Si no somos plenamente conscientes, no podemos ser felices ni estar en paz. Esta práctica nos recuerda que debemos volver al momento presente. Todo cuanto buscamos lo tenemos ya aquí mismo en el momento presente. Si nos permitimos estar en el momento presente, podremos sentir cosas maravillosas. De lo contrario, seguiremos luchando en nuestro interior.
El ser plenamente conscientes nos ayuda a ser más felices y a ver la belleza de las cosas con más profundidad. Cuando contemplas la luna llena siendo consciente de ella, es mucho más bella. Cuando abrazas a una persona siendo consciente de ella, se vuelve más real y dulce.
Al inspirar, está viva.
Ahora se encuentra entre mis brazos, al espirar, soy muy feliz.
Si no eres consciente, no estás vivo de verdad, pero cuando lo eres, todo cuanto haces se vuelve más brillante, más bello. Cuando contemplas una flor siendo consciente de ella, la flor te revela profundamente su belleza. La práctica de ser consciente consiste en ser feliz y en disfrutar de lo que los momentos de la vida te ofrecen, incluyendo las cosas maravillosas que hay dentro de ti -los ojos, el corazón, los pulmones-, y fuera de ti -el sol, las personas, los pájaros, los árboles, al ser consciente descubrirás que tienes más razones para ser feliz de las que creías.
Esta práctica también te ayudará a curar el dolor. Cuando el dolor entra en contacto con tu estado de ser consciente, empieza a desaparecer poco a poco. Si estás sufriendo sin darte cuenta, el dolor que sientes seguirá en ti durante mucho tiempo. Pero cuando lo reconoces y lo rodeas con los brazos de tu plena consciencia, empieza a transformarse.
Cuando estés sufriendo, abraza tiernamente tu dolor con tu plena consciencia, al igual que una madre que toma en sus brazos a su bebé cuando llora para tranquilizarlo. Si abrazas de ese modo tu dolor, se transformará. Cuando un bebé llora, hay que ocuparse de él, y con un dolor tienes que hacer lo mismo.
Al despuntar el alba las flores están cerradas, pero a medida que el sol va saliendo, las diminutas partículas de los rayos solares penetran en ellas y al cabo de poco ya ves la transformación que tiene lugar. Cada flor se abre revelándose al sol. Con nuestro sufrimiento ocurre lo mismo, si lo exponemos a la luz del ser conscientes, cambiará.
Extracto del libro:
A la sombra del manzano rosal
El budismo explicado a los niños
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
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