domingo, 5 de noviembre de 2023

ENAMORARSE

En algún momento de tu vida, probablemente hayas tenido la experiencia de enamorarte. De repente, en presencia de otra persona (o de una obra de arte, una flor, una pieza musical, una puesta de sol..., ¡porque puedes enamorarte de infinidad de maneras!), hay un simple asombro, fascinación, admiración. El pasado y el futuro desaparecen, la ilusión del tiempo se derrumba, y solo hay lo que es..., y es un milagro inefable. Ves realmente a quien, o a lo que, tienes delante. Sientes que por fin has encontrado lo que buscabas. Lo que siempre habías buscado está justo aquí, delante de ti. Es como volver a casa, como si algo de ti hubiera encontrado reposo.

Pero la verdad es que no has encontrado el amor. Nadie ha encontrado el amor jamás..., ¡como si, de entrada, el amor fuera algo que uno puede perder! En realidad no has encontrado lo que buscabas; lo que ha sucedido es que, por un momento, tu búsqueda de amor se ha acallado. No es que el buscador haya encontrado el amor, ¡sino que el buscador ha desaparecido! Se ha detenido la búsqueda. Has dejado brevemente de buscar amor, y el amor que siempre había estado aquí se ha revelado. De repente, no había buscador, ni tiempo en el que buscar. De repente, no había nadie que estuviera separado de la vida. Había únicamente vida, en todo su misterio, su grandeza y su sencillez atemporal.

«Amor» es una palabra tan apropiada como cualquier otra para referirnos a lo que queda cuando la separación entre nosotros y los demás se disuelve. «Amor» hace referencia a la intimidad que palpita en lo más profundo de la experiencia presente, una intimidad que está siempre aquí, pero que rara vez advertimos.

La ilusión de la separación empieza cuando el pensamiento dice: «Te amo». En otras palabras, yo, una persona separada, te amo a ti, otra persona separada. Tú me das el amor que buscaba. Tú completas mi búsqueda de amor. Tú eres el final de mi búsqueda. Es grandioso y sobrecogedor estar en presencia de alguien que encama de este modo el final de tu búsqueda. Es como estar cara a cara con Dios. No es de extrañar que cuando estás enamorado te flaqueen las piernas en presencia de tu amante o de tu gurú espiritual. No es de extrañar que a veces el sentimiento no quepa en ti. No es de extrañar que sientas que tienen sobre ti un extraño poder, ya que, inconscientemente, proyectas en ellos un poder que no poseen.

«Yo» no me enamoro de «ti». Lo que en realidad sucede es que la ilusión del «yo» y del «tú» cae, se desprende de golpe...; eso es el amor. Por eso, a «enamorarse» en inglés lo llamamos falling in love, literalmente «caer en el amor», porque la ilusión de la separación cae, y lo que queda es el amor que siempre ha estado presente, pero que hemos pasado por alto mientras lo buscábamos.


Nunca ha habido dos personas que se hayan enamorado. El amor es la muerte de «dos»; es donde la ilusión de la separación termina.

En el instante en que creo que cualquier persona puede completarme, surge en mí el deseo de aferrarme a ella, de poseerla, de que me pertenezca, de retenerla conmigo. Cuando me olvido del amor que está siempre aquí, del amor que soy en esencia, y caigo en la ilusión de que el amor está contenido, de algún modo, en otra persona, quiero hacerla «mía». Si indagas a fin de descubrir cuál es el origen del conflicto en las relaciones, probablemente descubrirás que en la mayoría de los casos se reduce a esta ilusión básica de la posesión: «Me perteneces», «Eres mía», «Mi novia», «Mi novio», «Mi marido», «Mi esposa», «Mi pareja», «Mi amiga». «Y necesito que sigas siendo mía, porque ¿qué sería yo sin ti?».

¿De verdad tiene alguien el poder de completarte? ¿Hay alguien que contenga la completitud que buscas? ¿Puede alguien darte de verdad amor? ¿O es el amor que buscas en otra persona, en realidad, el amor —la profunda aceptación— que ya eres? ¿No será que en realidad te buscas a ti mismo, de un millón de maneras distintas?

En la realidad, ¿puede alguien de verdad ser mío? ¿Puede otra persona ser propiedad tuya? ¿Hace referencia a algo real la palabra «mío», a algo que no sea un relato del pensamiento que aparece en el momento? No tiene nada de malo, por supuesto, creer que alguien es tuyo y que te completa. Es un cuento muy bonito que contar una y otra vez, si eso te hace feliz. Pero he aquí el problema: cuando intentas retener a alguien, inevitablemente empezarás a manipularlo de maneras sutiles y no tan sutiles. Cuando buscas el amor, la aprobación, la aceptación, el elogio o incluso la comprensión de otro ser humano, da igual quién sea, inevitablemente empiezas a decir y a hacer cosas para agradarle, para influir en él y para controlarlo, para ganártelo, para que siga en tu vida, para impedir que te deje. Y todo nace de tu miedo a la pérdida y, en última instancia, de tu miedo a estar solo e incompleto otra vez. Por supuesto, el resultado de esta manipulación es siempre el dolor, tanto para ti como para la persona a la que tratas de controlar.

Cuando intentamos retener a aquellos a quienes amamos, nuestro amor se vuelve condicional. Nos olvidamos de que el amor es incondicional por naturaleza, lo mismo que el océano es incondicional al acoger y aceptar sus olas. Nos olvidamos de quiénes somos realmente y empezamos a buscar el amor fuera de nosotros. Nos olvidamos de que el amor nunca es resultado de la manipulación. Y nunca se puede perder o ganar; simplemente es.

Tal vez no busques la iluminación, las riquezas, la fama, o el éxito, pero ¿hasta qué punto te aferras, manipulas o intentas cambiar a otros seres humanos en tu búsqueda de amor? ¿Hasta qué punto está siendo tu búsqueda origen de conflictos en tus relaciones más íntimas? ¿Hasta qué punto evitas expresarte realmente delante de las personas que quieres retener en tu vida, por miedo al rechazo o a perderlas del todo? Es bastante probable que, si hay conflicto en tus relaciones personales íntimas, se deba a que buscas algo que la otra persona no puede darte. Vamos a profundizar un poco más.



Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet

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