domingo, 31 de octubre de 2021

EXPERIENCIAS DE APRENDIZAJE


 

¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL RELACIONARSE?


-Porque tú todavía no eres. Hay un vacío interior, y el miedo a que si te relacionas con alguien más tarde o más temprano se demostrará que estás vacío. Por eso parece más seguro mantener una distancia con la gente; por lo menos puedes simular que eres. Tú no eres. No has nacido todavía, eres tan sólo una posibilidad. Pero todavía no eres su realización; y sólo dos personas que se hayan realizado pueden relacionarse. Relacionarse significa amar, significa compartir. Pero antes de poder compartir, tienes que tener y antes de poder amar tienes que estar lleno de amor, rebosante de amor. Dos semillas no se pueden relacionar, están cerradas. Dos flores pueden relacionarse, están abiertas, pueden mandar su fragancia de una a otra, pueden danzar bajo el mismo sol y en el mismo viento, pueden tener un diálogo, pueden susurrarse. Pero esto no es posible para dos semillas. Las semillas están totalmente cerradas, no tienen ventanas y entonces, cómo van a relacionarse?

Millones de personas han preferido quedarse en semillas. ¿Por qué? Cuando pueden convertirse en flores y danzar al viento, bajo el sol, bajo la luna, ¿por qué han decidido quedarse en semillas? Hay una razón para esta decisión: la semilla está más segura que la flor. La flor es frágil; la semilla no lo es, la semilla parece más fuerte. La flor puede ser destruida muy fácilmente; sólo un golpe de viento y sus pétalos volarán. La semilla no puede ser destruida por el viento tan fácilmente, la semilla está muy protegida, segura. La flor estará expuesta; una cosa tan delicada, y expuesta a tantos riesgos: puede soplar un viento fuerte, puede llover tormentosamente, el sol puede calentar demasiado, cualquier tonto puede arrancar la flor. Cualquier cosa puede ocurrirle a la flor, le puede pasar de todo; la flor está constantemente en peligro. Pero la semilla está segura; por eso millones de personas han decidido permanecer como semillas. Pero quedarse en semilla es quedarse muerto, quedarse en semilla no es en absoluto vivir. Es seguro, ciertamente, pero no tiene vida. La muerte es segura, la vida es inseguridad. El que realmente quiere vivir tiene que vivir en peligro, en constante peligro.



FUENTE: OSHO: ‘Misterios de la Vida (I)’, tomado del Libro De la Sabiduría, Discurso 27, de la dirección internet www.oshogulaab.com

sábado, 30 de octubre de 2021

EL SUFRIMIENTO COMO MEDIO PARA EMPEZAR A EXPLORAR LA EXPERIENCIA PRESENTE


Cuando considero que el dolor es mío, me pierdo en mi burbuja de sufrimiento personal y me siento desconectado de la vida, aislado y solo con mi desdicha. Pero más allá de la historia personal de mi sufrimiento, descubro que el dolor no es en realidad mi dolor. Es el dolor del mundo. Es el dolor de la humanidad. Cuando pierdo a mi padre, la aflicción que siento no es mi aflicción, sino la aflicción de todo hijo; sufro por, y con, cada hijo que haya perdido a su padre. Cuando mi pareja me abandona, soy cualquiera que haya perdido a alguien a quien amaba. En los más íntimos recesos de la experiencia presente, descubro que yo soy el universo que con tanto ahínco intento salvar; descubro que yo soy la compasión que tanto me esfuerzo por representar fuera, en el mundo; descubro que yo soy todas las demás personas con las que tanto anhelo tener contacto. En las profundidades de lo personal, en medio de las experiencias más intensamente dolorosas e íntimamente personales, descubro la verdad impersonal de la existencia, y en ese momento soy libre. Muchas enseñanzas espirituales hablan de escapar de lo personal y alcanzar cierto estado impersonal en un futuro, pero, como veremos en este libro, lo personal y lo impersonal son íntimamente uno, y no se pueden dividir así. La división es precisamente la raíz de todo el sufrimiento y el conflicto.

A un nivel, este libro no es necesario. Ya estás completo tal como eres. Eres la vida misma, y siempre lo has sido. ¡Esto es todo, el aquí y el ahora! Este momento es cuanto hay, y está completo en sí mismo. No hay nada más que hacer. ¡Enhorabuena!, puedes cerrar el libro y tomarte una taza de té y un bollo.

A otro nivel, quizá todavía no reconozcas que ya estás completo. Quizá verdades espirituales tan bellas e inspiradoras como «ya estás completo» y «solo hay Unidad» aún te parezcan simplemente bellas e inspiradoras palabras, y todavía no sean para ti una realidad experiencial, viva. Quizá todavía estés batallando con tus sentimientos, con el dolor, las adicciones y los conflictos de pareja. Quizá todavía estés buscando respuestas, amor, aprobación, la iluminación... Quizá aún estés esperando la paz, todavía anheles encontrar una manera de vivir en este mundo que tenga más sentido, en la que haya más amor, que sea más auténtica. Quizá, aunque creas que no estás separado de la vida, todavía te sientas separado de la vida.

El sufrimiento no es una maldición, un castigo, una aberración, ni es señal de que hayas fracasado en modo alguno. El sufrimiento es siempre un gran lugar para empezar a explorar la experiencia presente. Dios sabe que, si no hubiera sufrido como sufrí, nunca habría empezado a cuestionar todo lo que sabía y a descubrir la libertad en todo aquello contra lo que luchaba, en todo aquello de mí de lo que intentaba huir.

No te prometo un estado especial o una experiencia espiritual extraordinaria; eso se lo dejo a los gurús espirituales. Además, los estados y las experiencias vienen y van, y, si de verdad queremos poner fin al sufrimiento, debemos ir más allá de los estados y las experiencias pasajeros, más allá de las cimas espirituales, y descubrir algo que no sea efímero. Algo que esté siempre presente. Algo que está aquí ahora mismo, pero que al parecer siempre ignoramos, empeñados en saborear experiencias futuras y añorantes de retornar a las glorias pasadas.

No me considero un gurú espiritual o un adalid de la autoayuda, un ser especial, despierto o iluminado, ni esencialmente distinto de ti en modo alguno. Me considero más un amigo que te indica con delicadeza cómo retornar a quien realmente eres, que te recuerda lo que, en lo más hondo, ya sabes. Por supuesto, no deseo que te limites a creer todo lo que digo. Quiero que indagues tú mismo, que pongas a prueba todo lo que digo y lo cotejes con tu propia experiencia. Yo no soy una autoridad en materia de la vida (¿quién puede ser una autoridad en que los pájaros canten, en que lata el corazón, en que caiga la lluvia o en que este momento sea como es?), pero quizá las palabras de este libro te devuelvan a una percepción consciente de lo que es realmente verdad en tu experiencia ahora mismo. Tal vez te devuelvan a una profunda aceptación total, a una sencillez y un reposo que son la esencia de todo, que te llevarán más allá de la necesidad de ninguna autoridad externa y te dejarán libre, como un árbol en mitad de la tormenta, mirando a la vida de frente, entregado de lleno a las realidades y los desafíos de la existencia relativa, pero también sólidamente asentado en la inquebrantable certeza de quien de verdad eres, firmemente enraizado en un saber que nunca morirá.



Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet

CONTEMPLAR NUESTROS PROPIOS MIEDOS


 

viernes, 29 de octubre de 2021

SENTIR EL CENTRO DEL DOLOR


 

21. EL SONIDO DE UNA SOLA MANO


El maestro del templo Kennin era Mokurai, Trueno Silencioso. Tenía un pequeño protegido llamado Toyo que sólo contaba doce años de edad. Toyo veía que los discípulos mayores visitaban la habitación del maestro cada mañana y cada tarde, a fin de recibir instrucción en el sanzen o una guía personal, en la que les facilitaban koanes a fin de detener las divagaciones de la mente.

Toyo también quería practicar el sanzen.

–Espera un poco –le dijo Mokurai–. Eres demasiado joven.

Pero el niño insistía, por lo que el maestro finalmente accedió.

A la hora apropiada, cuando atardecía, Toyo se presentó en el umbral de la sala de sanzen de Mokurai. Hizo sonar el gong para anunciar su presencia, se inclinó respetuosamente tres veces ante la puerta y fue a sentarse ante el maestro en respetuoso silencio.

–Cuando bates palmas oyes el sonido de ambas manos –le dijo Mokurai–. Ahora muéstrame el sonido de una sola mano.

Toyo hizo una reverencia y fue a su habitación para reflexionar sobre esta cuestión. Hasta su ventana llegaba la música de las geishas.

–¡Ah, ya lo tengo! –exclamó.

A la mañana siguiente, cuando su maestro le pidió que ilustrara el sonido de una sola mano, Toyo empezó a tocar la música de las geishas.

–No, no –le dijo Mokurai–. Eso nunca servirá, no es el sonido de una sola mano. No lo has comprendido en absoluto.

Pensando que aquella música podría interrumpirle, Toyo se trasladó a un lugar tranquilo y meditó de nuevo. «¿Cuál puede ser el sonido de una mano?» Entonces acertó a oír el goteo de agua. «Ya lo tengo», imaginó Toyo.

Cuando se presentó de nuevo ante su maestro, Toyo imitó el goteo del agua.

–¿Qué es eso? –le preguntó Mokurai–. Eso es el sonido del agua que gotea, pero no el sonido de una mano. Vuélvelo a intentar.

En vano Toyo meditó para oír el sonido de una sola mano. Oyó el suspiro del viento, pero su maestro lo rechazó.

Oyó el ulular de un búho, pero tampoco le fue aceptado.

El sonido de una mano no era el de la cigarra.

Toyo visitó más de diez veces a Mokurai con diferentes sonidos. Todos eran erróneos. Durante casi un año reflexionó sobre cuál podría ser el sonido de una mano.

Finalmente Toyo emprendió la verdadera meditación y trascendió todos los sonidos.

–No pude reunir más –explicó más tarde–, así que llegué al sonido insonoro.

Toyo había comprendido cuál era el sonido de una sola mano.



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

jueves, 28 de octubre de 2021

¿QUE TE CAUSA FELICIDAD?


 

¿LA ESPIRITUALIDAD EVITA EL SUFRIMIENTO?

¿CAMBIAR O AMAR?


Ves, pues, que todos estamos embarcados en el cambio. Queremos cambiarnos a 
nosotros mismos; queremos cambiar el mundo. Eso es lo que nuestra estúpida programación nos ha inculcado. Tenemos que cambiar todo, sin antes haber entendido nada. Lo que necesitas no es cambiar, es comprender. Compréndete a ti mismo; comprende a los demás. Voy a decirte algo absolutamente escandaloso pero que ¡es verdad! No estás aquí para cambiar el mundo, ¡estás aquí para amarlo! ¡Maldición! Tú no quieres amar el mundo, quieres cambiarlo. ¿Sabes qué significa amar? "Amar" significa ¡ver!, ¡comprender! ¿Cómo puedes amar lo que ni siquiera ves? Y, ¿cómo puedes comprender si estás perturbado?

¿Cómo puedes comprender - ahí viene otro shock- si se interpone alguna emoción positiva o negativa? Dicen que el amor es ciego. ¡Falso! No hay nada tan clarividente como el amor; es lo más clarividente del mundo. El apego es ciego porque es estúpido, porque está basado en una creencia falsa. Y a eso lo llaman "amor".

- Estoy enamorado de ti. Te amo.

-¿Qué? ¿Me amas o te amas a ti mismo?

-¿Sabes qué significa estar "enamorado"? Estar "enamorado" significa "te quiero para mí". Estar "enamorado" significa que tengo sentimientos de posesividad hacia ti. "Estar enamorado de ti" significa "te quiero para mí; no seré feliz sin ti; dependo emocionalmente de ti; no puedo ser feliz sin ti". ¡Eso es una droga, es una enfermedad! Tu cultura y la mía nos dicen que esa es la virtud suprema. ¡Falso! Pero, ¿quién se atreve a decir lo siguiente?: Cuando estás enamorado estás ciego, estás lleno de ti mismo. ¿Has pensado en eso? No ves a la otra persona. Has proyectado sobre esa persona una imagen ilusionada, y eso es lo que amas: una ilusión. Cuando no esperamos nada de la otra persona, no decimos que estamos enamorados. ¡Vaya!, tienes muchísimo para meditar sobre esto.



Extracto del libro:
Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Fotografías tomadas de Internet

miércoles, 27 de octubre de 2021

HASTA MI ÚLTIMO ALIENTO




 

LA VIGILANCIA: LA LLAMADA A UNA RENDICIÓN MÁS PROFUNDA


Muchas personas afortunadas y agraciadas han podido gustar o tener un 
vislumbre de lo inmortal, del Ser eterno. A partir de esa experiencia surge la pregunta: "¿Qué viene ahora?" O,"¿qué debería hacer ahora?" "¿Qué debería hacer con esto?" "¿Qué hago con esto?" Estas preguntas indican que se necesita una rendición más profunda. Siempre hay una invitación a ello. Esta capitulación es vigilancia.

A menudo no se entiende qué es esta. Generalmente, lo que se considera vigilancia es una cuidadosa supervisión o seguimiento por parte del superego. Estoy seguro de que eres consciente de este tipo de revisión: ¡Oh!, no debería haberlo hecho así. No debería haberlo dicho así. No debería haber pensado eso. Debería haberme rendido. Esta supervisión o monitorización no es vigilancia, sino una imitación de la vigilancia.

Vigilancia viene de la palabra "vigilia", que significa "guardar vigilia". 

Guardar vigilia es un tipo de adoración. La vigilancia es una vigilia sagrada, serena y pacífica ante la llama de la Verdad.

Mantén la vigilia mientras quepa la posibilidad de que percibas a alguien separado de la Verdad, mientras sigas desactivando los viejos deseos, mientras quede un aliento en tu cuerpo.

Asumiendo que es probable -o, al menos, posible- que te percibas separado de la Verdad, tienes la oportunidad de mantenerte vigilante ante Su llama.

Si te mantienes muy alerta descubrirás que no estás separado de Ella. ¿Y qué viene después de eso? Una vigilancia aún más profunda, descubrimientos más internos. El verdadero descubrimiento no tiene fin. Lo que sí podría acabar es tu preocupación por quien creías ser: tu cuerpo, tus pensamientos y tus emociones. De hecho, la preocupación sólo continúa mientras sigues alimentándola.

Nutre tu cuerpo. Hacerlo no es gran cosa. Pero sustentar tus pensamientos sí que es muy importante y tus emociones, muy relevante.

Deja de alimentar tus pensamientos y emociones, contempla lo que no necesita ser nutrido para existir. Mantente vigilante a eso. Ríndete a ello.

Si te ha atravesado la flecha de la verdad y lo sabes, si has tenido esta experiencia, entonces también conoces los pensamientos arrogantes que pueden surgir: "Bueno, sé que soy uno con la Verdad, entonces, ¿quién queda ahí para mantener la vigilancia?" Probablemente te has dicho esto, ¿correcto? Y entonces, de repente, vuelven el sufrimiento y el lamento: "¡Lo he perdido! ¿Cómo ha podido ocurrir?". La vigilancia corrige la percepción y la experiencia de perder lo que no puede ser perdido.

No estoy hablando de esfuerzo. No estoy hablando de que la vigilancia sea un hacer. Estoy hablando de ser vigilancia y de reconocer que es natural serlo. Eres pura conciencia. La conciencia se mantiene vigilante de manera natural, lo hace hacia sí misma, y en realidad siempre es consciente de sí misma.

Cuando el cuerpo está profundamente dormido y no hay puntos de referencia ni impresiones sensoriales, cuando no hay percepción de él ni de ningún otro elemento mental, emocional o físico, sigue habiendo conciencia consciente de sí misma, y eso es la dicha. Es la dicha del sueño profundo. Cuando el organismo despierta y vuelves a percibir las cosas, sabes que ha habido una experiencia profunda y sin objetos. No tienes ninguna impresión sensorial de ella, pero lo sabes porque la conciencia de ella sigue estando presente. A medida que aparecen los objetos, nuestro condicionamiento tiende a fijarse en ellos y a pasar por alto ese profundo alimento que siempre está presente. Vigilancia es la conciencia de lo que no desaparece cuando aparecen los objetos. Tanto si estos son exquisitos como si son horribles o mundanos, siempre está presente una conciencia que es consciente de sí misma, una conciencia que es consciente de sí misma, sean esos objetos emocionales, mentales o físicos.

La vigilancia pura debe ser reconocimiento fácil, porque de otro modo hay un practicar la vigilancia, y eso ya es no estar vigilante. Cuando oigas el pensamiento: "Ahora voy a practicar la vigilancia", pregúntate quién está haciéndolo. Esto es autoindagación directa. Verás que allí no hay nadie, que sólo hay vigilancia. Entonces constata que es muy natural ser consciente de los objetos que pasan, y que también es ser consciente del que es consciente, es decir, ser consciente tanto de los objetos que pasan como de uno mismo.

Descansa en la vigilancia y ve. Simplemente espera y ve. Ve cuál es el destino del cuerpo. Ve cuál es el impulso de esta vida. Habrá objetos que pasarán ante el altar de la vigilancia: deja que pasen como nubes. Las nubes no son un problema, ciertamente no lo son desde el punto de vista del cielo.

Tú eres el cielo. No eres una entidad que está mirando al cielo. Eres el cielo mirando a la entidad aparente.

Suponer que la vigilancia es una carga es una equivocación. La verdadera carga es negar que eres la conciencia misma. La idea de que la vigilancia es una carga viene de la práctica espiritual. Se te conmina a que practiques. 

Tienes que mantener tu práctica. No sé de dónde viene la palabra "práctica", pero está mal empleada, porque practicar significa hacer algún tipo de preparativo para un suceso real. Practicas para el partido de fútbol.

Practicas para tu recital. No puedes practicar para la vida. La vida es ahora mismo. De modo que no uso la palabra practicar cuando hablo de vigilancia. Estoy hablando de ser vigilancia. Sé ello ahora. Tú ya eres eso.

Reconócete como tal, y mantente vigilante a tu verdadera naturaleza.

Después ve. Sin buscar nada, ve.



Extracto del libro:
Libertad y resolución
Gangaji
Imágenes tomadas de internet

martes, 26 de octubre de 2021

LEYENDA ANTIGUA Y ETERNA


 

CEREMONIA DEL TE


Te encuentro...

Te escucho...

Te hablo...

Te abrazo...

Te beso...

Te tengo...

Te aprieto...

Te atrapo...

Te absorbo...

Te asfixio...

¿Te quiero?



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet

lunes, 25 de octubre de 2021

AFRONTAR LAS SITUACIONES DIFÍCILES, NO LA INCERTIDUMBRE


 

20. EL CONSEJO DE UNA MADRE


Jiun, un maestro del Shogun, era un reconocido estudiante de sánscrito 
en la era Tokugawa. Cuando era joven, solía dar conferencias a sus compañeros de estudios.

Su madre tuvo noticia de ello y le escribió una carta:

«Hijo, no creo que puedas convertirte en un devoto de Buda si lo que deseas es convertirte en un diccionario ambulante para los demás.

No hay final para la información y los comentarios, la gloria y el honor. Me gustaría que dejaras esta actividad. Retírate a un pequeño templo en algún lugar remoto de la montaña. Dedica tu tiempo a la meditación y alcanza de este modo el verdadero conocimiento».



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

sábado, 23 de octubre de 2021

NUNCA PODREMOS EVITAR LA INCERTIDUMBRE


 

SOLO POR AMOR


Camino por mi camino.

Mi camino es una ruta con un solo carril, el mío.

A mi izquierda un muro eterno, separa mi camino del camino de alguien que transita a mi lado, del otro lado del muro.

De vez en cuando en este muro hay un agujero, una ventana, una hendidura...
y puedo mirar hacia el camino de mi vecino o vecina.

Un día mientras camino, creo ver, del otro lado del muro, una figura que pasa a mi ritmo, en mi misma dirección.

Miro esa figura: es una mujer, es hermosa.

Ella también me ve. Me mira.

La vuelvo a mirar.

Le sonrío... y me sonríe.

Un momento después ella sigue andando su camino y yo apuro la marcha porque espero ansiosamente la próxima oportunidad de cruzarme con esa mujer.

En la próxima ventana me detengo un minuto.

Cuando ella llega, nos miramos a través de la ventana.

Parece tan encantada conmigo como yo con ella.

Le digo por señas lo mucho que ella me agrada.

Me contesta por señas. No sé si significan lo mismo que las mías, pero intuyo que ella entiende lo que quiero decirle.

Siento que me quedaría un largo rato mirándola y dejándome mirar, pero sé que mi camino continúa...

Me digo que más adelante en el camino, habrá seguramente una puerta y quizás pueda yo cruzar a encontrarme con ella.

Nada da más certeza que el deseo, así que me apuro por encontrar la puerta que imagino.

Empiezo a correr con la vista clavada en el muro.

Un poco más adelante la puerta aparece.

Allí está del otro lado, mi ahora deseada y amada compañera, esperando, esperándome.

Le hago un gesto, ella me devuelve un beso en el aire.

Me hace una seña como llamándome. Es todo lo que necesito.

Emprendo contra la puerta para reunirme con ella, de su lado del muro.

La puerta es muy estrecha, paso una mano, paso el hombro, hundo un poco la panza, me retuerzo un poquito sobre mí mismo, casi consigo pasar mi cabeza pero mi oreja derecha se queda trabada.

Empujo.

No hay caso, no pasa.

Y no puedo usar mi mano para torcerla, porque no podría poner ni un dedo allí...

No hay espacio para pasar con mi oreja, así que, tomo una decisión...

(Porque mi amada está allí, y me espera...).

(Porque es la mujer que siempre soñé y me llama...)

... Saco una navaja de mi bolsillo y de un sólo tajo rápido, me animo a darme un corte en la oreja para que mi cabeza pase por la puerta.

Y tengo éxito, mi cabeza consigue pasar...

Pero después de mi cabeza, veo que es mi hombro el que queda trabado.

La puerta, no tiene la forma de mi cuerpo.

Hago fuerza, pero no hay remedio, mi mano y mi cuerpo han pasado, pero mi otro hombro y mi otro brazo no pasan...

Ya nada me importa, así que...

Retrocedo, y sin pensar en las consecuencias, tomo envión y fuerzo mi paso por la puerta.

Al hacerlo, el golpe desarticula mi hombro y el brazo queda colgando como sin vida, pero ahora, afortunadamente, en una posición tal que no puedo atravezar la puerta...

Ya casi... casi, estoy del otro lado.

Justo cuando estoy a punto de terminar de pasar por la hendidura, me doy cuenta de que mi pie derecho se ha quedado enganchado del otro lado.

Por mucho que fuerzo y me esfuerzo, no puedo pasarlo.

No hay caso, la puerta es demasiado angosta para que mi cuerpo entero pase por ella.

Demasiado angosta, no pasan mis dos pies...

No lo dudo. Estoy ya casi al alcance de mi amada.

No puedo echarme atrás... Así que, agarro el hacha, y apretando los dientes, doy el golpe y desprendo la pierna.

Ensangrentado, a los saltos, apoyado en el hacha y con el brazo desarticulado, con una oreja y una pierna menos, me encuentro con mi amada.

Le digo:

- Aquí estoy. Por fin he pasado. Me miraste, te miré, me enamoré. He pagado todos los costos por ti... Todo vale en la guerra y el amor. No importan los sacrificios... valían la pena si eran para encontrarse contigo... para poder seguir juntos... juntos para siempre...

Ella me mira, se le escapa una mueca y me dice:

- Así no, así no quiero... A mí me gustabas cuando estabas entero.



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet

viernes, 22 de octubre de 2021

MUROS PROTECTORES


 

NADAR POR LA VIDA


Cuando era niño me llevaron con un maestro, con un maestro de natación. Era el mejor nadador del pueblo, y nunca me había tropezado con nadie que estuviera más tremendamente enamorado del agua. El agua era su Dios, la veneraba, y el río era su hogar. Temprano -a las tres de la madrugada- lo encontrabas en el río; al atardecer, lo encontrabas en el río, y a la noche, lo encontrabas sentado, meditando al lado del río. Toda su vida consistía en estar cerca del río.

Cuando me llevaron con él -quería aprender a nadar- me miró, sintió algo. Dijo: ‘No puede aprenderse a nadar; lo único que puedo hacer es tirarte al agua y el nadar va a surgir por sí mismo. No se puede aprenderlo, ni se lo puede enseñar; es una maña, no un conocimiento…’

Y eso fue lo que hizo -me tiró al agua y se paró en la orilla. Me hundí dos o tres veces y sentí que casi me ahogaba. El se quedaba parado, ¡ni siquiera trataba de ayudarme! Por supuesto, cuando está en juego tu vida, haces todo lo que puedes, entonces empecé a bracear -como sea, frenéticamente y surgió el truco. Cuando está en juego la vida, haces todo lo que puedes…y cada vez que haces todo, pero todo lo que puedes, ¡algo pasa!

¡Pude nadar!, ¡Estaba completamente emocionado! Le dije: ‘La próxima vez, no vas a necesitar empujarme, yo mismo voy a saltar.’

Ahora sé que hay una tendencia natural del cuerpo a flotar. No es cuestión de nadar, solamente hay que sintonizar con el elemento agua; una vez que te sintonizas con él, el agua misma te protege. Y desde aquella vez estoy empujando a mucha gente al río de la vida! Yo solamente me paro ahí…Casi nadie falla si da el salto. Uno está obligado a aprender.




FUENTE: OSHO: ‘La Ciencia de la Meditación’, tomado de la dirección internet www.oshogulaab.com

miércoles, 20 de octubre de 2021

LA QUIETUD ES SEGUIDA POR EL MOVIMIENTO


 

LOS HECHOS INELUDIBLES DE LA VIDA



Empezamos a adoptar una fresca actitud cuando vemos que el ayer ya ha 
transcurrido y que el ahora acaba de pasar; hoy es hoy, y el ahora es un momento nuevo. No es de otro modo: a cada hora, a cada minuto todo cambia. Si dejamos de observar el cambio, dejamos de ver que todo cuanto ocurre es nuevo.

DZIGAR KONGTRUL RIMPOCHÉ

El Buda enseñó que la existencia humana tiene tres características principales: la impermanencia, la ayoidad y el sufrimiento o la insatisfacción. Según el Buda, las vidas de todos los seres están marcadas por estas tres cualidades. Reconocer en nuestra propia experiencia que estas cualidades son reales y verdaderas nos ayuda a relajarnos porque aceptamos las cosas tal como son. 

Cuando oí estas enseñanzas por primera vez me parecieron intelectuales y lejanas. Pero cuando me animaron a prestar atención —a sentir curiosidad por lo que ocurría en mi cuerpo y en mi mente— algo en mí cambió. Podía ver desde mi propia experiencia que nada era estático. Mis estados de ánimo están cambiando constantemente como el tiempo. Y, sin duda, no puedo controlar los pensamientos o las emociones que van a surgir a continuación ni detenerlos. La quietud es seguida por el movimiento, y el movimiento retorna a la quietud. Incluso el dolor físico más persistente, si le prestamos atención, vemos que cambia como las mareas.

Siento gratitud hacia el Buda por señalar que aquello contra lo que luchamos durante toda la vida puede aceptarse como una experiencia ordinaria. La vida sube y baja continuamente. La gente y las situaciones son imprevisibles, como todo lo demás. Todos conocemos el dolor de no obtener aquello que deseamos: los santos, los pecadores, los vencedores y los perdedores. Me siento agradecida de que alguien viera la verdad y nos la señalara para que no suframos esta clase de dolor por nuestra incapacidad de percibir correctamente las cosas.

Que nada es estático o fijo, que todo es fugaz e impermanente, es la primera marca de la existencia. Es una realidad ineludible. Todo se encuentra en un proceso.

Todo —cada árbol, cada brizna de hierba, los animales, los insectos, los seres humanos, los edificios, cualquier ente animado e inanimado— está cambiando siempre, a cada momento. No necesitamos ser místicos o físicos para saberlo. Sin embargo, en nuestra experiencia personal, nos resistimos a este hecho básico. Esta realidad significa que la vida no va a ser siempre como deseamos. Significa que nos ofrecerá tanto pérdidas como ganancias, pero a nosotros esto no nos gusta.

En una ocasión cambié de trabajo y de casa al mismo tiempo. Me sentí insegura, inestable y sin un suelo bajo mis pies. Deseando que me dijera algo que me ayudara a afrontar estos cambios, me quejé ante Trungpa Rimpoché diciéndole que tenía problemas con las transiciones. Él me miró con una expresión de no comprenderme y me dijo: «Siempre estamos en una transición». Y después añadió: «Si te limitas a afrontar la situación de una manera relajada, no tendrás ningún problema».

Sabemos que todo es impermanente, que todo acaba agotándose. Aunque aceptemos esta verdad con el intelecto, emocionalmente nos produce una profunda aversión. Deseamos que todo sea permanente y esperamos que así sea. Nuestra tendencia natural es buscar seguridad, creer que podemos encontrarla. Aunque experimentamos la impermanencia cada día como frustración, usamos nuestra actividad diaria para protegernos contra la fundamental ambigüedad de nuestra situación, gastando muchísima energía al intentar protegernos de la impermanencia y la muerte. No nos gusta que nuestro cuerpo cambie de forma. No nos gusta envejecer.

Tememos las arrugas y la piel que cuelga. Usamos productos de belleza como si de verdad creyésemos que nuestra piel, nuestro cabello, nuestros ojos y nuestros dientes escaparán milagrosamente de la verdad de la impermanencia.

Las enseñanzas budistas aspiran a liberarnos de esta limitada forma de relacionarnos con el mundo. Nos animan a irnos relajando poco a poco y sin reservas ante la normal y obvia verdad del cambio. Aceptar esta verdad no significa ver sólo el lado malo de las cosas, sino empezar a comprender que no somos los únicos que no controlamos nuestra vida. Dejamos de creer que existe gente que haya logrado escapar de la incertidumbre.



Extracto del libro:
Los lugares que te asustan:
El arte de convertir el miedo en fortaleza
Pema Chödrön
Fotografía de Internet

martes, 19 de octubre de 2021

ESCAPAR DEL MALESTAR


 

SÍNDROME DE LA EMPLEADA: LA SERVIDUMBRE HOGAREÑA


Ser ama de casa no es una labor de la cual deban avergonzarse las mujeres que la ejercen. Entre otras cosas, en una cultura que aún lleva a cuestas la regulación patriarcal, es muy difícil encontrar una mujer que no sea en lo absoluto ama de casa.

Por lo general, la esposa que trabaja afuera sigue haciéndose cargo de las cuestiones del hogar, los niños y el marido.

El término "servidumbre" debe asimilarse al de sumisión, a una actitud que se opone a la autonomía y la independencia. Por eso, la servidumbre o el servilismo psicológico no debe confundirse con la virtud de la humildad: el humilde no se considera superior, mientras que el servil ha dejado de quererse a sí mismo o ha comenzado a odiarse.

Si estás profundamente convencida de que tu misión en la vida es ser la administradora del hogar, mientras el "dueño" de la "empresa familiar" es tu media naranja, no tienes una relación afectiva, sino una "relación laboral". Sé de matrimonios en los que ella recibe un sueldo de su marido por hacerse cargo de las tareas de la casa (que no es precisamente el proyecto de vida que desea la mayoría de las mujeres o, por lo menos, no conozco a ninguna que se sienta realizada totalmente en actividades como sacudir el polvo, lavar, planchar, limpiar baños y cocinar). Mientras que la geisha rinde pleitesía, la empleada rinde cuentas: la metáfora es la del hombre/jefe y la mujer/empleada.

Las mujeres que padecen este síndrome entran en una fase obsesiva de eficacia hogareña, tratando de mantener el grado de exigencia establecido por el hombre/jefe y pasar así el examen diario. Organizar la casa se convierte en un trabajo obligatorio que se revisa con lupa en busca de errores y se analiza con la perspicacia de cualquier protocolo de evaluación del desempeño. ¿La felicidad de ella? Verlo satisfecho con el producto final. Blancura más que blanca, baños con olor a mañanas campestres, pisos resplandecientes, ropa almidonada, meticulosidad en el orden, niños limpios y bien alimentados, en fin, la maravilla triple A, la envidia de cualquier señor feudal: Aseo, Alimentación y Administración, todo bajo el mismo rubro afectivo.

El hombre/jefe no quiere una pareja, sino una asalariada con quién tener relaciones sexuales; ojo, no un matriarcado contable, sino una mujer cuyo perfil se acomode a la filosofía de la empresa. Las expresiones de afecto se reducen a dar retroalimentación positiva sobre los objetivos alcanzados.

Un síntoma confirmatorio de que sufres este síndrome es que cuando todos duermen en casa, sientes un profundo descanso, un alivio de la tensión... No hay exigencias. El silencio reparador al cual te aferras parece una bendición:"¡Al fin sola, al fin puedo pensar en mí!" Es el bienestar en estado puro, la sensación de total libertad que llega con la noche...

Obviamente, no estoy exaltando la indolencia ni la falta de interés por la pareja o la familia, lo que propongo es abolir la servidumbre hogareña en cualquiera de sus formas y reemplazarla por una verdadera división del trabajo, sin escalas jerárquicas, que dignifique la labor de cada quién en su contexto. Tampoco niego que asumir el papel de servidora (v.g. servidora pública) en determinadas actividades pueda llegar a ser perfectamente compatible con una actividad digna y necesaria (pensemos en las mujeres que trabajan en Médicos sin Fronteras o en la Cruz Roja Internacional), pero esta actitud de servicio razonable se ve desvirtuada si está regida por una relación de dominancia afectiva y/o psicológica. La entrega irracional y enfermiza empieza en el preciso momento en que acepto que mi pareja y yo no somos iguales en derecho. Una cosa es preocuparse porque la casa funcione bien y otra, actuar como la encargada de un room service. Una cosa es conversar sobre los problemas del día y otra, presentar un informe pormenorizado (factura en mano) sobre actividades y gastos, para obtener el visto bueno.

¿Cómo puede sustentarse una relación de pareja en la que el vínculo está regido más por la dedicación a la tarea que por la dedicación a la ternura? Cuando el quehacer doméstico reemplaza el quehacer amoroso, se pasa del afecto al negocio, de la alegría al deber, del relax al ordenamiento contable, del chiste a la seriedad. Entonces ya tienes al gerente en casa.

Pensamiento liberador:

Quiero A-M-A-R-T-E, no S-E-R-V-I-R-T-E.

La ficha técnica de la entrega irracional que caracteriza la servidumbre hogareña de las mujeres que sufren del síndrome de la empleada, es la siguiente:
  • Metáfora: mujer/sirvienta/empleada y hombre/jefe.
  • Apetencia típica: varones ejecutivos, con don de mando, controlador, metódico con el dinero, organizados.
  • Misión básica (meta): atender, servir, hacer oficios, dirigir

La trabajadora doméstica, rendir cuentas, pasar informes de gasto, vigilar el menú o cocinar, criar hijos, cuidar los intereses hogareños.
  • Método para alcanzar la meta: trabajar de sol a sol, ser sistemática, obsesiva, autoexigente y perfeccionista, hace cursos de economía casera y de cocina.
  • Motivación: sentirse indispensable y eficiente, llenar las expectativas del hombre/jefe, recibir felicitaciones.
  • Respuesta masculina: autoridad y mando, control, vigilancia, exigir resultados y obediencia.
  • Pronóstico: la mujer termina sintiendo que el jefe abusa de su poder y presenta la renuncia al cargo. El hombre propone mejoras laborales para que ella siga en su puesta.

Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet
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