viernes, 12 de febrero de 2021
EL CAMINO DEL ZEN
Seis siglos antes del nacimiento de Cristo, un joven príncipe llamado Gautama Siddharta vivió en un palacio en las laderas del Himalaya en lo que hoy se conoce como Nepal. De acuerdo a la leyenda, llevaba una vida opulenta y protegida hasta el día en que abandonó el palacio por primera vez. Mientras viajaba con un sirviente, vio a una anciana y descubrió que la gente envejecía y declinaba. Vio a un niño enfermo y aprendió sobre la existencia de las enfermedades. Encontró una procesión funeraria y por primera vez se enfrentó a la muerte.
Finalmente encontró a un mendigo medio desnudo pero sonriente. "¿Cómo puede este hombre sonreír ante tanta miseria?" preguntó Gautama a su sirviente. "Sonríe porque es un hombre santo, es un ser instruido en el alma", replicó el sirviente. La paz de su mente se hizo pedazos, con una añoranza por liberarse de los sufrimientos del mundo exterior y una incontenible sensación de destino. Gautama renunció a su patrimonio y abandonó el palacio en busca de la instrucción.
Durante siete años vagó sin rumbo fijo por la India sin ningún éxito. Finalmente se sentó bajo una higuera cerca de Gaya y juró permanecer ahí sentado hasta lograr la instrucción. Al séptimo día abrió los ojos, vio la estrella de la mañana y tuvo un gran despertar en el que logró por fin conocer la realidad verdadera. Libre de todo dolor e ilusión mundana, se había convertido en el Buda, el instruido, y durante los siguientes cuarenta y nueve años, viajó por toda la India predicando la doctrina que es el fundamento del Budismo.
Buda enseñó que el ego, o "el propio ser", es la causa de todos los sufrimientos. En su desesperada búsqueda del confort y la seguridad nos aprisiona en un círculo vicioso de alegría y dolor, ya que el confort y la seguridad no son más que ilusiones. En un esfuerzo por promover su existencia por separado, este ser ambicioso nos aleja de nuestra condición original de unidad con lo absoluto y nos condena a una vida de engaño.
Tratamos de aminorar el dolor de la separación de nuestra propia naturaleza recurriendo a lo que Buda llamó los "cinco ladrones": el sexo, la glotonería, la búsqueda de una posición, la ambición y la locura. Nos refugiamos en la actividad más profundamente insignificante. Desafiamos al intelecto y denigramos lo místico. Buscamos, pero nunca sabemos por qué el intelecto no sirve para encontrar la verdad absoluta. Estamos en desacuerdo con el cosmos porque experimentamos la vida a través de un velo de dualidad, que discrimina en forma equívoca entre el sujeto y el objeto, entre la mente y el cuerpo, entre el observador y lo observado.
Nacemos libres del engaño, pero al irnos "educando" paulatinamente, el ser interior crece, se apodera del control y nos aisla de nuestra verdadera naturaleza.
Por medio del zazen, una forma especial de sentarse a meditar, y del samen, un debate entre maestro y estudiante, el Zen nos despierta de nuestro "trance cultural", hace callar al propio ser y nos hace volver a nuestro estado de gracia original.
Buda no dejó nada escrito. Tras su muerte sus discípulos transmitieron sus enseñanzas de forma oral, pero eventualmente se recopilaron escrituras, se ordenaron monjes y monjas y surgieron monasterios por toda la India. El Zen, una escuela budista fuertemente influenciada por el Taoismo, se desarrolló en China en el siglo VI d.C, y con el tiempo fue llevada al Japón (Zen es la palabra japonesa que sirve para describir "meditación"). A principios de este siglo, Zen se había arraigado en el Occidente, donde ha florecido desde finales de la Segunda Guerra Mundial.
El canto del zen
Zen to Go
Jon Winokur
Fotografía tomada de internet
jueves, 11 de febrero de 2021
CUENTO ZEN #19
Hijo, cuando camino o estoy en reunión dejo de ver los cuerpos y comienzo a mirar sus esqueletos. Los veo caminar, reírse, gesticular, pero son solamente huesos no cuerpos humanos. Cuando le doy la mano a alguien, estrecho sus huesos. Verás que con este ejercicio vas logrando concentración en lo que haces. Es hasta entretenido.
Tomado del libro:
Cuentos Zen para la Vida Diaria y los Negocios
Diálogos para una aproximación zen a una vida plena
Mariano Merino
Fotografía tomada de internet
23.EMOCIONES, SENTIMIENTOS Y NORMALIDAD I.
Según el criterio estadístico se entiende por normalidad un estereotipo, un robot, un programa corriente y vulgar construido matemáticamente con los rasgos más comunes, los de las mayorías de sujetos.
Las emociones, los sentimientos, no son ya separables de los nombres, las sensaciones, los significados porque son cómputos estándar, civilizados, culturizados por mestizajes sobrenadantes y limitados para ser reconocidos y repetidos para poder “entendernos” y también para continuar la programación condicionada y condicionadora de las generaciones siguientes.
Emparedados entre el Bien y el Mal, el criterio moral y ético del hacer bien y hacer mal las cosas, de ser buenos o ser malos y para ser premiados o castigados se repite tradicionalmente. Esta es la agobiante limitación dualista que imponen los Egos sobre pensamientos, emociones, sentimientos, hechos…
Las emociones básicas e instintivas, han sido canalizadas y desviadas en gran parte, mal elaboradas, neurotizadas por el adiestramiento, instrumentado por el medio, los prejuicios, los símbolos, las supersticiones creadoras de un modelo ideal y admirable al que imitar e identificarse.
Bibliografía:
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet
miércoles, 10 de febrero de 2021
EL SIGNIFICADO DE TODO ES EL SIGNIFICADO QUE YO LE DOY
Al afrontar cualquier vivencia, hay una fórmula, un proceso, mediante el cual tú puedes avanzar hacia la Maestría. Sólo declara lo siguiente:
1. Nada en este mundo es real.
2. El significado de todo es el significado que yo le doy.
3. Yo soy quien yo digo que soy, y mi vivencia es la que yo digo que es.
Ahora ya estamos preparados para el segundo paso. Si nada de lo que veo es real, ¿qué significa todo, entonces? Es otra pregunta buena y oportuna, y su respuesta es la siguiente: el significado de todo es el significado que tú le des.
Este segundo paso te pone firmemente al mando de tu vivencia. Puede que no hayas cambiado nada de tu realidad externa; pero recuerda: lo que nos proponemos cambiar es la vivencia de esta realidad.
Tú, y sólo tú, decides lo que significa para ti cualquier cosa. Tú, y sólo tú, eliges lo que importa y lo que no importa, lo que es «bueno» y lo que es «malo», lo que «está bien» y lo que «no está bien». Tú, y sólo tú, decides si vas a reaccionar a algo de manera positiva o de manera negativa; o bien, cosa interesante, si no vas a reaccionar en absoluto. Tienes todo el control de tus emociones.
Tus sentimientos son los que tú quieras que sean.
Quizá protestes, diciendo: «¡No es verdad! Yo no quiero sentirme mal; simplemente, me siento mal». Pero esto no es así, y cuanto antes lo entiendas, antes llegarás al dominio de tu vida diaria. Sí quieres sentirte mal; de lo contrario, no te sentirías mal. El secreto consiste en observar profundamente el momento para ver por qué quieres sentirte mal. La respuesta a esta pregunta abre las puertas de todo.
Lo repito: tú decides, y sólo tú decides, lo que significa algo para ti, y cómo vas a reaccionar a ello. Sin embargo, la mayoría de las personas toman esta decisión basándose en sentimientos, vivencias, interpretaciones y deseos pasados, o bien en temores, aprensiones, aspiraciones o deseos para el futuro.
Nada de esto tiene nada que ver con lo que está pasando aquí mismo, ahora mismo.
La idea, que dejó clara con tanta brillantez Eckhart Tolle en El poder del ahora, es mantenerse en el momento. No «futurices» y no «pasadices». Yo he llegado a ver en mi propia vida el verdadero poder que se encierra en esto.
Cuando «vengo de ayer» suelo superponer sobre las cosas que están pasando ahora mismo unos significados que no se encuentran inherentemente en esas cosas, sino que yo los pongo allí a consecuencia de algún pensamiento previo, procedente de mi pasado, sobre las cosas o sobre algo semejante a ellas.
(Un buen ejemplo podría ser ir al dentista.)
Cuando «vengo de mañana», superpongo sobre los sucesos de hoy una idea sobre algún futuro imaginado (y, habitualmente, sobre algún temor imaginado). Es posible que estas realidades futuras no se cumplan nunca (de hecho, mi vida me ha demostrado que rara vez se cumplen), pero lo que sí suelen hacer es echar a perder toda posibilidad que tuviera yo de beneficiarme al máximo de la vivencia del momento.
Sólo cuando salgo de mi pasado y cuando me mantengo apartado de mi futuro puedo vivir de verdad lo que está pasando aquí mismo, ahora mismo, dentro de ese mismo contexto: lo que está sucediendo verdaderamente en el momento presente. Y, libre de interpretaciones del pasado y del futuro, puedo asignar a ese suceso cualquier interpretación que desee.
Ésta ha sido la lección más liberadora que he aprendido en mi vida.
Cuando la aprendí, comprendí por fin que mi vivencia de todo lo que sucede transcurre en mi mente. Puedo mirar los hechos cara a cara y elegir ser lo que yo quiera ser respecto de ellos. Puedo «estar bien» o puedo elegir «no estar bien».
Puedo estar «feliz» o puedo elegir estar «infeliz». Puedo estar «optimista» o «temeroso», «poderoso» o «impotente», «completo» o «incompleto», «destrozado» o «reavivado».
La decisión es sólo mía. El significado de todo es el significado que yo le doy.
Del libro:
Dios es felicidad
Convierte tu vida en una experiencia extraordinaria
Neale Donald Walsh
Foto tomada de internet
martes, 9 de febrero de 2021
ESTA NOCHE LE PIDO PERDÓN A MI MUJER
Un hombre le decía a su amigo: ‘Me he decidido. Es hora de cambiar. Nunca más voy a mirar a otra mujer. Esta noche voy a confesarme con mi esposa y a pedirle perdón’. El amigo le contestó: ‘Me alegra oírlo. Ya era hora de que lo hicieras’.
Esa noche lo que más le dolió a su esposa fue su confesión y exigió saber quién era la que le había robado el afecto de su marido. ‘Fue la rubia en la oficina de correos?’ ‘Lo siento’, respondió él cortésmente, ‘No lo voy a decir’. Su esposa continuó: ‘Apuesto que fue esa modelo que vive en la otra calle’. Él guardó silencio. ‘Ya sé quién fue: la morena del Dragón Verde’. ‘Lo siento. No te lo puedo decir’. ‘Está bien’, contestó la esposa con furia. ‘Si no me dices quién fue, no te perdonaré’.
Al día siguiente, de camino al trabajo, el hombre vio a su amigo. ‘Entonces’, le dijo el amigo con expectación. ‘Te perdonó?’ ‘No’, le respondió. ‘Pero me dio tres buenos contactos’.
FUENTE: OSHO: ‘El Hombre que Amaba las Gaviotas y Otros Relatos’, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2003, ISBN 958-04-7279-3, Pag. 257
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