sábado, 27 de agosto de 2022
MOMENTOS QUE TE DEJAN SIN ALIENTO
Atribuida, entre otros, a KEVIN BISCH, guionista de la película Hitch. Especialista en ligues, protagonizada por Will Smith
Si pudiera repetir mi vida, me atrevería a cometer más errores la próxima vez. Me relajaría más y no me tomaría a mí mismo, y mis asuntos, tan en serio. Sería mucho más elemental y despreocupado de lo que he sido hasta hoy en este viaje. Aprovecharía más oportunidades, o las buscaría con mayor ahínco si no aparecieran.
Viajaría más, por supuesto. Subiría más montañas.
Nadaría más ríos. Surcaría más océanos. Me comería más helados y menos verdura (lo siento).
Y tendría más problemas reales, pero menos problemas imaginarios.
Yo soy, como tú mismo quizá, alguien que vive con rigor y cordura, hora tras hora y día tras día. Ordenadamente. Aunque también he tenido «mis locos momentos» y, si pudiera nacer de nuevo, ¿sabes qué?: aún tendría más. He sido demasiadas veces, y durante demasiado tiempo, una de esas personas que nunca va a ninguna parte sin un termómetro (o el botiquín entero), una bolsa de agua caliente (hasta en el trópico), un impermeable para atravesar el desierto y un paracaídas por si acaso en pleno vuelo el avión oscila. Si tuviera la oportunidad de hacerlo todo de nuevo, viajaría más liviano que en esta odisea ya avanzada. Nada de lo que cargué siempre me sirvió para mucho nunca.
Si pudiera vivir mi vida otra vez, también me gustaría liberarme de todos esos complejos y miedos que me impidieron hacer cuanto deseaba y llegar a donde debí llegar. Y no me quedaría sentado como un pasmarote esperando a que mi vida pasara; haría que sucediese. No aguardaría a que mis sueños brotaran, mágicamente, del jardín de la nada y como producto de un hechizo improbable; yo les daría aliento y forma (y agua) para que crecieran. Y, en fin, no frenaría mis expectativas ni renunciaría a mis sueños por contentar a otros; pensaría en mí y en mis anhelos (no lamento el egoísmo, por esta vez).
No interpretes que te hablo desde la resignación del que ya lo da todo por hecho y no espera más. Al contrario, te hablo desde la sensatez del que por fin despierta y se libera de estúpidas cadenas mentales, disponiéndose a hacer aquello que aún está a tiempo de hacer.
Pero vayamos de lo particular a lo general.
En el fragor de nuestros días dedicamos excesivos pensamientos a establecer, con infinitos cálculos, las coordenadas de lo que nos ha de venir, desestimando, casi con desdén, el presente y lo que acontece en él. Es decir, vivimos en un mañana incierto, despreciando un hoy confirmado y, además, con la mente puesta en un pasado inapelable. Somos así de ingenuos.
Pero la vida nunca va más allá de ahora, y con el fin de que entendieras esto te rogaría que te detuvieras un instante y apagases el motor que activa cuanto te rodea (ponlo al menos al ralentí).
Te pediría que postergases ahora cualquier reflexión latente que pudiera angustiarte sobre ese falso porvenir que te inventas o sobre el doloroso ayer que no olvidas, y que te concentraras en exclusiva en este día, el de hoy, el único que tendrás con el mismo diseño, desarrollo y resolución. Vendrán más, pero ninguno como este; con sus alegrías y tristezas genuinas; con sus satisfacciones, esperanzas y expectativas propias.
Lo que te estoy pidiendo es que no establezcas el «piloto automático» para vivirlo. Que le des el rango privilegiado de único y soberano que se merece y que mañana hagas lo mismo con el siguiente. Así entenderás que la vida no te da jamás dos días idénticos y que es, por tanto, absurdo tratar de vivirlos exactamente igual.
Y si crees no disponer del estímulo vital suficiente para darle el colorido y la emoción que merece esta jornada exclusiva, búscalo a cualquier precio. Cueste lo que cueste, hemos de descubrir cuál ha de ser la finalidad de cada uno de nuestros afanes. Necesitamos una meta hacia la que ir, así como saber por qué hemos de llegar hasta ella.
Piensa que si lo que hacemos carece de un sentido y de un propósito, será imposible establecer un buen rumbo que nos lleve hacia algo provechoso.
En mí resulta decisivo, para ser feliz, disponer de una pasión que me impulse a levantarme cada mañana con un cierto brío. Una pasión que me saque de la cama sin lamentos y que me haga salir motivado de casa para enfrentar la jornada con saludable y positiva actitud. Sin una pasión a la que entregar lo mejor que tengo, la vida se convertiría para mí en una especie de muerte cotidiana pagada a cómodos plazos. Y no quiero morir así o, por mejor decir, no quiero vivir así.
Una pasión a la que entregarse, sí, y aun sin el aval de que ir tras ella nos conceda el éxito, la felicidad o lo que quiera que sea que persigamos.
Alguna vez he pensado que sería estupendo poder ir construyendo nuestros días mediante ensayos previos, que nos permitieran probar si lo que pretendemos hacer saldrá bien o será un fracaso.
Así, experimentaríamos todo con suficiente antelación, en modo borrador, y acabaríamos haciendo solo aquello cuya eficacia hubiésemos sido capaces de contrastar previamente. Pero no.
Nunca tendremos todas las certezas por anticipado y, cuando nos aventuremos en una empresa, siempre existirá un posible margen de error o de descalabro. Un buen amigo me decía: «Si quieres garantías, compra un tostador». Y es cierto: nada en la vida nos dará tantas garantías como un electrodoméstico.
«Vive la vida con plenitud» sería mi sagrada exhortación inicial, porque si cierras los ojos a la vida y la vives solo parcialmente y con miedo, al final de la «película» no van a devolverte el dinero. La muerte es segura, mientras que la vida no.
Extracto del libro:
Frases para cambiar tu vida
Ignacio Novo
Fotografía de internet
viernes, 26 de agosto de 2022
TODO OCURRE EN TU MENTE
Nuestra vida no es una teoría, ni una técnica, ni una opinión, es pura conciencia, pura experiencia.
Nuestra experiencia de vida nunca nos habla acerca del otro, siempre nos habla de nosotros. En el momento en el que somos conscientes de algo, eso de lo que somos conscientes forma parte de nuestra consciencia y por lo tanto de nosotros. Habla de nosotros, porque en realidad todo somos nosotros a pesar de que nuestra manera de ver las cosas nos diga lo contrario.
Permíteme expresarlo con un ejemplo práctico para que podamos andar hacia dentro. Separados por muy pocas horas entre sí, llegaron a mí estos dos comentarios escritos por dos personas distintas y dirigidos hacia mi persona.
Primer comentario:
«Haces que las personas se olviden de vivir y vivan escuchando las innecesarias reflexiones que haces, te crees que lo sabes todo como si fuera tu décima vida. Actúas como una secta y no ayudas en nada. […] para ti esto sólo es un negocio, el negocio de hacer creer que te importan los demás y tal vez puedan sentir respeto hacia ti. Para mí sólo eres un farsante de filosofía barata.»
Segundo comentario:
«A mí estos cursos new age de cojo de aquí y pego de allí me parecen una gran estafa y un generar frustración a la gente. Pareciera que Sergi trata de engrandecer su propio ego más que ayudar a la gente, no es honesto. Sergi siempre me parece que dice un montón de chorradas insustanciales, pero no deja de sorprenderme que haya gente que lo siga. Otro gurú de la new age.»
En el momento en el que soy consciente de estas palabras, pasan a formar parte de mi conciencia. Dicho de otra manera, soy consciente de estos dos comentarios porque en realidad están en mi conciencia. Esto implica que yo debo estar pensando lo mismo que piensan estas dos personas, pero justo hasta el momento de leer estas palabras no era consciente de ello. Gracias a estos dos comentarios recibidos ya puedo ver esos pensamientos y asumirlos. Lo que se ocultaba en mi inconsciente ha sido revelado y ahora puedo verlo con total claridad.
En este momento, también puedo ver qué emociones en mí, de las que tampoco era consciente, están vinculadas a estos pensamientos de mi mente. Si soy honesto, veré que el dolor que siento al leer estas palabras es exactamente el mismo dolor que sienten estas personas al expresarlas. Esta mirada me permite unirme a ellos en lugar de rechazarlos y huir.
Llegado a este punto y sólo llegado a este punto, puedo dejar de responsabilizar a los demás de lo que yo siento y pienso. Ahora uno puede recuperar el poder que ha dispersado otorgándoles a los demás una responsabilidad que no les pertenece, ya que le pertenece a uno mismo.
Lo expresado hasta aquí no tiene mucho mérito por mi parte, pues no lo hubiera podido hacer sin la ayuda de estas dos personas que, seguramente sin ser conscientes de ello, me estaban ayudando a liberarme de esas ideas. Si bien mi mérito es muy poco, sí se requiere de una disposición a querer ver lo que se esconde detrás de mi dolor, en lugar de reaccionar como lo hice durante toda mi vida.
A partir de aquí se pone en marcha un proceso natural, en el que, ahora sí, mi mérito es ninguno. Es cuando el corazón se abre y abraza el dolor, los pensamientos, la situación y a estas dos personas. Así es como el agradecimiento emerge. Y no me refiero a un agradecimiento por sus opiniones, sino por su ayuda.
Esta apertura de corazón es un gesto natural que siempre tiene lugar. Pero no podemos ser conscientes de él sin antes darle la bienvenida a aquello que reaparece de nuestro inconsciente.
Si al sentir el dolor uno se niega a querer sentirlo, va a tener que encontrar una causa externa a sí mismo para poder justificar que este dolor no es responsabilidad propia. Una vez encontrado el motivo, vas a creer ciegamente que tienes que reaccionar ante ello para evitar que siga sucediendo. Al reaccionar se detiene el proceso en el que el inconsciente dolido se hace consciente para ser sanado.
En este ejemplo de los dos comentarios, yo podría reaccionar de dos maneras distintas. Una, contestando a estas personas amablemente, tratando de demostrarles que están equivocadas, o dos, insultándolas directamente. Ambas reacciones son una huida y sólo sirven para devolver el dolor a las catacumbas de mi inconsciente. Al no asumir la energía de mis emociones, esta regresaría tarde o temprano detonada quizá por un nuevo comentario. Esta repetición de ciertas situaciones incómodas no es debido a una misteriosa maldición, sino a la bendición de la vida que ofrece sus recursos para que podamos ver donde no alcanzamos a ver. Y de este modo conocer dónde aún no estamos dispuestos a amar. Porque al final es de eso de lo que se trata, de amar.
Volvamos a lo práctico. Todo esto que hemos visto hasta ahora implica que desde algún lugar de mí yo también pienso que soy un «farsante», que hago «filosofía barata», que digo «un montón de chorradas», pero hasta este momento no era consciente de estos pensamientos.
Gracias a Dios, hay un impulso profundo del ser que toma la decisión de que ha llegado el momento de asumir ese nivel de inconsciencia y liberarnos de ser esclavos de ello. Y aquí viene lo magistral de la conciencia universal. En ese justo momento y no en otro, ocurren las situaciones que tienen que ocurrir y no otras, para que uno vea y escuche alto y claro los gritos no escuchados de su propia sombra.
Lo que hemos expuesto hasta ahora no es una técnica, ni un ejercicio, ni una meditación. Es una decisión. Nadie puede enseñarnos a tomar esta decisión. Si los demás no son en realidad los responsables de cómo nos sentimos frente a sus comentarios, tampoco un maestro es el responsable de enseñarnos a tomar esta decisión. La decisión está ahí no para aprenderla, sino para tomarla.
Muchos papás y mamás creen que gracias a ellos sus hijos aprendieron a ir en bicicleta. Sin embargo, muy probablemente hubieran aprendido de forma más natural sin las interferencias de los adultos. La decisión de sus hijos de querer aprender a ir en bicicleta es lo que les permitió exponerse al aprendizaje y terminar aprendiendo. Esa decisión no es «aprendible» sólo es «decidible».
Cuando empezamos a decidir vivir la práctica, es posible que lo primero que pensemos es que es muy difícil hacerlo. En realidad, esa sensación de dificultad es un autoengaño que surge de otra decisión más poderosa e inconsciente de no querer vivir la práctica. Qué quiero decir con esto: que aún queremos seguir creyendo que los demás son los responsables de lo que sentimos y que sí, que son muy bonitas las ideas espirituales, pero que aún no estamos dispuestos a dar el paso que sólo a nosotros nos pertenece dar. Aún tememos lo suficiente al dolor como para no querer asumirlo y permitirle así seguir dirigiendo nuestra vida.
Una vez que creemos que hemos superado este autoengaño, suele volver a aparecer, pero de una forma mucho más disimulada. Ahora surge en forma de pregunta: ¿Cuánto tiempo voy a tener que estar asumiendo mi dolor para liberarme de él definitivamente? Esta pregunta desplaza la atención a la decisión presente hacia la expectativa en un resultado futuro. Creemos estar dispuestos a tomar la decisión, pero en realidad no es así. Detrás de esta pregunta se oculta un interés personal que desea rechazar el dolor porque seguimos temiéndole.
Fíjate que lo que hemos propuesto y lo que plantea la «pregunta disimulada» son dos acciones completamente distintas, pero igualadas de forma inconsciente para que parezcan la misma. Querer asumir el dolor y preguntarse cuánto tiempo voy a tener que hacerlo parecen tener el mismo propósito. Sin embargo, la propuesta es asumir el dolor para hacerlo consciente y la «pregunta disimulada» sigue temiendo al dolor.
Decidir vivir y dar la bienvenida a lo que ocurre para así autodescubrirnos implica presente y honestidad. Sin embargo, esperar que con ello se pueda resolver por fin el inconsciente, implica futuro y expectativas.
Finalmente, aprendemos a usar nuestra mente incisiva, que es aquella que no duda a la hora de decidir cruzar nuestras catacumbas mentales y aprender a decidir sentarnos en el momento presente y ver lo que vemos. Esto es tan simple y poderoso que nos da miedo y al darnos miedo nos parece difícil, pero cuando uno se decide por asumir su integridad, todo termina en agradecimiento de forma natural.
Extracto del libro:
¿Me acompañas?
Sergi Torres
Fotografía de Internet
jueves, 25 de agosto de 2022
QUIEN ALGO QUIERE, ALGO LE CUESTA
Toda intención de cambio contiene una fuerza opuesta al mismo, resistencia u oposición de la que podemos tomar conciencia y que se alimenta de múltiples cuestiones como nuestra lealtad a leyes familiares, a nuestros personajes internos, al pasado, a una antigua autoimagen; al miedo a perder relaciones con el cambio; la debilidad que creemos que nos imposibilita cruzar de una costa a otra (de lo actual a lo nuevo) implica pasar por estados de confusión, soledad, desorientación; sentirnos incomprendidos por las personas amadas hasta que lo nuevo fructifique en nuestro ser haciéndonos sentir más plenos y con más recursos personales. En este impasse es importante ser acompañados por un profesional de la ayuda o por una persona de plena confianza.
Quien algo quiere, algo le cuesta. El cambio no es gratis. Nadie puede hacerlo por ti.
Tú eres el agente de cambio. Los demás son solo bastones, apoyos, facilitadores, pero solo tú vives contigo, solo tú sabes qué significa ser quien eres. Toma tu protagonismo.
Jordi Gil Martín
Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet
miércoles, 24 de agosto de 2022
TU ELECCIÓN ES LA TOTALIDAD
Si quieres ver la verdad, no mantengas ninguna opinión a favor o en contra. La lucha entre lo que a uno le gusta y lo que le disgusta es la enfermedad de la mente.
ESTA ES LA ENFERMEDAD DE LA MENTE: Lo que a uno le gusta y lo que le disgusta, a favor y en contra. ¿Por qué está la mente dividida? ¿Por qué no puedes ser uno? Te gustaría, desearías ser uno, pero continúas alimentando las divisiones, las preferencias, el "esto me gusta" y "esto no me gusta".
Precisamente el otro día vino una mujer y me dijo: "Bendíceme, por favor dame tus bendiciones". Pero me di cuenta de que estaba inquieta, preocupada, así que le pregunté: "¿Qué pasa?".
Ella dijo: "Es que ya estoy iniciada con otro maestro".
Un conflicto; ella quería mis bendiciones pero la mente le decía que yo no soy su maestro. Ella tiene otro maestro, entonces ¿qué hacer? Yo le dije que dejara a ambos. Hubiera sido más fácil si le hubiera dicho: "Deja al otro. Elígeme a mí".
¡Hubiera sido mucho más fácil!, porque entonces la mente podría continuar funcionando, pero el problema seguiría siendo el mismo. Cambiaría el nombre de la enfermedad, pero la enfermedad sería la misma. De nuevo, en algún lugar, surgiría la misma duda, la misma agitación. Pero si yo digo: "Deja a ambos"... Pues esa es la única manera de llegar a un maestro: no tener ninguna preferencia por esta vía o por aquella. Simplemente ir vacío. Simplemente ir sin ninguna opinión. Ve simplemente disponible, receptivo. ¡Sólo así se llega a un maestro! No hay otra forma. Y si el maestro va a ser la puerta a la verdad, tiene que ser así, porque esta es la preparación, esta es la iniciación.
Un maestro está para ayudarte a dejar las opiniones, a dejar la mente. Y si el propio maestro se convierte en una elección entonces también se convertirá en una barrera. De nuevo has vuelto a elegir, de nuevo has usado la mente. Y cuanto más usas la mente, más se refuerza, más fuerte se hace. No la uses.
Es difícil, porque dirás: "¿Y qué le ocurrirá a nuestro amor? ¿Qué va a ser de nuestro compromiso? ¿Qué va a ser de nuestras creencias? ¿Qué va a ser de nuestra religión, de nuestra Iglesia, de nuestro templo?". Estas son tus cargas. Libérate de ellas, y deja que ellas se liberen de ti. Te están manteniendo aquí, arraigado, y la verdad quiere liberarte. Liberado llegas, con alas llegas, sin peso llegas.
Sosan dice:
La lucha entre lo que a uno le gusta y lo que le disgusta es la enfermedad de la mente.
¿Cómo curarse? ¿Hay alguna manera de superar esta enfermedad? No, no hay manera. Uno simplemente tiene que entenderlo. Uno simplemente tiene que mirar el hecho en sí mismo. Uno sólo tiene que cerrar los ojos y mirar en su propia vida; observarla. Y sentirá la verdad de Sosan. Y cuando sientes la verdad, la enfermedad desaparece. No hay ningún remedio para ella, porque si se te da algún remedio, ese remedio te empezará a gustar. Entonces olvidarás la enfermedad pero empezará a gustarte el remedio, y el mismo remedio se convertirá en la enfermedad.
No, Sosan no te dará ningún remedio, no te dará ningún método. No te sugerirá qué hacer. Simplemente insistirá una y otra vez, una y mil veces, en que entiendas cómo has creado toda esta confusión a tu alrededor, cómo has creado todo este sufrimiento. Y nadie más que tú lo ha creado; es la enfermedad de tu mente: preferir, elegir.
No decidas. Acepta la vida en su totalidad. Tienes que ver la totalidad: la vida y la muerte juntas, el amor y el odio juntos, la felicidad y la desgracia juntas, la agonía y el éxtasis juntos. Si los ves juntos, entonces ¿qué quedará para elegir? Si ves que son uno, entonces ¿por dónde va a entrar la elección? Si ves que la agonía no es otra cosa que éxtasis, y el éxtasis agonía; si puedes ver que la felicidad no es otra cosa que infelicidad; que el amor no es otra cosa que odio y el odio, amor; entonces ¿dónde elegir? ¿cómo elegir? Entonces la elección desaparece.
No es que tú la dejes. Si eres tú el que la dejas, se convertirá en una elección; esta es la paradoja. No supongas que tienes que dejarla, porque si la dejas, eso ya quiere decir que has elegido a favor y en contra. Ahora tu elección es la totalidad. Estás a favor de la totalidad y en contra de la división, pero la enfermedad ha entrado. Es algo muy sutil.
Simplemente entiende, pues la propia comprensión hace que la elección desaparezca. Nunca la abandonas. Simplemente te ríes... y pides una taza de té.
Cuando no se entiende el significado
profundo de las cosas,
se perturba en vano la paz esencial de la mente.
El Camino es perfecto, como el espacio infinito
donde nada falta y nada sobra.
De hecho, es debido a nuestra elección
de aceptar o rechazar que no vemos
la verdadera naturaleza de las cosas.
No vivas en los enredos de las cosas externas
ni en los sentimientos internos de vacío.
Mantente sereno, sin hacer esfuerzos,
en la unidad de las cosas,
y tales falsos conceptos desaparecerán por sí solos.
Cuando tratas de parar la actividad
para alcanzar la pasividad,
el propio esfuerzo te llena de actividad.
Mientras estés en un extremo o en el otro,
nunca conocerás la Unidad.
Aquellos que no viven en el Camino único
fracasan en ambas: actividad y pasividad,
afirmación y negación.
Del libro:
Hsin Hsin Ming: El libro de la nada
Osho
Fotografía tomada del internet
martes, 23 de agosto de 2022
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