La existencia es paradójica. La paradoja es su esencia misma. Se manifiesta a través de los opuestos; es un equilibrio de opuestos. Y quien aprende el equilibrio logra saber lo que es la vida, lo que es la existencia, lo que es Dios. El secreto está en el equilibrio.
Si Aristóteles hubiera tenido razón, sólo habría hombres y no habría mujeres, o sólo mujeres y ningún hombre. Si el mundo hubiera sido creado según Aristóteles, habría sólo luz y no habría oscuridad, o sólo oscuridad y no luz. Lógico: habría vida o muerte, pero no ambas. Pero la vida no se basa en la lógica aristotélica, y tiene de ambas. La vida es posible porque existen ambos, los opuestos: hombre y mujer, yin y yang, día y noche, nacimiento y muerte, amor y odio. La vida consiste en ambos.
El amor es una especie de pelea, es una pelea. Sin esta pelea el amor no puede existir. Parece un contrasentido porque pensamos que los amantes no deberían pelear. Es lógico: si amas a alguien, cómo puedes pelear con esa persona? Es absolutamente claro y obvio para el intelecto que los amantes no deberían pelear. Pero lo hacen. Es más, son enemigos íntimos; pelean constantemente. Es en la pelea misma que se libera la energía que llamamos amor.