Cuando puse un pie en el recinto de la prisión esta mañana caminaba de forma muy consciente. Me di cuenta de que la calidad del aire era idéntica a la calidad del aire fuera de él. Cuando miré hacia el cielo, era exactamente el mismo que el cielo de fuera. Cuando miré el césped y las flores, también me parecieron idénticos al césped y a las flores de fuera. Cada paso que di me aportaba la misma clase de solidez y libertad que había experimentado fuera. No hay nada que pueda impedir que practiquemos con éxito y que esto nos dé libertad y solidez.
Cuando caminen, inhalen y, dando dos o tres pasos, pronuncien el nombre de un ser querido, el de alguien que les pueda aportar un sentimiento de frescura, compasión, y amor. Pronuncien su nombre cada vez que den un paso. Supongamos que pronuncio el nombre David. Inhalando y dando un par de pasos, digo «David, David» calladamente. Al pronunciar su nombre, David estará conmigo. Caminará en paz y libertad al mismo tiempo que yo. Cuando exhalo, doy dos pasos más y digo «Estoy aquí, estoy aquí». Estoy enteramente concentrado en los actos de caminar y respirar. Mi mente no está pensando en nada más.
Pueden llamar a la Tierra. «Tierra, Tierra. Estoy aquí, estoy aquí». La Tierra es nuestra madre y siempre está aquí para nosotros. Ella nos ha producido, nos ha dado la vida y ella nos acogerá y nos volverá a traer una y otra vez, innumerables veces. Por tanto, cuando digo «Tierra», llamo a la consciencia que es el fundamento de mi ser. «Estoy aquí, estoy aquí». Si practican de esta manera unas pocas semanas o unos pocos meses, se empezarán a sentir mucho mejor.
La práctica tiene por objeto conectar con elementos maravillosos que llevan dentro, que nos renuevan y sanan. Sin consciencia plena en nuestra vida diaria tendemos a dar cabida a elementos dañinos para nuestro cuerpo y nuestra consciencia. El Buda dijo que nada puede sobrevivir sin alimento; nuestra tristeza y nuestra desesperación tampoco.
Si nos desesperamos es porque hemos alimentado nuestra desesperación. Si estamos deprimidos, el Buda recomienda que examinemos a fondo la naturaleza de nuestra depresión para determinar la fuente del alimento que empleamos para nutrirla. Una vez que la fuente de los nutrientes ha sido determinada, interrúmpanla y la depresión desaparecerá en una semana o dos.
Sin consciencia plena en nuestra vida diaria alimentamos nuestra ira y desesperación mirando o escuchando cosas muy tóxicas que nos rodean. Consumimos muchas toxinas cada día; lo que vemos en la televisión o leemos en revistas puede nutrir nuestra ira y desesperación. Pero si inhalamos y exhalamos conscientemente y nos damos cuenta de que no son las clases de cosas que queremos consumir, dejaremos de consumirlas. Vivir conscientemente significa cesar de ingerir estas clases de venenos. En vez de esto decidan mantenerse en contacto con lo que hay de maravilloso, renovador, y sanador en su entorno.
Extracto del libro:
Sea libre donde esté
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
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