A veces el cambio es explorar una ruta que nadie antes ha recorrido.
Permítanme poner como ejemplo mi propia experiencia en un área quizás poco trascendente, pero que me servirá como ejemplo:
En mi propio camino de autoconocimiento, me di cuenta que la gente se fastidiaba conmigo cuando yo no sabía contestar a la simple pregunta: “¿A qué te dedicás?”.
No me sentía cómodo diciendo médico, ni psiquiatra, ni psicoanalista, ni psicoterapeuta. Así que descartaba todos esos calificativos.
Si bien tengo título de Médico, un médico es alguien que cura a la gente, y hace mucho comprendí que, por lo menos yo, nunca curé a nadie (cuanto mucho, alguien se curó a sí mismo al lado mío).
Psiquiatra ya no soy, porque un médico psiquiatra es alguien que se dedica a trabajar con enfermedades psiquiátricas, y si bien me entrené en la especialidad y trabajé durante más de diez años en hospitales e instituciones psiquiátricas como médico de planta, hace mucho tiempo que ya no lo hago.
Psicoanalista nunca llegué a ser porque en ningún momento apoyé mi trabajo en esa escuela: el psicoanálisis.
Psicoterapeuta podría ser, pero tampoco me dedico a hacer todo el tiempo psicoterapia, y encima la palabra terapeuta se refiere a la atención de los enfermos y yo trabajo más tiempo con pacientes sanos que con enfermos que sufren.
¿Qué hacer?
Mirar. Mirarme. Darme cuenta que aquello que yo sabía de mí no se correspondía con ninguna profesión que yo conociera y aceptar que no podía definir mi trabajo con alguna de las palabras mencionadas que los demás se ocupaban de colgar de mí. Pero escuchaba su reclamo y su necesidad de saber a qué me dedicaba.
Esta demanda me ayudó a saber que también yo necesitaba definirme.
Ya me había discriminado, no era lo que los demás eran, pero ¿qué era?
Así que tuve que buscar una nueva manera de definirme.
Y la encontré: ayudador profesional.
Lo de ayudador por la ayuda, y lo de profesional porque estoy entrenado para el trabajo y cobro por
hacerlo. No tiene que ver con ninguna otra cosa, no es porque “profese” alguna doctrina, sino porque dicho en
buen romance, de eso vivo.
Algunos colegas critican mi definición porque opinan que la palabra ayudador no suena muy formal (ellos
también se discriminan de mí, ¡¡bravo!!), y la verdad es que no es una opinión tan errada, sobre todo en la
medida en que yo me ocupo arduamente de no ser formal.
Por otra parte, aunque a la gente no le guste, a mí me parece hermosa la palabra ayudador, creo que
tiene mucho que ver con mi postura sobre el sentido de trabajar en salud mental.
El modelo gestáltico de terapia fue inventado por Fritz Perls.
Al principio de su carrera, Perls empezó diciendo que él no podía curar a los pacientes y que, en lugar de
la curación, él solamente podía ofrecerles el amor, que todo lo demás lo tenían que hacer solos. Más adelante
les dijo que lo único que podía darles era herramientas, algunos recursos para que ellos se curaran a sí
mismos.
En los últimos años de Esalem, cuando los pacientes lo iban a ver, Fritz les decía:
“Yo no tengo los recursos, y no tengo más amor para darte, no puedo darte ninguna cosa que no sepas,
ni quiero hacerme responsable de tu sanación, lo único que puedo ofrecerte es un lugar donde vos, solo, vayas
aprendiendo a ayudarte.”
Esta idea me parece muy importante y muy fuerte, porque a partir de allí, el vínculo que se establece
entre el profesional y el paciente es nada más (y nada menos) que una herramienta para que éste se ayude a
sí mismo.
A esto me refiero cuando digo que soy ayudador profesional.
Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay
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