Esta historia es ahora cosa del pasado. Érase una vez un muchacho que vivía con su madre en una pobre cabaña. Decidió ir a buscar trabajo a la gran ciudad. Por el camino, mientras subía a la cima de una montaña, le sorprendió una tormenta. Caía la noche. A lo lejos divisó una luz y se dirigió hacia ella. Calado hasta los huesos, llamó a la puerta. Una mujer joven sonriente y muy bella le recibió. Su voz era melodiosa, una especie de crescendo líquido, claro y fluido que hacía bailar cada una de sus frases: «Huic, ti-u, ti-u, ti-u ... » Le ofreció comida. Mientras comía, la mujer le hizo preguntas.
-Veo -dijo después de haberle escuchado-- que esperas encontrar trabajo en Edo, en la gran ciudad. Pero yo vivo sola aquí, ¿quieres trabajar para mí?
***
El joven aceptó.
El muchacho cortaba leña, realizaba las tareas cotidianas, araba el campo. Era animoso y honrado, y la mujer le apreciaba. Un día, ésta dijo:
-Tengo que ausentarme por un tiempo. Sabes que detrás de la casa hay tres reservados. Te pido expresamente que nunca entres, y ni siquiera mires, en el interior del tercero.
El muchacho obedeció escrupulosamente. Nunca entró en el tercer reservado, y ni siquiera le lanzó una mirada furtiva. Así pasó un año. Una mañana de otoño dijo:
La mujer de la montaña le entregó una moneda envuelta en un bonito papel de seda. «Este es tu salario -dijo-, creo que estarás satisfecho».
El muchacho regresó a su casa. Desplegó el papel de seda. Descubrió una moneda finamente labrada. No sabiendo qué hacer con ella, fue a enseñársela al jefe del pueblo, que exclamó:
-Es una moneda muy rara, a la que llaman «perra del ruiseñor» porque ese noble pájaro necesita mil años para realizarla. Estoy dispuesto a comprártela por mil escudos.
El joven aceptó. Se volvió rico, se casó y vivió feliz .
***
Resulta que tenía un vecino que le envidiaba. Ardía en deseos de poseer a su vez la «perra del ruiseñor». Preguntó al joven cómo se la había procurado, y éste no tuvo ningún inconveniente en darle todas las explicaciones necesarias. El vecino codicioso se fue a la montaña. Encontró a la mujer, que vivía sola. Le ofreció sus servicios. La mujer le contrató. Trabajó con ardor, sabiendo que al cabo de un año obtendría la maravillosa recompensa. Una mañana la mujer le dijo:
-Voy a ausentarme por unos días. Detrás de la casa hay tres reservados, el tercero es secreto y está cerrado. No debes penetrar en él bajo ningún concepto, ni siquiera echarle una mirada.
El vecino codicioso pensó:
-Es en ese lugar donde la mujer esconde su tesoro. Mañana iré con un gran saco, lo llenaré de monedas maravillosas y me convertiré en el hombre más rico de la tierra.
Al día siguiente, cuando se hubo asegurado de que la mujer de la montaña había partido, entró en el tercer reservado.
Entonces vio, en una habitación vacía, una rama de cerezo en flor en la que cantaba un ruiseñor. En cuanto lo vio, el pájaro se fue volando. La casa desapareció al instante y el vecino codicioso se encontró sentado en un montón de maleza. Solo en la montaña.
Así, es así.
Mu-shotoku, el espíritu de no-provecho.
«Así es la vía del Zen», dice el maestro.
Extraído de:
La Grulla Cenicienta
Los más bellos cuentos zen
Henry Brunel
Fotografía del internet
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡aho! Gracias comentar.
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.