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jueves, 10 de diciembre de 2020

VIVE EN LA ALEGRÍA, SIN POSESIONES, COMO LOS LUMINOSOS


Disfruta del mundo, del sol, las estrellas, las flores, el cielo, la tierra. Vive en la alegría y la paz, sin sentido de la posesión. No poseas. Usa, pero no poseas, porque el poseedor no puede usar. El poseedor en realidad es poseído por sus posesiones. Por eso hay tantos ricos que sufren, que llevan una vida miserable. Tienen todo el dinero del mundo, pero viven como pobres.

Hace unas décadas, el hombre más rico del mundo era el nizam de Haidebarad; era el más rico del mundo. Sus riquezas eran tan enormes que nadie ha sido capaz de calcular su cuantía. Sus arcas estaban llenas de diamantes, todo era de diamante. Incluso su pisapapeles era el diamante más grande del mundo; el Kohinoor tiene un tamaño tres veces menor que su pisapapeles.

Cuando murió, encontraron el pisapapeles en su zapato. No contaban los diamantes, porque había demasiados; los pesaban, pero no los contaban; sabían cuántos kilos había, pero no cuántos diamantes. ¿Quién podía contarlos? Todos los años subían los diamantes de los sótanos. El nizam tenía el palacio más grande de India, pero las terrazas no eran suficientes, porque extendían allí los diamantes para que les diera un poco el sol todos los años. Sin embargo, llevaba una vida miserable, como no se puede imaginar; incluso los mendigos viven mucho mejor.

Recogía los cigarrillos que se habían fumado otros, las colillas que habían tirado otros. Él no se compraba cigarrillos; recogía colillas y se las fumaba. ¡Qué tacaño! Durante cincuenta años usó la misma gorra, que estaba mugrienta y apestosa. Murió con esa gorra. Nunca se cambiaba de ropa, y se contaba que la poca ropa que tenía la compraba en un mercadillo de segunda mano donde vendían cosas viejas, usadas, podridas. No debía de haber zapatos más sucios que los suyos en el mundo entero, pero sólo se los remendaban de vez en cuando y nunca se compraba unos nuevos.

El hombre más rico del mundo viviendo en medio de tanta miseria… ¿Qué le había pasado? ¡La posesión! La posesión era su enfermedad, su locura. Quería poseerlo todo. Compraba diamantes por todo el mundo; allí donde hubiera diamantes, su agente los adquiría, sólo para tener cada día más. Pero los diamantes no se comen, y él comía la peor comida. Tenía tanto miedo que no podía dormir, por el temor constante a que se los robaran.

Por eso encontraron el pisapapeles, el diamante más caro que tenía, de un peso tres veces superior al de Kohinoor, en su zapato. Cuando agonizaba lo escondió allí para que nadie se lo robara; si no, el pisapapeles habría resultado demasiado visible. Incluso moribundo le preocupaba más el diamante que su propia vida. No era capaz de darle nada a nadie.

Esto es lo que les ocurre a las personas posesivas: no usan las cosas; son usadas por las cosas. No son los amos, sino los criados de sus cosas. Acumulan sin cesar y mueren sin haber disfrutado de lo que tenían.

Vive en la alegría, sin posesiones, como los luminosos. Vive como los Budas, que no poseen nada pero pueden usarlo todo. Hay que usar el mundo, no poseerlo. Como llegamos con las manos vacías y nos vamos con las manos vacías, no tiene sentido poseer nada. Ser posesivo es algo feo, pero se puede usar todo. Mientras estés vivo, usa el mundo; disfruta de todo lo que te ofrece el mundo y después vete sin mirar atrás, sin aferrarte a nada.

La persona inteligente usa la vida y la usa de una forma hermosa, estética, sensible. Así, el mundo le ofrece muchos tesoros. Jamás se ata a nada, porque en el momento en que te atas a algo te quedas dormido.

El vencedor siembra el odio porque el perdedor sufre. Abandona la victoria y la derrota y encuentra la alegría. ¿Cómo encontrar la alegría? Tienes que dejar que desaparezca la ambición; la ambición es la barrera. La ambición significa el viaje del ego: «Quiero ser esto, quiero ser lo otro… más dinero, más poder, más prestigio». Pero recuerda: «El vencedor siembra el odio porque el perdedor sufre. Abandona la victoria y la derrota y encuentra la alegría». Si quieres encontrar la alegría, olvídate de victorias y derrotas. La vida es un juego, un deporte. Juega bien, olvídate de ganar y perder.

El verdadero espíritu deportivo no tiene nada que ver con ganar o perder; eso no es lo que importa. El auténtico deportista, el auténtico jugador, disfruta participando. Si juegas para ganar, estarás tenso, angustiado. No te importa el juego en sí mismo, su alegría y su misterio, sino el resultado. Ésa no es forma de vivir en el mundo.

Vive en el mundo sin pensar en lo que va a ocurrir. Da igual que vayas a ganar o a perder. La muerte se lo lleva todo. Que ganes o que pierdas carece de importancia. Lo único que importa, y siempre ha sido así, es cómo has jugado el juego. ¿Lo disfrutaste, el juego en sí mismo? Entonces todo momento es un momento de alegría.


Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

domingo, 6 de diciembre de 2020

VIVE EN LA ALEGRÍA, EN LA PAZ, AÚN ENTRE LOS ATRIBULADOS


No puedes cambiar el mundo entero. Tienes una vida limitada: se acabará pronto. No puedes poner como condición no llenarte de alegría hasta que el mundo haya cambiado y todos sean felices. Eso no ocurrirá jamás, y además no está en tus manos. Si la única forma de que seas feliz es que los demás también lo sean, tú nunca serás feliz. Buda constata un hecho sencillo. No dice que no ayudes a la gente, sino que por estar enfermo no podrás ayudarla.

Si eres pobre no puedes ayudar a los pobres, aunque ellos te adoren al ver lo santo que eres. Adoraban al mahatma Gandhi por la sencilla razón de que intentaba vivir en la pobreza. Pero por vivir en la pobreza no vas a ayudar a los pobres. Si un médico también se pone enfermo para atender a sus pacientes, ¿dirás que es un santo? Dirás que es imbécil, porque precisamente entonces necesita la salud para ayudar a la gente. Es una lógica rara, pero se ha impuesto en el transcurso de los siglos: si quieres ayudar a los pobres, sé pobre, lleva una vida de pobreza, vive como los pobres. Naturalmente, los pobres te respetarán y te honrarán, pero eso no les ayudará; sólo satisfará su ego. Y cualquier ego satisfecho crea sufrimiento, no alegría.

Vive en la alegría, en la salud, aun entre los afligidos. Vive en la alegría, en la paz, aun entre los atribulados. Ésa es la única manera de ayudar, la única manera de servir. Primero tienes que ser egoísta, transformarte. Tu vida en la paz, en la alegría, en la salud, puede ser una gran fuente de alimento para quienes padecen hambre espiritual.

En realidad la gente no está privada de cosas materiales. La riqueza material es muy sencilla: un poco más de tecnología, un poco más de ciencia, y con eso la gente puede hacerse rica. El verdadero problema consiste en hacerse rico internamente. Y cuando seas rico externamente te sorprenderá comprobar que tienes una conciencia más aguda, más clara, de tu pobreza interior. Por primera vez desaparecerá todo significado de la vida cuando seas rico exteriormente, porque, por contraste, verás con más claridad la pobreza interior. Fuera todo es luz y dentro eres una isla oscura.

El rico nota su pobreza más que el pobre, porque el pobre no tiene con qué contrastarla. Fuera hay oscuridad, dentro hay oscuridad; sabe que la vida es oscuridad. Pero cuando fuera hay luz empiezas a desear un nuevo fenómeno, a anhelar la luz interior. Cuando ves que hay riqueza fuera, ¿por qué no puedes ser rico dentro?


Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

sábado, 5 de diciembre de 2020

VIVE EN ALEGRÍA, EN LA SALUD, AÚN ENTRE LOS AFILIGIDOS


Por «salud» Buda entiende totalidad. Una persona curada es una persona sana, una persona total. Con «salud» Buda no se refiere a la definición médica corriente del término; no es un término de la medicina, sino de la meditación, aunque quizá os sorprenda que las palabras «meditación» y «medicina» procedan de la misma raíz. La medicina cura físicamente; la meditación, espiritualmente. Ambas son procesos curativos, ambas proporcionan salud.

Pero Buda no se refiere a la salud del cuerpo; se refiere a la salud del alma. Sé sano, sé total. No te fragmentes, no te dividas. Sé un individuo, literalmente: indivisible, de una sola pieza.

Las personas no son de una sola pieza; son muchos fragmentos que logran mantenerse unidos. Pueden separarse en cualquier momento. Son una maraña, un montón de cosas. Ante cualquier situación nueva, ante cualquier peligro nuevo, ante cualquier inseguridad, se vienen abajo. Muere tu esposa, te arruinas o te quedas sin trabajo… cualquier cosa puede ser la gota que colme el vaso. Se trata de una diferencia de grados. Una cosa hierve a noventa y ocho grados de temperatura, otra a noventa y nueve, otra a noventa y nueve y medio, pero la diferencia son los grados y cualquier pequeñez puede cambiar el equilibrio. Puedes volverte loco en cualquier momento, porque en tu interior hay toda una multitud. Si te fijas, no encontrarás a una sola persona en tu interior, sino muchas caras que cambian a cada momento. Parece como si estuvieras en un mercado por el que va y viene mucha gente, con mucho ruido, y todo sin sentido. Vas acumulando.

La infancia es lo más próximo a la «budancia». A medida que envejeces enloqueces. A medida que envejeces te alejas más y más de la «budancia». Es un estado muy extraño, que no debería ocurrir. Deberíamos acercarnos a la «budancia», pero la mayoría se aleja.

Buda dice: «Vive en la alegría, en la salud, aun entre los afligidos».

Es muy importante recordar este sutra, y más aún si tenemos en cuenta que los cristianos tienen un enfoque completamente erróneo de la vida. Dicen: «Con tanto sufrimiento en el mundo, ¿cómo puedes estar alegre?». A veces vienen a verme y me dicen: «La gente se muere de hambre, es pobre. ¿Cómo puedes enseñar a bailar, a cantar y a estar alegre? Hay tantas personas afectadas por múltiples enfermedades… ¿y tú enseñas la meditación? ¡Qué egoísmo!».

Pero eso es exactamente lo que dice Buda.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

viernes, 27 de noviembre de 2020

LA LLAMA ENCIENDIDA


Quien ha alcanzado la alegría se convierte en fuente de grandes transformaciones para muchas personas. Se ha encendido su llama, y puede ayudar a otros. También se pueden encender las llamas al aproximarse a quien arde de alegría. Al acercarse, la llama se lanza sobre ti y ya no vuelves a ser el mismo.

El amor sólo es posible cuando tu llama está encendida. En otro caso eres un continente oscuro; ¿cómo vas a dar luz a otros? El amor es luz, el odio oscuridad. ¿Estás en la oscuridad por dentro e intentas dar luz a otros? Únicamente lograrás darles más oscuridad, y ellos ya están a oscuras. Multiplicarás su oscuridad, los harás más infelices. No lo intentes, porque es imposible, no concuerda con la naturaleza de las cosas. No puede ocurrir. Puedes tener esperanza, pero todas tus esperanzas son vanas. Llénate de alegría en primer lugar.

Vive en la alegría, en el amor; aun entre quienes odian. Y no se trata de lo que te hagan los demás. Entonces puedes amar incluso a quienes te odian. Entonces se puede vivir en el amor y la alegría incluso entre los enemigos. No se trata de amar sólo a quienes te aman. Eso es vulgar, como un negocio, como un trato. El verdadero amor consiste en amar a quienes te odian. Ahora mismo ni siquiera puedes amar a quienes te aman, porque no conoces la alegría. Pero cuando conozcas la alegría, se producirá el milagro, la magia. Entonces serás capaz de amar a quienes te odian. En realidad, ya no se tratará de amar o no amar a alguien, porque tú te conviertes en amor; no te queda nada más.

Según creo, en el Corán se dice lo siguiente: «Odia al diablo». Rabiya, una gran mística sufí, tachó esas palabras de su Corán. Hasán, otro célebre místico, estaba en casa de Rabiya y la vio hacerlo. Le preguntó:

—¿Qué haces? No se puede corregir el Corán. Es una blasfemia. No puedes eliminar ninguna frase del Corán; es perfecto. No existe ninguna posibilidad de mejorarlo. ¿Por qué lo haces?

Rabiya le dijo:

—Hasán, tengo que hacerlo. No se trata del Corán, sino de algo completamente distinto. Desde que conozco a Dios no puedo odiar. No se trata del diablo, sino simplemente de que no puedo odiar. Incluso si el diablo se me pone delante lo amaré, porque ahora sólo sé amar; soy incapaz de odiar. Eso ha desaparecido. Si alguien está lleno de luz sólo puede darte luz, y no importa que seas amigo o enemigo.

»¿De dónde puedo sacar oscuridad para arrojársela al diablo? Ya no existe; yo soy luz. Mi luz caerá sobre el diablo, igual que sobre Dios. Para mí ya no hay Dios ni diablo, ni siquiera puedo distinguirlos. Todo mí ser se ha transformado en amor. No ha quedado nada.

»No estoy corrigiendo el Corán… ¿Quién soy yo para corregirlo? Pero esta frase ya no tiene sentido para mí. Y este ejemplar es mío; no estoy corrigiendo el Corán de otro. Tengo derecho a adaptar mi ejemplar. Esta frase me hace daño cada vez que la leo. No le encuentro sentido, y por eso la tacho.

Quien está lleno de alegría y amor no puede evitarlo. Ama a los amigos, a los enemigos. No se trata de una decisión; amar es como respirar. ¿Dejarías de respirar si fuera a verte un enemigo? Dirías: «¿Cómo puedo respirar ante mi enemigo?». Dirías: «¿Cómo voy a respirar si mi enemigo también está respirando y el aire que ha pasado por sus pulmones puede entrar en los míos? No puedo respirar». Te asfixiarías y morirías. Sería un suicidio, y completamente absurdo.

Llega un momento en el que amar es como respirar, la respiración de tu alma, y sigues amando.

A esta luz se comprenden las palabras de Jesucristo: «Ama a tus enemigos como a ti mismo». Si le preguntamos a Buda, responderá: «No hace falta hacer semejante cosa, porque no puedes hacer otra». Tienes que amar. En realidad, eres amor, de modo que estés donde estés, en las flores, en las espinas, en la noche oscura, a plena luz del día, en el sufrimiento rodeándote como un mar o en medio del éxito… da igual. Sigues siendo amor; todo lo demás carece de importancia. Tu amor se convierte en parte de lo eterno, continúa. Puedes aceptarlo o no, pero no puedes odiar; tienes que ser tu verdadera naturaleza.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

miércoles, 11 de noviembre de 2020

COMPARTIR LA ALEGRÍA


Vive en la alegría… Vive en tu naturaleza más íntima, con absoluta aceptación de lo que eres. No intentes manipularte según las ideas de otros. Sé tú mismo, tu verdadera naturaleza, y brotará la alegría, manará en tu interior. Cuando se cuida un árbol, se riega, un día florece de forma natural. Cuando llega la primavera todo florece. Lo mismo ocurre con el hombre. Cuídate. Busca la tierra adecuada para tu ser, el clima adecuado, y profundiza en ti mismo.

No explores el mundo; explora tu naturaleza. Porque si exploras el mundo puedes poseer muchas cosas, pero no serás el dueño, mientras que si te exploras a ti mismo quizá no poseas muchas cosas, pero serás el dueño. Más vale ser dueño de sí mismo que del mundo entero.

Vive en la alegría, en el amor… Y quien vive en la alegría naturalmente vive en el amor. El amor es la fragancia de la flor de la alegría. Dentro hay alegría; no puedes contenerla. Hay tanta que resulta insoportable. Si intentas ser mezquino con ella, sentirás dolor. La alegría puede ser tanta que si no la compartes puede convertirse en sufrimiento, en dolor.

La alegría hay que compartirla. Al compartirla te descargas, al compartirla brotan nuevas fuentes en tu interior, nuevos ríos, nuevos manantiales. Compartir esa alegría es el amor. Por tanto, hay que recordar una cosa: que no se puede amar a menos que se haya alcanzado la alegría. Y es lo que hacen millones de personas. Quieren amar, pero no saben nada de la alegría. Entonces su amor está hueco, vacío, no tiene sentido. Su amor les trae desesperación, sufrimiento, angustia; crea el infierno. A menos que tengas alegría no puedes amar. No tienes nada que dar, porque eres un mendigo. En primer lugar tienes que ser un rey, y la alegría te hará rey.

Cuando irradias alegría, cuando tus secretos ocultos dejan de ser secretos y florecen al viento, en medio de la lluvia, al sol, cuando se libera tu esplendor aprisionado, cuando tu misterio se convierte en un fenómeno abierto, cuando vibra y palpita a tu alrededor —cuando está en tu aliento, en los latidos de tu corazón—, entonces puedes amar. Entonces si tocas polvo, ese polvo se transforma en lo divino, y cualquier cosa que toques se transforma en oro. Los guijarros corrientes en tus manos se convertirán en diamantes, en esmeraldas. Los guijarros corrientes… y las personas a las que toques dejarán de ser corrientes.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

martes, 10 de noviembre de 2020

VIVE EN LA ALEGRÍA, EN EL AMOR


MEDITAD sobre estos sutras de Buda Gautama. Era una de las personas más alegres que hayan existido jamás. Con ellos lograréis una comprensión extraordinaria del corazón de este iluminado.

Vive en la alegría, en el amor, aun entre quienes odian.

La alegría es la palabra clave de estos versos. La alegría no es la felicidad, porque la felicidad siempre está mezclada con la infelicidad. Nunca se encuentra pura; siempre está contaminada. Siempre hay una sombra alargada de sufrimiento tras ella. Al igual que al día le sigue la noche, a la felicidad le sigue la infelicidad.

Entonces, ¿qué es la alegría? Es un estado de trascendencia. No se es feliz ni infeliz, sino que se está en completa paz, en silencio, en perfecto equilibrio, tan silencioso y tan vivo que el silencio es una canción, y la canción el silencio.

La alegría es para siempre; la felicidad, momentánea. La felicidad procede de fuera, y por consiguiente, te la pueden quitar desde fuera; dependes de los demás. Y cualquier dependencia es fea, cualquier dependencia es una esclavitud. La alegría surge dentro; no tiene nada que ver con el exterior. No la causan los demás; no la causa nada. Es el fluir espontáneo de tu propia energía.

Si tu energía está estancada no hay alegría. Si tu energía fluye, se mueve, se convierte en un río, la alegría es inmensa, sin otra razón, simplemente porque te has hecho más fluido, porque estás más vivo. En tu corazón nace una canción, brota un gran éxtasis.

Te sorprende cuando brota, porque no encuentras la causa. Es la experiencia más misteriosa de la vida: algo sin causa, algo más allá de la ley de la causa y el efecto. No necesita causa porque es tu naturaleza intrínseca, y naces con ella. Es algo innato, eres tú en tu totalidad, fluyendo.

Cuando fluyes, fluyes hacia el mar. Ésa es la alegría: el baile del río camino del mar para encontrarse con el amado supremo, Cuando tu vida es una charca estancada te estás muriendo. No te mueves hacia ninguna parte, ni hacia el mar, ni hacia la esperanza. Pero cuando fluyes, el mar se aproxima a cada momento, y cuanto más se acerca el río más danza hay, más éxtasis.

Tu consciencia es un río. Buda la llama un continuo. Es una continuidad, una continuidad eterna, un flujo eterno. Buda no te considera, ni a ti ni a tu ser, algo estático. Desde su punto de vista, la palabra «ser» no es adecuada. Según él, ser no es sino llegar a ser. Niega el ser y acepta el llegar a ser, porque ser da una idea estática, como una roca, de algo que hay en tu interior. Llegar a ser da una idea completamente distinta… como un río, como un loto abriéndose, como un amanecer. Algo ocurre constantemente. No estás sentado ahí como una roca; estás creciendo.

Buda cambia la metafísica: sustituye el ser por el llegar a ser, sustituye los nombres por verbos.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

lunes, 19 de octubre de 2020

LA MENTE NUNCA TE DEJARÁ SER FELIZ


Pregunta 15: Continuación
¿Por qué estoy siempre fantaseando sobre el futuro?

Me han contado, y creo que me puedo fiar de quien me lo ha contado, que la gente que ha llegado al cielo está aburrida. Lo sé de fuentes fidedignas; podéis fiaros de ellas: se pasan todo el tiempo sentados bajo los árboles que cumplen los deseos, mortalmente aburridos. Porque en cuanto dicen algo, aparece el ángel y se cumple su deseo. Entre el deseo y su cumplimiento no hay intervalo. Que quieres una mujer maravillosa, una Cleopatra: ahí la tienes. ¿Y qué haces con una Cleopatra? Qué tontería; te aburres.

En los Puranas indios aparecen muchas historias de devas que se aburrían tanto en el cielo que empezaron a sentir nostalgia de la tierra. Allí lo tenían todo. Cuando estaban en la tierra, suspiraban por estar en el cielo. Habían sido ascetas, habían renunciado al mundo, a las relaciones, a todo, para alcanzar el cielo. Y una vez en el cielo, deseaban volver al mundo.

Otra anécdota:

Cuando el piloto de un avión sobrevolaba la zona de Catskills le señaló al copiloto un valle precioso: «¿Ves eso? Cuando era pequeño, pescaba ahí, en una barca. Cada vez que pasaba un avión miraba hacia arriba y me imaginaba que yo lo pilotaba. Ahora miro hacia abajo y me imagino que estoy pescando».

Así ocurre siempre. Cuando no eres famoso quieres ser famoso. Te duele que la gente no te reconozca. Vas por la calle y nadie te mira, nadie te reconoce. Te sientes un don nadie. Te esfuerzas por ser famoso, y un día lo consigues. De repente no puedes ir por la calle, porque la gente no para de mirarte. No tienes libertad, prefieres quedarte recluido en tu casa. No puedes salir; estás como en una cárcel. Te pones a pensar en aquellos días maravillosos en los que paseabas tranquilamente por la calle… como si estuvieras solo. Sientes nostalgia de esos días. Pregúntale a los famosos.

En sus memorias, Voltaire dice que cuando no era famoso —como todo el mundo, no siempre fue famoso—, lo deseaba y hacía todos los esfuerzos posibles, hasta convertirse en uno de los hombres más famosos de Francia. Su fama llegó a tal extremo que casi le resultaba peligroso salir de su casa, porque en aquella época de supersticiones se pensaba que si podías arrancar un trozo de tela de la ropa de un gran hombre te servía de protección, que tenía un enorme valor para protegerte. Era una protección contra los fantasmas, contra los accidentes y demás.

De modo que cuando tenía que ir a la estación a coger un tren llevaba escolta policial, porque si no la gente le arrancaba la ropa. No sólo eso; le arrancaban incluso la piel, y volvía a casa lleno de cardenales, ensangrentado. Se hartó tanto de su fama, de no poder salir de su casa, de que la gente se abalanzara como lobos sobre él, que empezó a pedirle a Dios: «¡Ya está bien! Ya he conocido la fama. Ya no la quiero. Estoy poco menos que muerto». Y entonces ocurrió. Llegó el ángel y dijo: «De acuerdo». Y poco a poco se desvaneció su fama.

Las personas cambian de opinión muy fácilmente; no tienen integridad. Al igual que la moda, las cosas cambian. Un día estás en la cima de la fama y al día siguiente la gente se ha olvidado de ti. Un día eres presidente de un país y al día siguiente un simple ciudadano. No le importas a nadie.

Y así ocurrió con Voltaire, que la gente cambió de opinión, cambió el clima y la gente se olvidó de Voltaire. Cuando iba a la estación tenía la esperanza de que alguien, al menos una persona, estuviera allí para saludarlo. El único que iba a recibirlo era su perro.

Cuando murió, sólo acudieron cuatro personas a darle el último adiós; más bien tres personas y su perro. Debió de morir muy triste, suspirando por la fama. ¿Qué le vamos a hacer? Así funcionan las cosas.

La mente nunca te dejará ser feliz. En cualesquiera circunstancias, la mente siempre encontrará algo para que no seas feliz. Voy a decirlo de otra manera: la mente es un mecanismo destinado a crear infelicidad. Su única función consiste en crear la infelicidad.

Si te libras de la mente, de repente eres feliz, sin razón alguna. La felicidad es entonces algo tan natural como respirar. No necesitas darte cuenta de que respiras. Simplemente respiras. Consciente, inconsciente, dormido o despierto, sigues respirando. La felicidad es exactamente así.

La felicidad es tu naturaleza más íntima. No necesita de circunstancias externas; simplemente está ahí, es tú. La dicha es tu estado natural, no un logro. Simplemente saliendo del mecanismo de la mente empezarás a sentirte dichoso.

Por eso vemos que los locos son más felices que los llamados cuerdos. ¿Qué les ocurre a los locos? También escapan de la mente —por supuesto de una forma errónea—, pero salen de ella. Un loco es quien ha caído por debajo de la mente, fuera de ella. Por eso ves a tantos locos tan felices que casi sientes envidia. Incluso fantaseas: «¿Cuándo viviré yo con esa dicha?». Se condena al loco, pero él es feliz.

¿Qué le ha ocurrido a un loco? Ya no piensa en el pasado ni piensa en el futuro. Se ha escapado del tiempo y ha empezado a vivir en la eternidad.

Lo mismo le ocurre al místico, porque se sitúa por encima de la mente. No os digo que os volváis locos, pero sí que existe una similitud entre el loco y el místico. Por eso los grandes místicos parecen un poco locos y los grandes locos parecen un poco místicos.

Observa los ojos de un loco y te darás cuenta de su misticismo, de un brillo, de un brillo espiritual, como si tuviera una puerta interior por la que se asoma al núcleo mismo de la vida. Está relajado. Puede no tener nada, pero es feliz. No tiene deseos, ni ambiciones. No va a ninguna parte. Está simplemente ahí… disfrutando, regocijándose.

Sí, los locos y los místicos tienen algo en común. Esa semejanza se debe a que ambos están fuera de la mente. El loco ha caído por debajo de ella, el místico ha llegado más allá. El místico también está loco, con un método; su locura tiene método. El toco simplemente ha caído por debajo.

No os digo que os volváis locos. Os digo que os hagáis místicos. El místico es tan feliz como el loco y tan cuerdo como el cuerdo. El místico es tan razonable, incluso más, que las llamadas personas racionales, pero tan feliz como los locos. El místico ha alcanzado la más hermosa de las síntesis. Está en armonía. Tiene todo lo que tiene un hombre razonable. Tiene ambas cosas, y es completo.

Me preguntas: «¿Por qué estoy siempre fantaseando sobre el futuro?». Fantaseas sobre el futuro porque no has probado el presente. Empieza a probar el presente. Encuentra momentos para deleitarte. Al mirar los árboles, sé la mirada. Al escuchar los pájaros, sé el oído que escucha. Deja que lleguen a lo más profundo de ti, que su canto se extienda por todo tu ser. Sentado en la playa, escucha el bramido de las olas, hazte uno con él… porque el bramido de las olas no tiene pasado, ni futuro. Si puedes sintonizarte con él, también serás un bramido. Abraza un árbol y relájate. Siente cómo se precipita en tu ser su forma verde. Túmbate en la arena, olvídate del mundo, comulga con la arena, con su frescor, siente cómo te saturas de ese frescor. Ve al río, nada, y deja que el río nade dentro de ti. Chapotea y conviértete en el chapoteo. Haz lo que crees que te hace disfrutar y disfrútalo plenamente. En esos momentos desaparecerán el pasado y el futuro y estarás aquí y ahora.

El evangelio no está en la Biblia. El evangelio está en los ríos y en el bramido del mar y en el silencio de las estrellas. La buena nueva está escrita en todos lados. El universo entero es un mensaje. Decodifícalo, aprende su lenguaje. Su lenguaje es el aquí y el ahora.

Tu lenguaje es el del pasado y el futuro. Por eso si sigues hablando el lenguaje de la mente jamás sintonizarás, jamás armonizarás con la existencia, Y si no pruebas esa armonía, ¿cómo vas a dejar de fantasear? Porque eso es tu vida.

Es como si un pobre llevase una bolsa de piedras corrientes, pensando que son diamantes, rubíes y esmeraldas, y le dijeras: «Tira eso. Eres tonto. No son más que piedras corrientes». No te creería; pensaría que quieres engañarlo. Se aferrará a la bolsa, porque es lo único que tiene.

Yo no le digo a ese hombre que renuncie a la bolsa. Intentaré mostrarle rubíes, esmeraldas y diamantes de verdad. Sólo con entreverlos tirará la bolsa. Ni siquiera renunciará a ella, porque no hay nada a lo que renunciar; son piedras corrientes. No se renuncia a unas piedras corrientes.

Simplemente se dará cuenta de que ha estado viviendo bajo la influencia de una ilusión. Ahora ve diamantes de verdad. Sus piedras se desvanecen, desaparecen, y vaciará la bolsa inmediatamente, sin decírtelo, porque ahora tiene otra cosa que meter. Tirará las piedras porque necesita sitio.

Por eso no te digo que dejes de adentrarte en el futuro, ni de retroceder al pasado. Lo que te digo es que me gustaría que tuvieras más contacto con el presente.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

viernes, 9 de octubre de 2020

EL HOMBRE DE LA CANTERA QUE SE QUEJABA DE SER PICAPEDRERO (CUENTO)



Pregunta 15: Continuación
¿Por qué estoy siempre fantaseando sobre el futuro?


Érase una vez un hombre que trabajaba en una cantera. Trabajaba mucho y muchas horas, pero su sueldo era muy escaso y no se conformaba.

¿Y quién se conforma con lo que tiene? Ni siquiera los emperadores, o sea que un picapedrero… Trabajaba mucho y casi por nada.

Se quejaba de la dureza de su trabajo y un día exclamó, suspirando: «¡Ojalá fuera rico y pudiera descansar en un diván con una colcha de seda!». Y bajó un ángel del cielo y le dijo: «Eres lo que has dicho».

Y estas cosas ocurren, no sólo en las parábolas y los cuentos, sino en la vida real. Lo que piensas sobre ti mismo empieza a ocurrir. Creas tu mundo con tus pensamientos, creas tu mundo con tus deseos. Si insistes en algo, empieza a ocurrir. La realidad no deja de colaborar contigo. Espera al momento adecuado, al día en el que tú empieces a colaborar con ella. Y hasta entonces también colabora contigo.

Y el ángel dijo: «Eres lo que has dicho». Y de repente era rico, y descansó en un diván con colcha de seda.

Pasó por allí el rey con jinetes delante y detrás de su carruaje y con un parasol dorado para protegerse la cabeza. Cuando el hombre rico vio aquello, se enfadó porque él no tenía un parasol dorado y no se conformaba. Suspirando, dijo: «Ojalá fuera rey». Y el ángel volvió y le dijo: «Eres lo que has dicho».

De repente era rey y llevaba muchos jinetes delante y detrás de su carruaje y un parasol dorado para protegerse la cabeza; el sol lanzaba rayos tan ardientes que la tierra se agostaba y se marchitaba la hierba. El rey se quejó de que el sol le abrasaba la cara, de que superaba su poder, y no se conformaba. Suspirando, dijo: «Ojalá fuera el sol». Volvió el ángel y le dijo: «Eres lo que has dicho». Se convirtió en el sol y lanzó sus rayos en todas direcciones, a derecha e izquierda, por todas partes, y agostó la hierba de la tierra y abrasó el rostro de todos los reyes que habitaban la tierra.

Y de repente una nube se interpuso entre la tierra y él, y los rayos del sol rebotaban, y se puso furioso al ver que se resistía a su poder. Se quejó de que la nube lo superase, y no se conformaba con nada. Quiso ser la nube, tan poderosa como ella, y el ángel volvió y le dijo: «Eres lo que has dicho».

Se convirtió en nube, se colocó entre el sol y la tierra y recogió los rayos para que la hierba verdeara. La nube derramó grandes gotas de lluvia sobre la tierra, los ríos se desbordaron y las riadas se llevaron las casas por delante, destruyeron los sembrados con tanta agua. Cayó sobre una roca que no quería ceder, le lanzó chorros de agua, pero la roca no cedía, y se puso furioso porque la roca no cedía a su poder, porque el poder de tanta agua era vano, y no podía conformarse con eso.

Dijo: «Esa roca tiene un poder que supera al mío. Ojalá fuera una roca». Llegó el ángel y lo convirtió en roca, y no se movió ni cuando brillaba el sol ni cuando caía la lluvia.

Y entonces apareció un hombre con un martillo y una gubia para arrancar trozos de la roca, y la roca dijo: «¿Cómo es posible que el poder de este hombre supere al mío y me arranque trozos?», y no se conformaba. Dijo entre lamentos: «¡Soy más débil que él! Ojalá fuera ese hombre». El ángel bajó del cielo y le dijo: «Eres lo que has dicho», Y volvió a ser picapedrero, a arrancar piedras a base de mucho trabajo, y a trabajar mucho por poco dinero… y se conformó.

Yo no estoy de acuerdo con el final de la historia. Sólo difiero en eso; por lo demás me parece muy bonita. No estoy de acuerdo con el final porque conozco a las personas, y sé que no se conforman así como así. La rueda ha dado la vuelta completa, en cierto sentido la historia ha llegado a su fin natural, pero las historias de la vida real no llegan a un fin natural. La rueda vuelve a girar.

Por eso en India llamamos «la rueda» a la vida. No para de girar, no para de repetirse. Desde mi punto de vista, a menos que el picapedrero se hubiera convertido en un Buda, su historia se habría repetido. Seguiría sin estar conforme. Volvería a desear un diván con su colcha de seda, y la historia volvería a repetirse. Pero si ese picapedrero hubiera estado de verdad conforme habría escapado de la rueda de la vida y de la muerte. Tendría que haberse convertido en un Buda.

Eso es lo que ocurre con la mente de todos: deseas algo, se cumple, pero cuando se cumple sigues quejándote. Hay algo que te produce descontento.

Hay que comprenderlo: si tu deseo no se cumple, te sientes frustrado; si se cumple, también te sientes frustrado. Ésa es la tristeza del deseo. Cuando se cumple, no te sientes satisfecho. Y de repente surgen muchas cosas nuevas.

No se te había ocurrido que cuando fueras rey, escoltado por jinetes y con una sombrilla dorada para protegerte la cabeza, el sol podía ser tan fuerte como para abrasarte la cara. No lo habías pensado. Después soñaste con ser el sol, te convertiste en el sol, pero no se te había ocurrido pensar en la nube. Cuando aparece la nube, tú te quedas impotente. Y así continúa todo, como las olas del mar, interminables, a menos que lo comprendas y te desprendas de la rueda.

La mente te dice una y otra vez: «Haz esto, sé eso. Posee esto, posee lo otro… Si no tienes eso, ¿cómo vas a ser feliz? Tienes que tener un palacio, y entonces serás feliz». Si se imponen condiciones a tu felicidad, nunca serás feliz. Si no puedes ser feliz tal como eres, como el picapedrero… Ya sé que trabajar cuesta mucho, que se gana poco, que la vida es una lucha continua… pero si no puedes ser feliz tal como eres, a pesar de los pesares, jamás serás feliz. A menos que una persona sea feliz porque sí, sin razón alguna, a menos que esté lo bastante loca como para ser feliz sin razón alguna, esa persona no será feliz jamás. Siempre encontrarás algo que destruya tu felicidad. Siempre te faltará algo, siempre habrá alguna ausencia. Y esa «ausencia» volverá a ser objeto de tus fantasías.

Y no se puede llegar a un estado en el que se alcance todo. Incluso si se pudiera, tú no serías feliz. Fíjate en el mecanismo de la mente: si todo fuera alcanzable y lo lograses, de repente te aburrirías. ¿Y entonces qué?



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

domingo, 13 de septiembre de 2020

¿POR QUÉ ESTOY SIEMPRE FANTASEANDO SOBRE EL FUTURO?



Pregunta 15:
¿Por qué estoy siempre fantaseando sobre el futuro?

Osho:
Todo el mundo lo hace. La mente humana como tal es una facultad para la fantasía. A menos que llegues más allá de la mente, seguirás fantaseando. La mente no puede existir en el presente; sólo puede existir en el pasado o en el futuro. No puede existir en el presente. Estar en el presente significa estar sin mente.

Inténtalo. Si se da un momento de silencio en el que no cruza ningún pensamiento por tu ser, por tu consciencia —cuando la pantalla de la consciencia está completamente nítida—, de repente estás en el presente. Ése es el momento, el momento real, el momento de la realidad, de la verdad. Entonces no hay ni pasado ni futuro.

El tiempo se suele dividir en estos tres tiempos verbales: pasado, presente y futuro. Esta división es errónea, carece de base científica, porque el presente no forma parte del tiempo. Sólo forman parte del tiempo el pasado y el futuro. El presente va más allá del tiempo; es la eternidad.

El pasado y el futuro sí forman parte del tiempo. El pasado es lo que ya no es, y el futuro lo que aún no es. Los dos son no existenciales. El presente es aquello que es. Lo existencial no puede formar parte de lo no existencial. Nunca coinciden, nunca se entrecruzan.

Y el tiempo es la mente; el pasado acumulado: en eso consiste tu mente.

¿Qué es tu mente? Analízala, indaga en ella. ¿Qué es? Simplemente la acumulación de tus experiencias pasadas. Tu mente es como un manto, como un paraguas que protege tu pasado, nada más. Si poco a poco vas sacando tu pasado de ese envoltorio, el envoltorio desaparecerá.

Si el pasado es la única realidad para la mente, ¿qué puede hacer esa mente? Una posibilidad consiste en darle vueltas y más vueltas al pasado. Eso es lo que llamamos recuerdos, nostalgia. Retrocedes sin cesar, una y otra vez, a los momentos pasados, a los momentos bonitos, felices. Son muy escasos, pero te aferras a ellos. Evitas los momentos feos, tristes.

Pero no lo puedes hacer continuamente, porque es inútil; esa actividad no parece tener sentido. Por eso la mente crea una actividad «significativa»; en eso consiste fantasear sobre el futuro.

La mente te dice: «Sí, el pasado era bueno, pero se acabó; ya no puedes hacer nada. Pero sí puedes hacer algo con el futuro porque aún no ha llegado». Por eso eliges de tus experiencias pasadas las que te gustaría repetir, y te olvidas de las tristes, las dolorosas, las que no quieres repetir en el futuro. Fantasear con el futuro no es sino modificar el pasado, un pasado más adornado, más agradable, menos doloroso, más placentero. Así funciona tu mente, y así te pierdes la realidad.

La meditación sencillamente supone unos momentos en los que no funcionas con la mente, unos momentos en los que te escapas de esa mente. Te introduces en la realidad, en lo que es. Esos momentos existenciales producen tal éxtasis que en cuanto los pruebas dejas de fantasear.

Seguirás fantaseando a menos que empieces a probar la meditación. A menos que te alimentes de la meditación, seguirás pasando hambre y anhelando la comida del futuro. Y sabes que el futuro no te va a traer ese alimento, porque hoy era el futuro hace un día. Ayer, hoy era el futuro, y estabas fantaseando sobre él. Ahora está aquí. ¿Qué ocurre? ¿Eres feliz? Ayer también era el futuro en cierto momento. El pasado era un cierto momento parte del futuro, y se ha ido, como también se irá el futuro. Te estás engañando con tanto fantasear.

Intenta ser más consciente y llevar tu consciencia a los hechos de la existencia. Mira esa flor concreta, no pienses en ella. Escucha esta palabra que estoy pronunciando ahora, no la palabra que voy a pronunciar. Fíjate en el aquí y el ahora. Si lo aplazas incluso un segundo, te lo perderás todo, y entonces se convertirá en una costumbre, en un hábito arraigado. Mañana también te lo perderás, y pasado mañana, porque tú seguirás igual. No sólo eso; la costumbre de fantasear se fortalecerá.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

sábado, 15 de agosto de 2020

CAMBIANDO EL MUNDO


Pregunta 14: 
¿Cómo nos puede preocupar tanto nuestra felicidad cuando la humanidad se enfrenta a tantos problemas? El hambre, la pobreza, las condiciones de vida miserables, las escasas oportunidades de la mayoría de las personas para desarrollar su habilidad y su talento…

En realidad, hasta que no has dejado tus propios problemas no puedes tener una perspectiva correcta para comprender los problemas del mundo. Tu propia casa está hecha un desastre, tu propio ser interior es un caos… ¿Cómo vas a tener una perspectiva para comprender problemas tan extensos? Ni siquiera te comprendes a ti mismo; empieza por ahí, porque si empiezas por otro lado no llegarás a ninguna parte.

Las personas en un estado de terrible confusión mental empiezan por ayudar a los demás, y a proponer soluciones… Esas personas han causado más problemas en el mundo de los que han resuelto. Ésos son los que realmente crean las dificultades: los políticos, los economistas, los llamados funcionarios, los misioneros. Ellos son los que crean las dificultades; aún no han resuelto su consciencia interior, y siempre están dispuestos a abalanzarse sobre cualquiera para resolver sus problemas. Así es como evitan su propia realidad; no quieren enfrentarse a ella. Prefieren meterse en otras cosas, con otras personas. Con eso tienen algo que hacer, una buena distracción.

Recuérdalo: tú eres el problema del mundo. El problema eres tú, y a menos que ese problema se resuelva, hagas lo que hagas sólo contribuirás a complicar aún más las cosas. En primer lugar arregla tu casa, crea en ella un cosmos, porque ahora es un caos.

Hay una antigua fábula india, una historia de hace muchos años, pero de gran importancia.

Érase una vez un gran rey, tan grande como estúpido, que se quejaba de que al pisar la tierra se hacía daño en los pies y ordenó que cubrieran todo el reino con cuero para protegerlos, pero el bufón de la corte se rió de la idea; era un hombre inteligente, Dijo:

—La idea del rey es sencillamente ridícula.

El rey se enfadó mucho y le dijo al bufón:

—O me das otra alternativa o morirás.

El bufón dijo:

—Señor, corta unos trocitos de cuero y póntelos en los pies.

No hay por qué cubrir toda la tierra de cuero; sólo con cubrirse los pies basta para cubrir toda la tierra. Ése es el comienzo de la sabiduría.

Desde luego que hay problemas; en eso estoy de acuerdo. Y problemas muy graves. La vida es un infierno. Ahí tenemos el sufrimiento, la pobreza, la violencia, locuras de todas clases: es cierto; pero insisto en que el problema surge del alma del individuo. El problema existe porque existe el caos en el individuo. El caos general no es sino una multiplicación del mismo fenómeno: todos hemos aportado nuestro propio caos al total.

El mundo no es sino una relación; estamos relacionados los unos con los otros. Yo soy neurótico; tú eres neurótico, y la relación se vuelve muy neurótica; no sólo se dobla, sino que se multiplica. Y como todos están neuróticos, el mundo es neurótico. Hitler no apareció así como así; lo creamos nosotros. La guerra no surge así como así; la creamos nosotros. Es nuestro pus lo que asoma; es nuestro caos lo que causa las víctimas. El comienzo está relacionado contigo: tú eres el problema del mundo. De modo que no evites la realidad de tu mundo interior, porque eso es lo primero.

Tal como estás ahora, no eres capaz de ver la raíz del problema, sino sólo los síntomas. En primer lugar, averigua dentro de ti cuál es la raíz e intenta con todas tus fuerzas cambiarla. No es la pobreza; la raíz es la avaricia, y la pobreza la consecuencia. Si te limitas a luchar contra la pobreza no pasará nada. La raíz es la avaricia; la avaricia es lo que hay que erradicar. El problema no es la guerra, sino la agresividad individual; la guerra es simplemente la suma de la agresión de los individuos. Por muchas manifestaciones que hagáis, la guerra no cesará. A algunas personas les va esa marcha, y os las encontraréis en todas las manifestaciones.

A mí me encantaba cuando era niño. No me perdía ni una, y la gente mayor de mi pueblo empezó a preocuparse. Decían: «Pero si vas a todas las manifestaciones… Da igual que sea de comunistas o de anticomunistas. Siempre estás allí». Yo les decía: «Es que me gusta. Me da igual la ideología política. Me gusta gritar. Me gusta andar por ahí». Puedes disfrutar o no; da lo mismo, porque las guerras continúan. Y si te fijas en los que protestan, te darás cuenta de lo agresivos que son; no verás la paz en sus rostros. Están dispuestos a pelear. Las manifestaciones en favor de la paz pueden convertirse en cualquier momento en disturbios. Son personas agresivas; muestran su agresividad en nombre de la paz. Están dispuestos a pelear; si detentaran el poder, si tuvieran la bomba atómica, la soltarían para crear la paz. Eso es lo que dicen todos los políticos, que luchan para que reine la paz.

El problema no es la paz, y las manifestaciones no contribuyen a nada. El problema consiste en la agresividad interior de los individuos. Las personas no se encuentran a gusto consigo mismas, y por eso tiene que existir la guerra, porque en otro caso la gente se volvería loca. Cada década una guerra descarga a la humanidad de la neurosis. Quizá os sorprenderá saber que los psicólogos descubrieron un fenómeno muy extraño en la Primera Guerra Mundial. Mientras duró la guerra, el número de personas que se volvieron locas fue casi nulo. No hubo suicidios, no se cometieron asesinatos y la gente incluso dejó de volverse loca. Muy extraño. ¿Y qué tiene eso que ver con la guerra? Quizá no se cometieran asesinatos porque los asesinos estaban en el ejército, pero ¿y los suicidas? Quizá también estuvieran en el ejército, pero ¿y los locos? ¿También dejó la gente de volverse loca? Lo mismo ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, en mayor proporción, y entonces ya se conocía el vínculo, la asociación. La humanidad va acumulando cierta cantidad de neurosis, de locura, y cada década tiene que librarse de ella. Por eso cuando hay guerra —la guerra significa que la humanidad entera se ha vuelto loca— no hay necesidad de volverse loco individualmente. Todos están locos, y no tiene sentido intentarlo individualmente. Cuando una nación está asesinando a otra y hay tantos suicidios y asesinatos, ¿qué sentido tiene que se cometan a título individual? Puedes verlo por la televisión y disfrutarlo, leerlo en los periódicos y pasarlo bien.

El problema no es la guerra, sino la neurosis individual.

Hay que cambiar las raíces; hace falta una transformación radical, porque las reformas ordinarias no servirán de nada. Pero quizá no lo entendáis. Hablo de la meditación pero no comprendéis la relación, qué relación tiene la meditación con la guerra. Yo sí veo la relación; vosotros no la veis.

Yo lo entiendo así: si tan siquiera el uno por ciento de la humanidad meditara, desaparecerían las guerras. Y no hay otra manera. Hay que liberar esa cantidad de energía meditativa. Si el uno por ciento de la humanidad, es decir, una de cada cien personas, se pone a meditar, las cosas adquirirán un cariz completamente distinto. Disminuirá la avaricia y, naturalmente, disminuirá la pobreza. La pobreza no existe porque haya escasez; existe porque la gente acumula, porque son avariciosos. Si vivimos en el ahora, hay suficiente; la tierra tiene suficiente para darnos, pero si hacemos planes para el futuro, si acumulamos… Entonces surge el problema.

Pensad qué pasaría si las aves acumulasen: que unas cuantas serían ricas y las demás pobres; las aves de Estados Unidos serían las más ricas y el mundo entero sufriría. Pero como no acumulan, no hay pobreza. ¿Habéis visto un pájaro pobre? Los animales del bosque… No hay ninguno pobre ni ninguno rico. Ni siquiera se ven pájaros gordos y pájaros delgados. Todos los cuervos son casi iguales; no se los puede distinguir. ¿Por qué? Porque disfrutan, no acumulan.

Incluso engordar significa que estás acumulando en el cuerpo; es una actitud mezquina. Los avaros tienen estreñimiento; ni siquiera pueden desprenderse de los excrementos. Acumulan; controlan incluso la defecación, acumulan incluso la porquería. Acumular es un hábito para ellos.

Vivir en el momento, vivir en el presente, vivir con amor, en amistad… el mundo sería completamente distinto. El individuo tiene que cambiar, porque el mundo no es sino un fenómeno proyectado del alma individual.

Entonces se interesará por los problemas del mundo, pero su interés tendrá una dimensión diferente. Quizá no podáis comprenderlo. Hay personas que vienen a verme y me preguntan: «Pero ¿qué haces? Hay pobreza y hay fealdad, y tú enseñando meditación. Ya está bien. Haz algo por la pobreza». Pero no se puede hacer nada por la pobreza directamente. Hay que liberar la energía meditativa para disfrutar del momento; entonces no habrá pobreza. El comunismo no va a eliminar la pobreza; no la ha eliminado en ninguna parte. Ha creado nuevas formas de pobreza, y peores, más peligrosas. El comunista es mucho más pobre porque también ha perdido su alma. Ha dejado de ser un individuo; ni siquiera tiene libertad para rezar y meditar.

Eso no ayuda a las personas; las destruye. Ésos son los buenos samaritanos; hay que evitarlos.

Y cuando una persona medita empieza a alcanzar la plenitud. Si es pintor, será un gran pintor. Si es poeta, de su alma brotará de repente una poesía extraordinaria. Si es cantante, cantará por primera vez lo que siempre había deseado.

Cuando estás en silencio, arraigado en tu ser, centrado, tu talento empieza a funcionar automáticamente. Empiezas a funcionar como siempre había querido la existencia que funcionaras. Empiezas a funcionar como deberías haberlo hecho desde el día en que naciste, como tu destino quiere que funciones. Actúas con espontaneidad. Empiezas a hacer lo tuyo, sin importarte si te compensa o no, si te hace más respetable o no. Te hace feliz, y con eso basta. Te llena de júbilo, y eso es más que suficiente.

Pero a algunas personas les gustaría dar muchos rodeos; querrían cambiar el mundo en primer lugar, y después volver a sí mismos. Pero he de deciros que nunca volveréis a vosotros mismos si os vais tan lejos.

Me han contado una cosa… Había un viejo sentado cerca de Delhi; un joven que pasaba por allí en coche se detuvo y le preguntó: «¿A qué distancia está Delhi?». El viejo contestó: «Si sigues en la misma dirección por la que vas, si sigues ese camino, está muy lejos. Tendrás que dar la vuelta a la tierra, porque te has pasado Delhi hace tres kilómetros».

Si giras, no está muy lejos; cuestión de minutos. Si inicias un viaje para cambiar el mundo entero y piensas que así vas a cambiarte a ti mismo, no lo conseguirás; no podrás volver a casa.

Empieza donde estás. Formas parte de este mundo tan feo y al cambiarte a ti mismo cambiarás el mundo. ¿Qué eres tú? Formas parte de este mundo tan feo. ¿Por qué vas a intentar cambiar a tu vecino? A lo mejor no quiere, no le interesa. Si te das cuenta de que el mundo necesita un gran cambio, tú eres el mundo más próximo a ti mismo. Empieza por ahí.


Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

lunes, 3 de agosto de 2020

EL MUNDO DE LAS DROGAS


Pregunta 13:
¿Puedes decir algo sobre el problema de las drogas? ¿Por qué se mete la gente en el mundo de las drogas?

Osho:
No es nada nuevo; es tan antiguo como el hombre. No ha habido ninguna época en la que el hombre no haya intentado huir. El libro más antiguo del mundo es el Rigveda, y habla mucho de la droga. Esa droga se llama soma.

Desde la antigüedad todas las religiones han intentado evitar el uso de las drogas. Todos los gobiernos están en contra de las drogas, y sin embargo, han resultado más poderosas que todos los gobiernos y todas las religiones, porque nadie ha indagado en la psicología del usuario de drogas. El ser humano sufre. Vive en medio de angustias, ansiedades y frustraciones. No encuentra otra salida sino las drogas.

La única forma de evitar que la gente consumiera drogas sería hacerlas felices, dichosas.

Yo también estoy en contra de las drogas, por la sencilla razón de que te ayudan a olvidar tu sufrimiento un rato, pero no te preparan para luchar contra el sufrimiento y el dolor; por el contrario, te debilitan.

Pero las razones de las religiones y los gobiernos para oponerse a las drogas son completamente distintas a las mías. Quieren que la gente siga sufriendo, frustrada, porque quienes sufren no se rebelan; se torturan en su propio ser, se destrozan. No pueden concebir una sociedad mejor, una cultura mejor, un ser humano mejor. Con ese sufrimiento, cualquiera puede caer fácilmente en manos de los sacerdotes, porque ellos les darán consuelo, les dirán: «Bienaventurados los pobres, bienaventurados los mansos, bienaventurados los que sufren, porque ellos entrarán en el reino de los cielos».

La humanidad sufriente también está en manos de los políticos, porque la humanidad sufriente necesita esperanza, la esperanza de una sociedad sin clases en el futuro, la esperanza de una sociedad en la que no exista la pobreza, ni el hambre, ni el sufrimiento. En pocas palabras, los seres humanos pueden soportar sus sufrimientos y seguir adelante si en el horizonte se les presenta una utopía. Y hay que tener en cuenta el significado de la palabra «utopía»: lo que nunca sucede. Es como el horizonte; está tan cerca que crees que con correr un poco llegarás adonde coinciden el cielo y la tierra. Pero ya puedes correr toda tu vida que nunca llegarás a ese sitio, porque ese sitio no existe. Es una alucinación.

El político vive de promesas, y el sacerdote también vive de promesas. Nadie ha repartido los resultados en los últimos diez mil años. La razón que tienen para estar en contra de las drogas es que les destrozan el negocio. Si la gente empieza a consumir opio, hachís, LSD, no les interesará el comunismo, ni qué va a pasar mañana; les dará igual la vida después de la muerte, Dios, el paraíso. Se sentirán plenos en el momento.

Mis razones son otras. También estoy en contra de las drogas, pero no porque destruyan las raíces de las religiones y los políticos, sino porque destruyen el crecimiento interior de la persona hacia la espiritualidad. Te impiden alcanzar la tierra prometida. Vives en la alucinación, cuando eres capaz de alcanzar lo real. Te dan un juguete.

Pero como las drogas no van a desaparecer, yo querría que todos los gobiernos, que todos los laboratorios científicos purificasen esas drogas, para que fuesen un poco más sanas, sin efectos secundarios, algo que ya es posible. Podemos crear una droga como la que Aldous Huxley, en recuerdo del Rigveda, denominó soma, sin efectos secundarios, que no produce adicción, que es pura alegría, felicidad, cantar, bailar.

Si no podemos lograr que todo el mundo sea un Buda Gautama, tampoco tenemos derecho a impedir que la gente al menos vislumbre, de una forma ilusoria, el estado estético en el que debió de vivir Buda Gautama. Quizá esas pequeñas experiencias empujen a algunas personas a intentar explorar un poco más. Tarde o temprano se hartarán de las drogas, porque se repetirá lo mismo, una y otra vez. Por muy bonita que sea la escena, la repetición la hace aburrida.

De modo que, en primer lugar, hay que purificar las drogas, para que no tengan malas consecuencias. En segundo lugar, dejar que la gente las disfrute. Ya se aburrirán. Y entonces su único camino consistirá en buscar algún método de meditación para encontrar la dicha definitiva.

El problema radica sobre todo en los más jóvenes. La diferencia generacional es el fenómeno más novedoso del mundo; antes no existía. En épocas pasadas, los niños de seis o siete años empezaban a utilizar las manos, la mente, con sus padres, en sus oficios tradicionales. Cuando cumplían los catorce ya eran artesanos, trabajadores, se casaban, tenían sus responsabilidades. Al cumplir los veinte o los veinticuatro ya tenían hijos, de modo que no existía la diferencia generacional. Cada generación se superponía a la siguiente.

La diferencia generacional ha aparecido por primera vez en la historia de la humanidad, y tiene una tremenda importancia. Por primera vez, hasta los veinticinco o veintiséis años de edad, cuando acabas la universidad, no tienes ninguna responsabilidad, ni hijos, ni preocupaciones, y tienes el mundo entero ante ti para soñar: cómo mejorarlo, cómo enriquecerlo, cómo crear una raza de genios. Ésos son los años para soñar, entre los catorce y los veinticuatro, porque la sexualidad está madurando, y con la sexualidad maduran los sueños. Te reprimen la sexualidad en el colegio y en la universidad, de modo que toda la energía de la persona joven queda disponible para soñar. Se hace comunista, socialista, lo que sea. Y ésa es la época en la que empieza a sentirse frustrado por el funcionamiento del mundo. La burocracia, el gobierno, los políticos, la sociedad, la religión… No le parece que pueda hacer sus sueños realidad. Sale de la universidad con un montón de ideas, y la sociedad aplastará todas y cada una de esas ideas. Al poco se olvida del nuevo ser humano y de la nueva era. Ni siquiera encuentra trabajo, no puede mantenerse. ¿Cómo pensar en esa sociedad sin clases, sin ricos ni pobres?

Y entonces recurre a las drogas. Le proporcionan un alivio momentáneo, pero pronto descubre que hay que aumentar la dosis. Y tal como son ahora las drogas, destruyen el cuerpo, destruyen el cerebro, te incapacitan al cabo de poco tiempo. No puedes vivir sin drogas, y con las drogas no tienes espacio en la vida.

Pero yo no digo que los más jóvenes sean responsables de todo esto, y castigarlos y meterlos en la cárcel es una completa estupidez. No son delincuentes; son víctimas.

Mi idea consiste en que habría que dividir la educación en dos partes: una intelectual y otra práctica. El niño no empieza a ir al colegio sólo para aprender las cuatro reglas, sino también para aprender a crear algo, aprender destrezas, técnicas. Debería dedicarse la mitad del tiempo a su formación intelectual, y la otra mitad a las necesidades reales de su vida; con eso se mantendría el equilibrio. Y cuando termine la universidad, no será utópico, ni necesitará que otros le ofrezcan trabajo. Será capaz de crear cosas por sí mismo.

Y con respecto a los estudiantes que sienten alguna clase de frustración, habría que cambiar las cosas desde el principio. Si se sienten frustrados, quizá no estén estudiando lo que deberían. A lo mejor a alguno de ellos le gustaría ser carpintero y tú te empeñas en que sea médico; a lo mejor quiere ser jardinero y tú te empeñas en que sea ingeniero.

Se necesita una gran comprensión psicológica para encauzar a cada niño de forma que aprenda algo. Y debería ser obligatoria al menos una hora de meditación en todos los colegios, todos los institutos, todas las universidades, para que cuando te sientas frustrado o deprimido tengas un espacio interior al que puedas trasladarte y librarte inmediatamente de la depresión y la frustración. Entonces el joven no tendría que recurrir a las drogas. La respuesta es la meditación.

Pero en lugar de eso, quienes detentan el poder siguen haciendo estupideces, como prohibir y castigar. Saben que llevamos miles de años de prohibición y que no han servido para nada. Cuando se prohíbe el alcohol hay más alcohólicos, y se pone a la venta un tipo de alcohol peligroso. Millares de personas mueren envenenadas, ¿y quiénes son los responsables?

Condenan a los jóvenes a años de cárcel sin comprender que si una persona se ha dado a las drogas o es adicto a cierta droga lo que necesita es un tratamiento médico, no un castigo. Habría que llevarlo a un sitio donde lo cuidaran, donde pudiera aprender a meditar, e irlo separando poco a poco de las drogas para dirigirlo hacia algo mejor.

En lugar de eso les echan años de cárcel. No valoran en absoluto la vida humana. Si se condena a un joven de veinte años a diez de cárcel se desperdician sus mejores años, y sin ningún beneficio, porque resulta más fácil encontrar drogas en la cárcel que en ningún otro sitio. Los reclusos tienen gran experiencia en el uso de las drogas, y son los maestros de los recién llegados. Tras diez años en la cárcel esa persona saldrá muy bien enseñada. La cárcel sólo enseña una cosa: nada de lo que hagas es malo a menos que te pillen; no te dejes pillar. Y hay maestros capaces de enseñarte cómo no dejarte pillar. De modo que todo esto es absurdo.

Yo también estoy en contra de las drogas, pero de una forma completamente distinta. Supongo que comprendes la diferencia.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet
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