Había dos amigos del rey, y ambos fueron declarados culpables de un crimen. Como los amaba a ambos, el rey deseaba ser magnánimo con ellos, pero no podía absolverlos, pues ni siquiera la palabra de un rey puede imponerse a la ley. Entonces pronunció este veredicto: Se extendería una cuerda floja por encima de un profundo precipicio y, uno tras otro, los dos debían cruzar, y al que llegara al lado opuesto se le perdonaría la vida.
Se hizo la voluntad del rey y el primero de los amigos alcanzó el otro lado. El otro, aún parado en el mismo lugar, le gritó al primero:
-Dime, amigo, ¿cómo lograste cruzar?
Y el primero le contestó:
-Sólo sé una cosa: en cuanto sentía que me tambaleaba hacia un lado, me inclinaba hacia el lado opuesto.
FUENTE: OSHO: El Hombre que Amaba las Gaviotas y Otros Relatos‘, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2003, ISBN 958-04-7279-3, Pag. 1
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡aho! Gracias comentar.
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.