lunes, 25 de febrero de 2019
domingo, 24 de febrero de 2019
ESTÁ EN MI NATURALEZA MORIR
Está en mi naturaleza morir.
No puedo escapar a la muerte
Este es el tercer recuerdo: «Inspiro y sé que está en mi naturaleza morir. Espiro y sé que no puedo escapar a la muerte». Este es un hecho simple y verdadero al que nos resistimos. Queremos que este hecho se olvide, porque tenemos miedo. Es doloroso mirar profundamente en su interior, pero la muerte es una realidad a la que deberemos enfrentarnos. La mente subconsciente siempre está tratando de olvidarla porque, cuando conectamos con ese miedo sin contar con la energía de la plena consciencia, sufrimos. Nuestro mecanismo de defensa nos empuja a no querer saber nada de ello y olvidarlo, pero en el trasfondo de nuestra mente siempre se oculta el miedo a la muerte.
Cuando asumamos de verdad que un buen día (quizás más pronto de lo que nos gustaría) moriremos, no nos avergonzaremos haciendo cosas ridículas para mantener la ilusión de que viviremos indefinidamente. Contemplar nuestra mortalidad nos ayuda a focalizar nuestra energía en la práctica de transformarnos y curarnos a nosotros mismos y al mundo.
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
sábado, 23 de febrero de 2019
EL VELORIO
Asunción Gutiérrez había muerto en Managua, el día que cumplió un siglo de vida, y fue velada en su casa de la comarca Aranjuez por una multitud de parientes y vecinos.
Ya hacía rato que los dolientes habían pasado de la pena a la fiesta y de los susurros a las carcajadas, según quiere la costumbre, cuando en lo mejor de la noche doña Asunción se alzó en el ataúd.
—Sáquenme de aquí, babosos —mandó.
Y se sentó a comer un tamalito, sin hacer el menor caso de nadie.
En silencio, los deudos se fueron retirando. Ya los cuentos no tenían quién los contara, ni los naipes quién los jugara, y los tragos habían perdido su pretexto. Velorio sin muerto, no tiene gracia. Los dolientes se perdieron por las calles de tierra. Despabilados por el mucho café, no sabían qué hacer con lo que quedaba de la noche.
Uno de los bisnietos comentó, indignado:
—Es la tercera vez que la vieja nos hace esto.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
viernes, 22 de febrero de 2019
NO PUEDO ESCAPAR A LA ENFERMEDAD
Está en mi naturaleza enfermar.
No puedo escapar a la enfermedad
El segundo recuerdo reconoce la universalidad de la enfermedad: «Inspiro y sé que está en mi naturaleza enfermar. Espiro y sé que no puedo escapar a la enfermedad». Siddhartha, como era conocido el Buda antes de practicar e iluminarse, era uno de los jóvenes más fuertes de Kapilavastu. A menudo, era el primero en las competiciones deportivas y todo el mundo, incluido su envidioso primo Devadatta, soñaba con emular sus hazañas. No es de extrañar que, sabiendo que pocas personas eran tan fuertes como él, Siddhartha se tornase naturalmente arrogante. Pero, en la medida en que profundizó la práctica de la meditación sentada, acabó reconociendo su arrogancia y desembarazándose de ella.
Cuando gozamos de buena salud, podemos creer que la enfermedad es algo que solo afecta a los demás. Miramos a los demás y nos decimos que siempre están enfermos, que tienen que tomar medicinas y recibir masajes de continuo. Y creemos que nosotros no somos como ellos.
Pero un buen día, sin embargo, acabamos enfermando. Si no somos diligentes y la asumimos ahora, esta realidad caerá súbitamente, un buen día, sobre nosotros y no sabremos cómo abordarla. Nuestras piernas todavía son fuertes y podemos correr, dar paseos meditativos y jugar al fútbol. Y también podemos utilizar nuestros brazos para hacer muchas cosas. Pero la mayoría no hacemos un buen uso de nuestra capacidad de cuidar adecuadamente de los demás y de nosotros mismos. No utilizamos nuestra energía para transformar nuestras aflicciones y contribuir a aliviar nuestro sufrimiento y el sufrimiento de los otros.
Llegará el día en que, cuando tratemos de ponernos en pie para dar un paso, no podremos hacerlo. Por ello conviene asumir cuanto antes que, por el hecho de tener un cuerpo, seguramente acabemos enfermando. Esta es una comprensión que nos desembaraza de toda arrogancia relativa a nuestra buena salud. Entonces se abre ante nosotros el camino de la buena conducta, que nos permite emplear adecuadamente nuestro tiempo y nuestra energía para hacer lo que tenemos que hacer, sin vernos arrastrados por objetivos absurdos que pueden destruir nuestro cuerpo y nuestra mente. Lo que debemos hacer se torna entonces claro.
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
jueves, 21 de febrero de 2019
EL JACARANDÁ
En las noches, Norberto Paso acarreaba bolsas en el puerto de Buenos Aires, y en los días levantaba la casa. Esta casa la hicieron juntos, Blanca y él. Blanca le subía los ladrillos y los baldes de mezcla y las paredes crecían en torno al patio de tierra. Ellos eran muy jóvenes, se reían de cualquier cosa, nunca se aburrían de mirarse.
La casa estaba a medio hacer cuando Blanca trajo un jacarandá del mercado. Era un árbol chiquito, ella había pagado un platal. Norberto se agarró la cabeza.
—Estás loca —dijo, y la ayudó a plantarlo.
Cuando terminaron la casa, Blanca murió.
Ahora han pasado los años, y Norberto sale poco. Una vez por semana se va al centro, a protestar porque la jubilación es una mierda que no alcanza ni para pagar la soga donde colgarse. Cuando Norberto regresa, tarde en la noche, el jacarandá lo está esperando. Frondoso de flores de cielo profundo, el jacarandá lo espera despierto, para que él le cuente.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
miércoles, 20 de febrero de 2019
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