domingo, 9 de septiembre de 2018

EL ORDEN


El capitán Camilo Techera siempre andaba con Dios en la boca, buenos días si Dios quiere, hasta mañana, si Dios quiere. Cuando llegó al cuartel de artillería de Trinidad, decubrió que no había ni un solo soldado que estuviera casado como Dios manda y que todos vivían en pecado, retozando en promiscuidad como las bestias del campo. 

Para acabar con aquel escándalo que ofendía al Señor, el capitán mandó llamar al cura del pueblo. En un solo día, el cura administró a toda la tropa, cada cual con su cada cuala, el santísimo sacramento del matrimonio, en nombre del capitán, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. 

El domingo, todos los soldados fueron maridos. 

El lunes, un soldado dijo: 

—Esa mujer es mía. 

Y clavó el cuchillo en la barriga de un vecino que la estaba mirando. 

El martes, otro soldado dijo: 

—Para que aprendas. 

Y retorció el pescuezo de la mujer que le debía obediencia. 

El miércoles...


Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

EVITANDO LO QUE ES


jueves, 6 de septiembre de 2018

COMO UN NIÑO


En Lockheed necesitaban una pieza para un avión nuevo y enviaron un comunicado a todo el mundo para ver quién presentaba la mejor oferta. De Polonia les llegó una oferta de tres mil dólares. Inglaterra se ofrecía a construir la pieza por seis mil dólares. Israel pedía nueve mil.

Richardson, el ingeniero encargado de la construcción del nuevo avión, pensó que lo mejor era ir a cada uno de los países para averiguar el porqué de la disparidad de precios. El fabricante de Polonia le dijo: «Mil para los materiales, mil para la mano de obra, y mil para los gastos indirectos y unos pequeños beneficios».

En Inglaterra, Richardson revisó la pieza y descubrió que no era mejor que la fabricada en Polonia. Preguntó: «¿Por qué piden seis mil dólares?». El inglés se lo explicó: «Dos mil para los materiales, otros dos mil para la mano de obra y otros dos mil para los gastos y un pequeño beneficio».

En Israel, el representante de Lockheed tuvo que llegar hasta un callejón en el que había una pequeña tienda, donde vio a un viejecillo, el que había presentado la oferta de nueve mil dólares.

-¿Por qué pide tanto? -le preguntó.

-A ver -dijo el viejo judío-. Tres mil para usted, tres mil para mí y tres mil para los gilipollas de Polonia.

El dinero, el poder, el prestigio: todo eso contribuye a hacerte astuto.

DESEMBARAZÁNDONOS


miércoles, 5 de septiembre de 2018

LA NOCHE


Cuando tenía siete años, Helena quiso descubrir la noche

Se hizo la dormida, y a la medianoche se escapó de la cama. En silencio se vistió de fiesta, como si fuera domingo o día de cumpleaños. Y con todo sigilo se deslizó hacia el patio y se sentó a conocer los misterios de la noche de Tucumán. 

Sus padres dormían, sus hermanas también. Helena quería saber cómo era el cielo mientras la gente dormía. Quería ver cómo crecía la noche, y cómo viajaban la luna y las estrellas. Alguien le había dicho que los astros se mueven, y a veces se caen, y que el cielo va cambiando de color mientras la noche anda, porque la noche nunca es negra como a primera vista parece. 

Aquella noche, noche de la revelación de la noche, Helena miraba sin parpadear. Le dolían los ojos, se estrujaba los párpados, volvía a mirar. El color del cielo seguía siendo negro como la tinta china y la luna y las estrellas seguían estando muy quietas, cada cual en su sitio. 

LLENO DE MUERTE


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