viernes, 6 de marzo de 2020

VERSOS GEMELOS (PAR #10)


19. Por mucho que alguien hable de lo que es beneficioso, si no lo pone en práctica, es negligente, como un pastor que cuenta los rebaños de otros; uno no tiene participación en la espiritualidad.

20. Si alguien habla poco de lo que es beneficioso, el que actúa con la verdad es auténtico; habiendo abandonado la lujuria, el resentimiento y los disparates, provisto de una adecuada visión interior, con el espíritu liberado, desprendido de este mundo o del próximo, tiene participación en la espiritualidad.

El Avatamsaka-sutra, o Escritura del ornamento floral, asemeja a aquellos que no practican lo que predican a los contables mezquinos, a los músicos sordos y a los artistas ciegos.




Extracto del libro:
Dhammapada Buda
Imágenes tomadas de Internet

NOS GUSTA AFERRARNOS


jueves, 5 de marzo de 2020

GANAR EL MUNDO Y PERDER EL ALMA


4.HAZLO TÚ MISMO.


Uno de los aspectos más interesantes, convincentes y apasionantes del método Budista Zen es que el propio sujeto despertará con sus propios esfuerzos y, claro es, siguiendo las Instrucciones. Es una colaboración íntima con su Propia Naturaleza.

Uno mismo se hace cargo de sí, después de haber responsabilizado a la familia, la escuela, la sociedad… Ahora le toca a uno mismo coger las riendas, hacerse cargo (cargar con el propio cadáver, decimos en el Zen) de sí. Se trata de un test, un compromiso propio frente a la debilidad y el abandono.

Decimos: “el que se para, separa”, el que se detiene, no pasa. A la Toma de Refugio (ponerse bajo el paraguas del Zen) lo llamamos la Entrada en la Corriente (de la Enseñanza). El trabajo está en remar y remar hacia la otra orilla y una vez allí, abandonar la barca.

Gya tei-Gya tei ara Gya tei… Sowa ka.




Bibliografía: 
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet

lunes, 2 de marzo de 2020

VIVE COMO LAS AVES DEL CIELO


EL CRISTITO


Dormía poco o nada la Niña María. La luz primera de cada día recortaba las montañas y ya la Niña María estaba clavada de rodillas, susurrando rezos ante el altar. 

En el centro del altar reinaba un pequeño Cristo moreno. El Cristito tenía pelo de gente, pelo negro de la gente del lugar. Milagros casi no hacía, poca cosa, algún milagro que otro, muy de vez en cuando, para no perder la mano, pero los lugareños frecuentaban mucho a ese hijo de Dios que tanto se les parecía, y él aliviaba a los lastimados, consolaba a los solos y escuchaba a los pesados. A él acudían los latosos más aburridores del valle de Conlara y de sus inmediaciones, y el Cristito les aguantaba el quejerío con cristiana paciencia. 

La Niña María vivía a la mala, se la comía la mugre, pero ella bañaba al Cristito con agua de manantial, lo cubría con las flores del valle y le encendía las velas que lo rodeaban. Ella nunca se había casado. En sus años mozos, se había hecho cargo de sus dos hermanos sordomudos. Después, había consagrado su vida al Cristito. Pasaba los días cuidándole la casa, y por las noches le velaba el sueño. 

A cambio de tanto, ella nunca había pedido nada. 

A los ciento tres años de su edad, pidió. 

Quiere vivir ­opinaron algunos. 

Quiere morir ­aseguraron otros. 

La Niña María nunca dijo el favor, pero contó la promesa: 

Si el Cristito me cumple ­dijo­, lo tiño de rubio.




Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
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