martes, 16 de noviembre de 2021

PUREZA DE CORAZÓN


Una vez, un grupo de mendigos leprosos llegaron 
a la asamblea del Maestro zen Bankei, un instructor de masas de gran corazón. Bankei los admitió en su compañía, y cuando los inició, incluso los lavó y les afeitó las cabezas con sus propias manos.

Dio la casualidad de que se encontraba presente cierto caballero, representante de un barón que tenía fe en Bankei y que ya había construido un templo en su provincia, donde el instructor podría entrenar a sus discípulos y dirigirse al pueblo.

Repugnado ante la vista del Maestro zen afeitando las cabezas de los intocables, el caballero llevó apresuradamente una palangana de agua para que Banlcei se lavara las manos.

Pero el Maestro la rechazó, haciendo la siguiente observación: «Tu repugnancia es más inmunda que sus llagas.»


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* A lo largo del texto, Maestro con mayúscula traducirá la palabra inglesa Master —en el sentido de líder religioso o persona iluminada con discípulos—, e instructor, la palabra teacher —en el sentido de guía—. En muchas ocasiones, el autor las utiliza indistintamente, atribuidas al mismo personaje, probablemente para evitar repeticiones y aligerar el texto. (N. del T.).



Extracto del libro:
Antología Zen
Cien historias de iluminación
Versión de Thomas Cleary
Fotografías tomadas de Internet

lunes, 15 de noviembre de 2021

SUMERGIRSE SIN MIEDO EN LAS PROFUNDIDADES OCULTAS DEL SUFRIMIENTO


 

MUERTE


Íbamos mi abuela y yo en una carreta de bueyes desde el pueblo de mi abuelo al de mi padre, pues el único hospital estaba allí. Mi abuelo estaba seriamente enfermo; no sólo enfermo, sino también inconsciente, casi en coma. Ella y yo éramos las únicas personas en la carreta. Puedo comprender su compasión por mí. Ella no lloró en el momento de la muerte de su amado esposo, sólo por mí; pues yo era el único allí y no había nadie más para consolarme.

El padre de mi madre cayó enfermo de repente. No era su hora de morir. No tendría más de cincuenta años, quizá menos, incluso puede que más joven de lo que yo soy ahora. Mi abuela tenía justo 50 años, estaba en la cúspide de su juventud y belleza. Le pregunté:

-El ha muerto. Lo amaste. ¿Por qué no estás llorando?

Ella respondió:

-Por ti. No quiero llorar ante un niño y no quiero consolarte. Si empiezo a llorar, naturalmente tu llorarás; entonces, ¿quién consolará a quién?



FUENTE: OSHO: ‘Muerte, la Mayor Ficción’, tomado del Libro Recuerdos de una Infancia Dorada, 1981, de la dirección internet www.oshogulaab.com

domingo, 14 de noviembre de 2021

LA VIOLENCIA EMPIEZA Y TERMINA EN TI


 

HABIA UNA VEZ


Había una vez.

(... o de la frágil frontera entre el cuento y la realidad)

Había una vez... "una vez"

Que a fuerza de ser contada

Se repitió tantas veces...

Que se volvió realidad



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet

viernes, 12 de noviembre de 2021

POLÍTICA, PROGRESO, RIQUEZA, APRENDIZAJE, RELIGIÓN Y CULTO


 

SÓLO CAERSE Y ROMPERSE


Había una vez un eremita de Sungyueh que era conocido con el insondable nombre de Horno Caído y Roto (Po Tsao To). En la montaña de Sungyueh, donde él vivía, había 
una pequeña capilla con un horno dentro. Durante mucho tiempo, muchos peregrinos habían ido allí para ofrecer sacrificios a todos los budas, matando y cocinando miles de animales en el horno.

Un día, el eremita reunió a una multitud de monjes de diferentes lugares para visitar su morada. Al entrar en la capilla, empezó a golpear el horno con una gran maza diciendo:

-¡Esto es sólo un horno hecho de ladrillos! ¿Qué clase de espíritus podrían morar en él? ¿Cómo podría ser que absorbiese la fuerza de todos los sacrificios?

En total repitió sus golpes tres veces; y entonces el horno se cayó y se rompió en pedazos. En su lugar, apareció ante los monjes un ser con una túnica azul y les saludó inclinándose con respeto.

-¿Quién eres? -preguntó el eremita.

-Soy el espíritu del horno -fue la respuesta.- Durante mucho tiempo fui recompensado con muchos sacrificios; hoy, debido a las palabras del venerable Maestro, he abandonado mi previa forma para entrar en el Camino del Cielo. Me arrodillo ante ti, oh Maestro, para darte las gracias y expresarte mi respeto.

-No tengo ningún mérito -protestó Po Tsao To-, ésta es tu naturaleza original.

Como respuesta, el espíritu se inclinó saludando tres veces y después se desvaneció.

Tras ver esto, los demás empezaron a hablar todos a la vez.

-Hace mucho tiempo -decían- nos convertimos en monjes, pero nunca recibimos tus instrucciones. Dinos, ¿qué secreto dijiste al espíritu del horno ante cuya compresión se elevó directamente al cielo?

-Como sabéis, sólo dije que el horno estaba hecho de ladrillos; ¿qué otra cosa podría añadir a esto, hermanos?

La multitud no tuvo nada que responder a esas palabras; entonces, el eremita preguntó de nuevo:

-¿No comprendéis?
-No, no comprendemos.

-Ésa es vuestra propia naturaleza primigenia
-dijo-; ¿era tan difícil verlo?

Todos los monjes se iluminaron al oír esto. Uno tras otro empezaron a dar las gracias al eremita, al tiempo que exclamaban: ¡Sólo caerse y romperse! ¡Simplemente caerse y romperse!

Comentario: El espíritu del horno había disfrutado y dependido de los sacrificios que aceptó durante muchos años a través del horno como su «cuerpo»; al final, gracias al eremita, tuvo la oportunidad de comprender por sí mismo la naturaleza común del espíritu y del cuerpo del horno. Al fin y al cabo, el horno estaba hecho de ladrillos. Los huesos y la carne consisten también en numerosos elementos. En el budismo consisten en los cuatro elementos principales: tierra, agua, viento y fuego. En este punto, la forma del horno es la misma que cualquier criatura. El espíritu de todas las criaturas está basado en huesos, carne y columna vertebral. De esta forma puede verse la estricta conexión entre el horno y su espíritu; son lo mismo.

El eremita guió a los monjes a través de la contemplación de esta Verdad. Su tarea consistía en destruir en su mente los límites relativos entre el «cuerpo» y el «espíritu», el «yo» y «las otras cosas». Al destruir el horno, el Maestro los hizo elevarse al reino de la Vacuidad y ver la naturaleza vacía del ser. 

Se sintió feliz al ver que los monjes habían alcanzado por fin la realización; de aquí que su exclamación «¡Sólo caerse y romperse!» signifique «¡Ni forma ni espíritu!». No había absolutamente nada, en total acuerdo con el principio chan, que decía: «Los Cuatro Grandes Reinos consisten en nada; las Cinco Esferas Ilimitadas sólo contienen Vacío»



Extracto tomado del libro:
100 Koans del budismo Chan
Alexander Holstein
Imágenes tomadas del Internet
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