domingo, 29 de marzo de 2020

SIN TEMORES


LA GACELA


Un cazador capturó un día una gacela y la encerró en el cercado en el que guardaba sus asnos y sus vacas. La pobre gacela, perdida, corría de aquí para allá. Llegada la noche, el cazador trajo heno para los asnos. Éstos tenían un hambre tan grande que este vil alimento les era dulce como el azúcar. La gacela, aturdida por el polvo, vagaba en todos sentidos. Estar unido uno a su contrario es una tortura peor que la muerte. 

También tú sufres esta tortura sin darte cuenta siquiera. El pájaro de tu alma está encerrado en la misma jaula que su contrario. El espíritu es como un halcón, pero tu naturaleza es la del cuervo. 

Durante mucho tiempo, esta gacela con perfume de almizcle languideció en el cercado de los asnos. Se encontraba allí como un pez varado en la orilla. El almizcle y los excrementos se encontraban reunidos en un mismo lugar. Los asnos empezaron entonces a burlarse de ella. Uno decía: 

«¡Oh, oh! ¡Tiene el carácter de un sultán!». 

Otro: 

«¡Seguro que posee perlas!». 

Cuando quedaron saciados, la invitaron, sin embargo, a satisfacer su hambre, pero la gacela les dijo: 

«¡Estoy muy cansada y apenas tengo apetito! 

—¿Ah, sí? dijeron los asnos. Entendemos perfectamente. Tienes tus caprichos. ¡Temes rebajarte! 

—Es vuestro alimento, dijo la gacela. Os conviene, pero yo soy amiga de la hierba fresca. Acostumbro a saciar mi sed en el agua pura de los ríos. Sin duda lo que me sucede estaba escrito en mi destino. ¡Ay, mi naturaleza no ha cambiado y heme aquí en la situación de un pobre en cuya mirada ni siquiera hay avidez! ¡Mis vestidos pueden estar ajados, pero yo estoy aún fresca! ¡Cuando pienso que en otro tiempo comía a mi voluntad lilas, tulipanes y lirios…! 

—¡La nostalgia te extravía! replicaron los asnos. 

—¡Mi almizcle es mi testigo! respondió la gacela. Incluso el ámbar y el incienso lo respetan. Sólo los que perciben los olores los diferencian. ¡Mi almizcle no está ciertamente destinado a los amantes del fango! ¡Oh, qué inútil es ofrecer almizcle al que aprecia el olor del estiércol!». 

En este bajo mundo, la salvación está en la nostalgia y la soledad. 



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

sábado, 28 de marzo de 2020

EL FIN DE LAS DIFERENCIAS HUMANAS


APRENDER A DETENERSE


Dos son los aspectos de la práctica de la meditación enseñada por el Buda: detenerse y mirar profundamente. La primera parte consiste en detenerse. Si eres como la mayoría de la gente, habrás estado escapando desde el momento en que naciste. Tú, como muchos de nosotros, has heredado de tus ancestros el fuerte hábito de escapar, de estar tenso y de verte desbordado por muchas cosas, de modo que tu mente no está total y completamente presente. Te has acostumbrado a dejarte arrastrar por percepciones erróneas y emociones negativas y a mirar las cosas de un modo muy superficial, lo que te lleva a comportarte de manera equivocada y convierte tu vida en algo miserable. 

La práctica consiste en aprender a pararse, es decir, en aprender a dejar de huir. Aunque no experimentes irritación, ira, miedo o desesperación, todavía estas corriendo detrás de este proyecto o de aquella línea de pensamiento, y no estás en paz. Por ello, aun en aquellos momentos en que no tengas ningún problema (o quizás especialmente en ellos), conviene aprender a estar aquí, a relajarte, a detenerte y a familiarizarte con las maravillas que el presente te depara. 

Cuando tu mente permanece en silencio, ves las cosas con más profundidad. Si realmente llevas a cabo la práctica de detenerte, no necesitas ejercitar la visión profunda, porque ya estarás viendo las cosas con más profundidad. Detenerte y mirar profundamente son dos caras de la misma realidad. Si te concentras en algo importante, tu mente se detendrá y verás con más profundidad. 

Cuando te detengas y estés en contacto con lo positivo, te verás renovado y claro y sonreirás. Y cuando el alimento de tu práctica te nutra, podrás alimentar a los demás con tu mente clara, tu sonrisa y tu alegría. 

Quizás, en medio de las maravillas del momento presente, tengas todavía muchas dificultades, pero si miras profundamente, verás que todavía tienes un 80% de cosas positivas con las que estar en contacto y poder disfrutar. No corras y regresa, pues, al momento presente. De ese modo, cultivarás la concentración y mirarás las cosas con más profundidad y claridad. Este es un entrenamiento tan sencillo como importante. 

Asiéntate tranquilamente en la inspiración y la espiración en el momento presente. Cuando la emoción sea demasiado fuerte y no baste con la respiración para detenerte y relajarte, sal y camina. Céntrate en cada paso para que tu mente se detenga. No dejes que tu mente se vea arrastrada por pensamientos, juicios, irritaciones, sentimientos o proyectos. Vuelve al momento presente, detente y relájate. Detente y relaja la agitación y la tensión que hay en ti. Y aunque no estés experimentando emociones muy intensas, entrénate para que, cuando necesites pensar en algo, contemplar u observar profundamente algo, no tengas problema alguno en sentarte tranquilamente. 

La práctica te permite liberar la tensión y aliviar el dolor de tu cuerpo. Y cuando reconozcas los dolorosos sentimientos internos, sabrás cómo abrazarlos y, relajando su tensión, liberarte. Así podrás crear, dondequiera que vayas, una sensación de alegría y felicidad. 

La práctica te permitirá liberarte de obstáculos y dificultades. De ese modo, sabrás enfrentarte a los problemas que se presenten. Con una práctica estable, no hay razón para tener miedo, porque ya has visto el camino. Y cuando sabes cómo manejar tu cuerpo, tus sentimientos y tus percepciones, no tienes necesidad de seguir preocupándote. 

Independientemente de que estés de pie, caminando o sentado en meditación, puedes apelar a la inspiración y la espiración para que te ayuden a detenerte. Detente totalmente en el presente, y cuando lo hagas, habrás dominado tu cuerpo y tu mente. Entonces no dejarás que tus hábitos energéticos te dejen a merced de pensamientos compulsivos sobre el pasado o el futuro o acerca de este o aquel proyecto. De ese modo, aprendes a detenerte, relajarte y estar en paz. La meditación sentada no es para luchar, sino para soltarlo todo. 

Cuando aparece un pensamiento, le dices «hola» y luego le dices «adiós». Y cuando llega otro pensamiento, le saludas también y después te despides de él. No luches. No digas: «¡Qué mal estoy! 

¡Pienso demasiadas cosas!». No es necesario que hagas eso. Di «hola» y «adiós», relájate y suelta. Lleva tu mente al momento presente y descansa en la consciencia de tu cuerpo. Es como ablandar judías. No tienes que meter el agua a la fuerza en las judías. Deja simplemente las judías en remojo y acabarán ablandándose. De ese modo, las judías se empapan, hinchan y ablandan. Y lo mismo sucede contigo. Suéltate y la tensión irá liberándose poco a poco, lenta y gradualmente. Entonces te sentirás más relajado y más tranquilo. El entrenamiento consiste en volver a traer tu mente a tu cuerpo al momento presente. 

Cuando caminas, tu cuerpo está aquí, pero tu mente suele estar en cualquier otra parte. El ejercicio consiste en volver al presente y reunificar así tu cuerpo y tu mente. Es muy profundo. Entonces ves las cosas de un modo más claro y sosegado. Si aparece algún pensamiento, salúdalo y toma consciencia de él. Y si aflora algún pensamiento negativo, sé también consciente de él. Independientemente de que lo hayas heredado de tu padre, de tu madre o de cualquier otra persona que haya influido en ti, suéltate y sonríe. Este es tu cuerpo consciente, es decir, el cuerpo en el que tienes la mente. Así es como aprendes a tener siempre un cuerpo consciente, de modo que, cuando te sientes, sepas que tu cuerpo está sentado y tu mente está completamente en tu cuerpo sentado. Y así aprendes también, cuando caminas, a que tu mente esté completamente en tu cuerpo caminando y seas consciente tranquila, amorosa y profundamente, de cada paso que das y del apoyo de tus pies en el suelo. 




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

sábado, 21 de marzo de 2020

¿QUÉ SOMOS?


5.TÓPICOS VERBALES Y CONVENCIONALISMO.


Los tópicos verbales identifican a la mayoría vulgar y masificada que se traga la moda miméticamente, por imitación automática, sin darse cuenta, por simple contaminación ambiental, sólo porque está presente.

El lenguaje es un sistema de pensamiento que excluye lo que no conoce ridiculizándolo, despreciándolo y malinterpretándolo porque teme lo que no conoce.

Su estructura de pensamiento es cerrada, rígida, dogmática y tienden a la cristalización y el fanatismo. Los cambios les asustan tanto que llaman “raros” a los que no son tópicos, a los que no son como ellos.

Observemos esta lista y algunas de estas expresiones que utilizamos:

Puro y duro…                                                           De alguna manera…

Imagen dantesca…                                                 Al completo…

Abrir el melón…                                                      Como yo digo…

De una vez por todas…                                          Vente, trenta…

Un antes y un después…                                        Sinceramente…

Total y absolutamente…                                        Te cuento…

Brindis al sol…                                                           Decir muy claro…

Esto es así…                                                                 Como la copa de un pino…

Hacer los deberes…                                                  Lo que yo te diga…

Más o menos…                                                            La pregunta del millón…

En el seno de…                                                            Con la que está cayendo…

Matar al mensajero…                                                Se parece a…

La ley no lo contempla…                                          El imperio de la ley…
 
Un rifirafe…                                                                  Es un muchacho excelente…

Creación de riqueza…                                               Que la bese…

Crónica de una muerte anunciada.                     Cumpleaños feliz…

Muy importante…                                                       Oé, Oé,Oé,Oé…

Y muchas más. Otros indicadores de la mente vulgar son el critiqueo, interesándose por las cuestiones de los demás, el “marujeo”, el “famoseo”, los anecdotarios en cadena (pues a mí me pasó…), la obsesión por la apariencia, el aspecto, el maquillaje, las marcas, poses,…



Bibliografía: 
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet

viernes, 20 de marzo de 2020

CREANDO SUFRIMIENTO


LA ATENCIÓN


CAPITULO II 
LA ATENCIÓN

1. En verdad, la atención(1) es la senda hacia la Inmortalidad(2); la negligencia nos conduce a la muerte. Los que son atentos jamás perecen, pero los que son negligentes es como si ya estuviesen muertos.

2. Los que conocen esta verdad, y han aprendido a estar atentos, se deleitan en la vigilancia y siguen el Camino de los Santos.

1 Appamâda es atención, vigilancia, estar despiertos.
Esta es una condición esencial de la vida espiritual.
Según reza una tradición narrada en los monasterios budhistas, las últimas palabras del Budha fueron “Appamâdena sampâdetha”, esto es, “esforzáos y sed diligentes”.
2 Amata, el Nirvana, la Meta de la vida espiritual.


3. A través de la meditación, de la perseverancia, y con una infatigable energía, los sabios logran la liberación de las ataduras mundanas(1), el Supremo Nirvana(2).

4. La persona dotada de energía, atenta, que se comporta con pureza y reflexión, que controla sus sentidos y que actúa con rectitud, irradia una gloriosa luz espiritual para bien de todos quienes le rodean.

5. Por medio del esfuerzo sostenido, de la atención, de la disciplina y del autocontrol, el sabio puede llegar a ser como una isla(3) segura a la cual las aguas de la ignorancia no pueden cubrir.

1 Yogakkhema: liberación de las cuatro ataduras: 1) anhelo por los objetos de los sentidos, 2) deseo de existencia en el mundo, 3) percepciones falsas, 4) ignorancia de la Verdad.
2 La extinción del deseo, que lleva a la cesación del dolor causado por el ciclo de nacimientos y muertes en el mundo.
3 Una isla elevada es segura y quienes hasta ella llegan están a salvo de las aguas del océano. De igual modo, el sabio es como una isla para aquellos seres humanos que buscan un refugio espiritual que los salve del océano de la Ilusión.

6. Hay quienes, en su error, descuidan la atención. El sabio, en cambio, la protege como si fuese su más grande tesoro.

7. Huye de la negligencia. Evita los placeres sensuales. La vigilancia y la meditación te otorgarán la verdadera felicidad.

8. Cuando, gracias a la atención, el sabio ha dejado de ser negligente, se eleva hasta el Templo de la Sabiduría, y contempla compasivamente a la gente que sufre en el mundo de la ilusión, del mismo modo que quien ha alcanzado la cumbre de una montaña observa a aquellos que aún están en el llano.

9. Atento en medio de los negligentes, despierto entre los dormidos, el sabio avanza dejando tras de sí a los que aún están sumidos en la ignorancia, como un brioso corcel que en su rápida carrera deja atrás a los demás.

10. Es gracias a la atención que posee Maghavan(1), que ha llegado al supremo rango entre los Dioses. La atención siempre ha sido loada por los sabios; la negligencia siempre ha sido condenada.

11. El monje(2) que se deleita en el cultivo de la atención y que ve el peligro de la negligencia, avanza como el fuego quemando todos sus lazos mundanales, sean éstos fuertes o débiles.

1 Sinónimo de Sakka o Indra, el Rey de los Dioses o Devas. El Maghamanavaka Jataka narra en una de sus historias que en un pasado remoto un hombre bondadoso pasó todo el tiempo de su vida haciendo el bien a los demás con la ayuda de quienes le rodeaban.
Como resultado de estas acciones inegoístas nació como Maghavan.
2 Bhikkhu; el monje. Aquel que lleva una vida de pobreza y celibato.

12. El monje que se deleita en el cultivo de la atención y que ve el peligro de la negligencia, difícilmente se apartará del Camino; él, en verdad, se halla a las puertas del Nirvana.




Extracto del libro:
Dhammapada Buda
Imágenes tomadas de Internet

miércoles, 18 de marzo de 2020

DOS ÁNGELES


Dos ángeles puros, llamados Harût y Marût, habían sido condenados a permanecer prisioneros en el fondo de un pozo, en pleno centro del universo. Eran conocidos por su ciencia de la magia y esta reputación atraía a mucha gente. Ellos negaban que quisieran enseñar la magia. A los que insistían, les decían: «Nosotros sólo enseñamos la magia para probar a los hombres».

Los deseos son como perros dormidos. El bien o el mal que reside en ellos permanece oculto. Aunque en apariencia estén tan inmóviles como troncos de leña, las trompetas del deseo resuenan tan pronto como se despierta su interés. Cientos de perros se despiertan así. Resurgen muchos deseos enterrados. Cada pelo de esos perros se convierte en un diente. Sucede como la brasa que se frota con leña seca. No siempre se les ve, porque no tienen piezas que cazar.

El enfermo ha perdido su apetito. Sólo tiene un deseo: recobrar la salud. ¡Pero si le muestran una rebanada de pan o un fruto seco, se olvida inmediatamente de que necesita seguir un régimen! Si tiene paciencia, la vista de este alimento le es útil, pues lo hace fuerte. ¡Pero si no tiene paciencia, entonces, más vale que no lo vea!




150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

ES TU OBRA: DICHA O SUFRIMIENTO


martes, 17 de marzo de 2020

¿POR QUÉ ME SIENTO TAN DESGRACIADO?


Respuestas a preguntas
Pregunta 4 (continuación):

¿Por qué me siento tan desgraciado? ¿No puedes quitarme todo esto e encima?

La respuesta está en tu pregunta. No quieres aceptar la responsabilidad de tu propio ser, sino que alguien lo haga por ti, y ésa es la única causa del sufrimiento.

No hay forma de que nadie te quite tu sufrimiento. No hay forma de que nadie te haga dichoso, pero si te das cuenta de que tú eres el responsable de tu dicha o tu desdicha, de que nadie puede hacer nada...

Tu sufrimiento es obra tuya; tu dicha también será obra tuya.

Pero resulta difícil aceptar que el sufrimiento es tu obra.

Todos piensan que los demás son los responsables de su sufrimiento.

El marido piensa que la esposa es la responsable de su sufrimiento, la esposa que el marido es responsable del suyo, los hijos responsabilizan a los padres, los padres responsabilizan a los hijos de sus respectivos sufrimientos. Un asunto muy complejo. Y cuando alguien es responsable de tu sufrimiento, no comprendes que al renunciar a tu propia responsabilidad pierdes tu libertad. Responsabilidad y libertad son las dos caras de la misma moneda.

Y porque piensas que los demás son responsables de tu sufrimiento, por eso hay tantos charlatanes, supuestos salvadores, mensajeros de Dios, profetas que te dicen: «No tenéis que hacer nada; sólo seguidme.

Creed en mí y yo os salvaré. Yo soy vuestro pastor; vosotros mi rebaño».

Parece extraño que nadie se rebelara contra personas como Jesucristo y dijera: «Qué insultante, decir que tú eres el pastor y nosotros las ovejas, que tú eres el salvador y nosotros dependemos de tu compasión, que nuestra religión consiste en creer en ti». Pero como descargamos la responsabilidad de nuestro sufrimiento sobre otros, aceptamos el corolario de que la dicha también nos vendrá de otros.

Naturalmente, si el sufrimiento nos viene de otros, también la dicha nos vendrá de otros. Pero entonces, ¿qué haces tú? No eres ni responsable del sufrimiento ni de la dicha... ¿Qué función cumples? ¿Para qué sirves? ¿Ser el blanco para que unas cuantas personas te hagan desdichado y para que otras te ayuden, te salven y te hagan dichoso? ¿Eres una simple marioneta, cuyos hilos están en manos de otros?

No eres respetuoso con tu humanidad, no te respetas a ti mismo. No amas tu propio ser, tu propia libertad.

Si respetas tu vida, rechazarás a todos los salvadores.

Les dirás a todos ellos: «¡Fuera de aquí! Bastante tienes con salvarte a ti mismo. Es mi vida y tengo que vivirla. Si hago algo mal, sufriré por ello; aceptaré las consecuencias de mis actos sin quejarme».

Quizás aprendamos así: tras caer, nos levantamos; tras perdernos, volvemos a encontrar el camino. Cometes un error... pero cada error te hace más inteligente; no volverás a cometer el mismo error. Si vuelves a cometer el mismo error, significa que no estás aprendiendo, que no estás utilizando tu inteligencia, que actúas como un robot.

Todos mis esfuerzos van encaminados a devolver la dignidad que le corresponde a todo ser humano, que le ha transferido a cualquiera. Y todas estas tonterías se producen porque no estás dispuesto a aceptar que el responsable de tu sufrimiento eres tú.

Piénsalo: no hay un solo sufrimiento tuyo del que tú no seas responsable. Puede ser envidia, ira, avaricia, pero algo en ti crea ese sufrimiento.

¿Y has visto a alguien en este mundo que haga dichoso a otro?

También eso depende de ti, de tu silencio, de tu amor, de tu paz, de tu confianza. Y así se produce el milagro: nadie lo hace.

En el Tíbet se cuenta una hermosa historia sobre Marpa. Quizá no sea real, pero sí tremendamente significativa. No me importan demasiado los hechos. Me interesan la trascendencia y la verdad, algo completamente distinto.

Marpa oyó hablar de un maestro. Estaba buscando y fue a ver al maestro, se abandonó a él, le entregó toda su confianza. Le preguntó:

-¿Qué debo hacer ahora?

El maestro contestó:

-Una vez que te abandones a mí, no tendrás que hacer nada. Sólo creer en mí. Mi nombre es tu único mantra secreto. Siempre que te encuentres en apuros, recuerda mi nombre y todo irá bien.

Marpa se arrodilló a sus pies. Y era un hombre tan sencillo que intentó algo inmediatamente: andar sobre el río. Los demás discípulos, que llevaban años con el maestro, no daban crédito a sus ojos: ¡estaba andando sobre el agua! Le contaron al maestro:

-No has entendido a ese hombre. No es un hombre corriente. Anda sobre el agua.

El maestro dijo:

-¿Cómo?

Todos salieron corriendo hacia el río, y sobre él caminaba Marpa, cantando, bailando. Cuando llegó a la orilla, el maestro le preguntó:

-¿Cuál es el secreto?

El hombre dijo:

-¿Que cuál es el secreto? El mismo que tú me has revelado: tu nombre. Me acordé de ti. Dije: «Maestro, permíteme andar sobre el agua», y ocurrió.

El maestro no se creía que su nombre lograra tal cosa. Él no podía andar sobre el agua, pero ¿quién sabe? Nunca lo había intentado. Sin embargo, pensó que sería mejor comprobar un par de cosas más, y le dijo a Marpa:

-¿Puedes saltar desde ese precipicio?

-Lo que tú digas.

Marpa subió a la montaña y se tiró por el precipicio, mientras todos esperaban en el valle, pensando que sólo quedarían unos trocitos de Marpa. E incluso si encontraban algún trozo, sería un milagro; la montaña era muy alta.

Pero Marpa descendió sonriente, en la postura del loto. Aterrizó bajo un árbol del valle y se sentó. Todos lo rodearon, mirándole. Ni un rasguño. El maestro exclamó:

-¡Es increíble! ¿Has pronunciado mi nombre?

El hombre contestó:

-Fue tu nombre.

El maestro dijo:

-Basta. Voy a intentarlo yo.

Y al dar el primer paso en el agua se hundió.

Marpa no podía creerse que el maestro se hubiera hundido. Sus discípulos saltaron al río y lograron sacarlo, medio muerto. Le extrajeron el agua de los pulmones, y sobrevivió.

Marpa preguntó:

-¿Qué ha pasado?

El maestro contestó:

-Tienes que perdonarme. No soy maestro, sino un farsante.

Pero Marpa preguntó:

-Si eres un farsante, ¿cómo ha funcionado tu nombre?

El farsante contestó:

-No ha funcionado mi nombre, sino tu confianza. No importa en quién confíes... Es la confianza, el amor, la totalidad. Yo no confío en mí mismo, ni confío en nadie. Engaño a todos... ¿Cómo podría confiar? Y siempre tengo miedo de que me engañen los demás, porque yo los engaño. Para mí es imposible confiar. Tú eres un hombre inocente y has confiado en mí. Es por tu confianza por lo que se han producido los milagros.

No importa que esta historia sea verdadera o no. Pero sí hay una cosa cierta: que la causa de tu sufrimiento son tus errores y la causa de tu dicha la confianza, el amor.

Tu esclavitud es tu creación, y tu libertad tu declaración.

Me preguntas: «¿Por qué soy desgraciado?». Eres desgraciado porque no has aceptado la responsabilidad. Observa cuál es tu sufrimiento, averigua la causa, y encontrarás la causa dentro de ti.

Elimina la causa y desaparecerá el sufrimiento.

Pero no queréis eliminar la causa, queréis eliminar el sufrimiento. Eso es imposible, carece por completo de base científica.

Y me pides que te salve, que te ayude. No tienes por qué mendigar nada. No tenéis que mendigar nada. No sois ovejas, sino emperadores.

Aceptad vuestra responsabilidad por el sufrimiento y encontraréis, ocultas en vuestro interior, todas las causas de la dicha, la libertad, la alegría, la iluminación, la inmortalidad. No se necesita un salvador. Y jamás ha existido ningún salvador; todos son seudosalvadores. Se les ha rendido culto porque la gente siempre ha querido que alguien los salvase.

Han aparecido porque siempre había demanda, y cuando hay demanda, hay oferta.

Si dependes de los demás pierdes tu alma. Olvidas que tienes una consciencia tan universal como la de cualquier otro, que tienes una consciencia tan grande como la de cualquier Buda Gautama; simplemente no te das cuenta, porque no la has buscado. Y no la has buscado porque buscas a los demás, a alguien que te salve, a alguien que te ayude. Vas pidiendo limosna sin comprender que este reino es enteramente tuyo.

Hay que comprender que se trata de uno de los principios fundamentales: la dignidad, la libertad y la responsabilidad.






Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

MENTE EN QUIETUD


lunes, 16 de marzo de 2020

DIRECCIONES


TAO TE KING: PRINCIPIO 57


La dirección del estado
requiere conocer el arte de gobernar.

El ejercicio militar requiere gran destreza.

Mas para ganar el mundo
hay que estar libre de toda actividad.

¿De dónde sé que el mundo es así?

Cuantas más prohibiciones haya,
tanto más empobrecerá el pueblo.

Cuantas más armas haya,
tanto más se pervertirán la casa y el estado.

Cuantas más personas cultiven el ingenio y la astucia,
tanto más abundarán los signos nefastos.

Cuantas más leyes y órdenes se decreten,
mayor será el número de ladrones y malhechores.

Por eso, el Sabio dice:
Si no hacemos nada,
el pueblo evoluciona por sí solo.

Si amamos la quietud,
el pueblo encuentra por sí solo el recto camino.

Si no emprendemos nada,
el pueblo se enriquece por sí solo.

Si no tenemos deseos,
el pueblo retorna por sí solo a la simplicidad.



Extracto del libro:
Lao-Tsé
Tao Te King
Fotografía tomada de internet
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