viernes, 17 de agosto de 2018
jueves, 16 de agosto de 2018
TAO TE KING: PRINCIPIO 45
La gran perfección tendrá un aspecto de insuficiencia,
mas surtirá un efecto infinitamente eficaz.
La gran plenitud parecerá dúctil, como un fluido,
mas su efecto no se agotará.
La gran rectitud parecerá torcida.
El gran talento, estupidez.
La gran oratoria, mudez.
El movimiento aleja al frío.
La quietud, al calor.
Pureza y quietud son la justa medida del mundo.
miércoles, 15 de agosto de 2018
SAT-CHIT-ANAND (Verdad-Consciencia-Dicha)
Buda dice: «Existe el placer y existe la dicha. Renuncia a lo primero para poseer lo segundo». Deja de mirar hacia fuera. Mira hacia dentro, vuélvete hacia tu interior. Empieza a buscar y registrar en tu interior, en tu subjetividad. La dicha no es un objeto que se pueda encontrar en ninguna otra parte; es tu consciencia.
En Oriente siempre hemos definido la verdad suprema como «Sat-Chit-Anand». Sat significa «verdad», chit significa «consciencia», y anand, «dicha». Son tres aspectos de la misma realidad. Es la auténtica Trinidad, no Dios Padre; Dios Hijo, Jesucristo; y el Espíritu Santo; ésa no es la verdadera Trinidad. La verdadera Trinidad es la verdad, la consciencia y la dicha. Y no son fenómenos distintos, sino una sola energía que se expresa de tres maneras, una energía con tres aspectos. De ahí que en Oriente digamos que Dios es trimurti, que tiene tres rostros. Ésos son los verdaderos rostros, no Brama, Visnú y Mahesh, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; esos nombres son para principiantes.
Verdad, consciencia, dicha: ésas son las verdades absolutas. En primer lugar llega la verdad. En cuanto entras en ella, tomas conciencia de tu realidad eterna: el sat, la verdad. Al profundizar en tu realidad, en tu verdad, te darás cuenta de la consciencia, de una increíble consciencia.
Todo es luz, nada es oscuridad. Todo es consciencia, nada inconsciencia.
Eres simplemente una llama de la consciencia, sin siquiera una sombra de inconsciencia por ninguna parte. Y cuando profundizas aún más, el núcleo definitivo es la dicha, anand.
martes, 14 de agosto de 2018
LA TORTUGA Y LA ARGOLLA
Era un sabio tan anciano que nadie de la localidad sabía su edad. Él mismo la había olvidado, entre otras razones porque había trascendido todo apego y ambición humana. Estaba un día sentado bajo un enorme árbol banyano, la mirada perdida en el horizonte, la mente quieta como un cielo sin nubes. De repente, vio cómo un hombre joven echaba una cuerda sobre la rama de un árbol y ataba uno de sus extremos a su cuello. El sabio se dio cuenta de las intenciones del joven, corrió hacia él y le pidió que desistiese de su propósito aunque sólo fuera un par de minutos para escucharlo. El joven accedió, y ambos se sentaron junto al árbol. El anciano se expresó así:
--Voy a hacerte un ruego, querido amigo. Imagina una sola tortuga en el inmenso océano y que sólo saca la cabeza a la superficie una vez cada millón de años. Imagina un aro flotando sobre las aguas del inmenso océano. Pues más difícil aún que el que la tortuga introduzca la cabeza en el aro del agua, es haber obtenido la forma humana. Ahora, amigo, procede como creas conveniente.
Todavía cuenta la gente del lugar que aquel joven llegó a anciano y se hizo sabio.
***
El Maestro dice:
lunes, 13 de agosto de 2018
COMPROMISO TOTAL
En el caso de samaya, cuando hablamos de compromiso se trata de un compromiso total: un compromiso total con la cordura, un compromiso total con nuestra experiencia, una relación incondicional con la realidad. La gente siempre dice que eso es lo que desean: quieren que alguien los ame incondicionalmente y quieren amar a alguien incondicionalmente, Pensamos que estaríamos encantados de tener una relación incondicional, pero eso sólo es así en la medida en que se hace en nuestros términos. Cualquiera que haya estado casado o en una relación a largo plazo sabe que se presentan muchos desafíos. El desafío es rendirnos, renunciar a nuestra forma de hacer las cosas y no ceder cuando nos sentimos amenazados.
domingo, 12 de agosto de 2018
MI HIJO ESTÁ CONMIGO
Era un hombre que tenía un hijo al que amaba profundamente. Por algún motivo se vio obligado a viajar y tuvo que dejar a su hijo en casa. El niño tenía ocho años y su padre sólo vivía para él. Habiéndose enterado de la partida del dueño de la casa, unos bandoleros aprovecharon su ausencia para entrar en ella y robar todo lo que contenía. Descubrieron al jovencito y se lo llevaron con ellos, no sin antes incendiar la casa.
Pasaron unos días. El hombre regresó a su hogar y se encontró con la casa derruida por el incendio.
Alarmado, buscó entre los restos calcinados y halló unos huesecillos, que dedujo eran los del cuerpo abrasado de su amado hijo. Con ternura infinita, los introdujo en un saquito que se colgó al cuello, junto al pecho, convencido de que aquéllos eran los restos de su hijo. Unos días más tarde, el niño logró escapar de los perversos bandoleros y, tras poder averiguar dónde estaba la nueva casa de su padre, corrió hasta ella e insistentemente llamó a la puerta.
--¿Quién es? -preguntó el padre.
--Soy tu hijo -contestó el niño.
--No, no puedes ser mi hijo -repuso el hombre, abrazándose al saquito que colgaba de su cuello-. Mi hijo ha muerto.
--No, padre, soy tu hijo. Conseguí escapar de los bandoleros.
--Vete, ¿me oyes? Vete y no me molestes -ordenó el hombre, sin abrir la puerta y aprisionando el saquito de huesos contra su pecho. Mi hijo está conmigo.
--Padre, escúchame; soy yo.
--¡He dicho que te vayas! -replicó el hombre-. Mi hijo murió y está conmigo. ¡Vete!
Y no dejaba de abrazar el saquito de huesos.
***
El Maestro dice:
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