Si observas un árbol durante una tormenta, verás cómo sus ramas y hojas se balancean violentamente de un lado a otro empujadas por el viento. A veces tienes la impresión incluso de que el árbol no superará la tormenta. Cuando estás a merced de una emoción poderosa, tú eres como ese árbol y te sientes vulnerable temiendo que en cualquier momento la fuerza de la emoción acabe tronchándote.
Pero si diriges tu atención al tronco, verás algo muy diferente. Verás que el árbol se halla sólida y profundamente arraigado en el suelo. Si centras tu atención en el tronco, te das cuenta de que se halla tan profundamente arraigado que el viento no puede derribarlo.
Todos nosotros, independientemente de que estemos de pie o sentados, somos como árboles. Por ello, cuando se desata una tormenta emocional, no debes quedarte en tu cerebro o en tu corazón, es decir, a la altura de la copa de tu ser. Es demasiado peligroso, cuando te sientes desbordado por las emociones, permanecer ahí. Dirige pues, en tal caso, tu atención al vientre –que es, como el tronco del árbol, la parte más sólida de tu ser– y ejercita la atención en la respiración tomando consciencia del ascenso y el descenso del abdomen. Y si lo haces en una postura estable, como la posición sentada, te sentirás mucho mejor.
Respira simplemente sin pensar en nada en concreto. Respira siguiendo el movimiento de ascenso y descenso del abdomen y sigue practicando de ese modo durante diez o quince minutos hasta que la emoción poderosa escampe.
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
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