domingo, 5 de noviembre de 2023

EL ALMA ES ILIMITADA


 

ENAMORARSE

En algún momento de tu vida, probablemente hayas tenido la experiencia de enamorarte. De repente, en presencia de otra persona (o de una obra de arte, una flor, una pieza musical, una puesta de sol..., ¡porque puedes enamorarte de infinidad de maneras!), hay un simple asombro, fascinación, admiración. El pasado y el futuro desaparecen, la ilusión del tiempo se derrumba, y solo hay lo que es..., y es un milagro inefable. Ves realmente a quien, o a lo que, tienes delante. Sientes que por fin has encontrado lo que buscabas. Lo que siempre habías buscado está justo aquí, delante de ti. Es como volver a casa, como si algo de ti hubiera encontrado reposo.

Pero la verdad es que no has encontrado el amor. Nadie ha encontrado el amor jamás..., ¡como si, de entrada, el amor fuera algo que uno puede perder! En realidad no has encontrado lo que buscabas; lo que ha sucedido es que, por un momento, tu búsqueda de amor se ha acallado. No es que el buscador haya encontrado el amor, ¡sino que el buscador ha desaparecido! Se ha detenido la búsqueda. Has dejado brevemente de buscar amor, y el amor que siempre había estado aquí se ha revelado. De repente, no había buscador, ni tiempo en el que buscar. De repente, no había nadie que estuviera separado de la vida. Había únicamente vida, en todo su misterio, su grandeza y su sencillez atemporal.

«Amor» es una palabra tan apropiada como cualquier otra para referirnos a lo que queda cuando la separación entre nosotros y los demás se disuelve. «Amor» hace referencia a la intimidad que palpita en lo más profundo de la experiencia presente, una intimidad que está siempre aquí, pero que rara vez advertimos.

La ilusión de la separación empieza cuando el pensamiento dice: «Te amo». En otras palabras, yo, una persona separada, te amo a ti, otra persona separada. Tú me das el amor que buscaba. Tú completas mi búsqueda de amor. Tú eres el final de mi búsqueda. Es grandioso y sobrecogedor estar en presencia de alguien que encama de este modo el final de tu búsqueda. Es como estar cara a cara con Dios. No es de extrañar que cuando estás enamorado te flaqueen las piernas en presencia de tu amante o de tu gurú espiritual. No es de extrañar que a veces el sentimiento no quepa en ti. No es de extrañar que sientas que tienen sobre ti un extraño poder, ya que, inconscientemente, proyectas en ellos un poder que no poseen.

«Yo» no me enamoro de «ti». Lo que en realidad sucede es que la ilusión del «yo» y del «tú» cae, se desprende de golpe...; eso es el amor. Por eso, a «enamorarse» en inglés lo llamamos falling in love, literalmente «caer en el amor», porque la ilusión de la separación cae, y lo que queda es el amor que siempre ha estado presente, pero que hemos pasado por alto mientras lo buscábamos.


Nunca ha habido dos personas que se hayan enamorado. El amor es la muerte de «dos»; es donde la ilusión de la separación termina.

En el instante en que creo que cualquier persona puede completarme, surge en mí el deseo de aferrarme a ella, de poseerla, de que me pertenezca, de retenerla conmigo. Cuando me olvido del amor que está siempre aquí, del amor que soy en esencia, y caigo en la ilusión de que el amor está contenido, de algún modo, en otra persona, quiero hacerla «mía». Si indagas a fin de descubrir cuál es el origen del conflicto en las relaciones, probablemente descubrirás que en la mayoría de los casos se reduce a esta ilusión básica de la posesión: «Me perteneces», «Eres mía», «Mi novia», «Mi novio», «Mi marido», «Mi esposa», «Mi pareja», «Mi amiga». «Y necesito que sigas siendo mía, porque ¿qué sería yo sin ti?».

¿De verdad tiene alguien el poder de completarte? ¿Hay alguien que contenga la completitud que buscas? ¿Puede alguien darte de verdad amor? ¿O es el amor que buscas en otra persona, en realidad, el amor —la profunda aceptación— que ya eres? ¿No será que en realidad te buscas a ti mismo, de un millón de maneras distintas?

En la realidad, ¿puede alguien de verdad ser mío? ¿Puede otra persona ser propiedad tuya? ¿Hace referencia a algo real la palabra «mío», a algo que no sea un relato del pensamiento que aparece en el momento? No tiene nada de malo, por supuesto, creer que alguien es tuyo y que te completa. Es un cuento muy bonito que contar una y otra vez, si eso te hace feliz. Pero he aquí el problema: cuando intentas retener a alguien, inevitablemente empezarás a manipularlo de maneras sutiles y no tan sutiles. Cuando buscas el amor, la aprobación, la aceptación, el elogio o incluso la comprensión de otro ser humano, da igual quién sea, inevitablemente empiezas a decir y a hacer cosas para agradarle, para influir en él y para controlarlo, para ganártelo, para que siga en tu vida, para impedir que te deje. Y todo nace de tu miedo a la pérdida y, en última instancia, de tu miedo a estar solo e incompleto otra vez. Por supuesto, el resultado de esta manipulación es siempre el dolor, tanto para ti como para la persona a la que tratas de controlar.

Cuando intentamos retener a aquellos a quienes amamos, nuestro amor se vuelve condicional. Nos olvidamos de que el amor es incondicional por naturaleza, lo mismo que el océano es incondicional al acoger y aceptar sus olas. Nos olvidamos de quiénes somos realmente y empezamos a buscar el amor fuera de nosotros. Nos olvidamos de que el amor nunca es resultado de la manipulación. Y nunca se puede perder o ganar; simplemente es.

Tal vez no busques la iluminación, las riquezas, la fama, o el éxito, pero ¿hasta qué punto te aferras, manipulas o intentas cambiar a otros seres humanos en tu búsqueda de amor? ¿Hasta qué punto está siendo tu búsqueda origen de conflictos en tus relaciones más íntimas? ¿Hasta qué punto evitas expresarte realmente delante de las personas que quieres retener en tu vida, por miedo al rechazo o a perderlas del todo? Es bastante probable que, si hay conflicto en tus relaciones personales íntimas, se deba a que buscas algo que la otra persona no puede darte. Vamos a profundizar un poco más.



Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet

lunes, 26 de junio de 2023

BUSCANDO LA MENTE AQUIETADA


He estado viéndote en vídeo, y he sentido una gran claridad y 
revelación. Ha habido días en los que me he sentido muy centrado y la mente ha estado muy serena. En el pasado he hecho mucha meditación y tengo esta idea de que verdad o iluminación significan una mente aquietada. Ahora la meditación ya no parece funcionar para mí. Cuando me siento a meditar me pregunto quién está haciéndolo, y simplemente no ocurre.

¿Qué es lo que no ocurre?

Sencillamente ya no es satisfactorio. He practicado la Meditación Trascendental y otras técnicas y he visto que la meditación sigue siendo algo de la mente.

Entiendo que la palabra meditación significa "no-mente". El momento de meditación es el momento en que se reconoce que la no- mente está en el núcleo de toda aparición de la mente.

Tengo esos momentos de reconocimiento periódicamente a lo largo del día, pero generalmente, cuando tengo un pensamiento, me pierdo en él.

¿Te pierdes? ¿O quizá ese pensamiento: "Estoy perdido en mis pensamientos", simplemente es otro pensamiento que te estás creyendo? Asumimos que los pensamientos tienen validez, pero comprueba y verás. ¿Estás perdido en tus pensamientos?

No en este momento. Pero cuando vuelvo a mi otra vida la mente sigue parloteando, y siento que debería estar callada.

¿No es ese pensamiento, "siento que la mente debería estar callada", el más ruidoso de todos? Pero, de algún modo, crees que ese pensamiento particular es válido, como si fuera un "super" pensamiento.

¿El de estar callada?
Sí, el pensamiento de que la mente debería estar callada. Los pensamientos: "La mente debería estar callada... pero, ¿por qué no lo está?" Crees en la autoridad de esos pensamientos y creer en ese dominio es una alteración de la quietud. El silencio está presente de manera natural. No es una cuestión de que debería estar aquí.

Cuando piensas: "Estoy perdido en mis pensamientos, y no debería estarlo", simplemente detente un minuto y cuestiona esa suposición. Cuestionar directamente la suposición es preguntarte: "¿Quién está perdido?"

Sí. Cuando todo ese parloteo mental continúa, me pregunto:
"¿Quién está escuchando todo esto?"

¿Y qué descubres?
Nadie.

Y en ese momento, ¿dónde está el parloteo mental?
En ese momento no está en ninguna parte. Pero después ese instante se pasa, y la verborrea-mental vuelve a empezar.

Correcto. Los pensamientos siguen volviendo porque han sido alimentados vida tras vida. No sólo durante tu vida, sino durante las de tus antepasados, las de tus vecinos y durante todas las vidas colectivas de pensamientos que han sido nutridos con más de ellos.

El pensamiento es un poder muy hermoso. No es el enemigo.

Sólo es pensamiento. Es un producto de la imaginación y puede ser exquisito. Es capaz de ser un velo precioso sobre la realidad o uno horrible. Pero cuando se investiga el pensamiento, se descubre que no está separado de la conciencia misma.

Es la conciencia jugando consigo misma. Pero en ese juego, de algún modo ella piensa que está perdida y ese pensamiento genera otros pensamientos sobre cómo encontrarse a sí misma, sobre lo que se necesita y lo que no se hizo bien. Cada capa de pensamiento se tensa más y más, su enredo aumenta.

Da la sensación de que los pensamientos son algo que se fuera juntando y apretando.

De acuerdo, esa es la sensación que dan. Pero, cuando investigas el pensamiento, ¿qué es?

Es lo mismo que el vacío.

Correcto. Esto es evidente. No es esotérico. No es porque hayas hecho cien mil postraciones, o porque hayas estado practicando la meditación o porque no lo hayas hecho. Simplemente, cuando investigas directamente la naturaleza del pensamiento, la atención de la mente se vuelve hacia sí misma, hacia la autoindagación, en lugar de girarse hacia fuera, de construir pensamientos sobre pensamientos.

¿Quién está realmente aquí? ¿Qué está realmente aquí? ¿Qué está pasando verdaderamente? Nada puede sobrevivir a esta investigación excepto la nada absoluta.

¿Se llega alguna vez a un punto en el que el silencio es más aparente que los pensamientos?
¿A quién le importa? En este momento, dime, ¿a quién le importa?

No lo sé.

Cuando realmente diriges tu atención hacia el silencio, ¿continúa la medición? ¿Sigue habiendo más comprobación para ver si ya he llegado allí?

Ahora mismo no. Pero es muy fácil en tu presencia.

Este es el sentido de esta relación, darse cuenta de lo fácil que es la autoindagación; Este regalo viene de Ramana y de Papaji.

Experimenta la falta de esfuerzo que supone, la absoluta facilidad, y aprovecha la oportunidad para dejar de adorar los pensamientos y de creer en ellos. Ni de que los pensamientos estén equivocados. No se trata de quedarse en blanco.

Simplemente es cuestión de ver que los pensamientos son pensamientos, y de que lo que no es pensamiento, lo que no puede ser pensamiento, es quien tú eres.



Extracto del libro:
Libertad y resolución
Gangaji
Imágenes tomadas de Internet

jueves, 15 de junio de 2023

LA MIRADA CONTEMPLATIVA. VER O PENSAR.


Mis propios pensamientos nublan mi mirada universal.

La mentalidad humana actual suele ser indisciplinada. De ello que no podamos decidir conscientemente qué sentir o qué pensar. De ello, también, que pensemos cosas que no podemos dejar de pensar. Pareciera que los pensamientos tienen el poder de pensarse a sí mismos dentro de nuestra cabeza sin nosotros poder hacer nada. Esta especie de rebelión interna es como un motín en el que los pensamientos se erigen como gobernantes de la mente en lugar de ser sus servidores. El mundo al revés.

Este «del revés» procede de una inmadurez natural a la hora de usar nuestra mente. Es la misma inmadurez, de nuevo, que vivimos de niños cuando nos pusimos de pie y dimos los primeros pasos. Tratábamos de mantenernos en equilibrio e hilvanar tres pasos, pero era como si nuestro cuerpo aún no respondiera a nuestra voluntad. Pareciera que las piernas tuvieran vida propia y fueran donde ellas quisieran ir.

Nuestra inmadurez mental no nos permite ser conscientes del uso que hacemos de la gran mayoría de los pensamientos que pensamos, ni tampoco de cómo miramos a través de ellos, como si fueran cristales de colores, para ver lo que llamamos realidad. Por ejemplo, cuando decimos que no nos gusta el color verde pino estamos pensando un pensamiento que nos dice que no nos gusta ese color. En realidad no sabemos si nos gusta o no, porque vemos el verde pino a través de nuestro pensamiento «No me gusta el color verde pino».

No estoy insinuando que tenga que gustarte el verde pino o que tengas que comprarte camisetas de este color para conseguirlo. Tampoco insinúo que sea incorrecto pensar que no te gusta ese color. Estoy diciendo que cuando a mí no me gusta algo sé que no es en verdad que no me guste, sino que me he identificado con un pensamiento que piensa eso. Aquí vemos claramente dos posibles distintos usos del pensamiento o identificarme con él o contemplarlo.

Indaguemos un poco más y miremos por un momento qué es pensar. Para poder aproximarnos a la versión humana y actual de lo que es pensar, lo hemos buscado en el diccionario de la Real Academia Española. Lo define así: «Formar o combinar ideas o juicios en la mente. Examinar mentalmente algo con atención para formar un juicio. Opinar algo acerca de una persona o cosa. Formar en la mente un juicio u opinión sobre algo. Recordar o traer a la mente algo o a alguien».

Desde este prisma de comprensión del acto de pensar, el pensador piensa pensamientos que proceden sólo de dentro del ámbito de lo personal. Es decir, que piensa sus pensamientos. Incluso piensa algo sobre otra persona, ese pensamiento es su forma personal de pensar acerca del otro. Lo que queremos exponer aquí es que pensar, según lo hemos comprendido hasta ahora, implica pensamientos personales, el «yo pienso tal cosa».

¿Pudiera ser que hubieran otras formas distintas de concebir el pensamiento? ¿Existe una forma de concebir la realidad que no tenga nada que ver con la manera en la que pensamos hoy en día los humanos? Cuando apareció el ser humano, ¿apareció también el pensamiento en el universo o ya existía previamente?

Hubo un cambio drástico en mi forma de comprender el proceso de pensar y la mente pensante (hoy en día aún asociada al cerebro) cuando me di cuenta de que los pensamientos que pensaba no eran sólo míos. Me di cuenta de que mi mente en realidad no estaba creando pensamientos, sino que estaba sintonizando con ellos y que mi cerebro era tan sólo el aparato físico desde el que yo era consciente de mi mente.

Si hubiera nacido en el año 1123 hubiera pensado que la Tierra era plana, que los seres humanos jamás volaríamos y que el Sol daba vueltas alrededor de nuestro planeta. Pero al nacer en 1975 mis pensamientos son otros. Si hubiera nacido en un lugar distinto de Barcelona, como por ejemplo un poblado indígena australiano, también serían otros mis pensamientos, y si hubiera nacido en Ad Dawadimi (Arabia Saudí), también serían otros.

Los pensamientos que pensamos no son tan nuestros como creemos, en realidad responden a una sintonización con el contexto del lugar y el tiempo en el que nos encontramos. A este contexto lo llamamos coordenadas mentales.

Ahora bien, ¿qué sucede cuando abrimos el rango de sintonización de pensamientos a un rango que va más allá de nuestro contexto personal? ¿Qué sucede cuando nuestras coordenadas mentales pasan de ser personales a ser universales?

Yo siempre había visto el cerebro como la máquina productora de ideas y pensamientos y, por lo tanto, los pensamientos que pensaba eran míos y sólo míos. Eso me hacía genuino y particular y me diferenciaba de los demás. Diferencia gracias a la cual yo podía ser yo. Cogito ergo sum (pienso luego existo). ¿Te suena?

Cuando cuestionamos la realidad de nuestros pensamientos «personales», nuestra conciencia respira como si nos quitáramos una prenda de vestir que fuera de una talla menos de la que nos corresponde. Ese cuestionamiento es lo que llamamos contemplación. En lugar de identificarnos con lo que pensamos, lo contemplamos sin otorgar realidad al pensamiento pensado.

Esta mirada contemplativa tiene las tres características esenciales para la transformación. Es honesta, porque mira de frente al pensamiento sea cual sea. Lo mira aceptándolo, porque no lo rechaza. Y confía en lo que ve, porque no interviene. Entonces, de forma natural, la mente se abre a un rango más amplio de conciencia, mostrándonos así un abanico de pensamientos más vasto del que existe dentro de la mentalidad humana actual.

Ahí aparece el silencio y junto a él los pensamientos de unidad, de felicidad, de plenitud, pero con una calidad distinta. En este caso los pensamientos no son imágenes mentales que puedas contemplar, son experiencias.

Sólo desde este silencio presente uno puede llegar a escuchar los pensamientos tal y como los piensa la conciencia universal, sin interferencias humanas, sin intenciones personales que traten de hacerse con el control de lo que ocurre, sin expectativas.

El pensamiento «personal» siempre responde a los intereses personales del pensador. Es por esta razón, también, que el pensador siempre suele defender lo que piensa, porque cree que lo que piensa es verdad sólo por el hecho de ser él quien lo piensa.

Visto así ahora, pensar no consiste en poseer pensamientos, sino en contemplarlos. De esta manera podremos ver los pensamientos universales que ya están ahí, en lugar de inventar nuestra versión personal, que no es más que una sombra de los pensamientos originales. Por ejemplo, la idea de un mundo sin hambre existe, pero aún no la vemos porque nuestros pensamientos que dan lugar al mundo hambriento aún nos resultan más atractivos que los de un mundo sin hambre.

Visto esto, aquí es cuando yo dejo de defender mis ideas, me callo y me siento en una silla a mirar qué creencias y pensamientos contiene mi mente que apoyan el hambre en el mundo. Entonces, sorprendido, descubro este pensamiento: «Es imposible que ahora mismo se termine el hambre en el mundo». Creer en esta idea hace que inconscientemente la apoye y eso me impide ver ideas que podrían facilitar un mundo sin hambre.

Si realmente todas las grandes ideas existen antes de que nosotros las pensemos, significa que estamos constantemente expuestos al máximo conocimiento universal, pero no alcanzamos a verlo porque lo que vemos es nuestra versión del universo hecha a nuestra imagen y semejanza, limitada y atada a nuestras creencias culturales, personales y de la época en la que creemos vivir. Si lo que digo es cierto, el único camino al conocimiento es liberarnos de nuestras ideas personales acerca de todo.

Un pensamiento personal es un juicio y los juicios nublan la mirada al infinito, lugar en el que el conocimiento vive. Sin embargo, aquí no se te pide no juzgar. Eso quizá sea imposible. Se te pide, en cambio, que contemples tus juicios sin creértelos, para que así puedas ver la paz, la belleza y el amor que esconden.

Cuando descubrí todo esto que aquí he expuesto se me mostró también que cuando un universo piensa, crea. Y que su pensamiento es uno solo, íntegro, del cual tú y yo formamos parte.

Estoy diciendo que tú eres un pensamiento que piensa el universo y que estás unido intrínsecamente a todo lo que ves y a todo lo que no ves desde tu perspectiva personal de la realidad. Estoy diciéndote que tu vida es sólo tu versión personal vista desde tus pensamientos personales y que existe otra versión de los hechos basada en la perspectiva universal, en la que el miedo y el sufrimiento no se conocen.

Una persona que esté absorta en resolver su sufrimiento desde sus propios pensamientos, no puede ver más allá de ellos. Ni tan siquiera puede imaginarse la posibilidad de que uno mismo está siendo pensado por una conciencia universal que no desea nada más que plenitud.

Es por eso que para ver, uno antes deber mirar y reconocer su ceguera y la ignorancia que anida dentro de los pensamientos pensados de forma aislada, de espaldas a la conciencia universal.

Mi sufrimiento como ser humano siempre ha llegado de la mano del hecho de querer tener la razón y aferrarme a una idea o a una opinión. Detrás de cualquier momento difícil que haya vivido, siempre ha habido una interpretación personal de ese suceso. Verlo y abrirme a soltarla es lo que me ha devuelto siempre a la libertad y a la paz previas a mi opinión personal.

La contemplación es una de las acciones más bellas de la mente actual. Dejar atrás la intención de protegernos de la muerte en todas sus facetas: desprestigio, menosprecio, indiferencia, estrés, control, arrogancia, vanidad, mentira, exageración, implica una decisión valiente, llena de confianza, aun cuando no se ve todavía nada en que confiar.



Extracto del libro:
¿Me acompañas?
Sergi Torres
Fotografía de Internet

viernes, 9 de junio de 2023

CUALIDADES DE LA MAITRI: LA FIRMEZA


Cuando meditamos se cultivan cuatro cualidades de la maitri: la firmeza, vernos con claridad, experimentar nuestra agitación emocional y estar atentos al momento presente.

La firmeza. Cuando practicamos la meditación estamos reforzando nuestra capacidad de ser firmes con nosotros mismos. Al margen de lo que nos ocurra —que nos duela todo el cuerpo, que nos aburramos, que nos durmamos o tengamos los pensamientos y las emociones más salvajes— estamos siendo leales a nuestra experiencia. Aunque muchos meditadores se lo planteen, no salimos corriendo y gritando de la habitación. En lugar de ello, aceptamos este impulso como un pensamiento más, sin etiquetarlo como correcto o incorrecto. No se trata de una empresa fácil. Nunca subestimes tu tendencia a huir cuando algo te duela.

Se nos anima a meditar a diario, aunque sea por un breve espacio de tiempo, para cultivar esa firmeza. Nos sentamos, pues, a meditar en cualquier tipo de circunstancia: estemos sanos o enfermos, de buen humor o deprimidos, tanto si creemos que la meditación nos funciona como que se está cayendo a pedazos. Y a medida que sigamos sentándonos a meditar, descubriremos que la meditación no consiste en entender o en alcanzar algún estado ideal, sino en poder estar presentes con nosotros mismos. Cada vez vemos con mayor claridad que no nos liberaremos de nuestros hábitos autodestructivos a no ser que desarrollemos una compasiva comprensión de lo que son.

Un aspecto de la firmeza es el ser consciente de tu cuerpo. Como la meditación hace hincapié en trabajar con la mente, es fácil olvidar que tienes un cuerpo. Cuando te sientas a meditar, es importante relajarte en tu cuerpo y entrar en contacto con lo que está ocurriendo dentro de él. Empezando por la cima de la cabeza, dedica algunos minutos a ser consciente de cada parte del cuerpo. Cuando llegues a alguna zona dolorida o tensa, inspira y espira tres o cuatro veces siendo consciente de ella.

Y cuando llegues a las plantas de los pies, detente, o si lo prefieres, vuelve a hacer este barrido por el cuerpo, desde los pies hasta la cima de la cabeza. Y después, durante la sesión de meditación, podrás recuperar rápidamente y en cualquier momento, la sensación general de ser consciente de tu cuerpo. Durante un momento fíjate sólo en que estás aquí, sentado, rodeado de sonidos, olores, imágenes y dolores; inspirando y espirando. Mientras meditas sentado, conecta así una o dos veces con tu cuerpo cuando lo desees. Y luego, vuelve a la técnica. 

En la meditación descubrimos nuestra inherente agitación. Algunas veces nos levantamos y dejamos de meditar, y otras, conseguimos seguir sentados pero meneamos y retorcemos el cuerpo, y nuestra mente está muy lejos, lo cual puede resultar tan molesto que nos parece que no podemos seguir meditando. Sin embargo, esta sensación no sólo nos enseña algo sobre nosotros, sino sobre lo que significa ser humano. Todos obtenemos seguridad y consuelo del mundo imaginario de los recuerdos, las fantasías y los planes. En realidad, no deseamos permanecer con la desnudez de nuestra experiencia presente. Estar presentes nos cuesta muchísimo. Hay momentos en los que sólo la suavidad y el sentido del humor nos dan la fuerza para tranquilizarnos.

La instrucción más importante es: «¡Sigue... sigue... sigue estando contigo mismo! Aprender a estar con uno mismo en la meditación es como adiestrar a un perro. Si lo adiestramos a base de golpes, acabaremos con un perro obediente, pero muy inflexible y más bien aterrado. El perro puede que obedezca a nuestras órdenes de «¡Quieto! ¡Ven! ¡Échate! y ¡Siéntate!», pero también estará neurótico y confundido. En cambio, si lo adiestramos con bondad, se volverá flexible y confiado, y no se alterará cuando las situaciones se vuelvan imprevisibles e inseguras.

De modo que siempre que nos distraigamos, hemos de animarnos con suavidad a «seguir estando con nosotros mismos» y a tranquilizarnos. ¿Te sientes nervioso?

¡Sigue! ¿La mente no cesa de discurrir? ¡Sigue! ¿El miedo y el odio te invaden?

¡Sigue! ¿Las rodillas y la espalda te duelen? ¡Sigue! ¿Qué hay hoy para almorzar?

¡Sigue! ¿Qué estoy haciendo aquí? ¡Sigue! ¡No puedo soportarlo ni un minuto más!

¡Sigue! Así es como cultivamos la firmeza.


Extracto del libro:
Los lugares que te asustan:
El arte de convertir el miedo en fortaleza
Pema Chödrön
Fotografía de Internet

jueves, 8 de junio de 2023

¡QUIÉN PUDIERA ROBAR LA LUNA…!


El maestro Zen, Ryokan, llevaba una vida sencillísima en una pequeña cabaña al pie de la montaña. Una noche, estando fuera el maestro, irrumpió un ladrón en la cabaña y se llevó un chasco al descubrir que no había allí nada que robar.

Cuando regresó Ryokan, sorprendió al ladrón. «Te has tomado muchas molestias para visitarme», le dijo al ratero.

«No deberías marcharte con las manos vacías. Por favor, llévate como regalo mis vestidos y mi manta».

Completamente desconcertado, el ladrón tomó las ropas y se largó.

Ryokan se sentó desnudo y se puso a mirar la luna. «Pobre hombre», pensó para sí mismo, «me habría gustado poder regalarle la maravillosa luz de la luna».



Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet

domingo, 4 de junio de 2023

TE ALEJAS


¿Te has dado cuenta alguna vez del hecho de que casi el noventa por ciento de los niños nacen durante la noche, no durante el día? ¿Por qué? Debería ser el cincuenta por ciento. ¿Por qué más niños eligen la noche? Y ¿por qué el noventa por ciento? Porque por la noche la madre está inconsciente, relajada. Está durmiendo y el niño puede salir fácilmente.Si ella está consciente, se esforzará, y entonces hará su presencia la ley del efecto contrario. Mientras la madre esté despierta, hará todos los esfuerzos posibles para poder sobrellevar el dolor, para que la cosa se acabe y el niño nazca. Y todo esfuerzo es una barrera; ella pone obstáculos. Cuanto más se esfuerza, más estrecho se hace el canal, y el niño no puede salir.

En las sociedades primitivas las madres no sienten ningún dolor cuando dan a luz, ningún dolor en absoluto. Es un milagro. Cuando, por primera vez, la ciencia médica occidental descubrió esto (que todavía existían sociedades primitivas en las que las madres no sufrían en absoluto) no se lo podía creer. ¿Cómo es posible esto? Entonces hicieron muchos experimentos, llevaron a cabo muchos proyectos de investigación, y se descubrió que todo se debe a que se trata de mujeres inconscientes. Viven como animales salvajes; no hay lucha, no hay conflicto, no hay esfuerzo. No quieren nada, simplemente flotan. Son primitivas, no tienen una mente muy consciente. Cuanto más civilizado eres, tu mente está más consciente. Cuanto más civilizado, más entrenada está tu voluntad, y tu inconsciencia se aleja cada vez más, hacia las profundidades, y entonces se crea una distancia.

Si hay algo que hacer, por difícil que sea, siempre podrás encontrar la forma de hacerlo, de cómo hacerlo. Puedes aprender la técnica; hay expertos que te pueden enseñar. Pero el zen no es algo que se le pueda enseñar a nadie. En Dios no hay expertos ni autoridades; no puede ser, porque no es una cuestión de saber cómo, de hacer, sino de relajarte en tu ser. Lo más importante te ocurrirá sólo cuando tú no estés ahí. Y si estás haciendo algo tendrás que estar ahí. El sueño llega cuando tú no estás ahí. La iluminación también sigue la misma regla; llega cuando no estás ahí. Pero cuando estás haciendo algo, ¿cómo vas a estar ausente al mismo tiempo? Si estás haciendo algo, estarás ahí. La acción alimenta el ego. Cuando no estás haciendo nada el ego no puede alimentarse. Simplemente desaparece, se muere, no está ahí. Y cuando el ego desaparece, desciende la luz. Así que, lo que sea que hagas queriendo, será la propia barrera. 

Cuando estés aquí, en mis meditaciones, hazlas, pero no a base de voluntad. No las fuerces; es mejor que dejes que ocurran. Flota en ellas, abandónate en ellas. Déjate absorber, no pongas tu voluntad. No manipules, porque al manipular te divides, te conviertes en dos: el manipulador y el manipulado. Y una vez que eres dos, inmediatamente se crean el cielo y el infierno; entonces se abre una distancia enorme entre tú y la verdad. No manipules, deja que las cosas ocurran.

Si estás haciendo la meditación Kundalini, permite el movimiento; ¡no lo hagas! Quédate de pie en silencio, siéntelo llegar, y cuando tu cuerpo comience a temblar un poco, colabora, ¿pero no lo hagas? Gózalo, disfrútalo, permítelo, recíbelo, dale la bienvenida, pero no lo hagas voluntariamente.

Si lo fuerzas, se convertirá en un ejercicio, un ejercicio físico. Entonces aparecerá el temblor, pero sólo en la superficie. No te penetrará. En el interior permanecerás sólido, como una piedra, como una roca. Continuarás siendo el manipulador, el hacedor, y el cuerpo tan sólo te estará siguiendo. El cuerpo no es lo importante, lo importante eres tú.

Cuando digo muévete, quiero decir que se mueva tu solidez, tu ser rocoso debe sacudirse hasta los mismos cimientos para que así se vuelva líquido, fluido, para que se derrita y fluya. Y cuando el ser rocoso se vuelve líquido el cuerpo le sigue. Entonces no hay un alguien que lo mueva, sólo movimiento; entonces nadie lo está haciendo, sino que simplemente está ocurriendo. Entonces no hay un hacedor.

Disfrútalo, pero no lo hagas voluntariamente. Y recuerda, siempre que haces algo voluntariamente no puedes gozarlo. Esas dos cosas son contrarias, opuestas; nunca se encuentran. Si fuerzas algo no puedes disfrutarlo, si lo disfrutas no puedes forzarlo.
Por ejemplo, puedes forzar tu amor. Puedes hacerlo de acuerdo a los manuales, pero así no lo disfrutarás. Si lo quieres disfrutar tendrás que tirar todos los manuales, todos los Kinseys y los Masters & Johnsons; tendrás que tirarlos todos. Tendrás que olvidarte por completo de todo lo que has aprendido acerca del amor. Al principio te sentirás perdido, porque no tendrás ninguna guía, ningún mapa. ¿Por dónde empezar?

Simplemente espera..., deja que se mueva tu energía interior, entonces síguela adondequiera que te lleve. Puede que tarde un poco de tiempo, pero cuando el amor llega te sobrepasa. Ya no estás ahí. El amor está ahí pero no hay nadie que ame. El amor ocurre como una energía, pero en él no hay ego. Entonces es algo inmenso, es una gran liberación.

Entonces el amor se convierte en éxtasis, y descubres algo que sólo han conocido aquellos que han llegado a lo Divino. Descubres un pequeño fragmento de ella, un rayo de luz, una gota del océano; entonces te llega su sabor.


Del libro:
Hsin Hsin Ming: El libro de la nada
Osho
Fotografía tomada del internet

miércoles, 31 de mayo de 2023

EN NINGUNA PARTE


 

ENCONTRAR A «LA PERSONA»


ENCIENDES la radio y, al compás de la música, el anhelo del buscador te grita a todo volumen por los altavoces: «Tú me completas. Te llevo siempre conmigo. No puedo vivir sin ti. Sin ti, no soy nada. Es a ti a quien siempre he esperado...». Hablamos de encontrar a «la persona» entre los millones de personas del mundo, y es lo mismo que, en realidad, anhela encontrar siempre el buscador: la vida, que está más allá de las decenas de miles de apariencias. Pero ¿podemos realmente encontrar ese algo único en otro ser humano? ¿Puede otro ser humano proporcionarnos de verdad la completud que buscamos, todo el tiempo, o es demasiado pedir tanto de alguien? ¿No es una carga demasiado pesada para colgársela a alguien a la espalda?

¡Es tanta la gente a la que me encuentro que se siente sola, incompleta, cuando no está viviendo una relación romántica! Recuerdo que de joven solía sentirme un bicho raro porque no tenía pareja, alguien «con quien compartir mi vida»; no entendía qué me pasaba. Miraba a mi alrededor y veía a toda aquella gente resplandeciente, feliz, a todas aquellas parejas, totalmente satisfechas, que se querían y nunca se sentían solas, y anhelaba lo que parecían tener. Sentía que algo inmenso le faltaba a mi vida.  ¡Ah, otra vez la voz del buscador! «Falta algo.» Falta la iluminación. Falta el amor. Falta el éxito. Falta la alegría. Falta la paz. El buscador vive en el mundo del «falta algo», el mundo de la carencia, y mira a su alrededor y ve que otros tienen aquello de lo que él carece; por eso la envidia y los sentimientos de inferioridad suelen aparecen cuando empezamos a compararnos con otros.

El buscador de relaciones, obsesionado con encontrar a «la persona» —aquella que le completará y pondrá fin a su búsqueda de amor— y que va de relación en relación buscándola, es como el buscador espiritual que se obsesiona con la iluminación y sigue a un gurú tras otro para alcanzarla. Pero un gurú tras otro le decepcionan, hasta que un día se detiene y se da cuenta de que, en realidad, su búsqueda interminable le está alejando cada vez más de la iluminación que anhela. Tal vez la propia búsqueda de la iluminación le esté impidiendo descubrir la iluminación que ya está presente.

Quizá nuestro anhelo de completarnos por medio de nuestras relaciones acabe finalmente por distraernos del encuentro íntimo en esas relaciones. Imagina a alguien que recorra todas las galerías de arte del mundo, todas las exposiciones, todos los museos, para encontrar una obra de arte que le complete. No sabe qué aspecto puede tener, ni cuándo ni cómo la encontrará, ni cómo sabrá que es «la obra» cuando se tope con ella; solo sabe que la tiene que encontrar. Es una búsqueda apremiante. De modo que pasa por delante de cuadro tras cuadro, de escultura tras escultura, sin ver en realidad lo que tiene delante de los ojos. Está demasiado ocupado buscando «la obra». Todos los cuadros ante los que pasa son en cierto modo menos que «la obra»: menos bellos, menos mágicos, menos maravillosos. Todos ellos se convierten simplemente en un medio para lograr un fin; todos están, por una u otra razón, incompletos en comparación con la mística completitud de esa obra única.

Y, por supuesto, nunca la encuentra, porque eso único que busca, en forma manifiesta, no existe.

¿Dónde estaba eso único? Estaba en todos y cada uno de los cuadros ante los que pasó, que ignoró, que despreció en su búsqueda de ello. Ese algo único no estaba en un cuadro determinado... ¡estaba en todos los cuadros! El uno estaba oculto en los muchos. El océano estaba en todas las olas, sin excepción.

El amor que buscamos no está contenido en ninguna parte, ¿entiendes?, como la iluminación espiritual no está contenida en ningún maestro, en ningún gurú. El amor que buscamos está en todas partes, pero nuestros ojos están cerrados a él, porque lo están buscando. En el Evangelio de Tomás, cuando a Jesús le preguntan: «¿Cuándo va a llegar el Reino?», él contesta: «No vendrá con expectación. No dirán: «¡Helo aquí!» o «¡Helo allá!», sino que el reino del Padre está extendido sobre la Tierra, y los hombres y las mujeres no lo ven».

Nuestro amado está ya extendido sobre la Tierra, y sencillamente no vemos.



Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet

lunes, 3 de abril de 2023

EL ORIGEN DE LA RELACIÓN


Durante uno de mis retiros, una joven me dijo:

—Jeff, toda esta charla sobre la integridad, la completud, la aceptación profunda y el hecho de que no exista un yo nítidamente definido es realmente preciosa e inspiradora, pero lo que de verdad me interesa es por qué hay tanto conflicto en mis relaciones.

Era una pregunta muy interesante, y hablamos mucho rato sobre la conexión entre el despertar espiritual y las relaciones humanas. ¿Tienen importancia, o incluso relevancia, las relaciones cuando lo que queremos es despertar del sueño de la separación? Si no hay un yo separado, si soy simplemente el gran espacio abierto en el que la vida sucede, ¿son posibles siquiera las relaciones, tal como las conocemos? ¿Puede el espacio abierto estar en relación con el espacio abierto?

Cuando se acercaba el final del retiro, la misma joven se me acercó y me dijo:

—Ahora lo entiendo, Jeff. No estoy buscando la iluminación espiritual, ni riquezas materiales, ni fama, ni éxito. Pero entiendo que, esencialmente, busco lo mismo que la gente que busca esas cosas. Lo que busco es amor, es una pareja que me ame y me complete, que me haga sentirme entera ; y ahora me doy cuenta de que es exactamente la misma búsqueda que impulsa a la gente a vivir en ashrams en la India, a meditar veinticuatro horas al día o a dejarse la vida trabajando para conseguir un ascenso o un coche deportivo que son pura ilusión. Ahora entiendo que estamos todos juntos en el juego de la búsqueda. Todos buscamos completitud..., solo que lo hacemos de maneras distintas. Es una auténtica lección de humildad tener que admitir todo esto.

Durante la mayor parte de la historia humana, las estructuras religiosas tradicionales nos proporcionaron una auténtica sensación de seguridad, de pertenecer a algo más grande que nosotros, y nos ayudaron a lidiar con nuestro vacío interior. Ocurriera lo que ocurriese, siempre podíamos acudir a la Biblia, al anciano de la tribu, al sacerdote, al rabino, al gurú, a la autoridad suprema en busca de consuelo, de sentido, de perspectiva, de sabiduría. Podíamos referirnos a un pasaje de un texto ancestral y decirnos: «Así es como se ha de vivir» o «Este es el sentido de todo». En los tiempos modernos, nuestras posesiones, nuestra profesión, nuestra cuenta bancaria, las corporaciones, el mercado bursátil son nuestros nuevos dioses. Hay más gente que nunca que dice ser atea, agnóstica, humanista, racionalista, escéptica, laicista o «espiritual pero no religiosa». Muchas personas solo están dispuestas a creer en aquello que esté «científicamente demostrado». Pero la ciencia no está, todavía, ni siquiera cerca de descubrir quiénes somos realmente. Cada respuesta científica conduce a un millar de nuevas preguntas. Y, además, en estos últimos años hemos perdido , casi literalmente, la fe en las instituciones financieras, los bancos, las corporaciones y los gobiernos.

Así que a mucha gente, en lo que respecta a encontrar una manera de canalizar sus energías de búsqueda, lo único que le queda son las relaciones románticas. Ni todo el dinero del mundo puede completarme; ni la iglesia, ni la sinagoga, ni el templo, ni la mezquita me ofrecen ya el alivio que anhelo, y la ciencia no está ni siquiera cerca de poder satisfacer mis anhelos más profundos. Pero no todo está perdido. Todavía puedo completarme en la relación con otro ser humano; encontraré a esa persona especial, mi media naranja, mi aliada, mi compañera, y la conservaré, y tendré su amor y sus cuidados el resto de mi vida, en la salud y en la enfermedad. Estaré íntegro. Estaré completo. El amor de esa persona hará desaparecer el vacío, la sensación de «mal-estar» y carencia, la añoranza del hogar que siento en lo más hondo. El amor de esa persona me sanará de mi soledad cósmica.

Sí, nos buscamos unos a otros para tener compañía, para la procreación y para el placer, pero, por encima de todo, nos buscamos para estar completos ; y esta expectativa de que las relaciones nos salvarán de nosotros mismos es la causa de tanta alegría... y de tanta tristeza.




Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet

domingo, 19 de marzo de 2023

EL CIELO Y EL CUERVO


Un cuento del Bhagawat Purana:

Una vez volaba un cuervo por el cielo llevando en su pico un trozo de carne. Otros veinte cuervos se pusieron a perseguirle y le atacaron sin piedad.

El cuervo tuvo que acabar por soltar su presa. Entonces, los que le perseguían le dejaron en paz y corrieron, graznando, en pos del trozo de carne.

Y se dijo el cuervo: «¡Qué tranquilidad…! Ahora todo el cielo me pertenece».

Decía un monje Zen:
«Cuando se incendió mi casa pude disfrutar por las noches de una visión sin obstáculos de la luna».



Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet
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