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viernes, 30 de marzo de 2018

CUANDO LAS COSAS SE PONEN DIFÍCILES


Las familias a veces experimentan mucho dolor y angustia. Cuando un miembro de la familia sufre, puede propagar su dolor a los demás. Por ejemplo, aunque un padre ame siempre a su hijo, a veces es incapaz de demostrárselo. De hecho, es posible que haga lo contrario. Pero el amor que siente por su hijo siempre está presente en su corazón, sólo ha de encontrar la forma de expresarlo.

Si ningún miembro de la familia es capaz de escuchar a los demás, el ambiente estará cargado de tensión y se hará casi irrespirable. La comunicación no será posible. Cuando la gente no se escucha entre sí, no puede ser feliz. Si en cuanto abres la boca el otro dice: “¡No quiero escucharte, ya sé lo que vas a decir, sólo quieres herirme!”, el deseo de compartir algo se frustra y acabamos distanciándonos unos de otros.

Para ser verdaderamente felices necesitamos que nos comprendan. A veces a lo mejor crees que no eres querido o comprendido, y esta sensación te hace sufrir. Para amar a alguien, primero hemos de intentar comprender a esa persona. Para lograrlo, practicamos el sentarnos en meditación y el escuchar; la práctica del amor consiste en esto. Te ruego que lo recuerdes. No te dejes llevar por los prejuicios y las suposiciones, no pienses que ya entiendes a esa persona.

Si creemos que la persona amada es la culpable de nuestro dolor, sufrimos mucho. En cambio, si creemos que es otra la culpable, no sufrimos tanto. En el primer caso, no podemos soportarlo, sufrimos cien veces más, queremos encerrarnos en nuestra habitación para echarnos a llorar, no deseamos verla ni hablar con ella. Aunque intente acercarse a nosotros, seguimos enfadados. No queremos que nos toque. Le decimos: “¡Déjame en paz!”, es una reacción muy normal.

Cuando te ocurra, es mejor no responder con palabras. Limítate a hacer la práctica de “detenerte”. Eso es lo que yo hago. Regreso a la respiración diciéndome en silencio: “Al inspirar, sé que estoy irritado. Al espirar, la irritación sigue ahí”. Continúo respirando así tres o cuatro veces y entonces hay un cambio.

lunes, 12 de marzo de 2018

COMO LAS HOJAS DE UN BANANO


Un día me dediqué a contemplar un banano joven, lo torné como el objeto de mi atención, de mi concentración, de mi meditación. Era un banano muy joven que sólo tenía tres hojas. La primera era la hermana mayor, la segunda, la mediana y la tercera, la más reciente, estaba aún enrollada en el interior del tronco.

Al observar atentamente las hojas del banano, descubrí que la hermana mayor vivía su propia vida. Se desplegaba disfrutando del sol y la lluvia, era una hoja preciosa. Daba la impresión de preocuparse sólo de sí misma, pero al observarla con más profundidad, uno veía que no era así en absoluto. Mientras disfrutaba de su vida como la hermana mayor, al mismo tiempo estaba ayudando a la segunda y a la tercera hojas, e incluso a una cuarta que no era visible pero que ya se había formado en el interior del tronco. La hermana mayor era la que se encargaba de alimentar al banano entero.

La primera hoja practicaba respirando y sonriendo en cada minuto de su vida. De las raíces del banano recibía los nutrientes de los que se alimentaba. Luego los devolvía al banano y a todas sus hermanas menores y a las que iban a nacer en el futuro. Vivía su propia vida y, sin embargo su existencia tenía un significado, porque estaba ayudando a alimentar y a crecer a las generaciones futuras.

La segunda hoja hacía exactamente lo mismo. Vivía plenamente su vida como hoja y al mismo tiempo realizaba la labor de enseñar, alimentar y ayudar a crecer a sus hermanas menores. Pero si uno no lo observaba con atención, no se percataba de que la primera y la segunda hojas estaban haciendo exactamente lo mismo. La tercera hoja, la más joven, estaba a punto de abrirse. Pronto sería una bella hoja que se ocuparía de sus hermanas menores.

A ti también te ocurre lo mismo. Al vivir tu vida de una manera tan hermosa, estás alimentando a tus hermanos y hermanas y a las generaciones futuras. No es sacrificando tu vida, sino llevando una vida plena y feliz, como ayudarás a las generaciones futuras.

viernes, 2 de marzo de 2018

EL BUDA Y MARA


Cuando hablamos sobre qué es el Buda, también hemos de hablar sobre qué no es. Lo opuesto al Buda es Mara. Si el Buda es Iluminación, en tal caso ha de haber algo que no sea Iluminación. Mara es la ausencia de Iluminación. Si el Buda es comprensión, Mara es la falta de comprensión, y si el Buda es bondad incondicional, Mara es odio o ira, etc. Si no comprendemos a Mara, no comprenderemos al Buda.

Del mismo modo que una rosa está formada por elementos no-rosa, el Buda está formado por elementos no-Buda y uno de ellos es Mara. Si la basura no existiera, la rosa tampoco existiría. Este descubrimiento es importante y transformó por completo mi forma de comprender al Buda.

Cuando observas una cosa quizá pienses que es inmaculada y muy hermosa y que la basura, en cambio, que no es bella ni huele demasiado bien, es lo opuesto a ella. Pero si observas con atención la rosa, verás que la basura ya estaba presente en ella antes y después de que la rosa existiera, y también en este mismo momento. ¿Cómo es eso posible?

Los jardineros no tiran la basura. Saben que si la cuidan, al cabo de algunos meses se convertirá en abono orgánico y servirá para cultivar lechugas, tomates y flores. Son capaces de ver las flores o los pepinos que hay en la basura. Pero también saben que todas las flores acaban convirtiéndose en basura. Éste es el significado de la impermanencia: todas las flores acabarán convirtiéndose en basura. Aunque la basura apeste y sea desagradable, si sabes ocuparte de ella, la transformarás en flores. En esto consiste lo que el Buda describió como ver las cosas de una forma no dualista. Si observas las cosas de ese modo, comprenderás que la basura puede convertirse en una flor y que una flor puede convertirse en basura.

Cada vez que practicas el ser consciente -cuando vives conscientemente- estás residiendo en el Buda. Y cuando vives en el olvido, estás residiendo en Mara. Pero no creas que el Buda y Mara son enemigos que se pasan todo el día luchando entre ellos. No. Son amigos. La siguiente historia que escribí te lo demuestra:

Un día el Buda se encontraba en una cueva en la que hacía un agradable frescor. Ananda, su ayudante, meditaba andando cerca de ella intentando impedir la entrada a los numerosos visitantes que acudían a visitar al Buda, para que éste no tuviera que pasarse todo el día recibiéndolos. Aquel día mientras Ananda estaba meditando, vio que alguien se aproximaba, y a medida que el visitante se iba acercando descubrió que era Mara.

Mara había intentado tentar al Buda la noche antes de que éste alcanzara la Iluminación. Le había dicho que si abandonaba la práctica de ser consciente se convertiría en un hombre poderosísimo: en un político, un rey, un presidente, un ministro o un exitoso hombre de negocios con mucho dinero y rodeado de bellas mujeres Mara hizo todo cuanto pudo para convencer al Buda, pero fracasó.

Ananda se sintió muy incómodo al ver a Mara, pero como éste ya le había visto, no podía esconderse. Se saludaron.

Mara le dijo: -Desearía ver al Buda.

jueves, 15 de febrero de 2018

EN REALIDAD NUNCA HAS NACIDO


Cuando observas la hoja de papel que estás leyendo, quizá creas que antes de ser fabricada no existía. Pero en esta hoja de papel hay una nube flotando. Si no la hubiera, no existiría la lluvia y el árbol no podría haber crecido ni producir esta hoja de papel. Aunque no seas un poeta, puedes ver en ella una nube flotando y si eliminas la nube del papel, éste se desintegra. Al observar con atención la hoja de papel y percibirla profundamente, estás percibiendo asimismo la nube.

¿Debemos preguntar si esta hoja de papel existía ya antes de ser fabricada? ¿O ha surgido de la nada? No, algo nunca surge de la nada. La hoja de papel “inter-es” con el sol, la lluvia, la Tierra, la fábrica de papel, los trabajadores de la fábrica y los alimentos que éstos comen cada día. La naturaleza del papel es la del interser. Si percibes el papel, estás percibiendo el cosmos entero. El papel, antes de nacer en la fábrica, era la luz del sol, era un árbol.

Tú también puedes creer que al nacer surgiste de la nada para convertirte de repente en algo; de no ser nadie te convertiste de pronto en alguien. Pero en realidad cuando naciste en el hospital o en casa fue sólo un momento de continuación, porque ya hacía nueve meses que existías en el seno de tu madre, y eso significa que la fecha de tu partida de nacimiento es incorrecta, ya que has de añadir nueve meses más.

Tal vez ahora creas haber dado en el clavo, que el momento en que tus padres te concibieron es cuando empezaste a existir. Pero hemos de seguir observando esta cuestión a fondo. Antes del momento de la concepción, ¿acaso no eras nada ni nadie? Antes de ese momento media parte de ti estaba ya en tu padre y la otra mitad, en tu madre, aunque bajo otra forma. Por eso incluso el momento de la concepción es un momento de continuación.

Imagínate el océano con sus innumerables olas. Las olas son todas distintas: algunas son grandes, otras pequeñas, unas son más bellas que otras. Puedes describir las olas de muchas formas, pero cuando percibes una ola, siempre estás percibiendo lo mismo: el agua.

domingo, 28 de enero de 2018

LA MEDITACIÓN DE LA RESPIRACIÓN



“Al inspirar, sé que estoy inspirando”. El “sé” es muy importante. Tu respiración es como el vínculo entre el cuerpo y la mente. Cuando entre los dos hay este vínculo que los une, es maravilloso, porque entonces estás en contacto con todo cuanto hay en ti, con el cuerpo y la mente. Y en aquel mismo momento eres dueño de ti mismo en cualquier situación. No estás siendo arrastrado por nada ni por nadie, ni siquiera por tus pensamientos. Tu mente está totalmente presente en tu cuerpo y en todo tu ser. Cuando eres consciente de estar inspirando o espirando, te das cuenta de lo que estás haciendo, estés sentado, de pie o andando. Ser consciente es muy importante.

No creas que practicar el budismo es muy difícil, al contrario, es muy fácil. ¿Eres capaz de inspirar y espirar y saber que estás inspirando y espirando? Inspirando y espirando... eso es el ser consciente. Intenta primero ser consciente de la respiración, luego del cuerpo y la mente, y al final lo serás de todo cuanto ocurre a tu alrededor.

Respirar conscientemente y con atención es una práctica muy beneficiosa. En nuestra vida cotidiana si no sabemos respirar así, si no sabemos dejar de pensar, no podremos sentir las cosas maravillosas que la vida nos ofrece como la luz del sol, los ríos, las nubes, la familia y los amigos. Respirar es algo muy bueno.

La práctica de respirar de manera consciente es muy agradable y fácil. Mientras te sientas durante algunos minutos y respiras, puedes recitar la siguiente gatha (poema):

Al inspirar, sé que estoy inspirando.
Al espirar, sé que estoy espirando.
Inspirando/Espirando.

Al inspirar, me veo como una flor.
Al espirar, me siento fresco.
Flor/Fresco.

Al inspirar, me veo como una montaña.
Al espirar, me siento sólido.
Montaña/Sólido.

Al inspirar, me veo como el agua en calma.
Al espirar, reflejo las cosas tal como son.
Agua/Reflejo.

Al inspirar, me veo como el espacio.
Al espirar, me siento libre.
Espacio/Libre.

Primero practica inspirando/Espirando tres veces. “Al inspirar, sé que estoy inspirando. Al espirar, sé que estoy espirando.” 

domingo, 14 de enero de 2018

SEMBRANDO LAS SEMILLAS DE LA FELICIDAD


En ti hay tanto semillas de felicidad como de infelicidad que han sembrado tus padres, tus antepasados o tus amigos. Cuando las semillas de la felicidad se manifiestan, te sientes muy contento. Pero cuando se manifiestan las semillas del sufrimiento, la ira y el odio, te sientes muy infeliz. La cualidad de nuestra vida depende de la cualidad de las semillas que hay en nuestra consciencia.

Cuando practicas el respirar, el sonreír y el contemplar las bellas cosas que hay a tu alrededor, estás sembrando las semillas de la belleza y la felicidad. Por eso hacemos la práctica de inspirar y vernos como una flor y de espiral y sentirnos frescos; de inspirar y vernos como una montaña y de espirar y sentirnos sólidos como una montaña. Esta práctica nos ayuda a sembrar las semillas de la estabilidad y el frescor en nosotros. Cada vez que caminamos con calma y tranquilidad, o que sonreímos y nos relajamos, estamos sembrando las semillas que fortalecerán nuestra felicidad. A cada paso feliz que damos, sembramos una semilla de la felicidad.

jueves, 4 de enero de 2018

SENTADO BAJO EL MANZANO ROSAL


Meditar sentado es una forma de volver al aquí y al ahora. La meditación es un método fantástico para detenerte. Si sabemos hacer la práctica de meditar sentados, nuestra mente se volverá clara, fuerte y estable. Entonces nadie podrá provocamos fácilmente ni hacernos perder la calma. Así que has de sentarte como si fueras una montaña. Por más fuerte que sea el viento, nunca logrará derribar una montaña. Si no puedes meditar sentado durante media hora, hazlo sólo durante tres minutos. Si consigues sentarte como si fueras una montaña durante tres minutos, estará ya muy bien.

Cuando te sientes a meditar, asegúrate de no hacerlo por ninguna otra razón, siéntate por ti. ¿Por qué me siento a meditad? ¡Porque me gusta! No digas: “Lo hago porque quiero alcanzar la Budeidad”. Si alguien te pregunta por qué te sientas a meditar, dile: “Lo hago porque me gustan". Yo creo que es la mejor respuesta. Disfrutas meditando porque te conviertes en una flor, en una montaña, en unas aguas calmas y en el espacio vacío. Cuando te conviertes en todas esas cosas maravillosas, eres realmente tú mismo y vives profundamente en el aquí y el ahora.

La siguiente historia trata de Siddharta, el Buda, cuando era niño:

Cuando Siddharta tenía nueve años sus padres le dejaron asistir con unos compañeros del colegio a la ceremonia de la arada de los campos. El rey Siddharta la presidía cada año. Gotami, la madre de Siddharta, lo atavió para la ocasión con las prendas más lujosas.

La ceremonia se realizó en una de las tierras más Fértiles del reino. Los sacerdotes empezaron a recitar las escrituras sagradas. Luego el rey con la ayuda de dos miembros de su ejército, aró la primera hilera del campo mientras la multitud les ovacionaba entusiasmada. ¡La estación de la arada había empezado! Los agricultores, sonriendo el gesto del rey, se dispusieron a arar sus propios campos.

Siddharta se quedó en el extremo de un campo contemplando cómo un agricultor enganchaba el arado a un búfalo de agua. Asegurándolo con una mano, azuzó con la otra al animal. El búfalo empezó a tirar con firmeza del pesado arado. El cuerpo del agricultor brillaba bajo el ardiente sol empapado de sudor. El arado firme dividiendo la fértil tierra en dos precisos surcos.

viernes, 22 de diciembre de 2017

LA PRÁCTICA DE DETENERSE


El primer paso para aprender a vivir profundamente en el aquí y el ahora es hacer la práctica de detenerse. Hay una historia zen muy conocida acerca de un hombre que iba sobre un caballo galopando. Alguien, al verlo, le grita: “¿A dónde vas?”. Y el jinete le contesta dándose la vuelta: “¡No lo sé, pregúntaselo al caballo!”.

La historia resulta divertida, pero al mismo tiempo es cierta. Nosotros no sabemos exactamente a dónde vamos o por qué nos apresuramos tanto. Un caballo galopando nos está arrastrando y decidiéndolo todo por nosotros. Y nosotros le seguirnos. Este caballo se llama “la energía del hábito”. Posiblemente hayas recibido esta energía de tus padres o de tus antepasados. Esta energía es la que te está dictando tus palabras y acciones, tú no eres tu verdadero soberano, es el caballo y no tú el que te está haciendo avanzar. Es la energía del hábito la que te empuja a decir y hacer cosas a pesar de no ser ésa tu intención, algo que te perjudica tanto a ti como a los demás.

Por ejemplo, aun sabiendo que si decimos algo desagradable haremos sufrir tanto a quienes nos rodean como a nosotros mismos”, lo decimos igualmente. Más tarde lo lamentamos y exclamamos: “¡No pude evitarlo! el deseo fue más fuerte que yo”. Nos prometemos de todo corazón que la próxima vez no actuaremos así, pero cuando la situación vuelve a repetirse nos comportamos exactamente del mismo modo, haciendo y diciendo cosas que no sólo perjudican a los demás sino también a nosotros mismos. Esta clase de energía es la energía del hábito.

Nuestra tarea consiste en tomar consciencia de ella y en no dejar que nos arrastre nunca más. Le sonreímos y decirnos: “Hola, energía del hábito, sé que estás aquí”. El primer paso para cuidar de ti es aprender a detenerte y mirar en tu interior. Es una práctica maravillosa.

jueves, 14 de diciembre de 2017

LA PRÁCTICA DE SER CONSCIENTE


Si no somos plenamente conscientes, no podemos ser felices ni estar en paz. Esta práctica nos recuerda que debemos volver al momento presente. Todo cuanto buscamos lo tenemos ya aquí mismo en el momento presente. Si nos permitimos estar en el momento presente, podremos sentir cosas maravillosas. De lo contrario, seguiremos luchando en nuestro interior.

El ser plenamente conscientes nos ayuda a ser más felices y a ver la belleza de las cosas con más profundidad. Cuando contemplas la luna llena siendo consciente de ella, es mucho más bella. Cuando abrazas a una persona siendo consciente de ella, se vuelve más real y dulce.

Al inspirar, está viva.

Ahora se encuentra entre mis brazos, al espirar, soy muy feliz.

Si no eres consciente, no estás vivo de verdad, pero cuando lo eres, todo cuanto haces se vuelve más brillante, más bello. Cuando contemplas una flor siendo consciente de ella, la flor te revela profundamente su belleza. La práctica de ser consciente consiste en ser feliz y en disfrutar de lo que los momentos de la vida te ofrecen, incluyendo las cosas maravillosas que hay dentro de ti -los ojos, el corazón, los pulmones-, y fuera de ti -el sol, las personas, los pájaros, los árboles, al ser consciente descubrirás que tienes más razones para ser feliz de las que creías.

Esta práctica también te ayudará a curar el dolor. Cuando el dolor entra en contacto con tu estado de ser consciente, empieza a desaparecer poco a poco. Si estás sufriendo sin darte cuenta, el dolor que sientes seguirá en ti durante mucho tiempo. Pero cuando lo reconoces y lo rodeas con los brazos de tu plena consciencia, empieza a transformarse.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

INVITANDO A LA CAMPANA A SONAR


En el pasado, cuando no había teléfonos, las personas que vivían lejos unas de otras no podían hablar entre ellas. El invento del teléfono fue como un milagro. Ahora no te parece maravilloso porque te has acostumbrado a él, pero es un invento realmente increíble. Cada vez que lo usamos y oímos la voz de un ser amado que está lejos, nos sentimos muy felices. La campana es una especie de teléfono porque oír su tañido es como escuchar la voz de un ser querido por el teléfono.

El sonido de la campana podría describirse como la voz del Buda llamándonos de vuelta a casa, recordándonos que debemos estar más en paz con nosotros mismos y con el mundo. Prestamos una afectuosa atención a esta voz. Escuchar el sonido de la campana es algo maravilloso y puede darnos mucha paz y alegría. Nos hace volver a maestro verdadero hogar.

Cuando nos alejamos durante mucho tiempo de nuestro verdadero hogar, ansiamos volver a él. En nuestro verdadero hogar nos sentimos en paz, sabemos que no hemos de ir corriendo a ninguna parte y que no tenemos problemas. Podemos relajarnos y ser nosotros mismos. Tú ya eres lo que quieres ser. Tu forma de ser ya es maravillosa. No necesitas ser ninguna otra cosa ni persona.

Fíjate en un manzano. Para el manzano es algo maravilloso ser un manzano. No necesita convertirse en ninguna otra cosa. ¡Qué maravilloso es que yo sea yo mismo, que tú seas tú mismo! No hay por qué intentar ser alguna otra cosa o persona. Sólo tenemos que permitimos ser lo que ya somos y disfrutar siendo tal como somos. Esta sensación, este descubrimiento, es nuestro verdadero hogar. Cada uno de nosotros tiene un verdadero hogar en su interior.

Nuestro verdadero hogar siempre nos está llamando, día y noche, con una voz muy clara. No cesa de enviarnos oleadas de amor y de interés, pero no las captamos porque estamos muy ocupados, al oír la campana, recordamos que nos está ayudando a regresar a nuestro verdadero hogar y dejamos por unos momentos lo que estamos haciendo, estemos hablando, pensando, jugando, cantando, charlando con amigos o ¡incluso meditando!, lo dejamos todo para volver a nuestro verdadero hogar.

Cuando escuches el sonido de la campana, al Buda de la campana, deja de hablar, de pensar o de hacer lo que estés haciendo, porque en aquel momento estás escucharlo la voz de alguien a quien amas y respetas mucho. Guarda silencio y escucha con todo tu corazón. Si la campana suena tres veces, escúchala y respira profundamente durante este tiempo con concentración. Al inspirar, te sientes bien; al espirar, te sientes feliz. Es muy importante que te sientas feliz, de lo contrario, de qué serviría respirar y practicar si no te ayudara a sentirte bien, a ser más feliz el deseo más profundo que todos tenemos es el de ser felices y hacer felices a las personas y seres que nos rodean.

A lo mejor te gustaría invitar a la campana a sonar. Si es así, hazlo de la siguiente forma: En primer lugar sostén la campana en alto, deja el cojín de la campana en el suelo y usa la palma de la mano a modo de cojín. Tu mano sosteniendo la campana se ve muy hermosa, es como un crisantemo o una flor de loto con los cinco pétalos abiertos. La mano es el loto, y la campana, la valiosa joya que hay en él. Entonces la miramos y decirnos: “¡Oh, la joya que está en el loto!”, o en sánscrito, om mani padme hum.

domingo, 26 de noviembre de 2017

SINTIENDO AL BUDA QUE HAY DENTRO DE TI


En los textos budistas llamados “sutras” el mensaje más importante que hay es que todo el mundo tiene la capacidad de ser un Buda: la capacidad de amar, comprender e iluminarse. Es el mensaje más importante que contienen.

La práctica que me gustaría enseñarte se llama “Recodar al Buda” y se enseña en todas las escuelas de la tradición budista. En esta práctica sientes al Buda que hay dentro ti y todas sus cualidades, y sabes que es totalmente real, no es una idea ni un concepto, sino una realidad. Nuestra labor, nuestra vida, nuestra práctica consiste en alimentar Buda que hay en nosotros y en las personas que amamos.

Tal vez desees dedicar tres o cuatro minutos para la esta práctica solo o con algunos amigos. Si es así, siéntate silencio, inspira y espira durante algunos momentos para calmarte, y luego pregunta: “Pequeño Buda, ¿estás aquí?”. Haz la pregunta con una gran atención y silencio: “Pequeño Buda ¿estás aquí?”. Al principio puede que no oigas su respuesta siempre te contestará, pero si no estás lo suficientemente tranquilo, no la oirás. “¿Hay alguien? Pequeño Buda, ¿estás aquí?”. Y entonces oirás la voz de tu pequeño Buda respondiéndote: “Sí, querido, claro que sí. Yo siempre estoy aquí para ti”.

Al oírlo, sonríes y dices en tu fuero interno: “Sé, pequeño Buda, que tú eres mi serenidad. Sé que siempre estás aquí y necesito que me ayudes a estar sereno. A menudo no estoy tan tranquilo como me gustaría. Chillo, me comporto como si el Buda no estuviera en mí. Pero sé que estás aquí, sé que soy capaz de estar sereno. Gracias, pequeño Buda, necesito que estés dentro de mí”. Y él te responde: “Claro que estaré en ti siempre. Ven a visitarme cuando puedas”. Ésta es la práctica de sentir al Buda que hay dentro ti. Es una práctica muy importante para todos nosotros.

A mí me encantaría sentarme cerca de los niños porque tienen un gran frescor. Cada vez que practico la meditación andando cogido de la mano de un niño, su frescor me conforta. Puede que yo le ofrezca a cambio mi estabilidad, pero su frescor me beneficia mucho. Si pierdes la paz de  la alegría, recuerda que en el pasado tú también tenías en unas ocasiones ese frescor. Y si intentas sentir al Buda que hay dentro de ti, tu frescor seguirá aumentando. Puedes decir al Buda que hay dentro de ti: “Querido pequeño Buda, tú eres mi frescor. Gracias por estar aquí”. “Querido pequeño Buda, tú eres mi ternura”, ya que a todos nos hace falta ternura.

lunes, 13 de noviembre de 2017

ANGULIMALA (collar de dedos)


¿Podemos escapar a nuestro destino?

Hubo una vez un brahmán, consejero del rey, que tuvo un hijo. Como el hombre era supersticioso, examinó atentamente distintos presagios para saber qué sería de su heredero, para poder así actuar del mejor modo. Así supo horrorizado que su retoño se volvería muy violento. Para prevenir esta catástrofe, llamó a su hijo Ahimsaka, que significa “inocente”. Además, le enseñó a ser siempre obediente, de forma que nunca transgrediera las normas del buen decoro. El niño aprendió así el respeto y era un alumno aplicado y brillante, para gran satisfacción de sus padres. Cuando llegó a la edad de continuar sus estudios decidieron enviarle lejos, a casa de un reputado gurú. Antes de partir, su padre no olvidó recordarle que debía obedecer escrupulosamente a su maestro.

El chico confirmó las expectativas de su familia, porque resultó ser disciplinado y trabajador. Pero hete aquí que esta situación acabó por despertar los celos de sus condiscípulos, quienes vieron en él al favorito del profesor. Criticaban su obediencia escrupulosa, su preocupación permanente por adelantarse a los deseos de su maestro. Para vengarse, dejaron correr el rumor de que Ahimsaka, aprovechándose de su familiaridad, quería de hecho desembarazarse del gurú y reemplazarle cuando terminara sus estudios, y que además ya había logrado seducir a la esposa del maestro.

La tradición indicaba que, al finalizar los estudios, todo estudiante ofrecía a su maestro un regalo importante, según el deseo de este último. Para vengarse de este alumno “ambicioso”, el gurú decidió pedirle un horrible tributo: “Matarás a mil personas y me traerás sus pulgares derechos”. Esperaba que de este modo su alumno lograría hacerse matar.

Esta orden provocó un auténtico tumulto en el corazón de Ahimsaka, pero había sido educado para obedecer, y se dispuso a cumplir la tarea que se le había encomendado. Fue a vivir al bosque, asesinando a aquellos que pasaban por él, ya fueran mercaderes o peregrinos, y entrando en las ciudades cuando no encontraba víctimas. Nunca robaba su dinero ni sus bienes, pero conservaba los pulgares en una gruta en la que se había construido su refugio. Desgraciadamente, los animales se comieron los pulgares guardados. Así que Ahimsaka decidió en adelante llevar colgados los pulgares de sus víctimas. De ahí le vino su nuevo nombre: Angulimala, que significa “collar de dedos”.

Los habitantes de la región, aterrorizados, solicitaron ayuda al rey para desembarazarse del feroz criminal. El rey envió una tropa para perseguirle y matarle. Cuando la madre de Angulimala lo supo, decidió ir a prevenir a su hijo para que pudiera huir. Cuando Angulimala vio llegar a la anciana mujer, no la reconoció. Acababa de llegar a los 999 pulgares y no le faltaba más que uno. En este preciso momento el Buda, que pasaba por allí, decidió intervenir a pesar de las advertencias de los lugareños. Felizmente, ya que Angulimala decidió matar al Señor en lugar de a su madre, lo que habría supuesto para él mil años de infierno por matricidio.

viernes, 10 de noviembre de 2017

TIENES RAZÓN, TU TAMBIÉN


¿Podemos estar seguros de lo que decimos?

El maestro acababa de terminar una explicación complicada de conceptos difíciles. Un largo silencio siguió a sus palabras. Algunos monjes se aventuraron a hablar, poco seguros de sí mismos, después comenzaron paulatinamente a envalentonarse, emitiendo opiniones sobre lo que se había dicho, buscando más que nada la aprobación del maestro sobre lo que habían comprendido. Como éste no decía nada, cada uno de los que tomaba la palabra terminaba por afirmar categóricamente la veracidad de su proposición. Finalmente estalló una viva disputa teórica entre dos monjes particularmente testarudos y verbilocuentes.

Como ninguno de los dos lograba convencer a su adversario, decidieron de común acuerdo someterse a “la autoridad”. El primero expuso su argumentación y preguntó al maestro lo que pensaba sobre ello. Tras un momento dubitativo, éste respondió sucintamente: “En efecto, tienes razón”. El joven quedó encantado con la respuesta y, poniendo semblante de gran entendido, lanzó una mirada victoriosa a su adversario y salió de la sala. El segundo monje, algo turbado, lanzó entonces una larga demostración para explicar al maestro su punto de vista. Éste escuchó pacientemente hasta el final, dudó por un instante, y concluyó entonces de igual modo: “Es cierto, tienes razón”. El monje, tranquilizado, quedó también encantado y salió de la sala.

Un tercer monje, que había seguido toda la discusión sin decir nada, muy sorprendido por las dos aprobaciones sucesivas y contradictorias del maestro, se dirigió a él: “No comprendo, maestro. Las dos tesis que hemos escuchado son totalmente opuestas. ¡No pueden ser ciertas las dos al mismo tiempo! ¿Cómo puede decir a esos dos monjes que los dos tienen razón?”

El maestro le miró sonriendo, asintió y respondió: “Tienes razón, tu también”.

Algunas preguntas para profundizar y ampliar.

lunes, 6 de noviembre de 2017

KANDATA Y LA ARAÑA


¿Somos responsables de lo que nos sucede?

Hubo una vez un hombre llamado Kandata, un criminal de corazón frío y de una crueldad excepcional. Ladrón, estafador, manipulador, asesino, había terminado por topar a su turno con una muerte violenta. Se encontró entonces en las tinieblas el Infierno, ora pudriéndose en un lago de sangre, ora caminando descalzo sobre una montaña de espinas. A su alrededor la oscuridad se extendía hasta el infinito, en un océano de sufrimiento.

Muy por encima de él, desde alguna parte del cielo, una araña le vio. La araña fue en busca del Buda, el ser absoluto de la luz y del entendimiento, y le dijo:

- Kandata merece ser salvado. Por su única buena acción: un día salvó al minúsculo insecto que soy. En lugar de aplastarme, me dejó vivir.

El Iluminado no respondió, pero accedió con la cabeza. Así que la pequeña araña tejió un largo hilo que dejó descender a lo largo de un pozo que comunicaba con el abismo profundo.

Kandata, doblado por el peso del dolor, sufría con toda su alma cuando de pronto, al levantar la cabeza, percibió un destello. Un minúsculo punto de luz brillaba en lo alto, a lo lejos. Vio también un fino hilo plateado resplandeciendo en la oscuridad. Con el corazón lleno de esperanza, rompió a reír y exclamó triunfante:

- ¡Por fin he hallado el modo de salir de aquí!

Tiró del hilo, que parecía extrañamente resistente. Comenzó entonces a izarse con la fuerza de sus brazos hacia el punto luminoso que se vislumbraba a lo lejos.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

LOS REFLEJOS EN LA TINAJA

 ¿ Es la identidad una ilusión?

El hijo de un noble acababa de contraer matrimonio y los nuevos esposos se amaban mucho. El hombre dijo a su mujer: “Ve a la cocina y trae vino de la tinaja para brindar”. La mujer fue la cocina y al abrir la tinaja se vio reflejada en el vino y pensó que había en ella otra mujer escondida. Enfurecida volvió donde estaba su marido y le dijo: “Ya tenías una esposa, y la has metido en la tinaja para poder venir a pedirme en matrimonio”.

El marido fue él mismo a la cocina para ver qué sucedía. Abrió la tinaja y vio su propia imagen reflejada. Volvió con su mujer y se lanzó contra ella acusándola de haber escondido a un hombre. Ambos estaban furiosos el uno contra el otro, cada uno de ellos convencido de tener razón.

En estas estaban cuando un brahmán llegó para visitar a la pareja. Preguntó cuál era la causa de la disputa, y fue a su turno a ver de qué se trataba, encontrando también él su propia imagen. Se irritó entonces con el hijo del noble que, pensaba, había escondido a uno de sus amigos en la tinaja y luego había fingido discutir con su mujer. Así que inmediatamente se fue.

Más tarde, una monja a quien el noble hacía donaciones vino y se enteró de cuál era su discusión. Ella quiso conocer el problema por sí misma, y encontró con gran sorpresa una monja en la tinaja, marchándose encolerizada ella también.

Un sabio que pasaba por allí, curioso ante esta historia, quiso mirar, pero él sí comprendió que se trataba de un simple reflejo. Suspiró: “Los hombres de este mundo, ignorantes y estúpidos, toman el vacío por la realidad”. Llamó entonces a los esposos para que vinieran a mirar juntos. Les dijo: “Voy a hacer salir para vosotros a las personas que están en la tinaja”. Cogió entonces una gran piedra y rompió la tinaja. Cuando todo el vino se hubo derramado, no quedó nada en ella. En ese momento el entendimiento de las dos personas despertó y ambos comprendieron que habían discutido por un vulgar reflejo de su propia persona, y ambas se sintieron muy confusas.

martes, 31 de octubre de 2017

TÚ ERES YA UN FUTURO BUDA


El nombre de “Buda” viene de la palabra “bud”. “Bud” significa despertar, comprender y conocer. Un Buda es aquel que está despierto, que es consciente de lo que está sucediendo en el momento presente. Posee una comprensión y un amor muy profundos. Todo el mundo puede ser un Buda. Todos somos futuros Budas. Lo somos porque podemos tener una profunda comprensión y una gran capacidad para amar y aliviar el sufrimiento de los demás.

Los amigos del Buda suelen saludarse entre sí uniendo las palmas de las manos como una flor de loto. El loto es una flor muy hermosa parecida a una magnolia. Unimos las palmas y mientras inspiramos decimos mentalmente en silencio: “Te ofrezco un loto”. Luego nos inclinamos, exhalamos el aire y decimos mentalmente en silencio: “Un futuro Buda”. Ofrecemos este gesto como un regalo.

El Buda dijo que hay muchos otros Budas en todas partes que están enseñando e intentando llevar el amor y la compasión a la vida cotidiana. El Buda dijo: “Todos vosotros sois futuros Budas”. Y tenía razón, porque en cada uno de nosotros hay semillas de comprensión, amor y compasión. Cuando cultivamos el amor y la comprensión, regamos esas semillas y entonces crecen y dan fruto. Si practicamos según las enseñanzas del Buda, nos convertimos en Budas.

martes, 12 de septiembre de 2017

MOKELU EL NECIO


¿Debemos compartir el conocimiento?

Quinientos monjes vivían en un templo situado a una decena de kilómetros del pueblo. Uno de ellos, el más anciano, llamado Mokelu, era conocido por su necedad. Poco importaban los esfuerzos empleados en enseñarle algo, él no lo entendía. No podía recitar de memoria ni un solo proverbio siquiera. Los otros le miraban por encima del hombro. A ninguno le gustaba estar con él y Mokelu estaba muy solo.

Un día el rey invitó a los monjes a palacio a una recepción. Mokelu, avergonzado por su necedad, tenía miedo de unirse a la reunión y no fue. Pero cuando todo el mundo se hubo marchado se sintió inundado por la tristeza. Estaba enfadado con todos y cada uno y consigo mismo. Buscó una cuerda y fue bajo un gran árbol para poner fin a su vida.

En ese preciso momento el Buda apareció frente a él y le reprendió duramente:

- Mokelu, en lugar de cultivarte seriamente y descubrir tus lagunas, estás a punto de hacer algo verdaderamente necio.

Mokelu, boquiabierto, se quedó sin palabras. El Ser iluminado continuó:

- En tu vida anterior eras practicante con un conocimiento vasto y profundo. Pero no querías enseñarlo a los demás. Eras arrogante y amonestabas a aquellos que se te acercaban. Es por esto que, como consecuencia, en esta vida eres necio. No puedes culpar a los demás por ello. Sólo debes arrepentirte de tus malos actos. Además, poner fin a tu vida no pone fin a tus faltas.

sábado, 21 de enero de 2017

AQUÍ Y AHORA

Existencia 
Eternidad 
Conocimiento 
Contemplación 
Meditación

Alguien le preguntó a Buda: 

-¿Quién eres?

Y Buda dijo:

-No pertenezco a clase alguna. Simple­mente existo. Existo, pero no pertenezco a cla­se alguna.

En este preciso momento, puedes vislum­brarlo. Si no estás pensando, ¿quién eres? ¿Dón­de está el tiempo? ¿Hay un pasado? ¿Y un futu­ro? Entonces, este momento se transforma en la eternidad. Todo el proceso del tiempo no es más que un ahora prolongado. Todo el espacio no es más que un aquí extendido.

Entonces, cuando me preguntas por qué es­toy aquí, o por qué tú estás aquí, es porque es la única manera de existir. No podría estar en ninguna otra parte, así como tú no podrías estar en ningún otro lugar. Así es como nos hemos reunido. Tal vez no puedas verlo bien ahora. Para ti, los nexos no están tan claros, porque tu propio inconsciente no te resulta tan transparente, ya que no te conoces del to­do. Te resulta conocida una décima parte de tu ser; las restantes nueve partes permanecen en la oscuridad.

La contemplación es la clave de la medita­ción. Contempla tu mente.

domingo, 14 de febrero de 2016

SAMMASATI, DESCUBRIR AL BUDA.


Sutra 53: Sammasati, descubrir al Buda

Todo lo significativo está contenido en una sola palabra: Sammasati.
(Budha).

Buda no es un Dios, ni pretende ser su hijo. Es sólo un hombre que anduvo un camino y nos legó el plano para que lo recorramos nosotros. No ha habido un solo Buda, han habido miles, muchos de ellos desconocidos para el mundo. Cualquiera que haya despertado merece ser llamado Buda.
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