¿Quién crees que eres? Tú eres la otra persona. Si te enojas con tu hijo, te estás enojando contigo mismo. Te equivocas si piensas que tú no eres tu hijo. Genéticamente, psicológicamente y científicamente tu hijo es una continuación de ti, esa es la verdad. ¿Quién es tu madre? Tu madre es tú. Tú eres su continuación como descendiente suyo, y ella es tu continuación como antepasada tuya. Tu madre te vincula con los que llegaron antes que tú y con todas las generaciones futuras. Tú perteneces al mismo río de la vida. Creer que ella es una entidad distinta, creer que tú no tienes nada que ver con ella, es de supina ignorancia. Cuando un joven dice: «No quiero tener nada que ver con mi padre», es de supina ignorancia, porque aquel joven es su propio padre.
Como madre, cuando llevabas en tu vientre a tu hijo, tenías esta visión, que tú y tu hijo erais una misma cosa. Comías y bebías para tu bebé y cuidabas de él. Cuando cuidabas de ti, estabas cuidando de tu bebé. Tenías mucho cuidado porque sabías que tu bebé y tú erais una misma cosa. Pero cuando tu hijo ya tiene trece o catorce años, empiezas a perder esta visión. Sientes que tú y tu hijo sois distintos, que ya no estáis tan conectados. No sabes cómo mejorar la relación que mantienes con él, cómo hacer las paces después de haberos peleado. Pronto la brecha que se abre entre los dos crece y se hace más sólida. La relación que mantienes con él se vuelve muy difícil y conflictiva.
Quizá creas que tu hijo y tú sois dos entidades distintas, pero si lo observas con más profundidad, verás que seguís siendo una unidad. De ahí que solucionar una pelea, restablecer la paz entre los dos, sea como restablecer la paz en tu interior, en tu propio cuerpo. Tú y tu hijo tenéis la misma naturaleza, pertenecéis a la misma realidad.
Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Thich Nhat Hanh
Fotografía de Internet
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