Sonaba como el zumbido de los mosquitos en verano, aunque no era verano. Aquella noche de 1964, Arno Penzias y Robert Wilson no podían trabajar tranquilos. Desde una montaña de Nueva Jersey, los dos astrónomos estaban tratando de medir las ondas emitidas por alguna galaxia, pero la antena captaba un zumbido que no los dejaba en paz. El zumbido atormentaba los oídos, como ocurre cuando las hembras de los mosquitos, hambrientas, enloquecidas por el calor, llaman a sus machos y acosan a la gente.
Después, se supo. Por increíble que pueda parecer, el zumbido era el eco de la tremenda explosión que había dado origen al universo hace 15 mil millones de años, días más, días menos. Aquella vibración de la antena no venía de las hembras de los mosquitos, sino del estallido que había fundado el tiempo y el espacio y los astros y todo los demás. Y quizá, quién sabe, digo yo, un suponer, el eco estaba todavía allí, resonando, zumbando en el aire, porque quería ser escuchado por nosotros, terrestres personitas, que al fin y al cabo también somos eco de aquel remoto llanto del universo recién nacido.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
Eduardo Galeano
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