jueves, 24 de septiembre de 2015
miércoles, 23 de septiembre de 2015
LA MAGIA DE ENAMORARSE
En un vano intento de aportar algunos datos sobre la magia y sin ninguna posibilidad de saber por que sucede, me atrevo solamente a establecer dos hechos que, sin lugar a dudas, son necesarios para que el enamorarse suceda:
- El otro debe tener (o yo imaginar que tiene) una virtud o cualidad que yo (aunque sea por el momento) sobrevaloro. Quiero decir, eso que el otro es, tiene o hace me parece increíblemente valioso. (Si en ese momento de mi vida sobrevaloro la estética, me enamoraré de alguien que se ajuste a los modelos de belleza del momento, si en ese momento me parece fundamental el dinero, me enamoraré de alguien que tenga buena situación económica, y lo mismo con la inteligencia, el color de la piel, la simpatía, etc.)
- Para enamorarme es imprescindible que yo tenga la predisposición “enamoradiza”. Quiero decir, que yo esté dispuesto a perder el control racional de mis actos enamorándome. Si bien este concepto está en contra de nuestra idea de que enamorarme me pasa mas allá de mi deseo, parece ser que esto es cierto después, cuando ya estoy enamorado. Es decir, antes, si yo no estoy dispuesto a dejarme arrastrar por la pasión, si no estoy decidido a vivir descentrado, si me niego a perder el control, el enamoramiento no sucede.
martes, 22 de septiembre de 2015
SEPARACIONES SON INSTRUCTIVAS
ALGUNAS SEPARACIONES SON INSTRUCTIVAS: TE PERMITEN SABER LO QUE NO QUIERES DEL AMOR
Precisamente cuando dos personas están bajo la influencia de la más violenta, loca, falsa y pasajera de las pasiones, es cuando se ven obligadas a prometer que se mantendrán en ese estado de excitación inusual y agotadora hasta que la muerte los separe.
BERNARD SHAW
Es un gran pecado jurar un pecado; pero es más grande mantener un mal juramento.
WILLIAM SHAKESPEARE
La paradoja a la que me enfrento en mi consulta es que la mitad de mis pacientes no ven la hora de separarse y la otra mitad no ven la hora de casarse. Parece que el matrimonio o la vida en pareja, a pesar de los nuevos valores de la posmodernidad, siguen siendo una aspiración de muchos; parece que no estamos hechos para la soledad afectiva. Los biólogos evolucionistas dicen que el instinto de procreación nos impulsa a buscar pareja; sin embargo, nadie puede negar que construir una familia es una de las experiencias más reconfortantes desde el punto de vista psicológico y espiritual: el problema es saber con quién emprendemos la tarea, cómo elegimos compañero o compañera.
lunes, 21 de septiembre de 2015
ERES EL OBJETO DE TU IRA
¿Quién crees que eres? Tú eres la otra persona. Si te enojas con tu hijo, te estás enojando contigo mismo. Te equivocas si piensas que tú no eres tu hijo. Genéticamente, psicológicamente y científicamente tu hijo es una continuación de ti, esa es la verdad. ¿Quién es tu madre? Tu madre es tú. Tú eres su continuación como descendiente suyo, y ella es tu continuación como antepasada tuya. Tu madre te vincula con los que llegaron antes que tú y con todas las generaciones futuras. Tú perteneces al mismo río de la vida. Creer que ella es una entidad distinta, creer que tú no tienes nada que ver con ella, es de supina ignorancia. Cuando un joven dice: «No quiero tener nada que ver con mi padre», es de supina ignorancia, porque aquel joven es su propio padre.
domingo, 20 de septiembre de 2015
sábado, 19 de septiembre de 2015
SI, PERO...
Hay un juego psicológico, el del triángulo, que se suele llamar el juego del «Sí..., pero...». Es como una transacción entre dos o más personas. Un psicólogo que era un genio pensó que tú, en ese juego, haces uno de esos tres papeles del triángulo irremediablemente —rescatador, perseguidor o víctima—.
- El rescatador actúa bajo el influjo de culpabilidad.
- El perseguidor actúa bajo el influjo de agresividad.
- La victima actúa bajo el influjo de resentimiento.
Si tú entras en el triángulo, irremediablemente te cargarás con las consecuencias: te quemarás. Supongamos que estoy cansado y necesito tiempo para mí. Y tú me vienes con cara de victima reclamando mi atención. Yo, que soy incapaz de decir que no a nadie, voy y te doy una cita para después de cenar. Inmediatamente yo me voy sintiendo cada vez más resentido por tu intromisión, me pongo furioso por haberte dicho que sí. Entonces vienes, y yo me contengo y te recibo bastante bien, pero cuando veo que no son más que banalidades lo que me dices, empiezo a impacientarme y el cabreo se me sale por los poros. Así es que, violentamente, te corto para decir: Pero ¡Para este problema me vienes a molestar a estas horas!. Y estalla la tragedia. Con decirte que no podía atenderte a tiempo se hubiese evitado todo esto, pero al no saber decir que no, hice:
- De rescatador cuando dije que sí.
- De víctima cuando me dolí de dar un tiempo que no quería dar.
- De perseguidor porque le di un palo.
¿Qué hay de bueno en eso?
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