domingo, 17 de febrero de 2013

SI EL DINERO NO IMPORTA...ENTONCES...


ALEJANDRO JODOROWSKY

conSentido se congratula de haber encontrado y seguir leyendo a Alejandro Jodorowsky, un abrazo en la distancia para este gran maestro, en especial en este su cumpleaños.

BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTACIÓN

Baja tolerancia a la frustración o el mundo gira a mi alrededor: Walter Riso habla sobre las causales de la inmadurez emocional y su relación con el apego. Ya se expuso en día anteriores sobre el bajo umbral al sufrimiento, veamos que dice Riso sobre la baja tolerancia a la frustración:

La clave de este esquema es el egocentrismo, es decir: “Si las cosas no son como me gustaría que fueran, me da rabia”. Tolerar la frustración de que no siempre podemos obtener lo que esperamos, implica saber perder y resignarse cuando no hay nada que hacer. Significa ser capaz de elaborar duelos, procesar pérdidas y aceptar, aunque sea a regañadientes, que la vida no gira a nuestro alrededor. Aquí no hay narcisismo, sino inmadurez.

Lo infantil reside en la incapacidad de admitir que “no se puede”. Si a un niño malcriado, se le niega un juguete con el argumento real de que no se tiene el dinero suficiente para comprarlo, él no entenderá la razón, no le importará. De todas maneras exigirá que su deseo le sea concedido. Gritará, llorará, golpeará, en fin, expresará su inconformidad de las maneras más fastidiosas posibles, para lograr su cometido. El “Yo quiero” es más importante que el “No puedo”. Querer tener todo bajo control es una actitud inocente, pero poco recomendable.

Muchos enamorados no decodifican lo que su pareja piensa o siente, no lo comprenden o lo ignoran como si no existiera. Están tan ensimismados en su mundo afectivo, que no reconocen las motivaciones ajenas. No son capaces de descentrarse y meterse en los zapatos del otro. Cuando su media naranja les dice: “Ya no te quiero, lo siento”, el dolor y la angustia se procesa solamente de manera autorreferencial: “¡Pero si yo te quiero!” Como si el hecho de querer a alguien fuera suficiente razón para que lo quisieran a uno. Aunque sea difícil de digerir para los egocéntricos, las otras personas tienen el derecho y no el “deber” de amarnos. No podemos subordinar lo posible a nuestras necesidades. Si no se puede, no se puede.

Los malos perdedores en el amor son una bomba de tiempo. Cuando el otro se sale de su control o se aleja afectivamente, las estrategias de recuperación no tienen límites ni consideraciones; todo es válido. La rabieta puede incluir cualquier recurso, con tal de impedir el abandono. El fin justifica los medios.

A veces ni siquiera es amor por el otro, sino amor propio. Orgullo y necesidad de ganar: ¿Quién se cree que es…? ¿Cómo se atreve a echarme? La inmadurez también puede reflejarse en el sentido de posesión: “Es mío” o “No quiero jugar con mi juguete, pero es mío y no lo presto”. Muchas veces no es la tristeza de la pérdida lo que genera la desesperación, sino quién echó a quién. Si se obtiene nuevamente el control, la revancha no se hace esperar: “Cambie de opinión. Realmente no te quiero”. Ganador absoluto. Una paciente decía: “Ya estoy más tranquila… Fui, lo reconquisté, se lo quité a la otra, y ahora sí… La cosa se acabó, pero porque yo lo decidí… ¿Cómo le parece el descaro, doctor?... Cinco años de novios y dejarme a un lado como a un trapo sucio… Ya no me importa, que haga lo que quiera… ¿Por qué son tan raros los hombres?”

Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso

INCONSCIENTE

sábado, 16 de febrero de 2013

HOMBRE O MUJER

PENSAMIENTO DE UNA PERSONA CON BUP

El pensamiento central de la persona apegada afectivamente y con baja tolerancia al sufrimiento, se expresa así:

No soy capaz de renunciar al placer/bienestar/seguridad que me brinda la persona que amo y soportar su ausencia. No tengo tolerancia al dolor. No importa qué tan dañina o poco recomendable sea la relación, no quiero sufrir su pérdida. Definitivamente, soy débil. No estoy preparado para el dolor”.
Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso

viernes, 15 de febrero de 2013

CASO REAL: BAJO UMBRAL PARA EL SUFRIMIENTO

Damos la bienvenida a otra conSentida más Mary Duhart, gracias por ser y estar en este espacio..
Recuerdo el caso de una paciente, administradora de empresas, de unos cuarenta años y casada en segundas nupcias con un hombre bastante menor. Una de sus hijas adolescentes venía quejándose en forma reiterada de que el padrastro la molestaba sexualmente. La joven relataba que en varias ocasiones se había despertado sobresaltada porque sentía que la tocaban y lo había visto masturbándose junto a la cama. Cuando decidió contar los hechos a su madre, ésta decidió pedir ayuda. Como siempre en estos casos, el acusado negaba toda participación en el asunto. Luego de entrevistar varias veces a la niña y al señor, no hubo dudas de mi parte: el abuso existía y el acoso también. Por ejemplo, él solía tocarla por debajo de la mesa, al despedirse de beso sus labios buscaban los labios de ella, entraba en su cuarto sin llamar, le hacía comentarios sobre sus senos, en fin, el hostigamiento era indiscutible.

La madre, aunque pueda sonar extraño, estaba paralizada. Cuando le dije que su hija se estaba seriamente afectada por la persecución sexual del esposo, ella contestó: “No sé qué hacer doctor… Esto es tan horrible … El es un buen hombre … Tuvo problemas en su niñez y consumió drogas durante la adolescencia… Le faltó afecto… No sé que hacer… No quiero que mi hija sufra… Aconséjeme”. Mi respuesta fue clara y directa: “Señora, ¿usted tiene conciencia de la gravedad de lo que está ocurriendo? ¿Realmente no sabe qué hacer? ¿O sí sabe, pero no es capaz?... Nada de lo que yo diga le va a servir, porque la respuesta es obvia… Su marido es un peligro para su hija… Usted no quiere ver la realidad, porque no quiere perderlo, pero recuerde que la salud mental de la niña está en juego… Esto no es un problema de consejos, sino de principios ¿Tan grande es su apego por este hombre y tan pobre su temple?... Aunque le duela, no veo otra opción: así como están las cosas, es él o su hija”. Luego de meditar un rato, dijo: “Pero es que yo lo quiero mucho…” No había nada que hacer. La señora agradeció mi “asesoría” y no volvió a las citas. Al cabo de unos meses me enteré de que su hija se había ido a vivir donde una tía y ella todavía mantenía las dudas iniciales. Las grandes decisiones siempre conllevan dolor, desorganización y perturbación. La vida no viene en bandeja de plata.

Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso

¿POSITIVO? O ¿NEGATIVO?

EL LABRADOR Y SU HIJO

Hace muchos años, en una pobre aldea china, vivía un labrador con su hijo. Su único bien material, aparte de la tierra y de la pequeña casa de paja, era un caballo que había heredado de su padre. Un buen día el caballo se escapó, dejando al hombre sin animal para labrar la tierra. Sus vecinos, que lo respetaban mucho por su honestidad y diligencia, acudieron a su casa para decirle lo mucho que lamentaban lo ocurrido. El les agradeció la visita, pero preguntó:

-¿Cómo podéis saber que lo que ocurrió ha sido una desgracia en mi vida?

Alguien comentó en voz baja con un amigo: “El no quiere aceptar la realidad, dejemos que piense lo que quiera, con tal de que no se entristezca por lo ocurrido”.

Y los vecinos se marcharon, fingiendo estar de acuerdo con lo que habían escuchado.

Una semana después, el caballo retornó al establo, pero no venía solo: traía una hermosa yegua como compañía. Al saber eso, los habitantes de la aldea, alborozados porque sólo ahora entendían la respuesta que el hombre les había dado, retornaron a casa del labrador, para felicitarlo por su suerte.

-Antes tenías sólo un caballo, y ahora tienes dos. ¡Felicitaciones! -dijeron.

-Muchas gracias por la visita y por vuestra solidaridad -respondió el labrador-. ¿Pero cómo podéis saber que lo que ocurrió es una bendición en mi vida?

Desconcertados, y pensando que el hombre se estaba volviendo loco, los vecinos se marcharon, comentando por el camino: “¿Será posible que este hombre no entienda que Dios le ha enviado un regalo?”

Pasado un mes, el hijo del labrador decidió domesticar la yegua. Pero el animal saltó de una manera inesperada, y el muchacho tuvo una mala caída, rompiéndose una pierna.

Los vecinos retornaron a la casa del labrador, llevando obsequios para el joven herido. El alcalde de la aldea, solemnemente, presentó sus condolencias al padre, diciendo que todos estaban muy tristes por lo que había sucedido.

El hombre agradeció la visita y el cariño de todos. Pero preguntó:

-¿Cómo podéis vosotros saber si lo ocurrido ha sido una desgracia en mi vida?

Esta frase dejó a todos estupefactos, pues nadie puede tener la menor duda de que el accidente de un hijo es una verdadera tragedia. Al salir de la casa del labrador, comentaban entre sí: “Realmente se ha vuelto loco, su único hijo se puede quedar cojo para siempre y aún duda que lo ocurrido es una desgracia”.

Transcurrieron algunos meses y Japón le declaró la guerra a China. Los emisarios del emperador recorrieron todo el país en busca de jóvenes saludables para ser enviados al frente de batalla. Al llegar a la aldea, reclutaron a todos los jóvenes, excepto al hijo del labrador, quien tenía la pierna rota.

Ninguno de los muchachos regresó vivo. El hijo se recuperó, los dos animales dieron crías que fueron vendidas y rindieron un buen dinero. El labrador pasó a visitar a sus vecinos para consolarlos y ayudarlos, ya que se habían mostrado solidarios con él en todos los momentos. Siempre que alguno de ellos se quejaba, el labrador decía: “¿Cómo sabes si esto es una desgracia?” Si alguien se alegraba mucho, él preguntaba: “¿Cómo sabes si eso es una bendición?”

Y los hombres de aquella aldea entendieron que, más allá de las apariencias, la vida tiene otros significados.

Cuento sufí

Leido en el blog de: Plano Creativo

jueves, 14 de febrero de 2013

BAJOS UMBRALES DEL SUFRIMIENTO

Bajos umbrales para el sufrimiento o la ley del mínimo esfuerzo

Según ciertos filósofos y teólogos, la ley del mínimo esfuerzo es válida incluso para Dios. Independientemente de la veracidad de esta afirmación debemos admitir que la comodidad, la buena vida y la aversión por las molestias ejercen una atracción especial en los humanos. Prevenir el estrés es saludable (el tormento por tormento no es recomendable para nadie), pero ser melindrosos, sentarse a llorar ante el primer tropiezo y querer que la vida sea gratificante las veinticuatro horas, es definitivamente infantil.

La incapacidad para soportar lo desagradable varía según de un sujeto a otro. No todos tenemos los mismos umbrales o tolerancia al dolor. Hay personas que son capaces de aguantar una cirugía sin anestesia, o de desvincularse fácilmente de la persona que ama porque no les conviene, mientras que a otras hay que obligarlas, sedarlas o empujarlas, porque son de una susceptibilidad que raya en el merengue.

Estas diferencias individuales parecen estar determinadas no sólo por la genética, sino también por la educación. Una persona que haya sido contemplada, sobreprotegida y amparada de todo mal en sus primeros años de vida, probablemente no alcance a desarrollar la fortaleza (coraje, decisión, aguante) para enfrentar la adversidad. Le faltará el “callo” que distingue a los que perseveran hasta el final. Su vida se regirá por el principio del placer y la evitación inmediata de todo aversivo, por insignificante que éste sea. Repito: esto no implica hacer una apología del masoquismo y el autocastigo, y fomentar el suplicio como forma de vida, sino reconocer que cualquier cambio requiere de una inversión de esfuerzo, un costo que los cómodos no están dispuestos a pagar. El sacrificio los enferma y la molestia los deprime. La consecuencia es terrible: miedo a lo desconocido y apego al pasado.

Dicho de otra manera, si una persona no soporta una mínima mortificación, se siente incapaz de afrontar lo desagradable y busca desesperadamente el placer, el riesgo de adicción es alto. No será capaz de renunciar a nada que le guste, pese a lo dañino de las consecuencias y no sabrá sacrificar el goce inmediato por el bienestar a mediano o largo plazo; es decir, carecerá de autocontrol.

Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso
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