Una vez volaba un cuervo por el cielo llevando en su pico un trozo de carne. Otros veinte cuervos se pusieron a perseguirle y le atacaron sin piedad.
El cuervo tuvo que acabar por soltar su presa. Entonces, los que le perseguían le dejaron en paz y corrieron, graznando, en pos del trozo de carne.
Y se dijo el cuervo: «¡Qué tranquilidad…! Ahora todo el cielo me pertenece».
Decía un monje Zen:
«Cuando se incendió mi casa pude disfrutar por las noches de una visión sin obstáculos de la luna».
Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet
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