Las siete leyes del Universo han sido desde tiempos inmemoriales una guía para filósofos, religiosos, magos y científicos. Incluso en el hinduismo o en la kábala se habla del poder del pensamiento y de la mente y la palabra en términos semejantes.
Autores como Wallace James Allen con Como un hombre piensa, así es su vida o Charles F. Haanel con La llave maestra ya se referían a los contenidos de estas siete leyes, que finalmente se han reducido a una sola bautizada como la «ley de la atracción», la cual se puso en boca y mente de todos gracias al libro y la película El secreto de Rondha Byrne.
Simplificándolo al máximo, el libro de Byrne nos dice que todo lo que nos llega lo atraemos a través de lo que tenemos en nuestra mente, de lo que pensamos, ya que somos grandes imanes.
Byrne divide la ley de la atracción en tres pasos:
1. Debes pedir lo que quieres, pensarlo o escribirlo en un trozo de papel en tiempo presente.
2. Obtendrás respuesta, ya que el Universo responderá a tu petición.
3. Para recibir se necesita estar en consonancia con lo que estás pidiendo, por eso debes comportarte como si ya se hubiera realizado tu deseo.
Como dicen las siete leyes del Universo y también la ley de la atracción, todo es energía, ¿y qué explica mejor el comportamiento de dicho elemento que la física cuántica?
Y ahora la cuántica.
Es precisamente aquí, en la física, donde encontramos la otra rama de la que podríamos llamar la «ley de la atracción». Los científicos cuánticos afirman que la realidad depende del observador y puede ser alterada por él.
En el documental ¿Y tú qué sabes? podemos ver cómo la realidad se reduce a la percepción del sujeto y somos nosotros quienes, a través de nuestras creencias, sentimientos y pensamientos creamos nuestro entorno. De nuevo, dicho de otro modo: lo que crees es lo que creas.