sábado, 2 de octubre de 2021

DESCUBRIENDO EL MANANTIAL (EL SEÑOR DE LA FORMA)


Una enseñanza que nos ayuda a realizar este proceso de desbloquear la bodichita (corazón/mente abierto o iluminado) es la de los tres señores del materialismo. Se trata de las tres formas en 
que intentamos protegernos de este mundo fluido e indefinible, de las tres estrategias que usamos para obtener una ilusión de seguridad. Esta enseñanza nos anima a familiarizarnos con las estrategias del ego, para ver claramente cómo seguimos persiguiendo la comodidad y la tranquilidad de un modo que tan sólo fortalece más aún nuestros miedos.

El primero de los tres señores del materialismo se denomina el señor de la forma. Representa la manera en que nos refugiamos en los objetos externos para obtener una sensación de seguridad. Empezamos observando los métodos que usamos para huir: ¿Qué hago cuando me siento ansioso, deprimido, aburrido o solo?

¿Intento sentirme mejor con la «terapia de ir de compras»? ¿O me refugio en el alcohol y la comida? ¿Intento animarme tomando drogas, practicando el sexo o buscando aventuras? ¿Prefiero retirarme en la belleza de la naturaleza o en el delicioso mundo que me proporciona una buena novela? ¿Lleno el espacio llamando por teléfono, navegando por Internet o mirando la televisión durante horas? Algunos de estos métodos son peligrosos, en cambio otros son divertidos o incluso bastante benignos. Lo importante es que podemos abusar de cualquier sustancia o actividad para huir de la sensación de inseguridad. Cuando nos volvemos adictos al señor de la forma, estamos creando las causas y las condiciones para que el sufrimiento aumente. No podremos obtener una satisfacción duradera por mucho que lo intentemos. En lugar de ello, los sentimientos de los que intentamos huir se volverán más fuertes.

Una analogía tradicional para el dolor que causa el señor de la forma es un ratón atrapado en una ratonera porque no ha podido resistirse al queso. El Dalai Lama ha dado la vuelta a esta analogía de un modo muy interesante. Cuenta que cuando era niño y vivía en el Tíbet, solía intentar atrapar ratones no porque deseara eliminarlos, sino porque quería ser más listo que ellos. Dice que los ratones del Tíbet deben de ser más inteligentes que los ratones corrientes, porque nunca logró atrapar ninguno. En lugar de ello se convirtieron en sus modelos de conducta iluminada. Le dio la impresión de que, a diferencia de la mayoría de nosotros, aquellos ratones habían llegado a la conclusión de que lo mejor para ellos era renunciar al efímero placer que les producía un pedacito de queso a cambio del duradero placer de vivir. Él nos animó a seguir su ejemplo.

Al margen de cómo nos dejemos atrapar, nuestra reacción habitual no es la de sentir curiosidad por lo que nos está ocurriendo. No nos dedicamos a investigar de manera natural las estrategias del ego, sino que la mayoría nos limitamos a buscar ciegamente algo familiar que asociamos con que nos hará sentir mejor y después nos preguntamos por qué no estamos satisfechos. La aproximación radical a la práctica de la bodichita es prestar atención a lo que hacemos. Sin juzgarlo, aprendemos a aceptar con suavidad cualquier cosa que nos ocurra. Y, al final, puede que decidamos dejar de lastimarnos como solemos hacerlo.



Extracto del libro:
Los lugares que te asustan:
El arte de convertir el miedo en fortaleza
Pema Chödrön
Fotografía de Internet

viernes, 1 de octubre de 2021

EL DESPERTAR ESPIRITUAL ES MUY SENCILLO


 

16. NO LEJOS DEL ESTADO DE BUDA


Un estudiante de la universidad visitó en una ocasión a Gasan y le 
preguntó: «¿Has leído alguna vez la Biblia cristiana?».

«No, léemela», dijo Gasan.

El estudiante abrió la Biblia y leyó desde San Mateo: «¿Y por qué preocuparse por lo que vestiréis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen. No trabajan, ni hilan, pero os digo que ni aún Salomón en toda su gloria se atavió como uno de ellos... De modo que no os inquietéis por el día de mañana, pues el mañana traerá su propia inquietud”.

Gasan dijo: “Quienquiera que dijera tales palabras, lo considero un hombre iluminado».

El estudiante continuó leyendo: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abre».

Gasan remarcó: «Eso es excelente. Quienquiera que dijera eso no se halla lejos del estado de Buda».



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet

ERES LA VIDA


 

jueves, 30 de septiembre de 2021

LO HABITUAL


 

CODICIA


Cavando para montar un cerco que separara mi terreno de el de mis vecinos, 
me encontré enterrado en el jardín, un viejo cofre lleno de monedas de oro.

A mi no me interesó por la riqueza, sino por lo extraño del hallazgo.

Nunca he sido ambicioso y no me importan demasiado los bienes materiales...

Después de desenterrar el cofre, saqué las monedas y las lustré.
(¡Estaban tan sucias y herrumbradas las pobres!).

Mientras las apilaba sobre mi mesa prolijamente las fui contando...

Constituían en sí mismas una verdadera fortuna.

Sólo por pasar el tiempo empecé a imaginarme todas las cosas que se podrían comprar con ellas...

Pensaba en lo loco que se pondría un codicioso que se topara con semejante tesoro...

Por suerte...

Por suerte no era mi caso...

Hoy vino un señor a reclamar las monedas.
Era mi vecino.

Pretendía sostener, el muy miserable, que las monedas las había enterrado su abuelo y que por lo tanto le pertenecían a él.

Me dio tanto fastidio...

... que lo maté!

Si no lo hubiera visto tan desesperado por tenerlas 
se las hubiera dado,
porque si hay algo que a mí no me importa,
son las cosas que se compran con dinero...
Pero, eso sí,
no soporto la gente codiciosa...



Extracto del libro:
Cuentos para pensar
Jorge Bucay
Fotografía de Internet

martes, 28 de septiembre de 2021

EL PELIGRO DE LA FALSA ESPIRITUALIDAD


 

15. SHOUN Y SU MADRE


Shoun llegó a ser un maestro de soto zen. Cuando aún era estudiante, su padre murió, dejándolo al cuidado de su anciana madre.

Siempre que Shoun iba a la sala de meditación, llevaba consigo a su madre. Pero al estar acompañado por ella, cuando visitaba monasterios no podía cohabitar con los monjes. De modo que construyó una pequeña casa y allí cuidó de ella. Se dedicó a copiar sutras y versos budistas, y de esta forma recibía unas pocas monedas para comer.

Cuando Shoun compraba pescado para su madre, la gente se burlaba de él, pues se sabe que un monje no debe comer pescado. Pero a Shoun no le importaba. Su madre, sin embargo, se sentía dolida al ver que se reían de su hijo. Por fin, un día le dijo a Shoun: «Creo que voy a ordenarme monja. Puedo hacerme vegetariana también». Así lo hizo, y se dedicaron a estudiar juntos.

Shoun era muy aficionado a la música y tocaba con destreza el arpa, que también tocaba su madre. En las noches de luna llena solían tocar juntos al unísono.

Una noche, una joven pasó por su casa y oyó la música. Profundamente impresionada, invitó a Shoun a visitarla la noche siguiente y a tocar para ella. Él aceptó la invitación. Algunos días después, se encontró con la joven en la calle y le dio las gracias por su hospitalidad.

La gente se rió de él. Había estado en la casa de una mujer de la calle.

En cierta ocasión, Shoun tuvo que ir a un templo algo distante para dar una conferencia. Unos meses más tarde, regresó a casa y vio que su madre había muerto. Sus amigos no habían sabido dónde encontrarle, de modo que el funeral ya se estaba celebrando.

Shoun se dirigió hacia la comitiva y dio un golpe en el ataúd con su bastón. «Madre, tu hijo ha vuelto», dijo.

«Estoy contenta de ver que has regresado, hijo», respondió él por su madre.

«Sí, yo también estoy contento», contestó Shoun. Entonces anunció a las personas que le rodeaban: «El funeral ha terminado. Podéis enterrar el cadáver».

Cuando Shoun se hizo mayor, supo que su fin se acercaba. Pidió a sus discípulos que se congregaran a su alrededor a la mañana siguiente, y les dijo que iba a morir al mediodía. Mientras quemaba incienso ante los retratos de su madre y de su maestro, escribió un poema:

Durante cincuenta y seis años he vivido lo mejor que he podido, 
Cumpliendo mi propósito en este mundo.
Ahora que la lluvia ha cesado, las nubes desaparecen, 
En el cielo azul hay una luna llena.

Sus discípulos le rodearon, recitando un sutra, y Shoun falleció durante la invocación.



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet
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