viernes, 10 de noviembre de 2017

TIENES RAZÓN, TU TAMBIÉN


¿Podemos estar seguros de lo que decimos?

El maestro acababa de terminar una explicación complicada de conceptos difíciles. Un largo silencio siguió a sus palabras. Algunos monjes se aventuraron a hablar, poco seguros de sí mismos, después comenzaron paulatinamente a envalentonarse, emitiendo opiniones sobre lo que se había dicho, buscando más que nada la aprobación del maestro sobre lo que habían comprendido. Como éste no decía nada, cada uno de los que tomaba la palabra terminaba por afirmar categóricamente la veracidad de su proposición. Finalmente estalló una viva disputa teórica entre dos monjes particularmente testarudos y verbilocuentes.

Como ninguno de los dos lograba convencer a su adversario, decidieron de común acuerdo someterse a “la autoridad”. El primero expuso su argumentación y preguntó al maestro lo que pensaba sobre ello. Tras un momento dubitativo, éste respondió sucintamente: “En efecto, tienes razón”. El joven quedó encantado con la respuesta y, poniendo semblante de gran entendido, lanzó una mirada victoriosa a su adversario y salió de la sala. El segundo monje, algo turbado, lanzó entonces una larga demostración para explicar al maestro su punto de vista. Éste escuchó pacientemente hasta el final, dudó por un instante, y concluyó entonces de igual modo: “Es cierto, tienes razón”. El monje, tranquilizado, quedó también encantado y salió de la sala.

Un tercer monje, que había seguido toda la discusión sin decir nada, muy sorprendido por las dos aprobaciones sucesivas y contradictorias del maestro, se dirigió a él: “No comprendo, maestro. Las dos tesis que hemos escuchado son totalmente opuestas. ¡No pueden ser ciertas las dos al mismo tiempo! ¿Cómo puede decir a esos dos monjes que los dos tienen razón?”

El maestro le miró sonriendo, asintió y respondió: “Tienes razón, tu también”.

Algunas preguntas para profundizar y ampliar.

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jueves, 9 de noviembre de 2017

LA LÓGICA EN LA VIDA


Resulta que un hombre fue acusado formalmente de usar dinero falsificado para pagar una cuenta. En la corte el acusado arguyó que no sabía que el dinero era falso. Cuando se le insistió que lo comprobara, respondió: "Yo lo robé. ¿Me hubiera robado ese dinero a sabiendas de que era falso?"

Tras pensarlo, el juez decidió que la respuesta del hombre tenía sentido; por tanto, lo absolvió del cargo de falsificación y le impuso un nuevo cargo: hurto

-Claro, yo me lo robé-, admitió de buen grado el acusado. Pero el dinero falsificado no tiene ningún valor legal. Desde cuando es un crimen robarse nada? 

Nadie pudo encontrar la menor falla en su lógica, por lo que el acusado fue absuelto. 

Pero la lógica no basta en la vida. No puedes ser absuelto tan fácilmente. Puedes salirte de una trampa de manera legal y lógica. Puedes utilizar la misma lógica para zafarte. Pero en la vida no podrás liberarte por medio de la lógica, ni de la teología, ni de la filosofía, ni por listo que seas para inventar teorías. Puedes salir de la vida o ir más allá de ella solo a través de la experiencia verdadera. 

ACCIONES Y BENEFICIOS


miércoles, 8 de noviembre de 2017

¿DÓNDE ESTA EL AMOR?


LA SEÑORA THOMPSON


Al inicio del año escolar una maestra, la señora Thompson, se encontraba frente a sus alumnos de quinto grado. Como la mayoría de los maestros, ella miró a los chicos y les dijo que a todos los quería por igual. Pero era una gran mentira, porque en la fila de adelante se encontraba hundido en su asiento, un niño llamado Jim Stoddard. La señora Thompson lo conocía desde el año anterior, cuando había observado que no jugaba con sus compañeros, que sus ropas estaban desaliñadas y que parecía siempre necesitar un baño. Con el paso del tiempo, la relación de la señora Thompson con Jim. Se volvió desagradable, hasta el punto que ella sentía gusto al marcar las tareas del niño con grandes tachones rojos y ponerle cero.

Un día, la escuela le pidió a la señora Thompson revisar los expedientes anteriores de los niños de su clase, y ella dejó el de Jim de último. Cuando lo revisó, se llevó una gran sorpresa.

La maestra de Jim en el primer grado había escrito: "Es un niño brillante, con una sonrisa espontánea. Hace sus deberes limpiamente y tiene buenos modales; es un deleite estar cerca de él".

La maestra de segundo grado puso en su reporte: "Jim es un excelente alumno, apreciado por sus compañeros, pero tiene problemas debido a que su madre sufre una enfermedad incurable y su vida en casa debe ser una constante lucha".

La maestra de tercer grado señaló: "La muerte de su madre ha sido dura para él. Trata de hacer su máximo esfuerzo pero su padre no muestra mucho interés, y su vida en casa le afectará pronto si no se toman algunas acciones".

La maestra de cuarto escribió: "Jim es descuidado y no muestra interés en la escuela. No tiene muchos amigos y en ocasiones se duerme en clase".

La señora Thompson se dio cuenta del problema y se sintió apenada consigo misma. Se sintió aún peor cuando, al llegar la Navidad, todos los alumnos le llevaron sus regalos envueltos en papeles brillantes y con preciosos listones, excepto Jim: el suyo estaba torpemente envuelto en el tosco papel marrón de las bolsas de supermercado.

Algunos niños comenzaron a reír cuando ella sacó de esa envoltura un brazalete de piedras al que le faltaban algunas, y la cuarta parte de un frasco de perfume. Pero ella minimizó las risas al exclamar: "¡Qué brazalete tan bonito!", mientras se lo ponía y rociaba un poco de perfume en su muñeca. Jim Stoddard se quedó ese día después de clases sólo para decir: "Señora Thompson, hoy usted olió como mi mamá olía".

lunes, 6 de noviembre de 2017

KANDATA Y LA ARAÑA


¿Somos responsables de lo que nos sucede?

Hubo una vez un hombre llamado Kandata, un criminal de corazón frío y de una crueldad excepcional. Ladrón, estafador, manipulador, asesino, había terminado por topar a su turno con una muerte violenta. Se encontró entonces en las tinieblas el Infierno, ora pudriéndose en un lago de sangre, ora caminando descalzo sobre una montaña de espinas. A su alrededor la oscuridad se extendía hasta el infinito, en un océano de sufrimiento.

Muy por encima de él, desde alguna parte del cielo, una araña le vio. La araña fue en busca del Buda, el ser absoluto de la luz y del entendimiento, y le dijo:

- Kandata merece ser salvado. Por su única buena acción: un día salvó al minúsculo insecto que soy. En lugar de aplastarme, me dejó vivir.

El Iluminado no respondió, pero accedió con la cabeza. Así que la pequeña araña tejió un largo hilo que dejó descender a lo largo de un pozo que comunicaba con el abismo profundo.

Kandata, doblado por el peso del dolor, sufría con toda su alma cuando de pronto, al levantar la cabeza, percibió un destello. Un minúsculo punto de luz brillaba en lo alto, a lo lejos. Vio también un fino hilo plateado resplandeciendo en la oscuridad. Con el corazón lleno de esperanza, rompió a reír y exclamó triunfante:

- ¡Por fin he hallado el modo de salir de aquí!

Tiró del hilo, que parecía extrañamente resistente. Comenzó entonces a izarse con la fuerza de sus brazos hacia el punto luminoso que se vislumbraba a lo lejos.

EN FRECUENCIA


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