jueves, 21 de noviembre de 2019

DAR PARA RECIBIR


Había un árabe llamado Beremis Samir, que podía hacer cualquier cosa con los números. Un día iba de viaje y halló, a mitad del camino, a tres hombres que discutían acaloradamente frente a un lote de camellos. Beremis se detuvo y les preguntó el motivo de la controversia, y uno de ellos le respondió:

-Somos hermanos y recibimos estos treinta y cinco camellos como herencia de nuestro padre que acaba de fallecer. Yo, porque soy el mayor, debo quedarme, conforme a la voluntad del finado, con la mitad de los animales. Este, que es el segundo, debe recibir la tercera parte. Y aquel, el menor, la novena parte.

Entonces otro de los hermanos dijo:

-¡Pero es imposible hallar la mitad exacta, y más aún la tercera y la novena partes de treinta y cinco!

Beremis Samir pensó un instante y luego, desmontando de su propio camello, lo agregó al lote de los que habían heredado los hermanos. Ellos se quedaron sorprendidos por la generosa actitud del viajero, pero aguardaron en silencio a que se explicara. Y así lo hizo, en efecto:

-Agregando mi camello a los de ustedes, hay treinta y seis. De modo que toma la mitad que te corresponde -y separó dieciocho camellos para el mayor de los hermanos.

Volviéndose al segundo, prosiguió:

-Te corresponde la tercera parte. Habiendo treinta y cinco camellos, no era posible que la recibieras, pues la tercera parte de treinta y cinco es once y pico, y los camellos no tienen pico. Pero ahora, con el camello que agregué, son treinta y seis. Ten: ahí van tus doce camellos, la tercera parte de treinta y seis.

Quedaba el hermano menor.

-A ti, según el testamento de tu padre, te corresponde la novena parte del lote. La novena parte de treinta y seis es cuatro: toma tus cuatro camellos.

Entonces, Beremis Samir hizo cuentas:

-Tú has recibido dieciocho camellos, tú doce y tú cuatro, más de lo que les correspondía, por ser la herencia de treinta y cinco camellos. Ahora sumemos: dieciocho más doce, treinta. Más cuatro, treinta y cuatro. Quiere decir que de los treinta y seis camellos, sobran dos. Uno es el que yo puse. Y el otro, el que me corresponde por haberlos ayudado a obtener lo que les correspondía -y dejando a todos los hermanos contentos, se fue con los dos camellos.

La moraleja que se descubre en este cuento es que todo cuanto damos a otros se entrega a título provisional, porque siempre la vida nos lo devuelve con creces. Si los egoístas supieran las ventajas que reporta la generosidad, serían generosos por puro egoísmo.



Extracto del libro:
La culpa es de la vaca 1a parte
Lopera y Bernal
Fotografía de Internet

SENTIMIENTOS AISLADOS


miércoles, 20 de noviembre de 2019

LA HISTORIA DE ANATHAPINDIKA


Anathapindika, que vivió hace 2.600 años, fue uno de los primeros seguidores del Buda. Era un hombre de negocios muy generoso que dedicaba parte de su tiempo y energía a ayudar a los pobres de su ciudad. Entregó parte de su riqueza a los pobres, pero eso no le hizo menos rico. Fue muy feliz. Tuvo muchos amigos y fue muy amado por todos ellos. 

A Anathapindika le gustaba mucho servir al Buda. Empleó su riqueza para comprar un parque y crear un centro donde el Buda y sus monjes pudiesen practicar. Ese lugar, conocido como arboleda de Jeta, acabó convirtiéndose en un famoso centro de práctica al que la gente acudía semanalmente para escuchar las charlas impartidas por el Buda. 

Un día, el Buda se enteró de que su querido discípulo Anathapindika estaba muy enfermo. Fue a visitarle y le invitó a prestar atención, mientras estaba en cama, a la respiración. Luego encargó a Shariputra, buen amigo de Anathapindika, la misión de cuidar de él durante su enfermedad. 

Shariputra acudió acompañado de su hermano, el joven monje Ananda, a visitar a Anathapindika. Cuando llegaron, Anathapindika estaba tan débil que no pudo incorporarse para darles la bienvenida, y entonces Shariputra dijo: «No, amigo mío, no lo intentes. Sigue tranquilamente tumbado. Acercaremos unas sillas y nos sentaremos junto a ti». 

Lo primero que Shariputra le preguntó fue: «¿Cómo te sientes, querido Anathapindika? ¿Empeora el dolor de tu cuerpo o ha empezado a atenuarse?» La respuesta de Anathapindika fue la siguiente: «No, queridos amigos, el dolor no se atenúa, sino que está intensificándose». 

Cuando Shariputra escuchó eso, tomó la decisión de guiarle unos cuantos ejercicios de meditación. Siendo como era uno de los discípulos más inteligentes del Buda, Shariputra sabía muy bien que ayudar a Anathapindika a centrar su mente en el Buda, al que le gustaba servir, le resultaría muy útil. Quería regar las semillas de la felicidad de Anathapindika y sabía que hablar de las cosas que le habían hecho feliz en su vida podría regar las semillas positivas y reducir, en momentos tan críticos, su dolor. 

Shariputra invitó a Anathapindika a inspirar y espirar atentamente y a centrar su atención en sus recuerdos más felices: su entrega a los pobres, sus muchos actos de generosidad y el amor y la compasión que compartía con su familia y los discípulos del Buda. 

Pasados cinco o seis minutos, el dolor corporal que Anathapindika había experimentando disminuyó, al tiempo que las semillas de la felicidad en él se vieron regadas y sonrió. Regar las semillas de la felicidad es una práctica muy importante para los moribundos y los enfermos. Todos albergamos en nuestro interior semillas de felicidad y, en los momentos difíciles en que estamos enfermos o a punto de morir, un amigo debería acompañarnos para ayudarnos a conectar con esas semillas. De otro modo, las semillas del miedo, el resentimiento o la desesperación podrían desarrollarse y acabar convirtiéndose en grandes formaciones que nos desborden. 

Cuando Anathapindika sonrió, Shariputra se dio cuenta de que la meditación había dado sus frutos. Luego le invitó a continuar su meditación guiada diciendo: «Ahora, querido Anathapindika, ha llegado el momento de practicar contigo la meditación de los seis sentidos. Inspira y espira y practica conmigo». 

Estos ojos no son míos. Yo no estoy atrapado en estos ojos. Este cuerpo no es mío. Yo no estoy atrapado en este cuerpo. Yo soy la vida sin fronteras. La decadencia de este cuerpo no supone mi fin. Yo no estoy limitado a este cuerpo. 

Cuando alguien está a punto de morir, podemos quedarnos atrapados en la idea de que él es su cuerpo y de que la desintegración de su cuerpo es, por tanto, su propia desintegración. Todos tenemos mucho miedo a convertirnos en nada, pero la desintegración del cuerpo no afecta a la verdadera naturaleza de la persona que muere. Por eso es muy importante ser capaces de observar profundamente para ver que no estamos limitados a nuestro cuerpo. Cada uno de nosotros es la vida sin límites. 

Yo no soy este cuerpo. Yo no estoy atrapado en este cuerpo. Yo soy la 
vida sin límites. Yo no soy estos ojos. Yo no estoy atrapado en estos ojos. Yo no 
soy estos oídos. Yo no estoy atrapado en estos oídos. Yo no soy esta nariz. Yo 
no estoy atrapado en esta nariz. Yo no soy esta lengua. Yo no estoy atrapado en 
esta lengua. Yo no soy este cuerpo. Yo no estoy atrapado en este cuerpo. Yo no 
soy esta mente. Yo no estoy atrapado en esta mente. 

Luego invitó a Anathapindika a meditar en los objetos de los seis sentidos. El moribundo puede quedarse atrapado en las formas, los sonidos, el cuerpo, la mente, etcétera, e, identificándose con estas cosas y tomándose por ellas, creer estar perdiendo su yo. Estas meditaciones son para los moribundos un auténtico consuelo. 

Yo no soy las cosas que veo. Yo no estoy atrapado en lo que veo. Yo no 
soy los sonidos que escucho. Yo no estoy atrapado en lo que escucho. Yo no soy 
los olores que huelo. Yo no estoy atrapado en lo que huelo. Yo no soy los 
sabores que gusto. Yo no estoy atrapado en los sabores. Yo no soy el contacto 
con mi cuerpo. Yo no estoy atrapado en el contacto con mi cuerpo. Yo no soy 
estos pensamientos. Yo no estoy atrapado en estos pensamientos. 

Anathapindika conocía muy bien a estos dos monjes. Ambos eran discípulos muy queridos del Buda que se habían sentado junto a él para acompañarle y ayudarle, pese a estar gravemente enfermo, a llevar a cabo esa meditación. Entonces Shariputra le guió en la siguiente meditación sobre el tiempo: 

Yo no soy el pasado. Yo no estoy limitado por el pasado. Yo no soy el 
presente. Yo no estoy limitado por el presente. Yo no soy el futuro. Yo no estoy 
limitado por el futuro. 

Finalmente, cuando llegaron a la meditación de ser y no ser, de ir y venir, que es una enseñanza muy profunda, Shariputra dijo: 

Todo lo que emerge, querido amigo Anathapindika, se debe a causas y 
condiciones. Todo es de la naturaleza del no nacimiento y de la no muerte, del 
no llegar y del no partir. 

Cuando el cuerpo emerge, no viene de ningún lugar. Si las condiciones 
son suficientes, el cuerpo se manifiesta y lo percibes como existente. Cuando las 
condiciones dejan de ser suficientes, el cuerpo deja de percibirse y puedes 
pensar en él como inexistente. Todo, de hecho, es de la naturaleza del no 
nacimiento y de la no muerte. 

Cuando Anathapindika, que era un practicante muy sagaz, llegó a este punto, estaba muy conmovido y se dio perfecta cuenta de lo que sus amigos estaban proponiéndole. Y conectando entonces con la dimensión más allá del nacimiento y la muerte, se liberó de la idea de no ser más que un cuerpo. Se liberó de las nociones de nacimiento y muerte, de las nociones de ser y de no ser y fue capaz de recibir y entender el don de la ausencia de miedo. 

Todo adviene debido a una combinación de causas. Cuando las causas y condiciones son suficientes, el cuerpo se hace presente. 

Cuando las causas y condiciones dejan de ser suficientes, el cuerpo deja de estar presente. Y lo mismo podríamos decir con respecto a los ojos, los oídos, la nariz, la lengua, la mente, la forma, el sonido, los olores, el sabor, el tacto, etcétera. Y esto es algo que todos podemos, por más abstracto que parezca, entender profundamente. Para entender la verdadera naturaleza de la vida, debemos entender la verdadera naturaleza de la muerte. Mal podrás, si no entiendes la muerte, entender la vida. 

Las enseñanzas del Buda nos liberan del sufrimiento. El sufrimiento se deriva de la ignorancia de la verdadera naturaleza del yo y del mundo que nos rodea. Cuando no lo comprendes, tienes miedo, un miedo que te genera mucho sufrimiento. Por ello la enseñanza de la no muerte es el mejor de los regalos que puedes ofrecer, tanto a ti mismo como a los demás. 

Esta práctica importante, la práctica de la ausencia de miedo, implica ver profundamente para liberar el miedo profundo que siempre está ahí. Si no tienes miedo, tu vida será mucho más feliz y hermosa y podrás, como Shariputra hizo con Anathapindika, ayudar a muchas personas. La energía de la ausencia de miedo es la clave y el mejor fundamento de la acción social, de las acciones compasivas que protegen a las personas y a la tierra y el mejor modo de satisfacer tus necesidades de amar y ayudar. 

Es muy posible vivir felizmente y morir en paz. Y tenemos que hacerlo viendo cómo prosigue nuestra manifestación bajo otras formas. 

También podemos ayudar a otros a morir pacíficamente si en nosotros tenemos los elementos de la estabilidad y de la ausencia de miedo. 

Muchos tenemos miedo a dejar de ser y, debido a ese miedo, sufrimos mucho. Por ello el moribundo debe saber que somos una manifestación y una continuación de muchas manifestaciones. Y cuando sabemos que nacimiento y muerte no son más que nociones, dejamos de vernos afectados por el miedo al nacimiento y a la muerte. Esta comprensión puede liberarnos del miedo. 

Si sabemos cómo practicar y entrar en la realidad del no nacimiento y la no muerte, si entendemos que ir y venir no son más que ideas y si nuestra presencia es estable y pacífica, podremos ayudar al moribundo a no asustarse y no sufrir tanto. Entonces podremos ayudarle a morir en paz. Cuando realmente entendemos que no hay muerte, sino solo continuidad, podremos ayudarnos a vivir sin miedo y a morir en paz. Así fue como, en el último momento de su vida, Anathapindika recibió el mayor de todos los regalos, el regalo de la ausencia de miedo que le permitió morir tranquila y pacíficamente, sin dolor ni temor. 



Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

UN ANEXO DE LA PERSONA AMADA


martes, 19 de noviembre de 2019

GUIADOS POR EL MIEDO


PROPAGAR LA FRAGANCIA


Cuando Buda era desdichado se fue al bosque, huyó del mundo. ¿Qué ocurrió tras seis años? Cuando alcanzó el éxtasis regresó, volvió a la ciudad. Lo que había alcanzado había que compartirlo.

En medio de la desdicha eres como una semilla. En el éxtasis te transformas en flor y, naturalmente, has de propagar tu fragancia a los cuatro vientos.

También puedes verlo en tu vida, a pequeña escala. Cuando eres desgraciado cierras las puertas, no quieres ver a tus amigos. No quieres ir a ninguna parte, no quieres participar en nada. Dices: «Dejadme solo. Por favor, dejadme solo». Cuando alguien se siente sumamente desgraciado se suicida. ¿Qué significado tiene eso? ¿Qué es el suicidio? Es simplemente un esfuerzo por alejarse tanto del mundo que ya no se puede volver. Es llegar a la soledad absoluta, irrevocablemente, de modo que ya no puedes volver. En eso consiste el suicidio.

¿Sabes de alguien que se haya suicidado cuando era feliz, extático, cuando estaba bailando? No; cuando surge la danza, estallas, abres las puertas de par en par, llamas a tus amigos, a tus vecinos, y dices: «Venid. Voy a dar una fiesta. Vamos a bailar y a divertirnos. Tengo mucho que compartir y os lo quiero dar a vosotros». Y a quienquiera que llegue a tu puerta, lo recibes, le das la bienvenida. Todo el mundo es bien recibido cuando eres feliz. Cuando eres desgraciado, hasta los que antes eran siempre bienvenidos dejan de serlo.

Si bailas, la existencia entera se convierte en una danza. Ya es una danza. Los hindúes dicen que es un Ras-Leela: Dios está bailando, y alrededor de Dios las estrellas, la luna, el sol y la tierra.

Ésta es la danza que se da continuamente, pero no la conocerás hasta que aprendas las formas de bailar, el lenguaje del éxtasis.

Había un soldado en la Segunda Guerra Mundial que de repente soltaba el fusil en el campo de batalla, se precipitaba sobre cualquier trocito de papel, lo examinaba con avidez, y después movía la cabeza apenado mientras el papel caía revoloteando al suelo. En el hospital permanecía mudo, con su oscura e inexplicable compulsión. Deambulaba tristemente por la sala de psiquiatría, recogiendo trocitos de papel, cada vez con una esperanza evidente, seguida del inevitable rechazo.

Declarado inútil para el servicio, un día recibió la licencia del ejército, y al recoger el impreso, encontró su voz. «¡Esto es!», gritó extasiado.

«¡Esto es!»

El éxtasis es la libertad absoluta. Y entonces se grita de alegría: «¡Esto es! ¡Esto es! ¡Eureka! Lo he encontrado».

Y la ironía es que no hace falta ir a ninguna parte. Ya está ahí. Es tu núcleo mismo, tu ser. Si decides buscarlo, puedes encontrarlo ahora mismo. No tienes por qué retrasarlo ni un solo momento. Una intensa sed puede abrir la puerta. Una gran necesidad puede hacerte libre ahora mismo.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

lunes, 18 de noviembre de 2019

ENTERRARSE EN VIDA


CONTROLAR TODO


Muchas personas vienen a verme para decirme que les gustaría liberarse de la desdicha, pero no están dispuestas a pasar a un estado de descontrol. También quieren controlar la alegría. Siempre quieren controlar. Quieren ser siempre el amo, el jefe. Eso es imposible. El jefe tiene que marcharse. La alegría no estallará dentro de ti hasta que haya desaparecido todo control. La alegría no se somete a ningún control; es salvaje.

El éxtasis es salvaje; no puedes controlarlo. Tienes que perder todo control. Tienes que lanzarte al abismo, y es un abismo insondable. Caes y caes y nunca llegas al fondo porque la alegría no tiene fin. Es un proceso interminable, eterno. Y tan enorme que, ¿cómo vas a controlarlo? La sola idea parece absurda. Cuando bailes enloquecidamente, cuando cantes enloquecidamente, cuando sientas una alegría sin control, sin tu presencia, cuando tu alegría sea plena, desbordante, cuando te sientas inundado por ella y abandones todo control, verás un milagro. La vida y la muerte bailarán juntas, porque desaparecerá toda dualidad. Si tú estás dividido, aparece la dualidad. Si no estás dividido, desaparece la dualidad.

Cuando estás desdoblado, el mundo entero se desdobla. Es tu propio desdoblamiento lo que se proyecta en la pantalla del universo. Cuando no estás desdoblado, sino en un estado integrado, único, orgánico, orgásmico, desaparece toda dualidad. Entonces vida y muerte no son dos, dos opuestos, sino complementarios que bailan juntos, de la mano.

Entonces el bien y el mal no son dos: bailan juntos, de la mano. Entonces materia y consciencia no son dos. Eso es lo que ocurre en tu interior: el alma baila con el cuerpo; el cuerpo baila con el alma. No son dos. Son uno, absolutamente uno, manifestaciones de la unidad. El cuerpo no es sino el alma visible, y el alma no es sino el cuerpo invisible.

Y Dios no está allá arriba, en los cielos. Está aquí, ahora, en los árboles, las piedras, en ti, en mí, en todo. Dios es el alma de la existencia, el núcleo invisible más recóndito. Lo interior baila con lo exterior. Lo sublime baila con lo blasfemo. Lo sagrado baila con lo profano y el pecador con el santo.

En cuanto te haces uno, toda dualidad desaparece de repente. 

Por eso digo que una persona realmente sabia también es estúpida; tiene que serlo, porque la estupidez y la sabiduría bailan juntas. Y un verdadero sabio, un verdadero santo, es también un sinvergüenza; tiene que serlo, no se puede evitar. Dios y el diablo no son dos. ¿Os habéis parado a pensar en la palabra «diablo»? Deriva de la misma raíz que «divino»; son de la misma raíz, del sánscrito «diva», del que deriva «deva», y de ahí «divino» y «diablo».

En el fondo, el árbol es uno. Las ramas son muchas, moviéndose en diferentes direcciones y dimensiones; las hojas, millones. Pero cuanto más profundizas, llegas a un árbol único, uno solo.

Cuando bailas, todo baila contigo. Sí, el antiguo dicho es cierto: cuando lloras, lloras solo; cuando ríes, el mundo entero ríe contigo.

Cuando eres desdichado, estás separado de todo lo demás.

La desdicha te separa; la separación te hace desdichado. Ambas cosas van juntas; forman un solo paquete. Siempre que te sientes desdichado, de repente te separas. Por eso el ego no puede permitirse ser feliz, porque si eres feliz el ego deja de existir, dejas de ser alguien aparte. El egoísta no puede permitirse ser extático. ¿Cómo va a permitírselo? Porque en el éxtasis el ego no está. Es demasiado para él.

Prefiere seguir sufriendo. Provocará mil y una desdichas a su alrededor para seguir estando ahí. ¿Lo has observado? Cuando eres realmente feliz, tu ego desaparece. Cuando eres realmente feliz, sientes de repente una profunda unidad con el todo. Cuando eres desdichado quieres estar solo; cuando eres feliz quieres compartir.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet

domingo, 17 de noviembre de 2019

LA ALEGRÍA ES UNA LOCURA


Antes iba a nadar a un río, y me encantaba. Siempre que volvía, me observaba un vecino mío y se daba cuenta de que estaba en éxtasis. Un día me preguntó:

-¿Qué ocurre? Siempre te veo ir al río, y te pasas allí horas nadando.

También voy a ir yo, porque pareces muy feliz.

Yo le dije:

-Por favor, no vayas. No lo entenderás, y el río se pondrá muy triste.

No, no vayas, porque tu motivación será una barrera. Nadarás, pero estarás esperando a que te inunde esa sensación de felicidad. Nunca te ocurrirá, porque sólo ocurre cuando no eres.

Nadar puede ser meditación, como correr... cualquier cosa puede ser meditación si tú no eres. El éxtasis es algo del corazón, de la totalidad.

Con «corazón» me refiero a la unidad orgánica, total.

Y baila hoy, no mañana. Que la danza sea aquí y ahora, y que venga de tu totalidad. Abandónate; emborráchate.

Sí, la alegría es una locura, y sólo los locos pueden permitírsela. La persona cuerda, normal y corriente, es tan lista, tan astuta y calculadora que no puede permitirse la alegría, porque no la puede controlar. Igual que he dicho que la sociedad no puede controlar a una persona alegre, he de decir lo siguiente: que no puedes controlar tu alegría, no puedes controlar tu éxtasis. Si quieres seguir manteniendo el control, nunca serás alegre, sólo desdichado. Sólo la desdicha puede ser controlada, por la sociedad o por ti.



Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet
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