viernes, 29 de marzo de 2019

TAO TE KING: PRINCIPIO 51


El SENTIDO, engendra.
La VIDA, nutre.

El entorno, moldea.
Las influencias, pulimentan.

Todos los seres veneran el SENTIDO
y aprecian la VIDA.

Y lo hacen sin estímulos externos, espontáneamente.
Así, el SENTIDO engendra, y la VIDA,
nutre, alienta,
cuida, perfecciona,
cubre y ampara.



Extracto del libro:
Lao-Tsé
Tao Te King
Fotografía tomada de internet

PRESENCIA DEL SER


jueves, 28 de marzo de 2019

LA BOTELLA


En la mañana de su desdicha, Jorge Pérez se echó a caminar. Caminó sin saber por qué, sin saber a dónde, obedeciendo a sus piernas, que estaban más vivas que él y se movían sin consultarlo. 

Aquella mañana, Jorge se había quedado sin trabajo. En un santiamén, y sin explicaciones, había sido echado de su empleo de muchos años en la refinería de petróleo. Y al llegar a casa había recibido carta de su único hijo, que era toda la familia que le quedaba. El hijo le decía que se sentía de lo más bien navegando en alta mar y no pensaba volver. 

Sin nada, sin nadie, Jorge se echó a caminar a la hora en que nada ni nadie hace sombra en el mundo. Bajo el sol vertical, las piernas lo fueron llevando a lo largo de la costa sur de Puerto Rosales. Y por allí andaba, mirando sin ver, cuando le golpeó los ojos el fulgor de una botella atrapada entre los juncos. Jorge se agachó en el barro y la recogió. Era una botella de vino, pero no era vino lo que tenía adentro. En la botella, cerrada con tapón y lacre, había papeles. No hay dos sin tres, temió Jorge, pero más pudo la curiosidad. Rompió el pico contra una piedra y encontró unos dibujos, algo borroneados por el agua que se había filtrado. Eran dibujos de soles y gaviotas, soles que volaban, gaviotas que brillaban. También había una carta, que había venido desde Bahía Blanca navegando por el mar y estaba dirigida a quien encuentre este mensaje: 

Hola, soy Martín. Yo tengo ocho anios. A mí me gustan los nioqis, los huebos fritos y el color berde. A mí me gusta dibujar. Yo busco un amigo por los caminos del agua.



Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

LO QUE ANIMA AL CUERPO


lunes, 25 de marzo de 2019

MIS ACTOS SON MI CONTINUACIÓN


He heredado los resultados de los actos de mi cuerpo, de mi habla y de mi mente. 
Mis actos son mi continuación 

El quinto recuerdo nos indica que lo único que sigue con nosotros al morir son nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, es decir, nuestro karma. «Inspiro y sé que solo llevo conmigo mis pensamientos, mis palabras y mis acciones. Espiro, y conmigo solo van mis acciones». Todos los pensamientos que has pensado, todas las palabras que has pronunciado y todas las acciones que has llevado a cabo con tu cuerpo son tu karma, tu continuación. 

Atrás queda todo lo demás. 

Pero no estamos hablando aquí de que heredes las posesiones de tus padres, sino los frutos de tus acciones. Lo que pensamos, decimos y hacemos se denomina karma, un término sánscrito que significa «acción». Lo que hacemos, decimos y pensamos prosigue y tiene sus consecuencias más allá del acto. Y poco importa que esa herencia nos guste o nos desagrade, porque esa es una herencia irrenunciable. Detrás dejamos nuestras pertenencias y a nuestros seres queridos, pero es imposible renunciar a nuestro karma, porque el fruto de nuestras acciones siempre nos seguirá. No podemos escapar al karma, no podemos decir: «¡No! ¡No puedes seguirme!». El karma es el fundamento sobre el cual nos erigimos. Solo tenemos un fundamento, que es el karma. No tenemos otro. Nos guste o nos desagrade, estamos condenados a recoger el fruto de nuestras acciones.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

CUARTO ACUERDO TOLTECA


domingo, 24 de marzo de 2019

RECUERDOS QUE DEJAN HUELLA


No se me olvidará un día en que... Hay cosas que no tienen lógica ni importancia pero que permanecen en el recuerdo. No comprendes la razón, porque han ocurrido miles de cosas mucho más importantes, mucho más significativas, y se te han olvidado. Pero unas cuantas cosas insignificantes... No sabes por qué, pero permanecen, te dejan huella.

Yo recuerdo una cosa así. Volvía a casa después del colegio, que estaba como a un kilómetro y medio de distancia. A mitad de camino había un enorme árbol bodhi. Pasaba junto a ese árbol todos los días, al menos cuatro veces: al ir al colegio, al volver a casa para comer, después otra vez al ir al colegio y otra vez al volver a casa. Había pasado junto al árbol miles de veces, pero ese día ocurrió algo.

Hacía mucho calor, y al aproximarme al árbol iba sudando. Al pasar bajo el árbol hacía tanto fresco que me quedé allí un rato, sin saber por qué, sin pensarlo. Me acerqué al tronco, me senté y lo toqué. No puedo explicar qué ocurrió pero me sentí inmensamente feliz, como si algo transpirase entre el árbol y yo. El frescor no podía ser la causa, porque había pasado muchas veces bajo el frescor del árbol mientras iba sudando. También me había detenido allí alguna vez, pero hasta entonces no se me había ocurrido tocar el tronco y sentarme como cuando te encuentras con un viejo amigo.

Ese momento sigue brillando como una estrella. En mi vida han ocurrido muchas cosas, pero la intensidad de ese momento no ha disminuido: aún la conservo. Siempre que lo recuerdo sigue ahí. Ni ese día comprendí con claridad lo que había ocurrido ni hoy puedo decirlo, pero algo ocurrió. Y a partir de ese día se estableció una relación con el árbol que no había notado hasta entonces, ni siquiera con un ser humano. Me hice más amigo de ese árbol que de nadie en el mundo. Para mí se convirtió en una costumbre: siempre que pasaba junto al árbol, me sentaba durante unos segundos o unos minutos y acariciaba el tronco. 

Aún lo veo, ese algo que iba desarrollándose entre nosotros.

El día que acabé el colegio y me trasladé a otra ciudad para entrar en la universidad, me despedí de mi padre, de mi madre, de mis tíos y de toda mi familia, sin llorar. Nunca he sido de los que lloran con facilidad.

Pero ese mismo día lloré al despedirme del árbol bodhi. Sigue siendo como un faro. Y mientras lloraba, tuve la absoluta certeza de que el árbol tenía lágrimas en los ojos, aunque yo no podía ver ni sus ojos ni sus lágrimas. Pero sí podía sentir... Cuando acaricié el tronco del árbol noté su tristeza, y que me decía adiós, que me daba su bendición. Y fue mi último encuentro con él, porque cuando volví, al cabo de un año, por alguna absurda razón lo habían derribado y se lo habían llevado.

La absurda razón era que estaban erigiendo una pequeña columna conmemorativa, en el sitio más bonito del centro de la ciudad. Era para un idiota con suficiente dinero como para ganar todas las elecciones y ser presidente del comité municipal. Llevaba de presidente al menos treinta y cinco años, más tiempo del que nadie había durado como presidente.

Todo el mundo estaba encantado de que fuera presidente por su idiotez; podías hacer lo que quisieras, que él no se metía. Podías edificar tu casa en mitad de la calle; a él le daba igual con tal de que lo votaras. Así que toda la ciudad estaba encantada con él porque todos tenían esa libertad.

Los miembros del comité municipal, los empleados, todos estaban contentos con él. Todos querían que siguiera siendo presidente eternamente, pero por suerte, incluso los idiotas tienen que morir. Sin embargo su muerte fue una desgracia porque buscaron un sitio para erigirle una columna conmemorativa y talaron el árbol. Ahora hay una piedra de mármol en lugar de un árbol vivo.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

LA RAÍZ DE TODO AUTO ODIO


jueves, 21 de marzo de 2019

LA VERDADERA FELICIDAD


En este mundo, toda criatura viva, humana o animal, se esfuerza en encontrar la felicidad, pero esto no es más que un remedio a la miseria y al sufrimiento, y aunque el hombre sea la única criatura capaz de discriminar el bien del mal, ignora lo que es la verdadera felicidad.

El ciervo que, víctima de un espejismo, ha corrido todo el día para encontrar agua, se siente infeliz cuando se pone el sol. De igual forma, el hombre lucha toda su vida por conseguir una felicidad ilusoria antes de morir con sufrimiento. Todos los seres humanos creen poder alcanzar la felicidad gracias a personas o a objetos exteriores, pero es en vano. Un perro, por ejemplo, puede obstinarse con un hueso, hasta el punto de hacerse sangre en las encías, pero, por lo menos, quedará satisfecho del gusto de su propia sangre. Es totalmente imposible alcanzar la felicidad por medio de personas o de objetos exteriores, y el mismo hecho de buscarla en el exterior, nos demuestra claramente que no es la verdadera felicidad.

¿Por qué buscar en el exterior lo que está en nosotros? "La felicidad se encuentra en el interior de sí mismo", yo lo he comprendido gracias a mi maestro Sri Siddharameshwar Maharaj, el más gran sabio, poco conocido, de nuestro tiempo. El siempre deseó que los hombres fueran felices, pero él no enseñó más que a los que se consagraban a él, pues nunca buscó la celebridad. La presencia del Ser es la única felicidad y alegría auténtica que brota del interior.

Me inclinaré ante mi maestro mientras viva y por su gracia, me permito decir que mostraré el camino a todos los que deseen alcanzar este conocimiento.

Ranjit Maharaj



Extracto tomado del libro:
Sri Siddharameshwar Maharaj 
La llave de la realización del ser
Imágenes tomadas de internet

LA VERDADERA FELICIDAD NO ESTA EN LLEGAR A LA CIMA


miércoles, 20 de marzo de 2019

EL HOMBRE AFECTIVAMENTE ESTRUCTURADO


Aunque hay muchísimos estilos afectivos masculinos, y aunque algunos pueden llegar a superponerse para crear subtipos, señalaré los que considero más importantes frente al impedimento que genera la oposición a lo femenino.

6. El hombre afectivamente estructurado

Este varón ha logrado diferenciarse, sin apegarse y sin crear antagonismos y rivalidades enfermizas con las mujeres. No le teme a la mujer que hay afuera, ni a la que hay adentro. Su estilo afectivo con el sexo opuesto está determinado por un distanciamiento equilibrado, sin odios (hombre agresivo) ni indiferencias (hombre esquizoide), y por un acercamiento sin miedos irracionales (hombre apegado) ni antiguas culpas (hombre sumiso). El hombre estructurado no se somete porque se respeta a sí mismo, ni genera violencia porque respeta a los demás. Sabe qué debe negociar y qué no. No es un dechado de virtudes, pero es capaz de amar. Este nuevo varón no está fraccionado, no se mueve en el incesante vaivén del conflicto atracción-repulsión, ve el dilema, lo admite e intenta superarlo. Sabe que aunque su masculinidad surja de lo femenino, tiene timón propio y un rumbo personal y específico. Entiende que la separación infantil de lo femenino es simplemente el inicio de un proceso para seguir creciendo como hombre.

Reconoce que al atacar lo femenino está violentado una parte muy importante de sí mismo, pero también tiene claro que el hombre blando es un ropaje prestado de dudosa procedencia, que no le queda bien.

Al contrario del machista, que elimina por decreto lo femenil, el varón emocionalmente reconciliado ama su lado femenino, lo cuida, lo incluye en su vida cotidiana y deja que se manifieste cuando así se requiera. De acuerdo con la demanda, puede ser tan maternal como la mujer más tierna o tan furioso como el más bravo de los guerreros, pero luego, cuando la situación se restablece, regresa tranquilamente a su nivel basal y a la potencialidad mixta del ying y el yang que su masculinidad le permita. Al sanarse internamente, no debe hacer demasiados esfuerzos para acomodarse al amor, sólo deja que éste ocurra y se manifieste.

Cuando suelo hablar de este hombre afectivamente estructurado, la respuesta inmediata de algunas escépticas damas es: "¡A verlo!", como diciendo, "No creo que existan" o "Nunca he conocido uno". Sin embargo, y por fortuna, estas mujeres se equivocan. Aunque no hay muchos, el nuevo varón afectivo, libre de oposición negativa a lo femenino, existe. Pero como resulta evidente, estos hombres no duran mucho en el mercado interpersonal ya que son rápidamente detectados por las consumidoras afectivas. Cada día hay más hombres que se acercan a su lado femenino de manera sana e intentan amar de manera conciliadora. Cada día hay más hombres que aceptan participar en grupos de reflexión masculina, donde se profundiza y estudia con seriedad su papel social y afectivo.

El hombre afectivamente estructurado no es un invento, una fantasía o un deseo futurista para el año 3000: existe hoy. En este preciso instante, en el aquí y el ahora, infinidad de jóvenes están tomando como suyas las premisas de una paz generacional con el sexo opuesto. El advenimiento de esta masculinidad amorosa ya es imparable. Ésa es la verdad.

Que algunas personas no lo vean, es otro cantar. Quizá, ciertas mujeres puedan estar sesgando la información a favor de algún esquema maladaptativo, siendo víctimas de hombres no aptos para el amor, respondiendo a viejas experiencias afectivas negativas, visitando lugares inapropiados o simplemente no creando las condiciones adecuadas para que estos reconciliados y pacíficos varones se les acerquen. Es importante no generalizar lo negativo. El dicho popular cuasi feminista: "Todos los hombres son iguales", además de ser estadísticamente erróneo, parecería mostrar que en el fondo muchas mujeres son marxistas sin saberlo. Duela a quien le duela, hay hombres que han hecho las paces con su feminidad original. Y aunque no resaltan con claridad entre la multitud, están ahí. Podemos ser escépticos, pesimistas crónicos o simplemente no creer, pero como ocurre con las brujas: "Que los hay, los hay".



Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet

SEGUNDO ACUERDO TOLTECA


lunes, 18 de marzo de 2019

EL SOMBRERERO


Sonó el teléfono, escuché la voz cascada: un error así, no puedo creer, óigame bien, yo no hablo por hablar, que una equivocación vaya y pase, pero un error así, cómo es posible, no puedo creer. 

Me quedé mudo, con el teléfono pegado a la oreja. Me ví venir lo peor. Yo acababa de publicar un libro sobre fútbol en un país, mi país, que está habitado por doctores en fútbol, eruditos en la historia del fútbol, catedráticos de tácticas y estrategias del fútbol, y cada uno de mis compatriotas sabe de fútbol más de lo que el fútbol sabe de sí mismo. Se me fue el alma a los pies. Yo había cometido alguna pifia de ésas que no tienen remedio. En silencio, cerré los ojos y acepté mi condenación. 

—El Mundial del 30 —acusó la voz, gastada pero implacable. 
—Sí —musité. 

—Fue en julio. 
—Sí. 

—¿Y cómo es el tiempo en julio, en Montevideo? 
—Frío —imploré. 

—Muy frío —corrigió la voz, y atacó: 

—¡Y usted escribió que en el estadio había un mar de sombreros de paja! ¿De paja? —se indignó—. ¡De fieltro! ¡De fieltro eran! 

Arrepentido, conseguí balbucear: 
—Es verdad. 

Y guardé un bochornoso silencio. 

La voz bajó de tono, evocó: 

—Yo estaba allí, aquella tarde, 4 a 2 ganamos, lo estoy viendo. Pero no se lo digo por eso. Se lo digo porque yo soy sombrerero, siempre fui, y muchos de aquellos sombreros... 

Casi se rompió la voz: 
—... sombreros de fieltro... los hice yo.



Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

PRIMER ACUERDO TOLTECA


viernes, 15 de marzo de 2019

EL HOMBRE VELETA


Aunque hay muchísimos estilos afectivos masculinos, y aunque algunos pueden llegar a superponerse para crear subtipos, señalaré los que considero más importantes frente al impedimento que genera la oposición a lo femenino.

5. El hombre veleta

Este hombre es una especie de revuelto afectivo. Es el varón de identidad fluctuante, a quien nadie, ni los psicólogos más experimentados, pueden entender. Posee todos los elementos de los estilos anteriores, mezclados en desurden e intercambiables de acuerdo con su conveniencia.

Un poco de culpa, algo de agresión, cierta indiferencia y dosis esporádicas de apego enloquecen a cualquiera. Por lo general, las madres de estos sujetos no han sido muy cuerdas y han generado en sus hijos una total falta de identidad, no ya sexual, sino psicológica. Como si se tratara de una personalidad límite, pero anclada en lo afectivo, estos individuos son impredecibles y altamente contradictorios, ya que se pasan jugando todos los papeles al mismo tiempo, sin llegara consolidar un estilo en cuestión. El conflicto con lo femenino se encuentra en estado puro, posiblemente con la efervescencia de los primeros meses de vida. Estos hombres bordean los límites del amor, lo tocan, lo rozan, lo registran por encima, pero no son capaces de establecerse por mucho tiempo en relaciones afectivas estables, entre otras cosas porque la mayoría de las mujeres les huyen. El problema salta a la vista. Pueden llegar a ser algo seductores y mitómanos, pero sin alcanzar a ser el típico don Juan.

Cuando una mujer tiene la mala suerte de caer en este agujero negro emocional, es devorada en un instante; se anula y desaparece como persona. La solución para estos casos turbulentos de desestructuración psicológica debe ser categórica y terminante: tratamiento psiquiátrico, medicación abundante y entregarse a la Divina Providencia.



Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet

LA MUERTE LLEGA CON EL OLVIDO


jueves, 14 de marzo de 2019

¿QUÉ ES EL "YO"?


INVESTIGAR PROFUNDAMENTE lo que verdaderamente quieres abre la puerta a descubrir la verdad de quien eres. Si lo que realmente quieres es alcanzar el núcleo más profundo de verdad que existe dentro de ti, entonces es el momento de examinar más de cerca las ideas condicionadas respecto a qué es el “yo”.

En nuestra comprensión psicológica occidental tradicional se suele considerar que la personalidad es un indicador de quiénes somos como individuos. Pero, en realidad, la personalidad es una máscara, un traje muy superficial que puede cambiar fácilmente. Si quieres cambiar tu personalidad, hay muchos libros que puedes leer, muchos cursos a los que puedes asistir y diversas doctrinas a las que puedes acogerte.

No hay nada malo en trabajar con tu personalidad, o incluso en cambiarla.

Puede ser muy útil. Por ejemplo, para que los seres humanos se reúnan pacíficamente en una sala, es conveniente que sus personalidades estén lo suficientemente condicionadas para que se dé un mínimo de respeto y cortesía. Éste es el ámbito de la personalidad. Trabajarse la personalidad no causa ningún daño, a menos que creas que eres la personalidad.

Posiblemente ya habrás notado que por mucho que te trabajes la personalidad, o por más genial que sea la personalidad conseguida, seguirá sintiéndote frustrado en tus esfuerzos por descubrir una satisfacción más profunda.

Más primario que la personalidad es nuestro sentido básico de ser individuos separados, “egos” separados. En realidad ¿qué es el ego? ¿Es posible experimentarlo directamente? ¿Tenemos que aumentarlo o eliminarlo para poder ser felices?

“Ego” es la palabra latina que designa al “yo”. En realidad es el pensamiento “yo”, un pensamiento asociado con la sensación “yo soy este cuerpo”, que a partir de este punto se expande en complejidades interminables.

En esta experiencia de encarnación humana, tenemos la capacidad natural de identificarnos con nuestros egos individuales. Éste es un poder enorme, y no tiene nada de malo. Es un poder delicioso, una adaptación evolutiva que ha dado a la especie humana una gran ventaja sobre otras en prácticamente cualquier circunstancia. El ego también ha generado la raíz de todo auto-odio, auto-tortura, autoamor, y autotrascendencia. Si creemos que nuestro ego/mente/cuerpo individual es nuestra verdad definitiva, esto dará lugar a un sufrimiento enorme e innecesario.

Si basas tu vida en la creencia de que estás limitado a ser un cuerpo, entonces preservar tu cuerpo se convierte en la máxima prioridad. Al reconocer progresivamente que la seguridad del cuerpo no puede estar completamente garantizada, surge un gran miedo.

El cuerpo está, obviamente, sujeto a multitud de impactos: genéticos, medio ambientales, accidentes de distinta índole… y, en definitiva, a la inevitable reducción paulatina de sus funciones. Obviamente, cualquier intento de preservar y mantener el cuerpo seguro genera estrategias de autoprotección o defensa, como esconderse o atacar. Estas estrategias dan lugar a actitudes agresivas o de sumisión, a la incentivación de habilidades de tipo social y sexual, a fin de defender el pensamiento “yo soy el cuerpo”. Esto es el ego.

Cuando nuestra principal preocupación es preservar el cuerpo, contribuimos a un universo temeroso y defensivo. La acción defensiva, sea en términos de “yo primero”, “mi tribu primero”, o “mi nación primero”, a costa de otros pueblos, tribus o naciones da lugar a un tremendo sufrimiento. También conduce a la guerra, que puede librarse entre hermano y hermana, padre e hijo, esposa y esposo, entre tribus y naciones, y siempre se basa en una idea profundamente limitada a quiénes somos, una idea de ser alguien particular, esencialmente separado de los demás.

En cierto momento, la realidad de la muerte del cuerpo y de todos los cuerpos, de todas las formas, sean del tipo que sean, toma carta de naturaleza. Aunque buena parte de la estructura social, especialmente en Occidente, trata de mantener este hecho oculto, al final se abre camino.

Llamemos a este demonio de la muerte, que hemos temido y negado, y del que hemos huido, a salir del inconsciente para poder enfrentarlo a la luz de la conciencia. En este punto podrás percibir la innegable presencia de la conciencia eterna y permanente: la verdad de quien eres. Aquí muere la creencia de que el ego es la realidad, y se revela lo que es inmortal. Queda diáfanamente claro que eres mucho más que un cuerpo. En realidad, eres eso que anima al cuerpo.

En la resolución final se comprende que el ego sólo es un pensamiento.

Nada ha limitado nunca la conciencia pura. El convencimiento asociado a la creencia egoica de “soy este cuerpo” es, de hecho, el único obstáculo para el reconocimiento de la verdad de quien eres. Esta creencia debe mantenerse constantemente mediante una incesante actividad pensante en cuanto a la imagen que tienes de ti mismo. Cuando detienes esa actividad mental y diriges la mente hacia dentro, hacia el pensamiento-yo central, descubres la conciencia pura e ilimitada, inherentemente libre de todo pensamiento y de toda necesidad de seguridad. En este descubrimiento entiendes que el ego es una ilusión, del mismo modo que un sueño o un estado de trance es una ilusión. La ilusión puede ser sentida, vista y experimentada como real, pero esto sólo es así porque su realidad nunca ha sido estudiada con detenimiento. Este estudio no es otro que la autoindagación. Indagar abiertamente en la ilusión- en este caso, en la ilusión esencial- es la puerta que permite experimentar directamente lo real.

Cuando se le cuestiona, el “yo” individual se revela como un sueño.

Cuando despierta del sueño, sea dulce o se trate de una pesadilla, te das cuenta de que sólo era eso, un sueño. Evidentemente, no hay nada malo en los sueños e ilusiones. El problema surge cuando los aceptas como la realidad o, más concretamente, como esta ilusión del yo-pensamiento.

Todo el mundo tiene la experiencia de haber sido engañados por alguna ilusión, un espejismo en el desierto, o haber confundido el horizonte con el borde de la tierra. La ilusión tiene un poder enorme hasta que la cuestionas seriamente. La verdadera investigación está orientada a revelar qué es real y qué es ilusorio, qué es eterno y qué es pasajero.



Extracto del libro:
El Diamante en tu bolsillo: Descubre tu verdadero resplandor
Gangaji
Imágenes tomadas de internet

RENUNCIAR A TODO


TODO LO QUE QUIERO Y TODO LO QUE AMO VA A CAMBIAR


Está en la naturaleza de todo lo que quiero y todo lo que amo cambiar. 
 No puedo evitar separarme de ellos.

Este es el cuarto recuerdo: «Inspiro y sé que un buen día deberé renunciar a todo lo que me gusta y a todas las personas a las que quiero. Espiro y sé que no hay modo de llevarme todo eso conmigo». 

Un buen día tendré que dejar atrás todo lo que quiero: mi casa, mi cuenta bancaria, mis hijos o mi hermosa pareja. Un buen día tendré que abandonar lo que más aprecio. Nada podré llevarme conmigo cuando muera. Esta es una verdad científica. Lo que hoy tanto nos gusta y nos pertenece dejará de pertenecernos mañana. Conviene aprender a renunciar no solo a los objetos que más nos gustan, sino también a las personas más queridas. 

No podremos, en el momento de la muerte, llevarnos nada y a nadie con nosotros. A pesar de ello, sin embargo, cada día luchamos por acumular más dinero, más conocimiento, más fama, etcétera. Y aunque tengamos 60 o 70 años, seguimos persiguiendo conocimiento, dinero, fama y poder. Sabemos que, un buen día, deberemos abandonar nuestros recuerdos y nuestras pertenencias. Por este motivo la práctica de la vida monástica no consiste en acumular cosas. El Buda dijo que los monjes solo deberían tener tres túnicas, un cuenco para mendigar, un filtro de agua y una esterilla para sentarse…, y estar dispuestos incluso a renunciar a ellas. El Buda solía decir que no debemos identificarnos con el árbol a cuyo pie nos sentamos y nos acostamos a dormir. Debemos ser capaces de sentarnos y dormir a la sombra de cualquier árbol. Nuestra felicidad no tiene que depender de un lugar. 

Debemos estar dispuestos a abandonar todos los lugares. 

Si practicamos y somos capaces de soltarnos, podremos, ahora mismo, ser libres y felices. En caso contrario, no solo sufriremos el día en que finalmente nos veamos obligados a hacerlo, sino también hoy y cada día que nos separe de entonces, porque el miedo nos acechará de continuo. Hay ancianos, como Scroogy, mezquinos y codiciosos, que quieren atesorarlo todo. Es una auténtica lástima que haya personas tan poco inteligentes que no se den cuenta de que un buen día quizá dentro de unos pocos meses, deberán abandonarlo todo. Ello se debe a que la codicia se ha convertido en ellos en un hábito y durante toda su vida han buscado la felicidad a través de la acumulación de cosas. Esos hábitos son tan fuertes que, aun sabiendo que solo les quedan tres meses de vida, siguen aferrados a ellos. 

En Vietnam, hay una leyenda de un hombre rico llamado Thach Sung que estaba muy orgulloso porque creía poseer todo lo que podía encontrarse en los almacenes del rey. Thach Sung se felicitaba por tener tanto oro y tesoros como el mismísimo rey. Un buen día, el rey le preguntó si estaba seguro de ser el hombre más rico del reino. Tan seguro estaba Thach Sung de su riqueza que apostó que, en el caso de que el almacén del rey tuviese algo que no se hallara en el suyo, donaría al monarca todas sus posesiones. Así fue como un buen día el reto comenzó en presencia de todos los ministros. Thach Sung tenía todo lo que el rey iba presentando, pero, a última hora, el monarca sacó algo que Thach Sung no tenía: ¡una cazuela rota! Y, aunque no pudiera utilizarse para hacer sopa, sí que podía emplearse para preparar pescado o platos de tofu. Y cuando el ministro de justicia declaró que, como había perdido la apuesta, Thach Sung debía entregar al rey todas sus propiedades, el hombre se quedó tan contrariado que acabó convirtiéndose en un lagarto que solo podía chasquear la lengua: 

«¡Tchk, tchk, tchk!». 

 Nosotros no queremos convertirnos en Thach Sung, buscando la felicidad en la acumulación de cosas materiales. En cierta ocasión, el Buda pidió a sus discípulos que mirasen el cielo para ver la luna y les preguntó si se daban cuenta de la felicidad de la luna al atravesar el inmenso espacio del firmamento nocturno. Igual de libres debemos ser nosotros. Si en aras de la búsqueda de riqueza, fama, poder o sexo nos apegamos a todas estas cosas, perdemos nuestra libertad.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

ENVEJECEN CUANDO DEJAN DE ENAMORARSE


martes, 12 de marzo de 2019

SI YO TUVIERA UN TROZO DE VIDA


LA TIERRA


Allí había nacido, allí había dado sus pasos primeros. Cuando Rigoberta volvió, años después, su comunidad ya no estaba. Los soldados no dejaron vivo ni el nombre de la comunidad que se había llamado Laj-Chimel, la Chimel chiquita, la que se guarda en el hueco de la mano: mataron a los comuneros y al maíz y a las gallinas, y los pocos indios fugitivos tuvieron que estrangular a sus perros, para que no los delataran los ladridos en la espesura. 

Rigoberta Menchú deambuló por su tierra alta a través de la niebla, montaña arriba, montaña abajo, en busca de los arroyos de su infancia, pero ninguno había. Estaban secas las aguas donde ella se había bañado, o quizá se habían marchado lejos, las aguas rojas de sangre, lejos. Y de los árboles más añosos, que ella creía alzados para siempre y que habían tenido brazos que la protegían y cuerpos que la escondían, sólo quedaban restos podridos. Después, alguien le contó: esas ramas poderosas habían servido para atar las horcas y esos troncos habían sido paredones de fusilamiento. En los árboles más viejos, en los más sabidos, habían sido asesinados quienes conocían sus nombres. Cuando ya no tuvieron quién los nombrara, los árboles se dejaron morir. 

Y siguió Rigoberta caminando en la niebla, niebla adentro, gota sin agua, hojita sin rama: buscó al kuxín, su muy amigo, lo buscó donde él vivía, y no encontró más que sus raíces secas. Eso era todo lo que quedaba del que la visitaba en sueños, siempre frondoso de flores blancas de corazón amarillo. Y después, supo: el kuxín había sido salpicado por la sangre de sus queridos y había envejecido en un ratito, dolido de ellos, y se había arrancado a sí mismo con raíz y todo 



Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
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