Cierto amigo mío estaba encantado de que su mujer hubiera quedado embarazada. El deseaba ardientemente tener un hijo varón y así se lo pedía a Dios sin cesar, haciéndole una serie de promesas.
Sucedió que su mujer dio a luz a un niño, por lo que mi amigo se alegró enormemente e invitó a una fiesta a toda la aldea.
Años más tarde, volviendo yo de La Meca, pasé por la aldea de mi amigo y me enteré de que estaba en la cárcel.
«¿Por qué? ¿Qué es lo que ha hecho?», pregunté.
Sus vecinos me dijeron: «Su hijo se emborrachó, mató a un hombre y salió huyendo. De manera que arrestaron al padre y lo metieron en la cárcel».
Es verdad que pedir a Dios insistentemente lo que deseamos es un ejercicio realmente loable.
Pero es también muy peligroso.
Del libro:
Anthony de Mello
El Canto del Pájaro
Fotografía tomada del internet
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