miércoles, 19 de mayo de 2021

MUTILANTES DE NUESTRA SINGULARIDAD


 

PENSAMIENTOS CATASTRÓFICOS ANTE EL FUTURO


CAPÍTULO 6
Pensamientos catastróficos ante el futuro

El miedo al futuro y la incertidumbre ante lo que vendrá hacen que muchas personas se paralicen y no sean capaces de tomar decisiones acertadas. ¿Por qué cuando traspasamos los límites del amor maduro y entramos en una relación enfermiza, aun a sabiendas de lo que ocurre, no hacemos nada al respecto? Una de las razones es el miedo al futuro; a lo desconocido, a equivocarse, a sentir culpa, a arrepentirse y a la soledad afectiva. La expectativa de un porvenir incierto hace que se prefiera lo malo a lo posible.

Defender los propios derechos de la pareja, tratar de modificar o acabar una relación enfermiza o reestructurar las relaciones de poder con la persona que queremos, genera estrés e inseguridad en grandes cantidades; sería ingenuo pensar lo contrario. Pero una cosa es ser realista frente al futuro y preparase para cualquier eventualidad y otra muy distinta generar un trastorno de ansiedad anticipatoria y preocuparse irracionalmente.

A continuación, señalaré cuatro pensamientos negativos frente al futuro que nos impiden ponerle límites al amor inmaduro y dañino.

¿Y si me arrepiento? Este miedo a cometer un error irreparable adquiere dos facetas: la primera es querer regresar a la relación y que nos digan que no y/o, la segunda, dudar que hayamos hecho lo humanamente posible para salvar la relación.

Para no sentirnos mal y abrumados con estos pensamientos, necesitamos tener la conciencia tranquila y la convicción profunda de que hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance. El problema es que para algunos, "lo humanamente posible" es definitivamente ilimitado.

Una de mis pacientes logró, después de muchos tires y aflojes, irse a vivir donde su madre porque su marido era un hombre totalmente celoso y asfixiante: le prohibía hablar por teléfono, no la dejaba usar faldas ni maquillarse y no la dejaba tener "amigas separadas" ni salir sola. Cuando llegaba de la calle le olía la ropa interior y vigilaba constantemente su actitud durante las relaciones sexuales.

En cierta ocasión, ella se animó a besarlo de una manera más efusiva de como solía hacerlo y de inmediato el hombre entró en furia: "¿Quién te ha enseñado a besar así?", le preguntó indignado. La vida para mi paciente era poco menos que un calvario.

Presa del desespero, la mujer intentó por todos los medios que él aceptara ir a terapia de pareja (en realidad, era él quien necesitaba tratamiento por su marcada celotipia), pero el esposo jamás aceptó. También quiso hacerlo entrar en razón con argumentos lógicos, pero no obtuvo resultados. Al fin, cansada y deprimida, decidió irse. Sin embargo, cuando se instaló en la casa de su madre, las dudas comenzaron a torturarla: "¿Habré hecho todo lo posible?", "¿Me habrá faltado paciencia?" Preguntas que no partían de un análisis objetivo de o que había sido en verdad la relación. ¡Qué más podía pedírsele a mi paciente! Incluso podría pensarse que aguantó demasiado. Pero, influenciada por su familia y la idea del "cumplimiento del deber", todavía dudaba.

El delirio celotípico necesita ayuda profesional y no son casos fáciles de resolver. El argumento que más la mortificaba era el siguiente: "Si él está enfermo, lo que necesita es ayuda y no abandono. ¿Por qué no seguir intentándolo hasta convencerlo?" Porque el marido no era una santa paloma y cada vez se volvía más peligroso. Una cosa es la explicación de por qué el hombre se comportaba de esa forma (describir los hechos) y otra la justificación ética de tal o cual comportamiento. La enfermedad del esposo de mi paciente, sin duda, podía explicar en parte la conducta obsesiva, pero no había ningún tipo de justificación para el maltrato psicológico. Hitler también estaba enfermo y muchos asesinos en serie lo están, ¿que no es lo mismo? Pues, en esencia, son parecidos. Los que han vivido bajo un régimen de tortura psicológica saben de lo que hablo. La enfermedad de los celos no exime de responsabilidad a quien la padece, porque muchas de estas personas saben que necesitan ayuda y no quieren aceptarla. ¿Acaso un crimen pasional motivado por los celos debe quedar exonerado moralmente? En el caso de mi paciente, el cuestionamiento era obvio: ¿arrepentirse de qué? Había que salvarse, ésa era su primera obligación: "el ser para sí". Pero aun con la evidencia a favor y la cruda realidad del maltrato, una duda continuaba mortificándola: "¿Y si le hubiera dado otra oportunidad?" Olvidaba que la "última oportunidad" venía dándose todos los días desde hacía casi dos años.

Precisamente, poner un límite racional, amparado en la dignidad u otros derechos, es lo que nos garantiza no entrar en el ciclo interminable de disculpas y disculpados.

No niego que haya ocasiones en que la pareja psicológicamente enferma acepte un tratamiento profesional y se produzca una cura significativa, como suele ocurrir en muchos casos de depresión. Sin embargo, para que este proceso se lleve a cabo exitosamente deben darse al menos dos condiciones: primero, pedir ayuda lo antes posible para evitar dañar al otro y, segundo, la persona con el trastorno debe aceptar el tratamiento de manera comprometida y seria.

Cuando le pregunté a mi paciente qué extrañaba de su relación, me dijo: "Los momentos buenos". Entonces le pedí que hiciéramos una lista de los "momentos buenos" y los "momentos malos" en los últimos cuatro meses. Los primeros quedaron consignados en media página y los segundos en nueve tamaño carta. Perdemos el norte fácilmente, la mente nos traiciona e inventamos situaciones que no existen o magnificamos e idealizamos aquéllas que fueron satisfactorias. En una cita, al verla con tantas dudas, le pregunté:"¿Piensas volver con él?" Su respuesta fue: "Por ahora no, quizás más adelante, cuando se tranquilice todo" ¿Qué hace ante la testarudez afectiva? Realismo en cantidades industriales, ver la que es, ser valiente, aguantar el dolor. y. no dejar que la mente caiga en uña desviación optimista.

Dos arrepentimientos típicos anticipados que pueden presentarse son:

"¿Y sí lo extraño?” Vas a romper tu relación porque no te conviene, no porque lo dejaste de querer. Duele, pero no mata. Al cabo de un tiempo, el corazón se estabiliza. Hasta las relaciones afectivas más terribles tienen "algo" bueno, así que es normal extrañar alguna cosa de la relación. Sin embargo, es más importante el inventario costo/beneficio que los hechos puntuales agradables. Como dije antes, las cosas buenas no tapan las malas, sobre todo si estas últimas afectan los principios y la autorrealización.

"¿Y si me siento culpable?” Piensa bien cómo es tu relación, toda la relación y no sólo pedazos aislados. Escribe lo que hiciste y lo que dejaste de hacer. Vuelve a los hechos. Nunca olvides que el límite es el autoréspeto.

Hay que enfrentar la culpa: ¿Violaste algún derecho de tu pareja intencionalmente? Si es así, remordimiento y reparación, pero si no, a vivir de nuevo y mejor.

Siempre hay posibilidades de que te arrepientas, por eso, cualquier decisión que tomes debe ser reflexionada y razonable. Deliberación seria y profunda, pro y contra, sin autocompasión ni autoengaño. Eso es lo que se requiere.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

martes, 18 de mayo de 2021

LAS VIEJAS MANERAS DE HACER LAS COSAS


 

EL ABANICO


He oído que en tiempos remotos, un buhonero de abanicos de mano solía pasar a diario frente al palacio de un rey, vociferando acerca de lo excepcionales y estupendos que eran los abanicos que tenía a la venta. Proclamaba que nunca nadie había fabricado ni visto abanicos como estos.

El rey tenía una colección de todo tipo de abanicos provenientes de todos los rincones del planeta. Sintió curiosidad y salió al balcón para ver al vendedor de tan extraordinarios y estupendos abanicos. Sin embargo, le pareció que los abanicos eran corrientes, a lo más, que valdrían una rupia cada uno, pero hizo llamar al hombre.

El rey preguntó: ‘¿Por qué son tan extraordinarios estos abanicos y cuál es su precio?’ El buhonero respondió: ‘Su Majestad, el precio no es muy alto. En comparación con la calidad de estos abanicos el precio es muy bajo. Cien rupias cada abanico’.

El rey estaba asombrado. ¿Cien rupias? Estos abanicos que valen una rupia cada uno, pueden encontrarse en todas partes... y pides cien rupias por cada uno? ¿Qué tienen de especial estos abanicos?’

El hombre dijo: ‘¡La calidad! Cada abanico está garantizado durante cien años. No se estropearán ni siquiera en cien años’.

‘Si me baso en su aspecto, parece imposible que duren ni siquiera una semana. ¿Estás tratando de engañarme? ¿Es esto un fraude total? ¿Y además al rey?’

El buhonero replicó: ‘¡Mi Señor! ¿Cómo me atrevería? Usted sabe muy bien, Señor, que paso diariamente bajo su balcón vendiendo abanicos. El precio es de cien rupias por abanico y me hago responsable si no dura cien años. Me puede encontrar todos los días en la calle. Y además, es el soberano de estas tierras, ¿cómo podría estar a salvo si lo engaño?’

El abanico fue comprado por el precio solicitado. Aún cuando el rey no confiaba, se moría de curiosidad por saber en qué se basaba el buhonero para hacer esas afirmaciones. Se le ordenó al hombre que se presentara después de siete días. La varilla central se desprendió en tres días y el abanico se desintegró antes de una semana.

El rey estaba seguro de que el hombre de los abanicos nunca se presentaría nuevamente. Sin embargo, para su completa sorpresa, el hombre se presentó por su propia voluntad tal como se le había requerido: a tiempo, al séptimo día. ‘A su servicio, su Señoría!’

El rey estaba furioso: ‘¡Canalla! ¿Eres un bobo? Mira, ahí está tu abanico, todo roto. Este es el estado en que se encuentra después de una semana y tú me garantizaste que duraría cien años. ¿Estás loco o eres un gran timador?’

El hombre replicó humildemente: ‘Con las debidas excusas, parece ser que mi Señor no sabe utilizar un abanico. El abanico debe durar cien años. Está garantizado. ¿Cómo lo utilizó?’

El rey le dijo: ‘¡Dios mío! ¡Ahora también deberé aprender a utilizar un abanico!’

‘Por favor no se enfade. ¿Cómo llegó el abanico a este estado en siete días? ¿Cómo lo utilizó?’

El rey tomó el abanico y le mostró la forma según la cual uno se abanica.

Y el hombre dijo: ‘Ahora comprendo el error. No ha de abanicarse de esa forma’.

‘¿Qué otro método existe para abanicarse?’ El hombre le explicó: ‘Sostenga el abanico; manténgalo inmóvil frente a usted y luego mueva la cabeza de un lado a otro. El abanico durará cien años. Puede que usted muera, pero el abanico seguirá intacto. El abanico no tiene nada malo. Su forma de abanicarse es la que está equivocada. Mantenga la cabeza inmóvil y agite el abanico. ¡Qué culpa tiene mi abanico! La culpa es suya, no de mi abanico’.


Bibliografía: 
Del Sexo a la Superconsciencia
Osho
Fotografía de internet

lunes, 17 de mayo de 2021

DESEOS INCUMPLIDOS


 

DISOLVER EL SUFRIMIENTO


 

LA FÓRMULA DE LA FELICIDAD


¿Cuál es el quid? Bueno, hay muchas maneras de presentar la fórmula; yo te daré la más 
sencilla que pude encontrar. Voy utilizar las palabras del viejo Buda. ¿Por qué lo elegí a él? Porque su fórmula es la más sencilla de todas y él la enuncia con límpida claridad.

Aunque no estés de acuerdo con ella, no puedes dejar de comprenderla. Dice así: "El mundo está lleno de sufrimiento; la raíz del sufrimiento es el deseo; la supresión del sufrimiento es la eliminación del deseo." ¡Oh, imagino tu cara! Es hermoso lo que sucede: estás pensando...¡Eso es magnífico! , ¡es magnífico! ... Y estás pensando equivocadamente...¡Eso es horrendo! Sin embargo, ¿no es maravilloso?

Porque bien sé cómo yo reaccionaba ante esto. Me decían:

-"El mundo está lleno de sufrimiento.. "

-¡Magnífico, correcto, de acuerdo!

-"...la raíz del sufrimiento es el deseo. . . "

-¡Bueeeno.. ! ¿Correcto? ¿Qué conclusión sacarán otros?

-“. . .la supresión del sufrimiento es la eliminación del deseo.”

-¿Entonces voy a ser un vegetal? Quiero decir: ¿cómo podremos vivir sin deseos?

Así pensaba yo. ¿Lo comprendes?

- Entiendo, entiendo..



Extracto del libro:
Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Fotografías tomadas de Internet

domingo, 16 de mayo de 2021

LO QUE LA MENTE NO PUEDE DARTE


 

6. AUSENCIA DE BENEVOLENCIA


Había una anciana en China que había ayudado a un monje durante 
más de veinte años. Había construido una pequeña cabaña para él y le había alimentado mientras él meditaba. Finalmente, se preguntaba qué progreso había hecho su protegido en todo ese tiempo.

Para averiguarlo, consiguió la ayuda de una muchacha muy ardiente.

«Ve y abrázalo», le dijo, «y entonces pregúntale de repente: “¿Y ahora qué?”».

La muchacha llamó al monje y sin muchos preliminares empezó a acariciarlo, preguntándole qué iba a hacer al respecto.

«Un viejo árbol crece en una fría roca en invierno», respondió el monje de un modo un tanto poético. «En ningún lugar hay calor».

La joven regresó y contó lo que él había dicho.

«¡Pensar que lo he estado alimentando durante veinte años!», exclamó la anciana con rabia. «No ha mostrado ninguna consideración hacia tu necesidad, ninguna disposición a explicar tu condición.

No tenía que responder necesariamente a la pasión, pero por lo menos podía haber mostrado algo de compasión».

Al momento se dirigió a la cabaña del monje y la incendió.



Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet
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