domingo, 21 de julio de 2013
sábado, 20 de julio de 2013
QUEREMOS CONVERTIRNOS EN ADULTOS Y TAMBIÉN QUEDARNOS NIÑOS
Voy a contar una anécdota mía: Siendo un padre posesivo, le dije a mi hija: “¿Cuándo vas a crecer?”
-Ella me respondió: “¡Cuando tú disminuyas!”
Nuestros padres nos dicen: “Sé tú mismo, decide lo que quieres, logra realizarte”, pero con su exagerada protección nos culpabilizan diciéndonos subliminalmente: “Si eres tú mismo nos eliminas; si decides lo que quieres, nos desobedeces; si te realizas nos sobrepasas, nos destruyes, vivimos para ti, ¿qué va a ser de nosotros si te alejas? Si piensas distinto de nosotros, nos traicionas. Si logras hacer lo que nosotros no pudimos hacer, nos revelas nuestro fracaso, sumiéndonos en el sufrimiento. Si te realizas sexualmente, dejas de ser nuestro niño querido y te conviertes en un vulgar adulto, pierdes nuestro amor”
Todo esto provoca en nosotros una culpabilidad que nos conduce a la neurosis de fracaso. Debemos liberarnos de la amarra infantil hacia nuestros padres.
Alejandro Jodorowsky
NADIE ES OBJETIVO
Mi profesión consiste en ofrecer ayuda a otros a partir de haber leído algunas cosas que ellos no han leído ni experimentado. Esto es en realidad lo único que hago, ayudar a que te cures, a que crezcas, a que madures, a que te mires. Esto no es ni mucho ni poco, no lo digo con vanidad ni con modestia, lo digo porque de verdad creo que es así.
A partir de esto que digo, a veces se me pregunta si puede considerarse terapéutico hablar sobre los problemas de uno con un amigo.
Yo creo que sí. Estoy seguro de que una charla con un buen amigo puede ser muy terapéutica. En todo caso, lo triste es pensar que a veces alguien pueda llegar a un consultorio terapéutico porque no tiene amigos.
¿Quiere decir que los terapeutas no hacen falta?
No, en muchos casos, el lugar del psicoterapeuta no puede ser reemplazado por un amigo, así como los amigos cumplen funciones que no pueden ser reemplazadas por un terapeuta.
Y esta especificidad no tiene nada que ver con la supuesta objetividad del terapeuta, nadie es objetivo. No se engañen ni se dejen engañar. Para tener una visión objetiva tendríamos que ser un objeto. Si uno es un sujeto está condenado a dar solamente su propia visión subjetiva.
Por lo tanto, lo que un terapeuta, un ayudador, un psicólogo o un analista pueden dar es una mirada subjetiva desde el lugar de terapeutas, y éste es un lugar diseñado en función del paciente para que él aprenda a ayudarse o a curarse a sí mismo.
Más que esto, me parece que nadie puede hacer.
Así fue como el hecho de poder escuchar el fastidio ajeno y registrar mi propia incomodidad me condujo a un lugar confortable de acompañarme a mí mismo. Lo poco académica que suena la palabra ayudador es justa-mente el punto: tiene mucho que ver conmigo y con mi manera poco académica de pensar estas cosas.
Para hacer lo que hoy hago, el haber estudiado medicina o el ser psiquiatra es casi un hecho accidental.
Ciertas cosas que yo aprendí estudiando medicina y algunas de las que aprendí siendo psiquiatra me han servido de mucho, y otras no tanto. Muchas cosas las aprendí caminando por la calle, vendiendo medias en una estación de tren, estudiando teatro o disfrazándome de payaso para los chicos internados en el Instituto del Quemado.
En el camino profesional aprendí (como todos) más de mis pacientes que de mis colegas.
Aprendí a no desechar ninguna posibilidad de explorar mi interior, menos aún la que me brindaron los infinitos espejos de las miradas de los demás.
Es decir, creo que cualquiera de nosotros debería poner al servicio de lo que hace todo lo que tiene, y de eso se trata este tramo del camino. De poner a disposición todos los recursos con los que cada uno cuenta.
Si es un recurso mío haber sido médico alguna vez, me parece que debería utilizar este recurso; si es un recurso mío haber estudiado teatro algún día para poder hacer esta cosa histriónica de contar un cuento, sería bueno que yo lo usara; si es un recurso mío haber viajado por algunas provincias del interior, haber hecho campamento o haber vivido en algún momento en un kibutz, seguramente es bueno para mí utilizar estos recursos para poder transmitir lo que he aprendido.
Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay
viernes, 19 de julio de 2013
A PUNTO DE MORIR
Un estudio de una experta -Bonnie Ware- en ‘cuidados paliativos’ a personas que están moribundas afirma que estos son los cinco arrepentimientos mayormente expresados antes de morir:
1.- “Me gustaría haber tenido el valor de vivir una vida fiel a mís conceptos y no la vida que otros esperaban de mí”
Es el lamento más usual de los moribundos, debido a que tras el balance de vida muchas personas evidencian que no han podido cumplir una mínima parte de sus sueños. Esto obedece a que eligieron lo que creían que debían hacer, en lugar de lo que realmente querían hacer.
2.- “Me hubiese gustado no haber trabajado tan duro”
Es el clamor más frecuente entre los hombres, que hubiesen querido haber pasado más tiempo junto a su familia viendo crecer a sus hijos, en lugar de pasar tanto tiempo en sus puestos de trabajo.
3.- “Me gustaría haber tenido el valor suficiente para manifestar mis sentimientos”
Estas personas que se cohibieron de expresar sus sentimientos para no enfrentarse a quienes los rodeaban se arrepienten de conformase con vivir una existencia pobre y amarga, en la que no fueron ellos mismos.
4.- “Me hubiese gustado mantenerme en más contacto con mis amigos”
Similar a las personas que se arrepienten de haber dejado a un lado a sus seres queridos, es muy habitual reprocharse no haber cuidado lo suficiente aquellas amistades importantes. Cuando ya se está en el trance final es imposible recuperar el tiempo perdido.
5.- “Me gustaría haber sido más feliz”
Es el lamento más triste de los moribundos que prefirieron engañarse a sí mismos y continuar con unas existencias en las que no eran felices, en lugar luchar contra todos los miedos y cambiar de vida.
Fuente: LaVanguardia.com
Leído y tomado del blog: Plano Creativo
AYUDADOR PROFESIONAL
A veces el cambio es explorar una ruta que nadie antes ha recorrido.
Permítanme poner como ejemplo mi propia experiencia en un área quizás poco trascendente, pero que me servirá como ejemplo:
En mi propio camino de autoconocimiento, me di cuenta que la gente se fastidiaba conmigo cuando yo no sabía contestar a la simple pregunta: “¿A qué te dedicás?”.
No me sentía cómodo diciendo médico, ni psiquiatra, ni psicoanalista, ni psicoterapeuta. Así que descartaba todos esos calificativos.
Si bien tengo título de Médico, un médico es alguien que cura a la gente, y hace mucho comprendí que, por lo menos yo, nunca curé a nadie (cuanto mucho, alguien se curó a sí mismo al lado mío).
Psiquiatra ya no soy, porque un médico psiquiatra es alguien que se dedica a trabajar con enfermedades psiquiátricas, y si bien me entrené en la especialidad y trabajé durante más de diez años en hospitales e instituciones psiquiátricas como médico de planta, hace mucho tiempo que ya no lo hago.
Psicoanalista nunca llegué a ser porque en ningún momento apoyé mi trabajo en esa escuela: el psicoanálisis.
Psicoterapeuta podría ser, pero tampoco me dedico a hacer todo el tiempo psicoterapia, y encima la palabra terapeuta se refiere a la atención de los enfermos y yo trabajo más tiempo con pacientes sanos que con enfermos que sufren.
¿Qué hacer?
Mirar. Mirarme. Darme cuenta que aquello que yo sabía de mí no se correspondía con ninguna profesión que yo conociera y aceptar que no podía definir mi trabajo con alguna de las palabras mencionadas que los demás se ocupaban de colgar de mí. Pero escuchaba su reclamo y su necesidad de saber a qué me dedicaba.
Esta demanda me ayudó a saber que también yo necesitaba definirme.
Ya me había discriminado, no era lo que los demás eran, pero ¿qué era?
Así que tuve que buscar una nueva manera de definirme.
Y la encontré: ayudador profesional.
Lo de ayudador por la ayuda, y lo de profesional porque estoy entrenado para el trabajo y cobro por
hacerlo. No tiene que ver con ninguna otra cosa, no es porque “profese” alguna doctrina, sino porque dicho en
buen romance, de eso vivo.
Algunos colegas critican mi definición porque opinan que la palabra ayudador no suena muy formal (ellos
también se discriminan de mí, ¡¡bravo!!), y la verdad es que no es una opinión tan errada, sobre todo en la
medida en que yo me ocupo arduamente de no ser formal.
Por otra parte, aunque a la gente no le guste, a mí me parece hermosa la palabra ayudador, creo que
tiene mucho que ver con mi postura sobre el sentido de trabajar en salud mental.
El modelo gestáltico de terapia fue inventado por Fritz Perls.
Al principio de su carrera, Perls empezó diciendo que él no podía curar a los pacientes y que, en lugar de
la curación, él solamente podía ofrecerles el amor, que todo lo demás lo tenían que hacer solos. Más adelante
les dijo que lo único que podía darles era herramientas, algunos recursos para que ellos se curaran a sí
mismos.
En los últimos años de Esalem, cuando los pacientes lo iban a ver, Fritz les decía:
“Yo no tengo los recursos, y no tengo más amor para darte, no puedo darte ninguna cosa que no sepas,
ni quiero hacerme responsable de tu sanación, lo único que puedo ofrecerte es un lugar donde vos, solo, vayas
aprendiendo a ayudarte.”
Esta idea me parece muy importante y muy fuerte, porque a partir de allí, el vínculo que se establece
entre el profesional y el paciente es nada más (y nada menos) que una herramienta para que éste se ayude a
sí mismo.
A esto me refiero cuando digo que soy ayudador profesional.
Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay
jueves, 18 de julio de 2013
A-ME-CUM
La palabra amigo se deriva de la suma de tres monosílabos:
a-me-cum.
Aquel que está al lado, conmigo.
Qué bueno sería enrolarnos en esa lista.
Ya que voy a estar conmigo para siempre, qué bueno sería, entonces, ponerme conscientemente de mi lado...
Ya que estoy conmigo desde el principio y nadie sabe más de mí que yo (nadie, ni siquiera mi terapeuta), qué bueno sería ser un buen amigo de mí mismo, estar al lado mío haciendo y pensando en lo mejor para mí.
Querer hacer de mí mismo algo diferente de lo que soy no es el camino de saberse, es el camino de cambiarse. Y te digo desde ya lo que alguna vez repetiré más extensamente: intentar cambiarse no construye, es el camino equivocado, es un desvío, es una pérdida del rumbo.
El camino de saberse empieza en aceptar que soy este que soy, y trabajar partiendo de lo que voy descubriendo para ver qué voy a hacer conmigo, para ver cómo hago para ser mejor yo mismo, si es que me gusta ser mejor, pero sabiendo que está bien ser como soy, y en todo caso, estará mejor si puedo asistir a ese cambio.
Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay
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