En  la  enseñanza  mahayana*1  hay  un  lema  que  dice: 
«Dirige toda la culpa hacia ti mismo.» La esencia del lema es: «Si algo me duele mucho es porque me estoy aferrando muy intensamente.» No quiere decir que debamos golpearnos a nosotros mismos, no aboga por el martirio. Lo que el lema indica es que el dolor procede del apego a hacer  las  cosas  a  nuestro  modo,  y  que  cuando  nos sentimos incómodos porque estamos en un lugar o situación en la que no queremos estar, una de las principales salidas que tomamos es culpar a alguien o algo. 
 Generalmente erigimos una barrera llamada culpa que nos impide comunicar de manera genuina con los demás, y  la  fortificamos  con  nuestras  ideas  sobre  quién  tiene razón y quién no. Es algo que hacemos con las personas cercanas, con los sistemas políticos y con todo lo que no nos gusta de nuestros asociados o de la sociedad. Culpar a los demás es una herramienta muy común, antiquísima y muy  perfeccionada  con  la  que  tratamos  de  sentirnos mejor.   Culpar   es   una   forma   de   proteger   nuestros corazones, de proteger lo suave, lo abierto y lo tierno que hay  dentro  de  nosotros.  En  lugar  de  adueñarnos  de nuestro   propio  dolor,   lo  que   hacemos   es  tratar  de ponernos cómodos.
Generalmente erigimos una barrera llamada culpa que nos impide comunicar de manera genuina con los demás, y  la  fortificamos  con  nuestras  ideas  sobre  quién  tiene razón y quién no. Es algo que hacemos con las personas cercanas, con los sistemas políticos y con todo lo que no nos gusta de nuestros asociados o de la sociedad. Culpar a los demás es una herramienta muy común, antiquísima y muy  perfeccionada  con  la  que  tratamos  de  sentirnos mejor.   Culpar   es   una   forma   de   proteger   nuestros corazones, de proteger lo suave, lo abierto y lo tierno que hay  dentro  de  nosotros.  En  lugar  de  adueñarnos  de nuestro   propio  dolor,   lo  que   hacemos   es  tratar  de ponernos cómodos. 

 








