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martes, 13 de julio de 2021

MANTRA PARA ALIVIAR EL SUFRIMIENTO


Cuando ves que la persona amada está sufriendo, debes poner en práctica el tercer mantra que dice:

«Querido, sé que estás sufriendo.
Por eso, estoy aquí contigo».

Aun antes de que hagas algo para tratar de ayudar, tu presencia incondicional ya proporciona cierto alivio. Porque lo cierto es que, cuando sufrimos, todos tenemos gran necesidad de la presencia de la persona amada. Si la persona amada nos ignora cuando estamos sufriendo, nuestro dolor se intensifica. Lo que debemos hacer pues –en este mismo instante– es manifestar nuestra presencia genuina a nuestro ser querido y pronunciar con plena atención el tercer mantra, que dice:

«Querido, sé que estás sufriendo y por eso estoy aquí para ti». Basta con esas palabras para que la persona amada empiece a sentirse mejor.

Tu presencia y tu comprensión del dolor ajeno son un milagro, una faceta de tu amor que puedes ofrecer de inmediato. Trata, pues, de estar realmente presente para ti mismo, para la vida y para las personas a las que amas, reconociendo la presencia de quienes conviven contigo y tratando de estar ahí cuando alguno de ellos esté sufriendo, porque tu presencia es, para esa persona, muy preciosa.



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 20 de mayo de 2021

MANTRA PARA RECONOCER A LA PERSONA AMADA


El segundo mantra dice: «Querido, saber que estás aquí me hace muy feliz».

Si el primer paso consiste en estar disponible para la otra persona, el segundo consiste en reconocer su presencia. Como estás completamente presente, reconoces también lo preciosa que es la presencia de la persona amada. Cuando abrazas con atención plena a la persona amada, esta se abre como una flor. Ser amado significa, por encima de todo, ver reconocida la propia existencia.

Estos dos primeros mantras pueden aportar felicidad de inmediato. Aunque la persona amada no se halle físicamente presente, siempre puedes utilizar el teléfono o un correo electrónico que diga:

«Querido, saber que estás ahí me hace muy feliz». Esa es una auténtica meditación, una meditación llena de amor, compasión, alegría y libertad, los cuatro componentes del amor descritos por el Buda.


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

lunes, 8 de marzo de 2021

ABONAR LA BASURA


 

LOS MANTRAS (THICH NHAT HANH)


 

MANTRA 1: PARA OFRECER NUESTRA PRESENCIA (TRANSFORMAR EL MIEDO EN AMOR)


Transformar el miedo en amor
Los cuatro mantras

Es mucho el miedo que solemos albergar en nuestro interior.

Tenemos miedo a muchas cosas: a nuestra propia muerte, a la muerte de nuestros seres queridos, al cambio y a quedarnos solos. Pero la práctica de la plena consciencia nos ayuda a conectar con el estado de no miedo. Solo aquí y ahora podemos experimentar la liberación y la felicidad total.

El sufrimiento, el miedo y la depresión son una especie de basura. Pero se trata de una basura que forma parte de nuestra vida real y debemos, en consecuencia, ver su naturaleza profunda y practicar para transformar en flores los desperdicios. No debemos desaprovechar nada, debemos aprender el arte de abonar nuestra basura para transformarla en flores. En la práctica del budismo, vemos que todas las formaciones mentales –incluidas la compasión, el amor, el miedo, el sufrimiento y la desesperación– son de naturaleza orgánica.

No necesitamos tenerles miedo porque la transformación siempre es posible. Basta, para empezar a transformarlas, con sonreír y respirar atentamente. Cuando sentimos miedo, irritación o depresión, reconocemos su presencia y ponemos en práctica los mantras que a continuación presentamos.

Un mantra es un tipo de fórmula mágica que cuando se pronuncia no solo puede cambiar la situación, sino que también puede cambiarnos a nosotros y a los demás. Pero esa fórmula mágica debe ser pronunciada con plena concentración, unificando cuerpo y mente como si se trataran de la misma cosa. Todo lo que digamos desde ese estado de ser se convertirá en un mantra. Mi propósito al compartir estos cuatro mantras es el de brindar un apoyo para la práctica de estar realmente presentes para nuestros seres queridos y para nosotros, liberando el temor, cultivando el verdadero amor y restableciendo la comunicación. Estos mantras pueden ser muy eficaces para regar, tanto en nosotros como en nuestros seres queridos, las semillas de la felicidad y transformar el miedo, el sufrimiento y el aislamiento.

Mantra para ofrecer nuestra presencia


El regalo más precioso que podemos dar a nuestros seres queridos es nuestra presencia. De ese modo, el primer mantra es muy sencillo: «Querido, estoy aquí contigo».

En nuestra vida cotidiana, la mayoría estamos demasiado ocupados y tenemos muy poco tiempo para cultivar el amor. Por la mañana, mientras tomamos el desayuno, no dedicamos tiempo a observar a las personas que amamos. Desayunamos a toda prisa pensando en otras cosas y, a veces, leyendo incluso un periódico que nos impide ver la cara de nuestros seres queridos. Y cuando, por la noche, regresamos a casa, estamos demasiado agotados para poder mirarles.

Lo mejor que podemos ofrecer a las personas que queremos es nuestra presencia. ¿Cómo podríamos amar a alguien si no estamos presentes? Vuelve la mirada hacia ti mismo, mira tus ojos y di: «¡Mira!

¿Sabes qué? Estoy aquí contigo». Entonces podrás brindarle tu presencia. No estarás entonces preocupado por el pasado ni por el futuro, sino que estarás ahí, disponible para la persona a la que amas.

Pronuncia estas palabras simultáneamente con tu cuerpo y tu mente y serás testigo directo de la transformación.


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

jueves, 24 de diciembre de 2020

LA COMUNICACIÓN PROPORCIONA SEGURIDAD


Si queremos seguridad, tenemos que construirla. Pero ¿cómo se crea la seguridad? Para erradicar el miedo, no sirven ni las fortalezas, ni las bombas, ni los aviones. Es muy probable que todos esos intentos no hagan más que intensificarlo. Estados Unidos posee el ejército más poderoso y las armas más sofisticadas del mundo, pero no por ello se siente más seguro. Lo cierto es que los estadounidenses se sienten muy vulnerables y asustados. ¿Dónde encontrar, pues, algún refugio verdadero que nos haga sentir realmente seguros? Tenemos que aprender a construir la seguridad con cada inhalación y con cada exhalación. Tenemos que aprender a construir la seguridad con cada uno de nuestros pasos, con nuestra manera de actuar y de reaccionar, con nuestras palabras y con nuestros esfuerzos para entablar una buena comunicación. 

No podrás sentirte seguro si no te comunicas bien con la gente con la que vives y a la que ves regularmente. No podrás sentirte seguro si la gente que te rodea no te mira de manera amable y compasiva. Tu manera de hablar, de sentarte y de caminar muestra a la otra persona que vienes en son de paz y puede sentirse segura en tu presencia. Así es como se genera la confianza. La paz y la compasión que experimentas contribuirán a que la otra persona se sienta segura y permitirán que se relacione contigo con compasión y comprensión, y tú también, por tu parte, te sentirás más seguro. La seguridad no es una cuestión estrictamente individual. Por ello la mejor garantía de nuestra seguridad consiste en ayudar a que los demás también se sientan seguros. 

Nuestro país no se sentirá seguro si no hace nada que contribuya a que los demás países se sientan seguros con nosotros. Si Estados Unidos aspira a una mayor seguridad, debe ocuparse también de la seguridad de las otras naciones. Si Gran Bretaña quiere seguridad, tiene que pensar en la seguridad de otros pueblos. Cualquiera puede ser víctima de la violencia y el terrorismo. Ningún país se halla, en este sentido, a salvo. La policía, el ejército y hasta las armas de destrucción masiva son incapaces de garantizar nuestra seguridad. Quizás lo primero que deberíamos hacer es decir: «Soy consciente, querido amigo, de que quieres vivir seguro. Yo también quiero vivir seguro. ¿Por qué no trabajamos juntos para conseguirlo?». Esto es algo muy sencillo, pero no lo llevamos a cabo. 

La comunicación es la práctica. Por más que vivamos en una época en la que existen medios de comunicación muy sofisticados (como el correo electrónico, los teléfonos móviles, los mensajes de texto, Twitter, Facebook, etcétera), es muy difícil que naciones, grupos e individuos se comuniquen entre sí. Y como no parece que sepamos utilizar las palabras para hablar, acabamos empleando, en su lugar, las bombas. Y cuando llegamos al punto en que la comunicación verbal resulta imposible y apelamos a las armas, sucumbimos a la desesperanza. 

Tenemos que aprender a comunicarnos. Si podemos mostrar a un grupo con el que estamos en conflicto que no tienen nada que temer de nosotros, alentaremos la confianza. En los países asiáticos, por ejemplo, la gente suele saludarse inclinándose y juntando las palmas de las manos como si de una flor de loto se tratara. En Occidente, cuando dos personas se encuentran, estrechan sus manos, una tradición que, según tengo entendido, se originó en la época medieval, cuando la gente tenía miedo. Ese era el modo en que mostraban, cada vez que se encontraban, que se hallaban inermes. 

Lo mismo seguimos haciendo en el presente. Con nuestras acciones, podemos decir: «¿Ves, querido amigo, que estoy desarmado? Compruébalo por ti mismo. No temas nada de mí». Este es el tipo de práctica que puede desarrollar la confianza. Con confianza y comunicación, el diálogo se torna posible. 

Son muchos los millones de dólares gastados desde que comenzó la llamada “guerra contra el terror”, pero la violencia, el odio y el miedo no han hecho sino avanzar. No hemos tenido éxito en nuestro intento de eliminar el miedo, el odio y el resentimiento, ya sea en su expresión externa, como es el caso del terrorismo, o lo que es más importante en la mente de las personas. Ha llegado el momento de que contemplemos y encontremos una forma más adecuada de aportar paz al mundo y a nosotros mismos. Solo la práctica de la escucha profunda y la comunicación amable puede contribuir a eliminar las percepciones erróneas que se hallan en el origen del miedo, el odio y la violencia. 

Esas percepciones no pueden ser eliminadas a punta de pistola. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

domingo, 18 de octubre de 2020

LA COMUNIDAD ES NUESTRO CUERPO


La creación de una comunidad es la actividad más importante de una época, como la nuestra, en que el individuo sufre extraordinariamente. La prevalencia del individualismo está desintegrando a las familias y dividiendo profundamente a la sociedad. Si queremos que el siglo XXI sea una época de espiritualidad, deberemos guiarnos por el espíritu de la solidaridad, aprender a hacer cosas juntos y compartir nuestras ideas y la inspiración profunda que anhela nuestro corazón. Tenemos que aprender a ver la sangha, nuestra comunidad de apoyo espiritual, como si de nuestro propio cuerpo se tratara. Nos necesitamos mutuamente para poder ejercitar la solidaridad, la libertad y la compasión y recordarnos que siempre existe una esperanza. 

Cuando contamos con una comunidad de práctica de plena consciencia, el hecho de sentarnos a meditar juntos es muy poderoso. En la vida, las personas producen, entre otras muchas cosas, alimentos, objetos y tecnología. También en la sangha generamos algo: la energía poderosa de la plena consciencia. La gente puede acudir al supermercado a comprar comida o bombillas, pero para producir la energía de la atención, necesitamos estar con nuestra comunidad, nuestra sangha, y crear esa energía sentándonos, caminando y viviendo gozosa y pacíficamente.

Pero ello requiere práctica y entrenamiento. Te invito a que pienses profundamente en la práctica de la plena consciencia como una forma maravillosa de proporcionar alimento espiritual, tanto a tu comunidad como a ti mismo. Esa es una energía capaz de alimentar al mundo. Y cuando ves que esta práctica nutre al mundo, te sientes muy feliz porque estás conectado con la vida y sirviéndola de un modo muy real. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

miércoles, 16 de septiembre de 2020

EL CIELO AZUL MÁS ALLÁ DE LAS NUBES



Más allá del miedo, del sufrimiento, de la violencia, de la desesperación y de la confusión que afectan a nuestra sociedad, el cielo nunca deja de resplandecer. A veces, el cielo se nos muestra completamente azul, mientras que, en otras ocasiones, solo vemos un pedacito y, en otras, parece haber desaparecido. Y, de la misma manera que la niebla, las nubes o las tormentas ocultan el cielo azul, el Reino de los Cielos puede parecer también oculto tras las nubes de la ignorancia o la tempestad del enfado, la violencia y el miedo. Pero la plena consciencia nos ayuda a cobrar conciencia de que, por más nublado, brumoso o tormentoso que sea al día, el cielo azul siempre se halla presente más allá de las nubes. Su simple recuerdo impide que nos hundamos en la desesperación. 

Mientras predicaba en el desierto de Judea, Juan el Bautista conminaba a la gente a arrepentirse «porque el Reino de Dios está cerca». Yo entiendo el término “arrepentirse” como detenerse. Lo que Juan quería decir era que dejásemos de implicarnos en actos de violencia, apego y odio. Arrepentirse significa, en suma, despertar y ser consciente de que el miedo, el enfado y el apego están ocultando el cielo azul. 

Arrepentirse también significa empezar de nuevo. Para ello, hay que admitir nuestras transgresiones y bañarnos en las aguas claras de la enseñanza espiritual que afirma la necesidad de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. También debemos comprometernos a desprendernos de todo nuestro odio, resentimiento y orgullo y empezar de nuevo con una mente fresca y un corazón renovado dispuestos a mejorar. Esta enseñanza, que cuadra perfectamente con la doctrina budista, fue lo que Jesús empezó a predicar después de ser bautizado por Juan. 

Si sabemos cómo transformar nuestra desesperación, violencia y miedo, el inmenso cielo azul no solo se nos revelará a nosotros, sino a todos los que nos rodean. Todo lo que hemos estado buscando –incluida la Tierra Pura, el Reino de Dios y nuestra naturaleza búdica– puede ser encontrado en el momento presente. Es posible llegar a percibir, aquí y ahora, el Reino de Dios con nuestros ojos, nuestros pies, nuestros brazos y nuestra mente. Cuando estamos concentrados y nuestra mente y cuerpo devienen uno, solo tenemos que dar un paso para entrar en el Reino de los Cielos. Cualquier cosa que tocamos, cuando prestamos atención y somos libres, mora en el Reino de los Cielos, independientemente de que se trate de la nieve o de las hojas de un roble. Y todo lo que entonces escuchamos –el canto de los pájaros, el silbido del viento– pertenece también al Reino de los Cielos. 

La condición indispensable para conectar con el Reino de Dios consiste en liberarnos del miedo, la desesperación, el enfado y el apego. 

La práctica de la plena consciencia nos permite reconocer la presencia de la nube, la niebla y la tormenta sin olvidarnos, no obstante, del cielo azul que se oculta detrás de ellos. Tenemos suficiente inteligencia, valor y estabilidad para contribuir a que el cielo azul se nos revele de nuevo en todo su esplendor. 

«¿Qué puedo hacer –me pregunta la gente– para contribuir a poner de manifiesto el Reino de los Cielos?». Esa es una pregunta sumamente práctica, que muchos nos hemos formulado y que equivale a preguntar: «¿Qué puedo hacer para reducir la violencia y el miedo que sobrecogen a nuestra comunidad y a la sociedad en su conjunto?». 

Cualquier paso que demos con estabilidad, solidez y libertad puede contribuir a despejar el cielo de la desesperación. Cuando cientos de personas caminamos juntas conscientemente, produciendo la energía de la solidez, la estabilidad, la libertad y la alegría, estamos ayudando a nuestra sociedad. Cuando sabemos cómo mirar con ojos compasivos a los demás y cómo sonreírles con el espíritu de la comprensión, estamos contribuyendo a que el Reino de los Cielos se manifieste. Y cuando respiramos conscientemente, también estamos contribuyendo a que se revele la Tierra Pura. En cualquier momento de nuestra vida cotidiana, siempre cabe la posibilidad de hacer algo para contribuir a que el Reino de Dios se manifieste. No te dejes vencer por la desesperación. Puedes hacer un buen uso de todos y cada uno de los instantes de tu vida cotidiana. 

Cuando actuamos como una comunidad de practicantes, imbuidos con la energía de la plena consciencia y la compasión, somos más poderosos porque, al formar parte de una comunidad espiritual, contamos con mucha más alegría y podemos resistir mejor la tentación de rendirnos a la desesperación. La desesperación es la gran tentación de nuestra época. Aislados, somos vulnerables y tenemos miedo. Si somos una pequeña gota de agua y tratamos de aproximarnos al océano, nos evaporaremos antes de llegar siquiera. Pero si nos acercamos como lo hace un río, es decir, si lo hacemos como una colectividad, acabaremos llegando con toda seguridad al océano. Si vamos acompañados de una comunidad que nos brinda su apoyo y nos recuerda la existencia del cielo azul, nunca perderemos nuestra fe y el miedo acabará disolviéndose. Con independencia de que seamos líderes políticos, empresarios, trabajadores sociales, padres o profesores, todos podemos servirnos de algo que nos recuerde que el cielo azul sigue siempre con nosotros. Todos necesitamos una comunidad o sangha que impida que nos hundamos en la ciénaga de la desesperación. 




Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

sábado, 12 de septiembre de 2020

RESTABLECER LA COMUNICACIÓN


El objetivo de la escucha profunda y de las palabras amables consiste en restablecer la comunicación porque, una vez que esta se ha visto recompuesta, todo es posible, incluida la paz y la reconciliación. 

He visto a muchas parejas servirse provechosamente de la escucha profunda y las palabras amables para solucionar sus problemas o sanar una relación rota. Gracias a esta práctica, han sido muchos los padres e hijos, las madres e hijas y las esposas y esposos que han podido restaurar la paz y la felicidad de sus familias. La escucha profunda y compasiva y las palabras amables posibilitan la reconciliación, algo de lo que también pueden aprovecharse los líderes de los países. 

Todos podemos reconocer que, cuando aparece una situación problemática, no somos los únicos que sufrimos. La otra persona que se halla en la misma situación que nosotros también sufre y somos parcialmente responsables de su sufrimiento. Cuando entendemos esto, podemos mirar al otro con los ojos de la compasión y permitir que aflore la comprensión cuya llegada cambia la situación y posibilita la comunicación. 

Todo proceso real de paz debe comenzar en nuestro interior, en el seno de nuestro grupo o con nuestra propia gente. No debemos seguir culpando a los demás por no practicar la paz. Nosotros somos quienes tenemos que empezar practicando la paz para ayudar a que la otra parte haga también lo mismo. 


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

viernes, 4 de septiembre de 2020

EL CORAZÓN COMO PUENTE



Cuando extraes el puñal del odio y la desconfianza que atraviesa tu corazón, este se transforma en un puente. Cuando te desprendes del apego, la avidez y el temor, empiezas a ver la otra orilla, la orilla de la liberación. Tenemos que actuar desde la bondad amorosa porque, cuando la ira y el odio campan por sus fueros, es imposible llegar a una solución. Es imposible erradicar la violencia y el miedo con la ira y el odio, para ello solo sirven el amor y la compasión. 

Lo primero que debes decir es: «Querido amigo, tengo clavado un puñal en el corazón y quiero extraerlo». 

Si la otra persona apoya tu oferta de escuchar y empieza a compartir algo contigo, debes prepararte para ejercitar la escucha profunda y compasiva. Escucha, pues, con toda tu atención y concentración, con el único deseo de dar al otro la oportunidad de expresarse. La escucha profunda y compasiva permite que la otra persona o la otra nación tengan la oportunidad de decir algo que nunca tuvieron la oportunidad o el valor de comunicar por no tener a nadie que escuchara atentamente. 

Al principio, sus palabras pueden estar llenas de amargura, reproches o condenas. Por eso, debes poner todo de tu parte para permanecer sentado y seguir escuchando tranquilamente. Escuchar de ese modo proporciona al otro la oportunidad de curar su sufrimiento y sus percepciones erróneas. Si le interrumpes, corriges o niegas lo que está diciendo, interrumpes el proceso de reconciliación y restablecimiento de la comunicación. La escucha profunda requiere que la otra persona hable, por más que lo que diga sea injusto y esté cargado de ideas equivocadas. Cuando escuchas profundamente a alguien, no solo debes centrarte en el reconocimiento de sus ideas erróneas, sino en darte cuenta de que tú también albergas ideas equivocadas sobre la otra persona y sobre ti mismo. Más tarde, cuando os hayáis calmado y la otra persona se sienta más segura y confiada, podrás empezar, lenta y cuidadosamente, a tratar de corregir sus ideas equivocadas. Utilizando palabras amables, puedes señalar el modo en que ha malinterpretado tus palabras o la situación. Las palabras amables también pueden hacer que el otro entienda mejor tus propias dificultades y permitir que ambos os liberéis de las percepciones equivocadas que son la causa del odio, la ira y la violencia. 


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

lunes, 10 de agosto de 2020

LA ESCUCHA COMPASIVA


Como buena parte de nuestro sufrimiento se deriva de las percepciones erróneas, si queremos curar nuestra herida, tenemos antes que eliminar nuestras percepciones erróneas. «Veo que tal persona está haciendo esto o aquello, pero quizás la realidad sea muy distinta. Hay aspectos ocultos que se me escapan. Necesito escucharla más para comprender mejor lo que está ocurriendo». Y las personas que consideramos responsables de nuestro sufrimiento también pueden tener, como nosotros, percepciones erróneas. Cuando hacemos el esfuerzo de atender y escuchar la otra versión de la historia, nuestra comprensión aumenta, al tiempo que disminuye nuestra sensación de daño. 

Lo primero que debemos hacer en este tipo de situaciones consiste en tratar de reconocer internamente que nuestra visión de lo que ha ocurrido puede estar equivocada. La práctica consiste, en tal caso, en respirar y caminar conscientemente hasta que nos sintamos más tranquilos y relajados. 

Luego podemos decir, a quienes hayamos considerado causantes de nuestro daño, que estamos sufriendo y sabemos que nuestro sufrimiento puede estar causado por nuestra propia visión errónea. En lugar de acusar directamente a esa persona, debemos acercarnos a ella para pedirle ayuda y una explicación que nos permita entender por qué ha dicho o hecho tal o cual cosa. 

Existe una tercera alternativa –muy difícil, quizás la más difícil de todas– que también debemos, en la medida de lo posible, llevar a cabo. Tenemos que escuchar muy profundamente la respuesta de la otra persona, con la intención de verla y entenderla mejor. Quizás, de ese modo, descubramos que hemos sido víctimas de nuestras percepciones erróneas y que es muy probable que el otro sea también presa de sus propias percepciones erróneas. 

La escucha profunda y la palabra amable son prácticas muy poderosas que nos permiten entablar una buena comunicación y averiguar lo que realmente está ocurriendo. Si nuestro deseo de conocer la verdad es sincero y sabemos cómo utilizar la escucha profunda y la palabra amable, es mucho más probable que advirtamos los sentimientos y percepciones sinceras de los demás. Y, en ese proceso, podemos descubrir que también nosotros albergamos percepciones erróneas. Después de escucharles completamente, tenemos la oportunidad de ayudarles a corregir sus percepciones. Si abordamos así nuestros agravios, tendremos la oportunidad de convertir el miedo y el enfado en oportunidades de entablar relaciones más profundas y verdaderas. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

domingo, 12 de julio de 2020

AMBOS SUFREN


LAS SEMILLAS DEL TERRORISMO


Los “terroristas” están por doquier. No son solo las personas que hacen estallar autobuses y mercados. Nosotros mismos, cuando nos enfadamos y actuamos de forma irascible y violenta, no somos tan distintos porque también escondemos, en el fondo de nuestro corazón, el mismo cuchillo de ira que los terroristas que demonizamos. Cuando no prestamos atención a nuestras palabras, podemos decir cosas que hieran a los demás y les causen mucho dolor, lo que no es sino una forma de intimidación o terrorismo. Son muchas las personas que utilizan palabras hirientes con los niños, un cuchillo que puede retorcerse a diario en el corazón del pequeño durante toda su vida. 

Cada día hay, en nuestra familia, en nuestra sociedad y en nuestro planeta, más gente que lleva un cuchillo clavado en su corazón. Esa es la causa del miedo, la rabia y el sufrimiento que afecta a la familia, la sociedad y el mundo en general. 


Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
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