techo. Son sitios raros, pero yo comprendo su enfoque. No quieren hacer un cuadro; lo que les interesa es participar en el acto mismo de pintar. No es para ponerlo a la venta. ¿Cómo vas a vender un techo, y quién va a comprarlo?

Pero mientras están absortos, algo empieza a deslizarse hacia su ser, desde un rincón desconocido. Empiezan a sentirse alegres, sin ninguna razón concreta.

Por eso condeno la idea de la búsqueda. Sin conocer su nombre, sin saber nada de él, puedo decir que quien escribió la palabra «búsqueda» en la Constitución debía de ser un hombre muy desgraciado. No había conocido la felicidad. La había buscado; por consiguiente, intentó darles a todos los ciudadanos estadounidenses el mismo derecho inalienable que reclamaba para sí. Y nadie lo ha criticado durante trescientos años; así de claro.

Un poeta, un pintor, un cantante, un bailarín... Sí; ellos pueden alcanzar la felicidad de vez en cuando. Pero hay algo que ocurre siempre: que cuando surge la felicidad, ellos no están allí. El buscador no está allí; la búsqueda no está allí.




Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

ESPIRITUALIDAD


viernes, 26 de abril de 2019

LA TIERRA Y EL AZÚCAR


Erase un hombre que había adquirido la costumbre de comer tierra. Un día entró en una tienda para comprar azúcar.

El tendero, que no era un hombre honrado, usaba terrones de tierra para pesar. Dijo a nuestro hombre: "Este es el azúcar mejor de la ciudad, pero utilizo tierra para pesarlo."

El otro respondió:

"Lo que necesito es azúcar. ¡Poco me importa que los pesos de tu balanza sean de tierra o de hierro!"

Y pensó para sí:
"Siendo un comedor de tierra, no podía uno caer mejor."

Se puso el tendero a preparar el azúcar y el hombre aprovechó para comerse la tierra. El tendero notó su maniobra, pero se guardó mucho de decir nada, pues pensaba: 
"Este idiota se perjudica a sí mismo. Teme ser sorprendido, pero yo sólo tengo un deseo: que coma el máximo de tierra posible. ¡Ya comprenderá cuando vea lo poco de azúcar que quedará en la balanza!"

Experimentas un gran placer cometiendo adulterio con la vista, pero no te das cuenta de que, al hacerlo, devoras tu propia carne.



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

EL ÚNICO MOMENTO


jueves, 25 de abril de 2019

ESCASOS MOMENTOS DE FELICIDAD


La búsqueda de la felicidad es algo imposible. Si examinas tu propia experiencia encontrarás muy escasos momentos de felicidad: quizás en una vida de setenta años hayas vivido siete momentos que pueden considerarse felices. Pero si has tenido incluso un solo momento de felicidad, hay una cosa cierta, sin excepciones: que surgió cuando no la estabas buscando.

Intenta encontrar la felicidad, pero ten por seguro que no lo lograrás.

No estoy de acuerdo con Jesucristo en muchos puntos, incluso en puntos que parecen muy inocentes, aunque pueda parecer cruel.

Jesucristo dice: «Busca, y hallarás. Pide, y te será dado. Llama, y se te abrirán las puertas». No estoy de acuerdo.

Desde luego, los imbéciles que redactaron la Constitución de Estados Unidos estaban influidos por Jesucristo; eran todos cristianos. Cuando hablan de «la búsqueda de la felicidad», debían de tener en mente, consciente o inconscientemente, las palabras de Jesucristo: «Busca y hallarás». Pero yo os digo: busca, y ten por seguro que nunca encontrarás. No busques, y ahí lo tienes.

Deja de buscar, y lo habrás encontrado, porque buscar supone un esfuerzo de la mente, y no buscar significa un estado de relajación. Y la felicidad sólo es posible cuando estás relajado.

El que busca no está relajado. ¿Cómo va a estarlo? No puede permitírselo. Te sorprenderás si miras por el mundo: encontrarás personas más satisfechas incluso en países muy pobres. Sí, incluso en Etiopía, donde se mueren de hambre, encontrarás a personas que se están muriendo, pero sin sufrimiento ni angustia. En Estados Unidos encontrarás el mayor número de personas infelices. Es extraño. En Estados Unidos, la búsqueda de la felicidad es un derecho inalienable, algo que no se menciona en la Constitución de ningún otro país del mundo.

La Constitución estadounidense es una verdadera locura. «¿Búsqueda de la felicidad?» Nadie lo ha logrado jamás, y los que lo han intentado han llevado una vida desdichada e infeliz.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

BUSCANDO CONDICIONES


miércoles, 24 de abril de 2019

LOS EXCREMENTOS


Un día, un hombre cayó desvanecido en medio del mercado de perfumes. Ya no tenía fuerza en las piernas. Le daba vueltas la cabeza, por lo molesto que se sentía a causa del incienso quemado por los comerciantes.

La gente se reunió a su alrededor para ayudarle. Algunos le frotaban el pecho y otros los brazos. Otros incluso le vertían agua de rosas en el rostro, ignorando que aquella misma agua era la que lo había puesto en ese estado.

Otros intentaban quitarle sus vestiduras para permitirle respirar. Otros le tomaban el pulso. Los había que diagnosticaban un abuso de bebida, otros un abuso de hachís. Nadie, en definitiva, encontró el remedio.

Pues bien, el hermano de este hombre era curtidor. Tan pronto como supo lo qué sucedía a su hermano, corrió al mercado, recogiendo en su camino todos los excrementos de perro que pudo encontrar. Llegado al lugar del drama, apartó a la multitud diciendo: "¡Yo conozco la causa de su mal!"

La causa de todas las enfermedades es la ruptura de los hábitos. Y el remedio consiste en recobrar esas costumbres. Por eso existe el versículo que dice: "¡La suciedad ha sido creada para los sucios!"

Así pues, el curtidor, ocultando bien su medicamento, llegó hasta su hermano e, inclinándose hacia él como para decirle un secreto al oído, le puso la mano en la nariz. Al respirar el olor de esta mano, el hombre recobró enseguida el conocimiento y las gentes alrededor, sospechando algún truco de magia, se dijeron: "Este hombre tiene un aliento poderoso, pues ha logrado despertar a un muerto."

Ya ves. Toda persona que no se convenza por el almizcle de estos consejos se convencerá ciertamente por los malos olores. Un gusano nacido en los excrementos no cambiará de naturaleza al caer en el ámbar.



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

NO ACTUAR


martes, 23 de abril de 2019

LA CALDERA DE ESTE MUNDO


Los deseos de este mundo son como una caldera y los temores de aquí abajo son como un baño. Los hombres piadosos viven por encima de la caldera en la indigencia y en la alegría. Los ricos son los que aportan excrementos para alimentar el fuego de la caldera, de modo que el baño esté bien caliente. Dios les ha dado la avidez.

Pero abandona tú la caldera y entra en el baño. Se reconoce a los del baño por su cara, que es pura. Pero el polvo, el humo y la suciedad son los signos de los que prefieren la caldera.

Si allí no ves suficientemente bien como para reconocerlos por su rostro, reconócelos por el olor. Los que trabajan en la caldera se dicen: "Hoy, he traído veinte sacos de boñiga de vaca para alimentar la caldera."

Estos excrementos alimentan un fuego destinado al hombre puro y el oro es como esos excrementos.

El que pasa su vida en la caldera no conoce el olor del almizcle. Y si, por azar, lo percibe, se pone enfermo.



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

PAPÁ


lunes, 22 de abril de 2019

LA INCITADORA


Un día, un sufí volvió a su casa de improviso. Ahora bien, su mujer recibía a un extranjero, procurando incitarlo.

El sufí llamó a la puerta. No era su costumbre abandonar la tienda y regresar tan pronto a la casa, pero, dominado por un presentimiento, había decidido regresar ese día por sorpresa. La mujer por su parte, estaba muy segura de que su marido no volvería tan pronto. Dios pone un velo sobre tus pecados para que un día te avergüences de ellos. Pero ¿quién puede decir hasta cuándo dura este privilegio? En la morada del sufí no había escondrijo alguno ni otra salida que la puerta principal. Ni siquiera había una manta bajo la cual habría podido ocultarse el extranjero. Como último recurso, la mujer vistió al extranjero con un velo para disfrazarlo de mujer. Después abrió la puerta.

El extranjero con su disfraz parecía un camello en una escalera. El sufí preguntó a su mujer: "¿Quién es esta persona con la cara velada?"

La mujer respondió:
"Es una mujer conocida en la ciudad por su piedad y su riqueza."

"¿Hay algún favor que podamos hacerle?" -preguntó el sufí.

La mujer dijo:
"Quiere emparentar con nosotros. Tiene un carácter noble y puro. Venía a ver a nuestra hija, que, desgraciadamente, está en la escuela. Pero esta señora me lo ha dicho: "¡Sea o no hermosa, quiero tenerla como nuera!" pues tiene un hijo incomparable por su belleza, su inteligencia y su carácter."

El sufí dijo entonces:

"Somos gente pobre y esta mujer es rica. Semejante matrimonio sería como una puerta hecha mitad de madera y mitad de marfil. Ahora bien, un vestido hecho a medias de seda y de paño avergüenza a quien lo lleva."

"Es justamente lo que acabo de explicarle -dijo la mujer- pero me ha respondido que no le interesan los bienes ni la nobleza. No ambiciona acumular bienes en este bajo mundo. ¡Todo lo que desea es tratar con gente honrada!"

El sufí invocó otros argumentos, pero su mujer afirmó haberlos expuesto ya a su visitante. A creerla, aquella señora no tomaba en cuenta su pobreza, aunque ésta fuese extremada. Finalmente, dijo a su marido:

"Lo que busca en nosotros es la honradez."

El sufí añadió:

"¿No ve nuestra casa, tan pequeña que no podría esconderse en ella ni una aguja? En cuanto a nuestra dignidad y nuestra honradez, es imposible ocultarlas pues todo el mundo está al corriente. ¡Tiene, pues, que suponer que nuestra hija no tiene dote!"

Te cuento esta historia para que dejes de argumentar. Pues nosotros conocemos tus vergonzosas actividades. Tu creencia y tu fe se parecen, hasta confundir a cualquiera, a los discursos de esta mujer.

Eres un mentiroso y un traidor como la mujer de este sufí. Te avergüenzas incluso ante gente que no tiene rostro limpio. ¿Porqué no habrías de avergonzarte, por una vez, ante Dios?



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

AHORA MISMO


domingo, 21 de abril de 2019

ABANDONAR LA CÓLERA


Un día, alguien preguntó a Jesús:

"¡Oh, profeta! ¿Cuál es la cosa más terrible en este mundo?"

Jesús respondió:

"¡La cólera de Dios, pues incluso el infierno teme esta cólera!"

El que había hecho la pregunta dijo entonces: "¿Existe algún medio para evitar la cólera de Dios?"

Jesús respondió: "¡Sí! ¡Hay que abandonar la propia cólera! Pues los hombres malvados son como pozos de cólera. Así es como se convierten en dragones salvajes."

Es imposible que este mundo ignore los atributos contrarios. Lo importante es protegerse de las desviaciones. En este mundo, la orina existe. Y la orina no podrá convertirse en agua pura sin cambiar de atributos.


150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

TRUCOS MENTALES


sábado, 20 de abril de 2019

EL PREDICADOR


Había un predicador que, cada vez que se ponía a rezar no dejaba de elogiar a los bandidos y desearles toda la felicidad posible. Elevaba las manos al cielo diciendo: "¡Oh, Señor: ofrece tu misericordia a los calumniadores, a los rebeldes, a los corazones endurecidos, a los que se burlan de la gente de bien y a los idólatras!"

Así terminaba su arenga, sin desear el menor bien a los hombres justos y puros. Un día, sus oyentes le dijeron:

"No es costumbre rezar así! Todos estos buenos deseos dirigidos a los malvados no serán escuchados."

Pero él replicó:

"Yo debo mucho a esa gente de la que habláis y por esa razón ruego por ellos. Me han torturado tanto y me han causado tanto daño que me han guiado hacia el bien. Cada vez que me he sentido atraído por las cosas de este mundo, me han maltratado. Y todos esos malos tratos son la causa por la que me he vuelto hacia la fe."



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

NO VIENE NI VA


viernes, 19 de abril de 2019

EL PRESENTE ESTÁ LIBRE DEL MIEDO


Si no estamos completamente presentes, no estamos en realidad vivos. En tal caso, no estamos aquí, ni para nuestros seres queridos ni para nosotros. ¿Y dónde estamos cuando no estamos aquí? Estamos huyendo y siempre huyendo… aun en medio del sueño. Huimos porque tratamos de escapar de nuestro miedo. 

Mal podremos disfrutar de la vida si perdemos el tiempo y la energía preocupándonos por lo que sucedió ayer o lo que sucederá mañana. Si tenemos miedo, no nos daremos cuenta del milagro que supone estar vivos y de que podemos ser felices ahora mismo. En la vida cotidiana, tendemos a creer que la felicidad solo es posible en el futuro. Siempre estamos buscando condiciones “adecuadas”, de las que supuestamente ahora carecemos, para ser felices. Ignoramos que eso está ocurriendo ahora mismo. Buscamos algo que nos haga sentir más estables y más seguros. Pero tenemos miedo a lo que el futuro pueda depararnos, tenemos miedo a perder nuestro trabajo, a perder nuestras posesiones y a perder a las personas que amamos. Por ello anhelamos ese momento mágico, que siempre se halla en el futuro, en el que todo será, finalmente, como queremos. Olvidamos que solo es posible vivir la vida en el presente. Como dijo el Buda: «Es posible vivir felizmente en el momento presente. En realidad, este es el único momento». 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

LA CONVIVENCIA CON EL PADRE


jueves, 18 de abril de 2019

REVERTIR LA RUEDA DEL SAMSARA


Generalmente sentimos que hay un gran problema que tenemos que arreglar. La instrucción es detenernos. Hacer algo que no nos sea familiar. Hacer cualquier cosa aparte de salir corriendo en la vieja dirección, de practicar los viejos trucos.

DE ALGUNA MANERA SEGUIMOS distanciándonos del dharma. Es como si lo considerásemos una filosofía o un curso de autoayuda, y por mucho que se nos anime a hacer de la meditación y de las enseñanzas algo relevante para nuestra vida emocional, seguimos olvidándonos de aplicarlas cuando nos atascamos. Cuando estamos enfadados con alguien o tenemos el corazón partido, cuando queremos vengarnos o suicidarnos, en momentos así no solemos pensar que la meditación y las enseñanzas sean muy aplicables. No llegan a conectar con la realidad de la situación. 

Mucha gente dice que la meditación no es suficiente, que necesitamos terapia y grupos de apoyo para tratar con nuestras estructuras y hábitos más enraizados. Sienten claramente que el dharma no penetra lo suficientemente hondo en nuestra confusión. 

A menudo sugiero a los estudiantes que acudan a terapia. Para algunas personas lo considero como un  medio hábil que es extremadamente útil: trabajar de cerca con un terapeuta de mente abierta nos permite superar nuestros miedos y desarrollar la compasión por nosotros mismos. Al mismo tiempo, sé que el dharma no sólo es más revolucionario, sino que en muchos casos el dharma mismo nos aporta las herramientas y el apoyo necesario para encontrar nuestra propia belleza, nuestra propia intuición, nuestra propia capacidad de trabajar con el dolor y la neurosis. Parece que uno de los trucos es tener la suficiente fe en el dharma como para llevarlo directamente a nuestras pesadillas, no como una teoría inutilizable que nos separa de nuestros principales problemas ni como algo que nos exige un nivel determinado, sino como un buen alimento, una medicina sin efectos secundarios que es aplicable siempre y en todas partes. 

La clave reside en cambiar nuestros hábitos y, en particular, nuestros hábitos mentales. Recuerdo el día que comprendí sin sombra de duda que somos nosotros mismos los que creamos nuestra situación por nuestra forma de usar la mente, por nuestra forma de estructurar nuestras respuestas a la vida de la misma familiar y predecible manera. Surgió una situación con el dinero: se nos estaba acabando. Empecé a sentirme tensa, como si un gran peso se asentara literalmente sobre mi cabeza. Comencé a sentir pánico, tenía que buscar una vía de salida. Hasta que no encontrase una manera de resolver el problema no podría relajarme, no podría disfrutar de los rayos de sol que atraviesan el agua ni del águila posada en el árbol frente a la ventana de mi habitación. 

Todo aquel escenario era persistentemente familiar. No sé por qué lo pude ver aquella vez con más claridad que en otras ocasiones. Probablemente fue el resultado de observar mi propia experiencia durante tantos años tan honesta y ecuánimemente como podía. Posiblemente también fue el resultado de todo el entrenamiento meditativo realizado para ver en qué momento me descentro y a continuación volver al presente. 

En cualquier caso, ese día no me sentí pillada. Allí mismo, en medio del estado mental más habitual, vi lo que estaba haciendo. No sólo lo vi, sino que también pude detenerlo. Dejé de seguir mi plan habitual para salvar la situación. Decidí no correr de un lado a otro tratando de evitar el desastre. Dejé que los pensamientos de «sólo yo puedo salvarnos de esto» fueran y vinieran. Decidí ver qué ocurría sin mi aportación, aunque eso significara que todo se cayera a pedazos. A veces simplemente hay que dejar que todo se caiga por tierra. 

El primer paso, y el más duro, fue no actuar. No evitar el desastre iba contra el núcleo de mi manera de operar. Me sentí ante una enorme rueda con una inercia colosal para seguir en la dirección habitual, y yo le estaba dando la vuelta. 

De eso va el dharma, de cambiar nuestros hábitos, de invertir el proceso de solidificar tanto las cosas, de invertir la rueda del samsara. El proceso comienza cuando nos damos cuenta de que nos estamos descentrando de la manera habitual. Generalmente sentimos que hay un gran problema y que tenemos que resolverlo. La instrucción es detenerse, hacer algo que no nos sea familiar. Hacer cualquier cosa aparte de salir corriendo en la dirección conocida, de emplear los viejos trucos.



Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

LIBRE DE TODO


miércoles, 17 de abril de 2019

EL BIEN SUPERIOR MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL


¿Hay diferencia entre la felicidad y la paz interior? 


Eckhart Tolle:
Sí. La felicidad depende de las condiciones que se perciben como positivas. La paz interior, no. 




Del libro:
El Poder del Ahora
Eckhart Tolle
Imagen tomada del internet

ESO QUE SIEMPRE HA ESTADO CONTIGO


martes, 16 de abril de 2019

LA MARIPOSA PERDIDA


Dijo un niño: "Dios, habla conmigo".
Y entonces una alondra del campo cantó, pero el niño no la escuchó.

El niño exclamó: "¡Dios, háblame!"
Y un trueno resonó por todo el cielo, pero el niño no lo escuchó.

El niño miró a su alrededor y dijo: "Dios, déjame mirarte".
Y una estrella se iluminó, radiante, pero el niño no se dio cuenta.

Y el niño gritó de nuevo: "Dios, Muéstrame un milagro".
Y una vida nació de un huevo, pero el niño no lo notó.

Llorando desesperadamente, dijo: "Tócame, Dios, para saber que estás conmigo".
Dios se inclinó y tocó al niño. Pero él se sacudió la mariposa.

Muchas veces las cosas que pasamos por alto son aquellas que hemos estado buscando.




Extracto del libro:
La culpa es de la vaca 1a parte
Lopera y Bernal
Fotografía de Internet

DETRÁS DE TODO ESO


lunes, 15 de abril de 2019

NOTICIAS


En 1994, en Laguna Beach, al sur de California, un ciervo irrumpió desde los bosques. El ciervo galopó por las calles, golpeado por los automóviles, saltó una cerca y atravesó la ventana de una cocina, rompió otra ventana y se arrojó desde un segundo piso, invadió un hotel y pasó como ráfaga, rojo de su sangre, ante los atónitos comensales de los restoranes de la costa. Entonces se metió en la mar. Los policías lo atraparon en el agua y con cuerdas lo arrastraron hasta la playa, donde sangrando murió. 

—Estaba loco —explicaron los policías. 

Un año después, en San Diego, también al sur de California, un veterano de guerra robó un tanque del arsenal. Montado en el tanque aplastó cuarenta automóviles y rompió algunos puentes y embistió cuanta cosa encontró, mientras lo perseguían los patrulleros policiales. Cuando se atascó en un repecho, los policías se arrojaron sobre el tanque, abrieron la escotilla y cocinaron a tiros al hombre que había sido soldado. Los televidentes presenciaron, en vivo y en directo, el espectáculo completo. 

—Estaba loco —explicaron los policías.



Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

LA INMENSIDAD DE QUIEN VERDADERAMENTE ERES


domingo, 14 de abril de 2019

EL PADRE AUSENTE


1. El padre ausente

La ausencia masculina en los procesos de crianza es indiscutible. Impulsados por los ya mencionados ideales de estatus, éxito y logros materiales, los padres emigramos al mundo de la competencia y olvidamos la familia. Muchas veces, cuando tomamos conciencia del distanciamiento, el mal ya está hecho. Algunos de mis pacientes necesitaron de un infarto o un cáncer para darse cuenta de algo tan elemental. Si los padres hombres hiciéramos la cuenta del tiempo real que dedicamos a nuestros hijos, entraríamos en sopor. Por "tiempo real" entiendo estar con los cinco sentidos puestos y toda la atención disponible para ellos. Lo triste es que el retiro físico produce retiro afectivo. El refrán: "Ojos que no ven corazón que no siente", no sólo es aplicable a los celos.

A diferencia de lo que antes se pensaba en psicología, hoy sabemos que la asistencia y el cuidado paternal son determinantes en las primeras etapas del desarrollo infantil, tanto en animales como en humanos. Los cariños de mamá son imprescindibles, pero si además están los de papá, mejor. Los estudios etológicos muestran que los cachorros de distintas especies, criados por ambos padres, sobreviven mejor y crecen más rápido que aquellos criados solamente por la madre. En el mundo civilizado ocurre algo similar.

Es a partir de los quince meses en adelante cuando el niño busca la referencia masculina, el otro espejo del que hablábamos anteriormente. Si encuentra a un papá sensible y cariñoso, el alivio es evidente: "Al fin, otro igual que yo", pero si lo encuentra a medias, es decir, física pero no psicológicamente, se ve obligado a movilizar otras energías compensatorias, que hacen más daño que bien.

Evidentemente, ciertos aprendizajes masculinos se facilitan considerablemente si el padre está presente. Hay cosas que, aunque muchas madres las hacen bastante bien, los padres podemos hacerlas mejor. Por ejemplo: responder ciertos interrogantes sobre el desempeño sexual masculino, las preocupaciones que surgen de la socialización con otros niños varones, los miedos frente a la derrota y el fracaso, la conquista femenina, la mejor manera de jugar algunos deportes, los complejos masculinos, en fin, la lista sería interminable. No obstante, pese a la importancia del papel del padre como "educador", la amistad de éste con los hijos es muy importante, sobre todo con los hijos del mismo sexo. El compañerismo y la "complicidad" de género bien entendida, fortalecen y aceleran los procesos de aprendizaje social, producen menos prevención hacia las personas del mismo sexo, y amplían el rango de comunicación interpersonal. Cuando un padre varón se despoja de su papel aséptico de "transmisor de conocimientos"o "papá proveedor", y se acerca a su hijo desde una experiencia más vivencial y humana, todo resulta más fácil. Ahí, la masculinidad no es ya una especulación conceptual ni literatura barata, sino sentimiento en acción. Parafraseando al biólogo Maturana: "Los valores se contagian al vivirlos". La paternidad sólo existe y se realiza en la convivencia, lo otro es puro "bla bla".

Un relato personal puede servir de ejemplo. Mi padre era un hombre extremadamente trabajador, y por lo tanto ausente. Era viajante de comercio y se movía de correría en correría. Algunas veces, cuando me daba "papitis", intentaba traspasar la atmósfera de silencio que lo envolvía, pero sin resultado alguno. Él no me dejaba entrar con facilidad, ni yo persistía demasiado en el intento. En realidad, me daba miedo conocerlo porque no sabía cuánto dolor iba a encontrar. Nuestra relación siempre estaba mediada por un espacio invisible, por una película aislante de parte y parte, que nos prohibía estar juntos. Desde esa distancia era imposible, para mí, acceder a su experiencia y enriquecer la mía: era difícil aprender de él.

Pero en esta historia de relación hay un antes y un después.Una noche cualquiera, él estaba en el balcón tomando aire, yo había terminado de estudiar y me senté a su lado. Al cabo de un rato le pregunté si le pasaba algo porque lo veía muy pensativo, él me contestó que no me preocupara, que todo estaba bien. Pero yo lo veía triste y metido en la madeja de sus pensamientos. Le hablé de unas cuantas cosas sin importancia y volví a insistir sobre su semblante fatigado. Después de unos instantes de mutismo compartido, me confesó que teníamos que entregar el apartamento porque ya no podía pagar las cuotas, y me pidió que le guardara el secreto y que no le fuera a decir nada a mis hermanas ni a mi mamá. Como es obvio, no supe qué decir. A los trece años no hay mucho que opinar y menos sobre un tema así. De nuevo opté por la prudencia del silencio, hasta que al cabo de unos minutos, para mi sorpresa total, irrumpió abruptamente en llanto. Sin vergüenza alguna, como si yo no estuviera presente, con la indecencia que sólo otorga el sufrimiento, lloró como lo hubiera hecho yo o cualquier otro niño.

Me asusté muchísimo. Ver llorar a un hombre adulto impacta, aún no estamos acostumbrados, pero ver llorar al padre espanta. Por fin, entre tímido y compasivo, atiné a ponerle la mano sobre el hombro y más tarde, cuando acumulé coraje, logré abrazarlo con fuerza y quedarme así un rato, pegado a él. Esa noche me contó muchas cosas de su vida, sus viejos amores (yo pensaba que nunca había tenido uno), su juventud, sus aspiraciones, sus desengaños, sus locuras de juventud, sus alegrías y sus inseguridades. Desempolvó los archivos del pasado y me los entregó. La capa de dureza que nos había separado por años había desaparecido. Su masculinidad y la mía, al fin, habían hecho contacto. Pese al dolor y las lágrimas, esa noche fue mágica porque descubrí al papá hombre, le miré el alma cara a cara, y precisamente en ese instante comencé a comprenderlo. Cuando me abrió su corazón me convertí en su amigo y él en mi maestro.

De todas maneras, tuvimos que dejar el apartamento y la vida siguió su curso. Aunque nunca fuimos íntimos, porque a veces la soledad nos distanciaba, las puertas siguieron abiertas de par en par. Si queríamos las cruzábamos, si no, ahí estaba la opción. La verdadera amistad no es otra cosa que eso: una alternativa afectiva dispuesta a ser activada en cualquier instante que se necesite. Si está posibilidad existe entre padre e hijo, se vuelve indestructible, tierna y casi milagrosa.


Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet
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