lunes, 27 de junio de 2022
AMARSE A UNO MISMO
Cuando comenzamos a amarnos a nosotros mismos cada día más, es sorprendente cómo mejora nuestra vida. Nos sentimos mejor, encontramos los trabajos que deseamos y obtenemos el dinero que necesitamos. En cuanto a las relaciones, o bien mejoran, o las negativas se disuelven e iniciamos otras nuevas. Como se puede ver, es una premisa muy sencilla: ámate a ti mismo. Se me ha criticado por ser demasiado simplista, y yo he descubierto que las cosas simples son generalmente las más profundas.
Louise L. Hay
Extracto del libro:
365 semillas de conciencia para una vida plena
Fotografías tomadas de Internet
domingo, 26 de junio de 2022
LA CONSCIENCIA QUE TODO LO AMA
El animal que más simpatía despierta en mí es la beluga. Hace unos años tuve la oportunidad de visitar a dos de ellas en un acuario de una ciudad española. Fue sorprendente para mí descubrir que sus cuerpos nadaban en círculos siguiendo un patrón, pero que sus mentes no estaban allí. Al parecer era demasiado para unos cetáceos cuyo hábitat es el Ártico vivir en un acuario de una ciudad del Mediterráneo.
Hace unos meses nos invitaron a un evento en una isla del Mediterráneo. Junto al equipo de organización, decidimos realizar dos actividades, una charla y un encuentro más extenso. Se estimaba la asistencia de unas trescientas personas. El lugar elegido por sus características para llevar a cabo estas dos actividades fue el auditorio del acuario de la capital.
Al cabo de pocos días de compartir la información sobre el evento, recibimos un correo electrónico de alguien que, muy amablemente, nos pedía que cambiáramos de lugar. Esta persona nos decía que un acuario es un lugar de explotación animal y nos comunicó su incomprensión por el hecho de que realizáramos un encuentro basado en el amor en un lugar donde no lo hay.
Cuando sentí la decepción y la frustración de ver a esas hermosas belugas dentro de una pecera gigante, también fui consciente de cómo mi mentalidad Sergi buscaba deshacerse de mis sentimientos culpando a otros de lo que yo sentía. Alguien puede llegar a pensar que para mantener a dos belugas en un acuario cerrado tienes que ser muy poco sensible a su estado de ánimo. Pero aunque fuera así, eso no los hace a ellos responsables de mi experiencia ante esa situación.
Hoy en día es muy extraño encontrar a personas cuyas mentalidades estén abiertas al amor. El motivo parece ser que todavía no estamos dispuestos a amar, ni a aceptar todo lo que ocurre en nuestra vida. Apenas nadie conoce su propia integridad. Apenas nadie sabe que todo forma parte de nosotros mismos.
La persona o personas que conservan a dos belugas en un acuario representan una parte de mí. De hecho, es un parte de ti también, sin importar si estás a favor o en contra de mantener en cautiverio a ciertos animales. Todos formamos parte de la consciencia humana sin excepción. Todas las decisiones que se toman desde la conciencia humana, por lo tanto, son responsabilidad de todos, incluso si tú piensas lo contrario, lo piensas desde la misma conciencia que nos une a todos.
Volvamos al acuario en el que se iba a celebrar el evento. Cuando vemos un lugar que carece de amor o a una persona que no es sensible al amor, estamos viendo una parte de nosotros desde nuestra perspectiva no amorosa. Cuando yo me cierro a la posibilidad de sentir amor ante la injusticia que veo, estoy apoyando sin darme cuenta esa injusticia.
Si yo no me hago sensible a la insensibilidad de los demás, estaré participando de la insensibilidad. Esta misma insensibilidad la expresará una persona estando feliz de cuidar a dos belugas en una piscina y otra persona, en cambio, la expresará en forma de ira cuando vea a las dos belugas en la piscina. Lo más probable, debido a la falta de sensibilidad de las dos personas, es que no asuman su mentalidad ni sus emociones y no se sienten a ver juntas cómo ayudar a las belugas. Al parecer sus opiniones les separan y lo más probable es que se entretengan a discutir y a defender sus razones. Del interés por las belugas se pasa al interés por defender las ideas de cada uno. A esa actividad, no importa qué ideas defiendas, la llamamos egoísmo.
Muchos activistas pensarán, y con razón, que entonces estar abiertos al amor en ciertas situaciones consideradas injustas significa cerrar los ojos y hacer ver que no pasa nada, que todo está bien y que está bien permitir que todo siga como está. Pero este pensamiento en el fondo no es más que una justificación para no amar. Amar no tiene nada que ver con cerrar los ojos, es justo lo opuesto, tiene que ver con abrirlos.
Mahatma Gandhi acompañó a todo un país a abrir sus ojos y reconocer su propia valentía y el respeto hacia sí mismos. Les mostró el camino de la no violencia, el camino de la compasión y de la confianza absoluta en la paz. Se sentó en los dictados de su corazón y no se levantó. Cuanto más se le encarcelaba y menos reaccionaba ante ello, más escuchado y seguido era.
Sé de varias personas que en su pasado entrenaron a delfines o ballenas orcas para espectáculos y que hoy en día difunden un mensaje de sensibilización para que se acabe con estos espectáculos. Estas personas despertaron a una sensibilidad basada en el amor. Si lees la historia de algunas de ellas, verás un cambio profundo interno en ellos. Ese cambio lo detona el corazón y no la compresión intelectual de un argumento «antialgo».
No estoy diciendo que tengamos que amar sin condiciones. Estoy diciendo que no hacerlo implica perpetuar una realidad basada en la ausencia de amor. Si me permites una nota de humor, estamos hablando de hacer un «San Francisco de Asís». Él se reconoció como instrumento de esa conciencia absoluta y se puso a su disposición y servicio para ir allí donde hubiera odio y poder reconocer el amor, o donde hubiera ofensa y ver perdón, o donde hubiera discordia y ver unión.
Gracias a estar en aquel acuario, pude ampliar mi visión y conocer a algunas de las encantadoras personas que allí trabajan y su labor en la conservación de la fauna marina de la isla, junto a su trabajo de acogida de animales como tortugas marinas que son rescatadas de redes de pescadores, atendidas y devueltas al mar.
En este mundo de percepciones humanas, estamos rodeados de lugares, personas y situaciones donde el amor no se percibe. Todas ellas listas para ser abrazadas desde el corazón. Muchas personas sensibles al sufrimiento aún no han descubierto su propia fortaleza a la hora de transformar su realidad no amorosa desde la conciencia del amor y no desde la ira y el rechazo. Si yo no reconozco mi fortaleza interna, cuando sienta ira culparé a otros por ello. Es por esta razón que odiamos y rechazamos a los que vemos odiar y rechazar la vida de otros.
El amor ama todo cuanto ve porque se reconoce a sí mismo en ello sin excepción alguna. Amar es tan simple como ser. Ser implica sentir y sentir implica asumir lo que uno siente a tiempo real, sin excusas. Cada vez que nos excusamos damos la espalda a la conciencia del amor. Al darle la espalda vemos un mundo carente de amor, no porque no haya amor, sino porque estamos eligiendo ver sin su perspectiva amorosa.
La dificultad que nosotros encontramos a la hora de amar no es porque sea difícil, es porque preferimos defender nuestros motivos por los que no amar. El amor, sin embargo, ama porque no conoce otra cosa. Nosotros en cambio sí conocemos otra cosa, el miedo. Alinearse con el amor implica en primer lugar ser honesto y, luego, reconocer el odio que uno siente por aquellos a quienes culpa de sus propios sentimientos.
La búsqueda de un mundo correcto y justo fuera del prisma de esta conciencia amorosa es infructuosa. Siempre encontrarás frente de ti a alguien que representará a tu opuesto, pensando y haciendo lo contrario que tú. Mientras no ames no conocerás tu unidad y ese «otro» estará allí para recordártelo.
Toda justificación para no amar es una invención humana que nos evoca más sufrimiento. Te invito a detenerte y a observar allí donde no estás dispuesto a amar. A qué persona o actividad social o ideología, o cualquier cosa que te venga a la mente, no estás abierto a amar. Una vez que lo hayas visto, verás todas tus ideas y opiniones personales que justifican tu falta de amor. Esas ideas no van a cambiar el mundo que ves… lo apoyan.
Extracto del libro:
¿Me acompañas?
Sergi Torres
Fotografía de Internet
sábado, 25 de junio de 2022
ALEGORÍA DE LA CAVERNA
El mito de la caverna de Platón
El relato comienza contándonos que unos hombres y mujeres se hayan encadenados en las profundidades de una caverna desde su nacimiento, de frente a una pared. Sin poder mirar lo que tienen a su espalda, ya que están encadenados a un muro, que se halla detrás de ellos.
En resumidas cuentas, que permanecen sin poder moverse siempre mirando a una de las paredes de la caverna. Justo detrás de estos hombres, a cierta distancia y situada por encima de sus cabezas, hay una hoguera que ilumina la zona y entre ella y los encadenados hay una gran pasarela que comunica con las salidas de la caverna donde pasan hombres, mujeres y animales portando objetos, de manera que lo único que pueden ver nuestra gente encadenada es la sombra de la hoguera proyectada en la pared. Verían la silueta de animales, objetos, personas, etc. Que para ellos esta sería su verdad.
Continúa contándonos lo que ocurriría si uno de estos hombres y mujeres se liberase y se volviera hacia la luz de la hoguera, contemplando así una nueva realidad. Diferente a la anterior, una realidad más completa ya que esta causa su anterior percepción. Una vez que se asume esta nueva situación, contempla la caverna y observa que hay un foco de luz un poco más arriba, la salida. Se dirige entonces hacia fuera de la caverna apreciando una nueva realidad exterior (naturaleza, poblados, estrellas, etc. identificados con el mundo inteligible) y observa el sol, que reflejaría la idea de ‘el bien’. Que sería el verdadero fundamento de las anteriores realidades.
La alegoría concluye cuando nuestro personaje vuelve a entrar a la caverna para desencadenar y enseñar a las demás personas lo que había visto. Pero estas no le creen y llegan incluso a matarle, idea que da alusión a Sócrates, su maestro.
El mundo físico y el mundo de las ideas
En mi opinión, Platón quería reflejar al ser humano como esos hombres y mujeres encadenados al nacer. Atados y obligados a ver una realidad que los otros provocaban, una realidad ficticia a fin y al cabo. Estaríamos hablando de las sombras, del mundo de los sentidos. El ser humano pertenecería entonces al mundo sensible por lo que vive sin la ‘verdad’ (bien) aunque se puede acceder a ella mediante la educación. Sólo algunos hombres y mujeres consiguen liberarse de dichas cadenas y comienza a ver lo que hay a su alrededor, que sería la propia caverna con la hoguera, pero realmente llegarían a la idea de ‘bien’ o de ‘verdad’ sólo algunos al salir de la cueva y ver directamente al sol, aquí estaría reflejado el mundo inteligible o comprensible. Cuando estos intenten explicar sus ideas, como no cuadran en los esquemas de las otras personas que se habían quedado encadenadas, estas no le creen y siguen en su propio mundo de sombras.
En mi opinión se trata de una metáfora que trata de explicar la doble realidad que percibimos. Ambos mundos son reales, pero al fin y al cabo uno es producto de otro, cada uno tiene el poder de decidir como intentar percibirlo.
Por Daniel López Conde
@dani.l.conde
Tomado de:
www.upadpsicologiacoaching.com/
viernes, 24 de junio de 2022
EL DOLOR SANA
La gente que experimenta dolores terribles dice cosas como: «Parece que mi cuerpo se haya vuelto en mi contra». Pero cuando descubres quién eres realmente, ves que no es posible que tu cuerpo se vuelva contra ti.
Hace unos años, me practicaron una operación en una parte muy sensible del cuerpo, y, pasé varias semanas en cama en medio de un dolor extremo. Aparecía una sensación aguda, punzante, que a menudo hacía que se me saltaran las lágrimas. Hoy en día, como ser humano inteligente, sé que no tiene sentido experimentar más dolor del necesario. Ese es otro de esos conceptos espirituales que hemos ido adoptando: la idea de que, cuanto más suframos, más cerca estaremos de la libertad. Pero sufrir no es el camino a la libertad futura; sufrir es una invitación a la libertad presente. Así que, naturalmente, pedí un sedante para mitigar el dolor. Me administraron morfina, y sin duda fue una ayuda. A pesar de todo, seguía habiendo dolor.
La gente suele preguntarme: «Dime, Jeff, si de verdad lo permitías todo, incluido el dolor, ¿por qué recurrir a un sedante?». La respuesta que normalmente doy es: «Todo está permitido aquí, incluidos los sedantes». También los sedantes forman parte de la vida. No me parece una postura inteligente experimentar más dolor del necesario. Y si eliges no recurrir a los medicamentos, también eso está bien.
Al final, ni los sedantes ni la ausencia de ellos conduce a la verdadera sanación, que es lo que de verdad anhelamos y sobre lo que trata este libro. Los sedantes quizá consigan aliviar el dolor físico, pero el verdadero dolor de la vida está en el sufrimiento, en la búsqueda, en la identificación, en el intento de controlar la experiencia presente. Y para eso no hay ninguna píldora mágica. No existe ninguna píldora que ponga fin al sufrimiento. Si la hubiera, los maestros espirituales, los gurús y los terapeutas se habrían quedado sin trabajo hace ya muchos años. No, este libro trata sobre una clase de sanación que ninguna sustancia o persona (ni la ausencia de ellas) puede procurarte; trata sobre el todo completo que eres. Las pastillas pueden acallar una sensación o un sentimiento. Las pastillas pueden alterar la química del cerebro. Las pastillas pueden «colocarte». Pero las pastillas no podrán jamás procurarte la integridad; nunca podrán ofrecerte la aceptación más profunda. Quizá puedan hacer que te sientas más a gusto, pero no despertarte de las imágenes que tienes de ti mismo.
¿Puede encontrarse la más profunda aceptación de la vida incluso en la experiencia del dolor más extremo? Postrado en cama todos aquellos años, con continuas descargas de dolor agudo que atravesaban una zona muy delicada de mi anatomía, lo que descubrí es que, en el nivel más profundo, todo estaba bien, incluido el dolor. Fue un descubrimiento impactante que incidió de lleno en la esencia del sufrimiento. El dolor no era el enemigo. El dolor era sencillamente la vida, que aparecía en forma de dolor..., e incluso más allá de este relato, era sencillamente una danza de sensaciones eternamente cambiante. El dolor no obstaculizaba la vida; era la vida, en el momento. El dolor no interfería en la vida; era una expresión plena y completa de la vida. El dolor estaba intensamente vivo; era el océano, que aparecía en forma de ola de dolor. Seguía siendo doloroso, no vamos a negar la realidad ni a fingir que no era así. Seguía doliendo, pero, en el nivel más profundo, estaba bien, no era un problema. Dolía, pero yo no era «el dolorido». Dolía, pero, inexplicablemente, no podía dolerme a mí, y tenía permiso para seguir estando todo el tiempo que quisiera; tenía en mí un hogar.
Fue verdaderamente impactante descubrir la vastedad, la inclusividad total y la naturaleza omnímoda de esta profunda aceptación. Todo estaba profundamente bien tal como era. Había una total aceptación del dolor..., y también una total aceptación de mí, del personaje Jeff, que no quería que hubiera ningún dolor. Creo que hay un gran malentendido entre los buscadores espirituales, y es la idea de que ellos, personalmente, han de estar de acuerdo con todo lo que sucede. Qué carga tan enorme creer que todo tiene que parecerte bien todo el tiempo..., tener que aparentar que todo te parece bien incluso cuando no es así! Como he dicho, la aceptación profunda no exige necesariamente que estés de acuerdo con que haya dolor. Que el dolor no te parezca bien es algo que la vida acoge totalmente. ¡Esta profunda aceptación te «saca» de escena! Es un «todo está bien» de naturaleza cósmica, que va más allá de que a mí me parezca bien o no.
El dolor está presente, y lo que también puede aparecer es un rechazo, una aversión hacia el dolor. ¡Fue tal alivio —y tal revelación— ser capaz de estar en cama y no tener que hacer valer ninguna imagen de mí mismo, ni siquiera una imagen de mí mismo de persona iluminada o despierta, o de alguien a quien el dolor no le importaba! Era totalmente libre de volver a responder al dolor de una manera auténtica, sincera, humana otra vez, después de años de evasivas espirituales^ y de fingir y negar la realidad. Era libre de decir: «No me gusta este dolor», de admitir mi aversión hacia el dolor; y, en un nivel más profundo, experimentar una aceptación total de la situación entera. Por debajo de todo, hay un saber que todo está bien tal como es, un saber cósmico que no puede morir.
No se trataba de que me dijera a mí mismo que el dolor me era indiferente cuando en realidad no era así. No se trataba de fingir que todo me parecía bien, ni de intentar que todo me pareciera bien..., intentar ser espiritual, intentar estar en calma, intentar ser algo diferente de lo que era. Se trataba de ser radicalmente sincero. Se trataba de percibir el dolor, de reconocerlo, de admitirlo y de descubrir que la vida lo aceptaba plenamente. Y admitir la existencia del dolor significó admitir el dolor. Así que había dolor, y a Jeff no es que le gustara, precisamente; a fin de cuentas, ¿a quién le gusta el dolor? ¿Quién lo elegiría, si tuviera elección?
Pero el dolor es un maestro incomparable, porque te enseña que, al final, en el momento, no tienes elección. No tienes control sobre nada. «Hágase tu voluntad, no la mía», como dijo Jesús. Y ahí está la liberación, justo ahí.
Fue acogido el dolor, y también el que intentaba inútilmente escapar de él. Fue acogido el dolor, y también el que quería estar libre de él. ¿Había entonces algún problema? En el dolor, en el malestar, me descubrí completo. En el dolor, en el malestar extremo, me curé, me curé totalmente; me curé más allá de lo que se pueda comprender, más allá de todo lo que pueda entender la mente. Me curé de la carga de ser «el que estaba sumido en el dolor». Me curé del relato de «mi dolor pasado y futuro». Me curé de la ilusión de que el dolor me estaba ocurriendo a mí. La sanación no significó que el dolor desapareciera de inmediato, pero misteriosamente pasó a ser algo secundario. Esta sanación eternamente presente era lo que de verdad había estado buscando.
«Y por su herida fuisteis sanados», dice la Biblia... Y por mis heridas, sané. Este fue el descubrimiento verdaderamente impactante: que la sanación —en otras palabras, la integridad, la completud, el hogar que de verdad buscamos— está en realidad justo aquí, en las heridas, en medio del dolor, justo en el fondo de cada experiencia de la que tratamos de escapar. Sanamos en medio de todo aquello de lo que huimos. No es que sanemos del dolor; sanamos, estamos ya sanados, en nuestro dolor.
Podríamos ir todavía más lejos y decir que de hecho el dolor nos sana. Visto como lo que es, el dolor redirige nuestra atención al aquí y ahora, y al espacio plenamente abierto que abarca toda experiencia que viene y va. Trae nuestra atención de vuelta al hecho de que nadie está sumido en el dolor, sino que simplemente hay dolor que aparece aquí, en el espacio que soy. Así que el dolor te sana de la idea de que eres una víctima del dolor. Te sana de la ilusión de que puedes controlar las cosas. Te trae de vuelta a este momento, a tu verdadero hogar. Dice: «Se me permite estar aquí, pienses lo que pienses. Mira, ya se me ha permitido entrar en lo que eres. Ya estoy presente. No has sido capaz de impedirme entrar. Pero no hay nada que temer. Estoy hecho solo de ti. No puedo destruir a quien de verdad eres».
Así es, de un modo que nunca comprenderemos, el dolor te sana del dolor. La sanación forma parte intrínseca de todo aquello de lo que intentamos escapar. La tristeza te sana de la tristeza. El miedo te sana del miedo. La ira te sana de la ira. En el fondo del miedo más intenso, no hay «nadie» que esté sumido en el miedo. No hay nadie que esté separado del miedo. Nadie que esté asustado. En el centro de la crucifixión, en el centro del dolor físico más atroz, hay sanación. Quizá, al final, todas las religiones y enseñanzas espirituales apunten a esta verdad.
La profunda aceptación de la que hablo revoluciona la actitud que tenemos frente al dolor, la relación que tenemos con él, los miedos de los que lo rodeamos. De repente el dolor, por muy doloroso que sea, ya no es un enemigo, es una señal que nos indica el camino de vuelta a quienes somos realmente en este momento, que destruye todas nuestras ideas falsas sobre quiénes somos. El dolor es en cierto modo compasivo., en el verdadero sentido de la palabra; destruye todas las ilusiones que albergamos sobre nosotros mismos. Nada que sea irreal puede sobrevivir a la fiereza de su amor.
Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet
jueves, 23 de junio de 2022
40.LOS SUPERHÉROES, MODELOS DE HOY.
Desde pequeñitos añadimos detalles a nuestro personaje, recursos y habilidades de la presentación, de la apariencia, del reclamo. Tomamos prestadas todas las formas. Imitamos sin darnos cuenta y a veces, nos sorprendemos en un gesto, una expresión verbal… que identificamos con alguien conocido o televisto entre los famosos, los admirados,… gentes que quisiéramos ser. Se imita tanto lo constructivo como lo destructivo, lo escandaloso, lo llamativo, lo que vende, lo que va con tu personalidad, con tus máscaras. Al look se le remoza con apariencias de cambios y novedades para estar más in. Teatro desesperado.
Los superhéroes de hoy nos lo ponen más difícil. Cada siglo son más cercanos pero más inalcanzables. Son los dioses de la modernidad. Sus poderes son tan mágicos que se ven. La animación pone alma donde no la hay. Es un milagro tecnológico que expresa nuestra impotencia para realizar los sueños a los que se nos invita diariamente. El consuelo está en que son nuestras creaciones, nuestros inventos, nuestros hijos… ¡Nosotros!
Los héroes de la antigüedad, los mitos, las leyendas de gnomos, ángeles, hadas y brujas y hasta de santos también se convertían en dioses cuyo culto se intenta resucitar pero quizás tenían algo de inimitable positivo. Explicaban lo malo que puede ser el mal y lo bueno que puede ser el bien.
Los dioses de hoy son tan pedagógicos, fantasías del entretenimiento y videojuegos, que parecen humanos. Es llamativo que sean tan creíbles, como inverosímiles. Dicen que la gente de los Estados Unidos juegan con estas producciones más que ven las películas. ¡Y los americanos son los héroes de Occidente!
La historieta continúa casi como antes. La realidad es la gran desconocida.
Bibliografía:
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet
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