domingo, 6 de febrero de 2022
LA ORACIÓN PUEDE SER PELIGROSA
Cierto amigo mío estaba encantado de que su mujer hubiera quedado embarazada. El deseaba ardientemente tener un hijo varón y así se lo pedía a Dios sin cesar, haciéndole una serie de promesas.
Sucedió que su mujer dio a luz a un niño, por lo que mi amigo se alegró enormemente e invitó a una fiesta a toda la aldea.
Años más tarde, volviendo yo de La Meca, pasé por la aldea de mi amigo y me enteré de que estaba en la cárcel.
«¿Por qué? ¿Qué es lo que ha hecho?», pregunté.
Sus vecinos me dijeron: «Su hijo se emborrachó, mató a un hombre y salió huyendo. De manera que arrestaron al padre y lo metieron en la cárcel».
Es verdad que pedir a Dios insistentemente lo que deseamos es un ejercicio realmente loable.
Pero es también muy peligroso.
Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet
sábado, 5 de febrero de 2022
EL VIAJERO Y EL FAKIR
Un docto viajero fue a ver a un célebre fakir. El hombre, que se hallaba irritado por algún motivo, probablemente debido a las penurias del viaje, se desató airadamente los cordones de los zapatos y lanzándolos a un rincón, abrió la puerta con un fuerte golpe.
Un hombre enojado se quita los zapatos como si éstos fuesen enemigos. Incluso abre una puerta como si hubiese una sólida enemistad entre él y la puerta. El hombre abrió la puerta, entró y ofreció sus respetos al fakir.
El fakir le dijo: «No, no acepto tus respetos. Primero, ve y discúlpate con la puerta y con los zapatos».
«Qué ocurre? Disculparme con una puerta y unos zapatos? Son acaso seres vivos?».
El fakir replicó: «No pensaste en eso mientras te enfadabas con esos objetos inanimados. Arrojaste los zapatos como si tuvieran vida, como si tuvieran la culpa de algo. Abriste la puerta como si ésta fuera tu enemiga. No, puesto que reconoces su individualidad al enfadarte con ellos, deberás rogar su perdón. Por favor, ve y ofrece tus disculpas, de lo contrario, no estoy dispuesto a entrevistarme contigo».
El viajero pensó: «Si he venido de tan lejos a ver a este ilustre fakir, sería ridículo que nuestra entrevista finalizara debido a un asunto tan trivial», de modo que se acercó a los zapatos con las manos enlazadas y les dijo, « Amigos, perdonen mi insolencia». Le dijo a la puerta: «Lo siento, cometí un error al empujarte así, con esa rabia».
Qué momento para él!. El viajero escribió en sus memorias que se sintió muy ridículo al principio, pero al terminar de disculparse algo nuevo surgió en él. Se sintió tan calmado, tan sereno, tan sosegado... Se hallaba más allá de las posibilidades de su imaginación el concebir que un hombre pudiera sentirse tranquilo, sereno y alegre por haberle pedido disculpas a una puerta y unos zapatos.
Entró y se sentó al lado del fakir. Este comenzó a reírse y le dijo: «Ahora está bien. Estás a tono; podemos hablar. Puesto que has mostrado algo de amor, ahora te hallas desahogado. Ahora puede haber una comunicación entre nosotros».
FUENTE: OSHO: ‘Del Sexo a la Superconsciencia’, Tercera charla, Bombay, 1968, tomado de la dirección internet www.oshogulaab.com
viernes, 4 de febrero de 2022
COMPLETARNOS EN EL FUTURO
En la novela La carretera, de Cormac McCarthy, un padre y un hijo, andrajosos y famélicos, viajan juntos por la América post-apocalíptica. Los árboles y las flores se están secando; la mayoría de los seres humanos han muerto, y gran cantidad de los vivos han optado por el canibalismo. Lo que les da fuerza para seguir adelante a ese padre y su hijo es la esperanza de un Futuro mejor. Una de sus escasas posesiones es un viejo mapa destrozado. No saben en realidad adonde van; lo único que saben es que tienen que dirigirse hacia el sur. Desconocen lo que encontrarán allí, ni siquiera si hay algo que encontrar allí; solo saben que tienen que seguir caminando hacia el sur. El sur representa para ellos todo lo hermoso, bueno y verdadero de la vida.
No voy a desvelar el argumento, pero, al final, resulta que, si hubieran estado un poco más atentos a lo que iba sucediendo por el camino, a lo que la vida trataba de mostrarles una y otra vez, no habrían tenido tal ansia por llegar a su destino. Obcecados con el destino, se perdieron el viaje, que era donde de verdad estaban la vida y el amor.
Este relato es una magnífica metáfora de cómo vivimos todos, siempre intentando llegar allí, cuando es aquí donde está la vida. Todos tratamos de llegar a casa, cuando quizá, simplemente quizá, ya estemos en casa en nuestra experiencia presente, solo que no nos damos cuenta.
Es una dinámica en torno a la cual giran muchas novelas, obras de teatro, películas, mitos y cuentos espirituales. Los personajes, por lo general, viajan lejos de casa, descubren quiénes son realmente, y entonces regresan a su hogar, cambiados en cierto modo, en cierto modo iguales. En El mago de Oz, quizá la película más entrañable de todos los tiempos, una joven deja su ciudad natal, sosa, incolora, y emprende un viaje increíble, lleno de colorido; se encuentra con diversas facetas de sí misma, y regresa finalmente al mismo lugar..., solo que entonces ve lo que realmente hay en él. Su hogar no ha cambiado, pero sus ojos se han abierto a él. Al principio de muchos musicales de Disney, el personaje principal, que se siente desterrado en su propia tierra, canta una canción sobre su anhelo de aventuras, de amor, de algo que le resulta imposible encontrar en casa. Ese algo le hace partir, pero, al final, retorna, o encuentra un nuevo hogar..., su verdadero hogar, su verdadero sitio en el mundo. Se ha sugerido que, en el nivel más básico, todo relato tiene esta estructura en común: un héroe ya de lo conocido a lo desconocido, pero al final siempre regresa a casa. El buscador espiritual se marcha en busca de la iluminación, y a su regreso descubre que la iluminación que buscaba había estado allí desde el principio.
En la música, las notas y los acordes emprenden un viaje similar, alejándose de su hogar natural, creando tensión para el oyente cautivado, pero resolviéndose finalmente con el regreso a sus puntos de partida. Y nosotros, los oyentes, sentimos como si la música nos hubiera transportado de algún modo, como si nos hubiera alejado de lo ordinario y luego nos hubiera devuelto —en cierta manera cambiados, vivificados, transformados— al lugar donde estábamos. Algo se ha convulsionado en nosotros, a pesar de no habernos movido en absoluto.
Sentimos la imperiosa necesidad de marcharnos de casa en busca de lo que quiera que sea que nos haga sentirnos completos, pero sentimos la misma necesidad imperiosa de regresar. Después de un largo día, agotador, de guardería o de oficina, lo único que queremos es volver a casa, volver a estar con nuestra madre, con nuestro padre, con las personas queridas, volver a dormir. De niños, añoramos nuestro hogar cuando estamos lejos demasiado tiempo, lejos de las personas a las que queremos. Cuando alguien muere, decimos que «han vuelto a casa» o han encontrado un nuevo hogar donde poder descansar eternamente, donde poder, al fin, descansar en paz.
A lo largo de toda la historia humana, la búsqueda del hogar se ha expresado en todas y cada una de las facetas de nuestra vida: en nuestro arte, nuestra música, nuestra ciencia, nuestras matemáticas, nuestra literatura, nuestra filosofía, nuestra implacable búsqueda de amor, nuestra espiritualidad. La búsqueda del hogar nace de lo más profundo de la mente humana.
En el arte, la interacción del buscador y lo buscado, el primer plano y el fondo, la luz y la sombra, el espacio positivo y negativo crea tensión, drama. Un chiste busca el golpe de efecto; una frase busca completitud. Es nuestro inherente anhelo de resolución lo que hace que una obra de arte, un chiste, una frase sean tan atrayentes, tan dramáticos, tan satisfactorios. Quizá sea el mismo anhelo que ha llevado a los matemáticos, filósofos y físicos, durante toda la historia humana, a buscar algún tipo de gran teoría unificada y omnímoda de la realidad, integridad en el caos, amor en medio de la devastación, una conclusión cósmica. Según nos cuentan, incluso el universo se expande y se contrae, buscando de algún modo el equilibrio, buscando el hogar. Todo anhela entrar en reposo.
El hogar no es un sitio, una cosa ni una persona. Es descanso. Originariamente, la palabra «hogar» significa «descansan» o «yacer».
Somos como olas, anhelantes de retornar al océano del que nunca salimos. Una ola se percibe a sí misma separada del océano y, desde ese lugar de falsa identificación esencial, empieza a buscar el océano de un millón de maneras distintas. Se busca a sí misma sin saberlo. Su anhelo del hogar es su anhelo de sí misma. Tal es la condición humana.
¿Cómo se manifiesta este sentimiento de separación en nuestra experiencia presente? Vivimos con el sentimiento persistente de que algo nos falta en la vida, ¿verdad? Es un sentimiento de carencia, un extraño sentimiento vacío, como si hubiera en nosotros un agujero que es necesario llenar, como si no fuéramos lo bastante competentes tal como somos, como si estuviéramos fundamentalmente defectuosos.
A esta sensación básica de vacío se debe que nos lancemos al mundo del tiempo y el espacio en busca de nuestro verdadero hogar, en busca del reposo cósmico, en busca de alivio, en busca de la plenitud de las cosas. Siempre vamos en pos de la plenitud, algo que llene el vacío. A causa de nuestra añoranza cósmica del hogar, buscamos la unión con Dios, con el Espíritu, con la naturaleza, con un gurú. Ansiamos llenarnos la barriga y tener una cuenta bancaria rebosante. Lo masculino y lo femenino se buscan mutuamente, intentando completarse mediante la unión; buscamos a nuestras almas gemelas, nuestra media naranja que nos complete. Perseguimos nuestro destino, sin darnos cuenta de que ya lo estamos viviendo.
Por ese sentimiento de no estar completos, iniciamos la búsqueda de una completitud futura. Ciegos a nuestra verdadera identidad que es el océano de la experiencia presente, empezamos a buscar el océano, y creemos de verdad que lo encontraremos en el futuro, en ese «algún día». Nos decimos a nosotros mismos: «Ahora estoy incompleto, pero algún día, una vez que haya encontrado lo que busco, estaré completo».
«Algún día encontraré el amor, y entonces estaré completo. Algún día alcanzaré la iluminación espiritual, y estaré completo. Algún día triunfaré, y ese día estaré completo. Algún día seré rico. Algún día sanaré. Algún día todos me darán su beneplácito. Algún día estaré plenamente presente. Algún día seré consciente por completo. Algún día viviré en el ahora. Algún día encontrare la paz. Algún día seré plenamente yo mismo. Algún día me entenderán. Algún día seré una estrella. Algún día todos me querrán y me aceptarán. Algún día seré un individuo plenamente evolucionado. Algún día seré padre, o madre. Algún día seré libre. Algún día seré feliz. Sí, me sentiré completo algún día. Pero todavía no. Todavía no».
Buscamos riquezas, poder, amor, éxito e iluminación en el futuro, en el «algún día», porque todas estas cosas simbolizan para nosotros el hogar. Pensamos que conseguir lo que queremos, encontrar lo que buscamos, nos llevará de vuelta a casa. Nuestra añoranza cósmica del hogar es la raíz de todo.
A veces incluso conseguimos lo que queremos —el coche nuevo, una relación, el nuevo trabajo, el cuerpo esbelto y en forma, la nueva experiencia espiritual, la fama, la adulación, el éxito—, y nos sentimos íntegros y completos temporalmente. Pero pronto regresa ese sentimiento de vacío, de descontento, y la búsqueda vuelve a empezar. Es como si hubiera algo en nosotros que está perpetuamente insatisfecho con lo que es; siempre quiere más. Por mucho que obtenga, quiere más. Por mucho que posea o logre, quiere más. Por muchas experiencias que tenga, por mucho que se añada a sí mismo, quiere más.
Por muy completa que sea la historia de mi vida, siempre podría ser más completa. El trabajo siempre podría reportarme más beneficios y mi relación de pareja ser más satisfactoria; siempre podría tener más dinero, más éxito, recibir más halagos. La experiencia espiritual siempre podría ser más profunda, más duradera. Me digo que siempre podría estar más cerca de la iluminación, o más iluminado, más presente; podría ser más consciente, más libre, más querido.
O podría haber en mi vida menos de lo que no quiero: menos dolor, miedo, tristeza, ira, sufrimiento, pensamientos, ego...
El relato de mi vida nunca estará completo, o, lo que es lo mismo, nunca me completaré en el tiempo.
Extracto del libro:
La más profunda aceptación
Jeff Foster
Fotografías tomadas de Internet
jueves, 3 de febrero de 2022
UNAS PALABRAS SOBRE EL «PENSAMIENTO NEGATIVO»
UNAS PALABRAS SOBRE EL «PENSAMIENTO NEGATIVO»
Hay quien dice que el Proceso de la Creación Personal no permite que se piense, que se observe ni que se diga nada «negativo». Entiendo que algunas personas hayan podido llegar a esta conclusión, pero la conclusión en sí es errónea.
Nadie que enseñe la Creación Personal por medio del pensamiento positivo sería capaz de dar a entender ni por un instante que no se pueda dedicar un solo pensamiento a las circunstancias existentes que no encajan con tu sentido de quién eres y de quién eliges ser.
Es verdad que los partidarios del pensamiento positivo desaconsejan el pensamiento negativo; pero no desaconsejan pensar. Y la observación no es negación. No es más que observación. Los comentarios «parece que hoy puede llover»; «oigo que ya llega el tren»; «en este planeta mueren de hambre cuatro niños cada hora» no son comentarios negativos. No equivalen a «esparcir energía negativa». No son más que decir lo que hay.
¿Cómo podrías hacer algo respecto de «lo que hay» si ni siquiera puedes decir lo que hay? Claro está que no podrías. De modo que la doctrina del pensamiento positivo no te exige que cierres al mundo los ojos y los oídos. No te exige que te conviertas en una Pollyanna que asegura que todo es maravilloso, por muy horrible que sea.
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No es lo mismo decir que todo es «perfecto» que decir que todo es «maravilloso». Decir que una situación es perfecta no es más que reconocer que está alineada perfectamente con el plan de trabajo de-este-momento de tu alma, que muy bien puede consistir en cambiar la situación como medio para conocer, mostrar y vivir Quien Eres de Verdad.
Por eso no es malo, ni mucho menos, observar las situaciones, las circunstancias o las posibilidades creadas anteriormente y que no te agradan; asumir la responsabilidad de tu papel de co-creador suyo; decir unas palabras de agradecimiento por su existencia y, acto seguido, elegir de nuevo, creando otra situación o circunstancia, sin emitir juicios ni condenas. («No juzgues, ni tampoco condenes.») Los partidarios del pensamiento positivo pueden decir, respecto de cualquier aspecto supuestamente negativo de tu vida: «Deja de pensar en ello»; pero jamás dirían: «No empieces a pensar en ello».
Desde luego que tienes que ser consciente del mundo que te rodea; del mundo que los demás y tú habéis co-creado colectivamente en tiempos y lugares anteriores a este cuando/donde concreto. Lo que se recomienda es, simplemente, que no insistas en pensar en las cosas que no eliges; pero nadie ha dicho que no las observes.
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Lo que proponen los pensadores positivos no es que te digas a ti mismo que vives en todo momento en el mundo de tu elección superior. El pensamiento positivo consiste en saber que puedes producir una elección más elevada si quieres hacerlo de verdad.
Vivir con el conocimiento de que el mundo es «perfecto» (adecuado de manera ideal para tu plan de trabajo individual y para el plan de trabajo colectivo de la humanidad) en el momento en que los demás y tú lo creáis, y saber que puedes trazar siempre que lo desees una definición nueva de lo que es la perfección, eso es vivir en la maestría.
Y sí que puedes trazar esa definición nueva y crear esa realidad nueva en cualquier momento que lo desees. Esto es posible individualmente en el momento en que cambies tu manera de pensar acerca de lo que sea. Colectivamente, es posible cuando cambia la conciencia colectiva. La conciencia colectiva puede cambiar en cualquier momento dado del mismo modo que la conciencia individual.
La oportunidad que se pone al alcance de todos los miembros de la raza humana es la de intervenir en la cuestión en calidad de causa.
Eres, verdaderamente, el creador de tu propia realidad; y estamos creando juntos la realidad que estamos viviendo todos. Utilizando el poder del Dios-en-nosotros, controlamos por completo lo que pasa aquí.
Ésta es la Verdad Callada, expuesta con palabras.
Del libro:
Dios es felicidad
Convierte tu vida en una experiencia extraordinaria
Neale Donald Walsh
Foto tomada de internet
miércoles, 2 de febrero de 2022
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