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miércoles, 17 de noviembre de 2021

EL INDIVIDUALISMO RESPONSABLE: "QUERERTE QUERIÉNDOME A MÍ MISMO"


Este individualismo no olvida ni niega los derechos de los demás. Recomienda querer para los otros lo que se quiere para sí, previa consulta, ya que no todos tenemos los mismos gustos (ésa es la razón por la cual la beneficencia no se puede imponer sino proponer).

Se trata de congeniar lo tuyo con lo mío, de hacer compatibles las diferencias. El Dalai Lama apoya este punto de vista, cuando dice: "Dependemos unos de otros. Yo lo llamo 'un egoísmo sabio' porque una actitud responsable hacia sí mismo también sirve a los demás. Si pensamos así, ya no hay diferencia entre el interés propio y el interés de la comunidad". La defensa del yo se revierte a la sociedad y el cuidado de uno mismo puede servir como ejemplo o modelo para el cuidado de los otros. El amor propio abre más espacio al amor, lo hace más maduro, más respetuoso, más cómodo.

El individualismo responsable busca fines nobles y esencialmente positivos, ya que promueve una filosofía humanista: "Te amo, porque me amo". Buscar la propia felicidad o el máximo bien no es algo de lo cual tengamos que arrepentimos luego. Queramos o no, tener una relación afectiva si alguno de los miembros se opone radicalmente al bien del otro es imposible de sobrellevar, a no ser que asumamos la actitud del sacrificio por el sacrificio. Y no hablo de inflexibilidad o engreimiento, sino de actuar a favor de lo que uno es o cree que es o quiere ser, tratando de no perjudicar al otro. Esto es la dedicación saludable.

El ego implica supremacía y apoderamiento. Identificarse con las cosas que se poseen ("lo mío") y estimular la grandiosidad.

El contenido del ego es egocentrismo, egolatría y egoísmo irracional. En cambio el yo es un principio organizativo de la información, es el punto de referencia necesario para poder ubicarme en contexto y definir los parámetros que me permitan moverme mejor en el mundo.

Una mente sin "yo" sería una mente despersonalizada, sin capacidad de habitar el tiempo y el espacio. El individualista responsable acepta el "yo", pero no el ego.

Fernando Savater en Ética como amor propio afirma: Es que este quererse a sí mismo de la voluntad, este querer conservarse y preservarse, querer potenciarse, querer experimentar la gama de posibilidades en busca de las más altas, querer trasmitirse y perpetuarse, es lo que debe entenderse como amor propio, (pág. 329) La autoestima es un requisito imprescindible del amor de pareja. Piensa: ¿podrías amar a alguien que se odiara a sí mismo, que sólo buscara agradarte las veinticuatro horas, que no tuviera aspiración que sangrar por tu herida? ¡Qué pesadilla!

Stuart Mili afirmaba: "El individualismo libre es aquél que sabe preservar su individualidad de todo lo que amenaza con borrarlo". Todo, amor incluido. ¿Actitud defensiva con la pareja? No, si no hace falta, si no hay amenazas reales a tu integridad física o psicológica. Pero si las hubiera y pensaras que la persona que amas puede ser peligrosa para ti, ¿no sería prudente una pizca de individualismo? Si te produce algo de resquemor la libertad de parte y parte o eres una persona insegura, preferirás el amor de garrapata. Pero el buen amor, el que vale la pena, se construye mediante la gestión eficaz de dos narcisismos que se aman y no sobre la base de un amor totalmente apegado y despersonalizado.

Ser para el otro + Ser para sí = Ser para nosotros

Jorge llegó a mi consultorio con una lista de quejas sobre la conducta de su esposa Leonor. Sentía que el amor de ella era poco comprometido e indiferente y tenía la firme convicción de que él ocupaba un lugar secundario en su vida. Cuando entrevisté a Leonor, tuve la impresión contraria. Me pareció que tenía claro su compromiso y amaba sinceramente a Jorge. Era una mujer fiel e independiente. Para ella, el matrimonio no implicaba renunciar a sus amigas y amigos, con los cuales salía de tanto en tanto. Podía ir sola a un cine, al teatro o a un restaurante, si Jorge no estaba o si simplemente le apetecía.

Las relaciones sexuales eran muy satisfactorias y no había conflictos importantes en la relación, a excepción del malestar de Jorge.

Terapeuta: Revisemos qué te preocupa realmente de tu pareja, porque mi impresión, luego de las entrevistas que tuve con Leonor, es que ella te ama sinceramente y está muy comprometida con la relación.

Jorge: No sé que le habrá dicho, pero ella es muy distante.

Terapeuta: ¿Qué significa para ti ser "distante"?

Jorge: Que no está conmigo.

Terapeuta: ¿Físicamente?

Jorge: Sí y no. Puede estar a mi lado, pero con la mente en otra parte.

Terapeuta: ¿Puedes explicarte mejor?

Jorge: No la siento aquí (señala el corazón).

Terapeuta: ¿Qué necesitarías para sentirla "allí"?

Jorge: Bueno... No sé, me gustaría que fuera un poco más apegada a mí...

Terapeuta: ¿Es detallista contigo?

Jorge: Sí, sí, lo es... Pero.

Terapeuta: Pero, ¿qué?

Jorge: Me dice que me quiere, pero no soy indispensable para ella, ¿me entiende? No me hace sentir que soy lo principal para ella.

Terapeuta: No sé si eres lo "principal" para ella, pero que eres muy importante, no me cabe duda.

Jorge: ¿Se da cuenta? ¡Usted mismo lo confirma!

Terapeuta: ¿Puedes poner más ejemplos de distanciamiento?

Jorge: Cuando está en el trabajo, por ejemplo, no me llama a saludar.

Terapeuta: ¿A saludar?

Jorge: Sí, claro, saber cómo estoy, si todo va bien... A veces la veo tan tranquila y feliz con su trabajo, que empiezo a pensar que me va dejar.

Terapeuta: Tenemos que analizar algo importante. Es obvio que tienes miedo a perderla. Nuestra cultura nos ha enseñado que si no sufren por nosotros, no nos aman. Una mujer tradicional "viviría para ti", pero sería probable que alguno de los dos terminara cansándose de una relación altamente dependiente. Tu esposa es una mujer individualista responsable .Respeta tus espacios, tiene confianza en ti, no presiona ni manda, pero tampoco se deja mandar. Busca su bienestar sin descuidarte, porque jamás sería irresponsable contigo o con sus hijos. ¿No prefieres una mujer contenta? Leonor no negociaría su libertad ni su auto-respeto, y eso es bueno. Quizás sea la razón por la cual siguen juntos: tú aceptas, así sea a regañadientes, que ella sea libre; sufres, pero te aguantas.

Además, jamás violas sus derechos porque eres un hombre respetuoso. Repasa tus creencias sobre el matrimonio y lo que realmente necesitas. El individualismo responsable es una forma de querer queriéndose a uno mismo, pero estamos acostumbrados a que en el amor sólo vale la renuncia categórica del "yo". Ella nunca vivirá para ti solamente, debes compartirla con su yo y con el mundo o perderla. Ése es tu reto. ¿No crees que podrías ensayar a ser más independiente y practicar tu propio individualismo responsable para que se encuentren en la mitad del camino? A manera de resumen, y para que no te genere estrés el tema, te menciono a continuación algunas características básicas que tiene una pareja individualista responsable.

Como veras, representan ciertas ventajas importantes:

• Estimula la reciprocidad, para que no se anule el "yo" de parte y parte.

• No descarta emociones como la compasión, la empatia u otros sentimientos de aproximación.

• Promueve el desarrollo del potencial humano.

• Al ser racional y razonable, no renuncia a su sentido de Justicia.

• Siempre busca el consenso.

• Por definición, es pluralista, ya que concibe el mundo como un conjunto de autoconciencias entrelazadas.

• Siempre respeta las propias preferencias e inclinaciones, hacia ambos lados.

• Se preocupa por la pareja cuando realmente vale la pena hacerlo, ya que distingue la preocupación sana de la obsesiva.

• Reconoce y exige los derechos humanos.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

domingo, 7 de noviembre de 2021

EL INDIVIDUALISMO IRRESPONSABLE: "NO TE AMO, PORQUE ME AMO"


La egolatría suprime el espacio afectivo. Ella le recrimina, con razón: ¿Cómo amarte si me eres infiel contigo mismo? Al individualista irresponsable le importan un rábano el mundo y los demás. Está concentrado en sí mismo y solamente desea promover sus intereses, así sea a expensas del prójimo. Su regla es: "Sálvese quien pueda".

El único compromiso que conoce es el de la propia supervivencia a cualquier costo. Un toque de avaricia y bastante narcisismo definen su personalidad básica. ¿Qué lo motiva? El éxito personal, ser único y especial, sacar la mejor tajada. Es la estructura del narcisista o el sociópata, la ley de la selva tomada en serio y puesta en práctica de manera sistemática. El egoísmo vulgar o el individualismo posesivo se opone al cuidado del otro ciento por ciento: "No me importa lo que te pase". O si a veces aparece alguna pizca de beneficencia, es tan superficial y banal que molesta. 

La tendencia a la autonomía desenfrenada es clara y destructiva: explotación y utilización del prójimo. Es el típico "idiota moral": al estar concentrado en sí mismo, niega la solidaridad, la reciprocidad, el respeto y la compasión/empatia.

Obviamente, tratar de construir una pareja saludable con una persona con estas características es imposible. De hecho, estos individuos violan sistemáticamente los derechos humanos de su pareja, de manera abierta o sutil.

• Cuando él está enfermo, ella lo cuida. Cuando ella está enferma, él se indigna y arremete contra ella.

• Él siempre se sienta a escucharla pacientemente cuando ella tiene problemas en el trabajo. Un día, el hombre llega abrumado porque tuvo una molesta discusión con el gerente y su esposa le "aconseja" en un tono conmiserativo: "Debes aprender a manejar tus problemas solo".

• Ella siempre le lleva el café por la mañana. Un día la mujer le pide un vaso de agua y él responde: "¿Acaso soy tu sirviente?" Una mujer le reprochaba a su marido: "No sé por qué te molesta que yo use el automóvil y que tú tengas que irte en autobús. ¿Dónde está el amor que sientes por mi? Además, yo soy mujer...". Obviamente los argumentos no tenían más justificación que la propia comodidad. Las estrategias utilizadas para lograr su cometido eran dos: chantaje emocional ("No me amas de verdad") y hacerlo sentir irresponsable ("No reconoces mi debilidad de género"). Ella se había apoderado del único automóvil de la casa hacía meses y no quería compartirlo, ya que el viaje en autobús era bastante dispendioso.

El individualista irresponsable diría: "¡Vete en autobús o a pie, te hace falta ejercicio!" El sumiso sacrificado diría: "Usa tú el automóvil siempre que quieras, no me importa irme en autobús".

El individualista responsable diría: "No te gusta ir en autobús y a mí tampoco, busquemos la forma de turnarnos el automóvil o compremos otro".


Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

sábado, 6 de noviembre de 2021

LA DEDICACIÓN SALUDABLE: HACIA UNA INDEPENDENCIA CONSTRUCTIVA


Extracto del capitulo 8.
La dedicación saludable: Hacia una independencia constructiva

En los últimos cincuenta años, la idea del sacrificio ha tenido el siguiente recorrido: primero, el sacrificio por el sacrificio, que alentaba el auto-castigo y el culto al sufrimiento; luego, el sacrificio como deber, justificado en el principio de candad o generosidad y generalmente mediados por la culpa y, finalmente, la negación a ser héroes, a no mirar la abnegación impuesta como una virtud ejemplar. 

Hoy, la renuncia a sí mismo dejó de ser un ideal, el deber conyugal ha sido reemplazado por el querer conyugal y el amor propio ya no es incompatible con amar a otro. Precisamente, quererse a sí mismo es una de las principales vacunas contra la dependencia, el maltrato y las relaciones de dominancia que vimos antes. La máxima no es: "Te amo, luego existo", sino: "Me quiero a mi mismo, luego puedo amarte".



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

martes, 19 de octubre de 2021

SÍNDROME DE LA EMPLEADA: LA SERVIDUMBRE HOGAREÑA


Ser ama de casa no es una labor de la cual deban avergonzarse las mujeres que la ejercen. Entre otras cosas, en una cultura que aún lleva a cuestas la regulación patriarcal, es muy difícil encontrar una mujer que no sea en lo absoluto ama de casa.

Por lo general, la esposa que trabaja afuera sigue haciéndose cargo de las cuestiones del hogar, los niños y el marido.

El término "servidumbre" debe asimilarse al de sumisión, a una actitud que se opone a la autonomía y la independencia. Por eso, la servidumbre o el servilismo psicológico no debe confundirse con la virtud de la humildad: el humilde no se considera superior, mientras que el servil ha dejado de quererse a sí mismo o ha comenzado a odiarse.

Si estás profundamente convencida de que tu misión en la vida es ser la administradora del hogar, mientras el "dueño" de la "empresa familiar" es tu media naranja, no tienes una relación afectiva, sino una "relación laboral". Sé de matrimonios en los que ella recibe un sueldo de su marido por hacerse cargo de las tareas de la casa (que no es precisamente el proyecto de vida que desea la mayoría de las mujeres o, por lo menos, no conozco a ninguna que se sienta realizada totalmente en actividades como sacudir el polvo, lavar, planchar, limpiar baños y cocinar). Mientras que la geisha rinde pleitesía, la empleada rinde cuentas: la metáfora es la del hombre/jefe y la mujer/empleada.

Las mujeres que padecen este síndrome entran en una fase obsesiva de eficacia hogareña, tratando de mantener el grado de exigencia establecido por el hombre/jefe y pasar así el examen diario. Organizar la casa se convierte en un trabajo obligatorio que se revisa con lupa en busca de errores y se analiza con la perspicacia de cualquier protocolo de evaluación del desempeño. ¿La felicidad de ella? Verlo satisfecho con el producto final. Blancura más que blanca, baños con olor a mañanas campestres, pisos resplandecientes, ropa almidonada, meticulosidad en el orden, niños limpios y bien alimentados, en fin, la maravilla triple A, la envidia de cualquier señor feudal: Aseo, Alimentación y Administración, todo bajo el mismo rubro afectivo.

El hombre/jefe no quiere una pareja, sino una asalariada con quién tener relaciones sexuales; ojo, no un matriarcado contable, sino una mujer cuyo perfil se acomode a la filosofía de la empresa. Las expresiones de afecto se reducen a dar retroalimentación positiva sobre los objetivos alcanzados.

Un síntoma confirmatorio de que sufres este síndrome es que cuando todos duermen en casa, sientes un profundo descanso, un alivio de la tensión... No hay exigencias. El silencio reparador al cual te aferras parece una bendición:"¡Al fin sola, al fin puedo pensar en mí!" Es el bienestar en estado puro, la sensación de total libertad que llega con la noche...

Obviamente, no estoy exaltando la indolencia ni la falta de interés por la pareja o la familia, lo que propongo es abolir la servidumbre hogareña en cualquiera de sus formas y reemplazarla por una verdadera división del trabajo, sin escalas jerárquicas, que dignifique la labor de cada quién en su contexto. Tampoco niego que asumir el papel de servidora (v.g. servidora pública) en determinadas actividades pueda llegar a ser perfectamente compatible con una actividad digna y necesaria (pensemos en las mujeres que trabajan en Médicos sin Fronteras o en la Cruz Roja Internacional), pero esta actitud de servicio razonable se ve desvirtuada si está regida por una relación de dominancia afectiva y/o psicológica. La entrega irracional y enfermiza empieza en el preciso momento en que acepto que mi pareja y yo no somos iguales en derecho. Una cosa es preocuparse porque la casa funcione bien y otra, actuar como la encargada de un room service. Una cosa es conversar sobre los problemas del día y otra, presentar un informe pormenorizado (factura en mano) sobre actividades y gastos, para obtener el visto bueno.

¿Cómo puede sustentarse una relación de pareja en la que el vínculo está regido más por la dedicación a la tarea que por la dedicación a la ternura? Cuando el quehacer doméstico reemplaza el quehacer amoroso, se pasa del afecto al negocio, de la alegría al deber, del relax al ordenamiento contable, del chiste a la seriedad. Entonces ya tienes al gerente en casa.

Pensamiento liberador:

Quiero A-M-A-R-T-E, no S-E-R-V-I-R-T-E.

La ficha técnica de la entrega irracional que caracteriza la servidumbre hogareña de las mujeres que sufren del síndrome de la empleada, es la siguiente:
  • Metáfora: mujer/sirvienta/empleada y hombre/jefe.
  • Apetencia típica: varones ejecutivos, con don de mando, controlador, metódico con el dinero, organizados.
  • Misión básica (meta): atender, servir, hacer oficios, dirigir

La trabajadora doméstica, rendir cuentas, pasar informes de gasto, vigilar el menú o cocinar, criar hijos, cuidar los intereses hogareños.
  • Método para alcanzar la meta: trabajar de sol a sol, ser sistemática, obsesiva, autoexigente y perfeccionista, hace cursos de economía casera y de cocina.
  • Motivación: sentirse indispensable y eficiente, llenar las expectativas del hombre/jefe, recibir felicitaciones.
  • Respuesta masculina: autoridad y mando, control, vigilancia, exigir resultados y obediencia.
  • Pronóstico: la mujer termina sintiendo que el jefe abusa de su poder y presenta la renuncia al cargo. El hombre propone mejoras laborales para que ella siga en su puesta.

Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

domingo, 10 de octubre de 2021

SÍNDROME DE LA GEISHA: LA COMPLACENCIA ILIMITADA


¿Quién no sueña con un amor tranquilizador y pacífico? ¿Quién no ha deseado alguna vez una relación profundamente sosegada? Amor Prozac, Nirvana hecho a la medida y en casa. En realidad muchos hombres no quieren un matrimonio, sino un spa, y cuanto más sofisticado, mejor. No desean una esposa o una novia, sino una geisha profesional, una cortesana de buena cepa, finamente perfumada y a punto. Aquí la metáfora no es la del hombre/niño, sino la del hombre/rey o el hombre/amo y la mujer/geisha, lo más curioso: algunos varones logran su cometido.

Estas mujeres asumen el papel de la amada/amante. Expertas en las artes del deleite y la relajación, su meta es hacer que el guerrero deponga las armas y entre al sereno mundo del resabio. Le sirven la mejor comida, le hacen masajes, lo bañan, lo calzan, lo escuchan, lo halagan, lo hacen reír, en fin, crean el ambiente propicio para consentirlo hasta el cansancio, siempre profundamente agradecidas con la vida por tener a su lado al hombre de sus sueños. El comportamiento de complacencia ilimitada forma parte de una estrategia compensatoria que intenta darle un plus a la relación afectiva para evitar que algún día se llegue al desamor.

Cuando les pregunto a estas mujeres qué esperan a cambio de semejante entrega, la respuesta es unánime: sentirse deseadas y queridas y volver al soberano, dependiente de ellas.

Terapeuta: ¿En verdad no espera nada cambio?

Mujer/amante/geisha: "No. Me conformo con verlo bien y disfrutando de las atenciones que le brindo".

Terapeuta: ¿No le gustaría que a veces él también la mimara y la consintiera como usted lo hace con él?

Mujer/amante/geisha: No sé, no pienso en eso. Respeto su manera de ser, él es más receptor que dador, ¿me entiende? No lo educaron para dar. La entrega requiere de paciencia, buen humor y vocación de servicio.

Terapeuta: Bueno, pero no estamos hablando de los niños de Biafra o de los leprosos de Calcuta, sino de un ser humano en particular que puede cambiar y que no sufre de limitaciones básicas. En el amor de pareja siempre se espera retroalimentación, ¿o a usted no le gusta recibir?

Mujer/amante/geisha: ¿Por qué insiste con eso? Ya le dije que no espero nada a cambio, que yo no necesito lo que él necesita... Por ejemplo: para él la sexualidad es determinante y para mí el sexo es secundario. Lo único que quiero es que mi relación sea estable.

Terapeuta: ¿Pero no le gustaría tener orgasmos?

Mujer/amante/geisha: Puedo vivir sin ellos, no soy adicta al sexo.

En realidad, podemos sobrevivir con una ración diaria de comida, vivir debajo de un puente y reprimir toda manifestación de sexualidad, sin embargo, no es lo más aconsejable para la salud mental. La mujer que vive para consentir ilimitadamente a su hombre, esperando obtener estabilidad afectiva, se equivoca:

  • Primer error de cálculo: a diferencia del hombre/niño, el hombre/rey/amo no se siente esencialmente atado a su pareja. Su egocentrismo le impide considerar el punto de vista de su compañera y su encumbramiento le imposibilita hacer conexión con ella. Otorga refuerzos, da golpecitos de espalda, pero le cuesta amar. Es más fácil reemplazar a la mujer/amante que a la mujer/madre: la .madre cansa, pero no sacia.
  • Segundo error de cálculo: las geishas también se cansan, también tienen un límite a partir del cual el "yo" se rebela.

¿Cambiar de rey? No, más bien dejar la esclavitud. ¿Cómo te das cuenta de que estás llegando al límite? Cuando un día cualquiera te miras al espejo y sientes la piel reseca por dentro o cuando te despierta un sueño erótico a medianoche o cuando un varón democrático te empieza a endulzar el oído y te dejas llevar por el murmullo.

Una de las estrategias preferidas para mantener cautivo al hombre/rey es el cuidado del aspecto físico: esclavitud estética, obsesión por la belleza, carne firme y dispuesta.

La mujer/geisha es una apasionada de los gimnasios, de la lógica decorativa (vestirse a la moda, joyas), el camuflaje (maquillarse, teñirse el pelo, depilarse con láser) y la reconstrucción (cirugías, bótox y mesoterapia). Todo en aras de ganarle ventaja a la vejez y hacer que su pareja se sienta orgullosa de su cuerpo sexy, esbelto y bien proporcionado.

Admiración lastimera: "Admiro tu peroné, tu rótula, tu tibia, tus muslos, tus caderas, tus senos, tu piel sin arrugas, tus pantorrillas, tus dientes, tu pelo, tu delgadez, en fin, admiro tu composición molecular, tu estructura ósea y tu organismo en general"; el piropo de un cirujano plástico o el encargado del departamento de trasplantes de algún centro médico.¿Cómo admirar solamente un pedazo de cuerpo y no desvirtuar al otro como ser humano, cómo hacerlo sin volverlo "cosa"?

¿Y el sexo? Quizás sea el principal objetivo y la mayor fortaleza de la mujer/ geisha. Entrega por los cuatro costados, Kamasutra opcional y personalizado. La meta es atrapar al varón de la cintura para abajo, así haya cierta indignidad en el intento. Maquiavelo enamorado: en el amor, el fin justifica los medios; por eso, el apego corrompe. Para el hombre/rey no hay sujeto del deseo, sólo objeto del placer.

Pensamiento liberador:

"No sólo quiero ser D-E-S-E-A-D-A, sino A-M-A-D-A".

La ficha técnica de la entrega irracional que caracteriza la complacencia ilimitada de las mujeres que sufren del síndrome de la geisha, es la siguiente:

  • Metáfora: mujer/amante/geisha y hombre/rey/amo.
  • Apetencia típica: varones narcisistas, poderosos, atractivos, ególatras, prestigiosos.
  • Misión básica (meta): complacer, consentir, relajar, producir placer, rendir pleitesía, contentar, recrear.
  • Método para alcanzar la meta: embellecerse y ser atractiva, decir sí a todo, mostrarse siempre alegre, oportuna y de buen*humor,
  • Motivación: sentirse indispensable y deseada.
  • Respuesta masculina: encumbramiento, distanciamiento, reconocimiento superficial.
  • Pronóstico: el varón encuentra una cortesana más hábil o la mujer revive la necesidad natural de sentirse admirada y amada y se separa.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

martes, 21 de septiembre de 2021

SÍNDROME DE LA NODRIZA: LA AYUDA COMPULSIVA O CODEPENDENCIA


Como ya dije, es natural que tratemos de proteger y cuidar a nuestra pareja, pero si esta ayuda se vuelve adicción, habremos entrado al peligroso terreno de la codependencia. Cuando nos concentramos excesivamente en la pareja, pasamos del auxilio racional a la afectación indiscriminada y de la preocupación sana a la reacción generalizada y permanente. Melody Beattie definió al codependiente como "aquél que ha permitido que el comportamiento de otra persona le afecte y que está obsesionado por controlar dicho comportamiento".

En el caso que nos compete, cuando el amor desborda los límites de la dignidad y la autoestima, algunas mujeres adoptan un estilo afectivo extremadamente protector para con su pareja, convirtiéndose en "nodrizas", "salvadoras" o terapeutas del hombre que aman. Y al igual que cualquier madre sobre-protectora, se sienten culpables y ansiosas por cualquier problema que pueda llegar a tener su pareja, lo que las lleva a ejercer altos niveles de control y vigilancia. Amor y dolor, juntos e inseparables: "Si mi tranquilidad depende de que estés bien y eres una persona repleta de problemas, no tengo otra alternativa que resolverlos".

De esta manera, la ayuda compulsiva que caracteriza la codependencia se refiere a los esfuerzos denodados por buscar el supuesto bienestar de la persona amada, a expensas de las propias necesidades. Austeridad con uno mismo, abundancia para el otro. Como si se tratara de una terapia de rehabilitación, las mujeres nodrizas le enseñan a su pareja a vestirse y desvestirse, a cuidarse, a ganar dinero, a ser segura de sí misma, a tener amigos, a controlar sus impulsos y así. Amor higiénico, reinserción y restauración educativa. ¿Amar o necesitar? Si eres nodriza, más lo segundo. El pensamiento que rige la ayuda al otro como sentido de vida es trágico: "Necesito que me necesites", depender de un dependiente.

Ciertas mujeres se sienten especialmente atraídas por hombres débiles, inútiles, con problemas de adicción, acomplejados, fracasados, pobres o que viven "cuesta abajo". Estos varones desprotegidos y abandonados ejercen sobre ellas una extraña fascinación: rescatarlos del pantano y ponerlos en orden. Es el papel de la redentora que confunde el amor con la asistencia social. Para colmo, estos varones en decadencia son supremamente hábiles para detectar y conquistar a cuanta mujer/niñera pase por su lado, basta con mostrar su mejor rostro de chiquillo desvalido. Una vez instalados en el regazo de su mecenas de turno, se faerran a la fuente de seguridad con la típica angustia de separación del niño temeroso. Así, la relación afectiva adquiere tintes de adopción y madrinazgo. La metáfora: la mujer/madre y el hombre/niño.

El asunto se complica con el paso del tiempo, porque la no retribución va generando, en la nodriza amorosa, resentimiento y cansancio, ya que el infante piensa que no tiene nada qué agradecer y mucho qué exigir. Estos varones empequeñecidos se relacionan por medio del chantaje emocional y de las rabietas infantiles. Además, existen dos complicaciones adicionales para la mujer atrapada en estos vínculos casi incestuosos: ¿cómo hacer el amor con un "hijo adoptado" sin entrar en pánico? Y ¿cómo abandonar un "hijo adoptado" sin sentirse mala? Culpa anticipada, miedo y lástima, todo revuelto, con altas dosis de amor maternal y deseo sexual en descenso.

Mientras tanto, el espíritu de sacrificio sigue su decorosa marcha; ayuda al por mayor, servicio, donativos y caridad, pese a que la mejoría del varón brilla por su ausencia.

Verónica lleva seis años de casada y antes estuvo cuatro de novia. Tiene una hija de dos años y trabaja como arquitecta en una reconocida empresa de construcción. Ella siempre ha sostenido económicamente el hogar porque su esposo no ha podido establecerse en ningún trabajo.

Intentó montar algunos negocios, pero todos fueron un fracaso. El hombre es un tanto idealista y no quiere emplearse porque, según él, "no nació para eso". Dejó la carrera de derecho cuando estaba en tercer año y no ha querido continuar estudiando pese a los ruegos e insistencias de su familia y de Verónica, que se comprometió a pagarle el resto de la carrera. Él aduce que quiere hacer otras cosas, pero cuando ella le pegunta qué le gustaría hacer, no hay respuesta o aparecen vocaciones nuevas, inesperadas y totalmente imposibles de alcanzar, como la de criar caballos de carrera. La joven anda abatida todo el día, duerme hasta tarde, no es amable con ella, no se hace cargo de los quehaceres domésticos y es especialmente exigente con la comida y la ropa. Además, a veces sale de juerga y no llega hasta el alba, lo que le produce a Verónica una angustia tremenda, que la ha llevado en más de una ocasión a buscarlo en los hospitales o a llamar a la policía pensando lo peor. El hombre cada día consume más alcohol y es más agresivo. La última vez la empujó contra un mueble y le lastimó la espalda. Aun así, ella, religiosamente, todos los días lee el periódico y subraya las solicitudes de empleo disponibles, con la esperanza de que él aplique a alguno.

La primera consulta con ella se desarrolló así: "Vengo por mi esposo... El pobre está pasando por un momento difícil.

Quiero ayudarlo; él no sabe que estoy aquí porque no cree en los psicólogos. Había pensado en que usted se hiciera pasar por un amigo de mi padre y nos visitara un día. He querido que vaya donde un profesional, pero cuando le digo esto me grita y amenaza con matarse. Tengo miedo de que haga una locura...". No tenía límites. No sólo pretendía que yo me disfrazara (un psicólogo enmascarado como si fuera el Zorro no funciona), sino que hacía caso omiso de su propio padecer. Durante la hora de consulta, nunca hizo mención a su propio agotamiento, su evidente estrés o la posibilidad de mejorar su calidad de vida.

Desde los diecisiete años. Verónica se está haciendo cargo de un hombre que no ha puesto ni un ápice de su parte para tratar de hacerla feliz o al menos tener una coexistencia pacífica y digna. Ella vive más para su marido que para su hija, y sus ambiciones personales no son otra cosa que una prolongación de las angustias y aspiraciones de él. Cuando algunas pocas veces logra pensar en sí misma, se siente egoísta y culpable. Al igual que millones de mujeres en todo el mundo, está convencida de que no debe interponer sus necesidades a las de su familia. No se siente feliz y realizada con el sacrificio diario de vivir con su pareja, pero lo ama y está convencida de que ese sentimiento justifica estar a su lado en la buenas y en las malas (así las "buenas" no se vean por ninguna parte). El hombre/niño o el hijo/marido que Verónica adoptó no ayuda a que lo ayuden. Y quizás esto último sea un punto clave que se debe tener en cuenta cuando haya que tomar alguna decisión afectiva: si tu pareja necesita ayuda, pero se niega a recibirla, es decir, no te toma en serio y no le importa tu sufrimiento, ya no hay nada qué hacer.

¿Hay que aceptar y patrocinar una relación como la de Verónica? ¿Con qué argumentos? Me sorprende cómo, en ocasiones, la cultura ve con buenos ojos este tipo de sacrificio obsecuente y maternal, a pesar de que su conducta consecuente sea casi siempre la explotación y el maltrato psicológico. La mujer/nodriza es considerada desde la antigüedad como un dechado de virtudes: hada del hogar, madre educadora, maestra de maestros y artífice de un amor que promulga la sacralización del sacrificio.

La verdadera maternidad, es decir, la que no está dirigida a la pareja sino a los hijos, ha resistido las más acérrimas críticas, incluso de las feministas, y sigue siendo para muchas mujeres motivo de realización personal. Lipovetsky en su libro La tercera mujer dice: En un momento en que las mujeres ejercen cada vez más una actividad profesional, en que los nacimientos se eligen, en que el tamaño de la familias se reduce, las tareas maternas se contemplan menos como una pesada carga que como un enriquecimiento, menos como una esclavitud que como una fuente de sentido, menos como una injusticia que recae sobre las mujeres, que como una realización...

Pero una cosa son los hijos y otra, la pareja. Trasladar de manera mecánica ese amor biológicamente determinado a la pareja produce una distorsión afectiva conocida como maternalismo o "paternalismo". He visto mujeres muy inteligentes tratar de aparentar lo contrario para no contrariar el narcisismo de su pareja. ¿No sería mejor vivir con la verdad a cuestas? ¿Por qué una mujer debe sentirse orgullosa de los éxitos de su pareja y no a la inversa? No obstante, la experiencia clínica me ha enseñado que muchas "nodrizas" superan más fácilmente la pérdida de su hombre/hijo que al revés. Es posible que más allá del alboroto y la parafernalia, las mujeres codependientes añoren quedarse solas y libres del varón exigente. La conocida frase de Margaret Mead adquiere un especial significado en estos casos: "Cuando los hombres pierden a su mujer, se mueren. Cuando las mujeres pierden a su marido, sencillamente siguen cocinando".

Pensamiento liberador:

Quiero A-M-A-R-T-E, no C-U-I-D-A-R-T-E.

La ficha técnica de la entrega irracional que caracteriza la ayuda compulsiva de las mujeres codependientes que sufren del síndrome de la nodriza, es la siguiente:

  • Metáfora: mujer nodriza/terapeuta/redentora y hombre niño/hijo/débil.
  • Apetencia típica: varones descarriados, frágiles, enfermos, inútiles e inseguros.
  • Misión básica (meta): ayudar, adoptar, lograr la mejoría/superación, producir salud, salvar, resolver, cuidar, conciliar, alimentar, reformar.
  • Método para alcanzar la meta: control, vigilancia, regaño, ser posesiva, aconsejar, pensar por él, adelantarse a los hechos, disciplinar.
  • Motivación: sentirse indispensable y esencialmente útil • Respuesta masculina: tristeza, pataleta y culpabilizar a la pareja/nana.
  • Pronóstico: el varón encuentra otra madre sustituía o ella termina odiándolo y echándolo a la calle.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

viernes, 6 de agosto de 2021

CONTRA EL SACRIFICIO


La cultura de "vivir para el otro", como decía Auguste Comte, y desconocer los propios intereses a costa de la felicidad y el olvido de sí (cosa que sucede en muchísimas relaciones) es un atentado a la salud mental. El culto al martirio, que caracterizó una época en la que los deberes eran más importantes que los derechos, está revisándose a la luz de una nueva propuesta básica: el retorno a uno mismo. Rescatar el "yo" entre las ruinas de una sociedad que privilegió, principalmente en las mujeres, el "ser para el otro" antes que el "ser para sí". Hay que inclinar el péndulo hacia el "sí mismo" y llevarlo del "tú exclusivo" a un nosotros más democrático. Te amo y me quiero, todo a la vez, porque no es incompatible. Para romper el esquema de un tu afectivo despótico ("Tú eres más importante que yo", "Tu tienes más derechos que yo", "Sólo me interesa tu bienestar") que exige sacrificios a manos llenas, hay que alimentar un yo digno que permita equilibrar el intercambio afectivo y crear un amor de ida y vuelta.

No se trata de aferrarse a un individualismo posesivo y rapaz que desaparezca al otro ("Después de mí, que se acabe el mundo") o de exaltar una autonomía tajante y egocéntrica que raye en la patología. Estamos de acuerdo en que a la autonomía (independencia) hay que completarla con ciertos deberes racionales y necesarios, pero ella misma, per se, no es negociable. Podemos modularla, hacerla más empática y considerada, pero no reprimirla, porque hacerlo sería anular la esencia misma del ser humano. La propuesta, entonces, no es promover una indolencia interpersonal, sino que te incluyas en la relación afectiva salvando el amor propio. Insisto: no significa que no te importe tu pareja, sino que tú también importas. El péndulo va y viene, a veces tú, a veces yo, pero el balance debe incluirnos a ambos. ¿Depende de qué? De la gravedad y/o la trascendencia de tus necesidades y de las mías; de las ganas, de que no haya resentimiento, del sentimiento amoroso, de los principios, de nuestros intereses vitales y así, "viajar" hacia la persona amada sin olvidar la propia supervivencia. Puedes ser solidario y aun así no descuidar tu plan de vida. No necesitas inmolarte psicológicamente para sentir que realmente quieres a tu pareja, no eres ni Romeo ni Julieta, afortunadamente.

Cuando estamos enamorados nos gusta hacer feliz y cuidar a la persona amada. Eso es evidente. Preferimos la proximidad a la distancia, la sensibilidad a la insensibilidad, la cooperación al control, sin embargo, si el amor de pareja no es auto-afirmativo, si no promueve la búsqueda y la defensa de lo que es más beneficioso para cada uno, es destructivo. Un amor inteligente busca lo que es provechoso para ambos, pero "ambos" significa dos individualidades, porque aunque lo intentemos una y otra vez y aunque nuestra más oscura fantasía lo anhele, no somos uno, sino dos.

¿Hay excepciones en las que el yo se repliega de manera no enfermiza? Sin duda. Ante la innegable adversidad para uno de los miembros (v.g. enfermedad, estrés laboral, muerte de un familiar, problemas financieros graves), puede estar justificado que el "yo" pase a un segundo plano, tal como dije antes. Pero incluso en estos casos extremos, la ayuda y el cuidado al otro no significan que debamos renunciar a nuestra autoestima.

Negarse a que el estilo de vida personal esté regido por el sacrificio y no aceptar la auto-destrucción como, prueba de amor implica una transformación positiva en las relaciones.

Afirmaciones como: "Vivo para ti", "Soy tuya o tuyo", "Mi felicidad depende de la tuya", declaran abiertamente la muerte de lo personal. En el nuevo paradigma afectivo no se elimina el yo; no desaparece, sino que se abre amorosamente hasta incluir a los demás. Estoy de acuerdo en que vivir bien en pareja no supone andar muerto de la risa todo el día, pero tampoco es cultivar la angustia a cualquier precio. El amor saludable no es un voluntariado o una teletón.

Tú y yo somos una continuidad democrática que excluye la esclavitud y la servidumbre. ¿Cómo amarte si no me amo a mí mismo? ¿Cómo enejar que tu amor se refleje en lo que soy, si no me siento merecedor de nada? ¿Cómo respetarme, si dejo que me irrespetes? Nuevamente, el péndulo: inclinarlo hacia uno hasta alcanzar un balance entre el amor ciego a la pareja (el tú obsesivo) y la egolatría (el yo excluyente).

No quiero vivir para ti, sino para nosotros, le dice la mujer presa del llanto a su marido, que la mira con extrañeza.

¡Pero si no hago más que darte gusto!, le responde él, entre inquieto y turbado. Yo intervengo: "Bueno, quizás no sea suficiente... Lo que ella pide es tener voz y voto. No se trata de que usted le dé gusto o no, sino de que ella también pueda darse gusto a sí misma". La imagen de matrimonio que., tenía el señor estaba afincada en un modelo de relación en la que su madre era poco menos que una esclava de su padre y de sus hijos (ama de casa a la antigua). Eran nueve hermanos, todos hombres, y su señora madre había vivido, y aún lo hacía, para un ejército de "príncipes". En el fondo, él esperaba que le rindieran pleitesía y que, de alguna manera, la esposa asumiera la actitud de servicio de su progenitora. Pero su mujer no era del siglo pasado, sus cánones eran otros, sus códigos no transitaban por el calvario de la renuncia y el tormento. Ella también quería ser feliz y no aceptaba convertirse en la nodriza, la geisha o la sirvienta de su marido. Rebelión pura y directa, así sea con lágrimas. La relación duró unos meses más hasta que finalmente se separaron. Por lo que sé, el insatisfecho hombre todavía anda buscando una mujer que tenga aquel antiguo "espíritu de sacrificio" materno.

Queda claro entonces que una vida dedicada al sacrificio es autodestructiva e innecesaria para satisfacer las exigencias de la persona amada. Y también queda claro que en los casos especiales, cuando una ayuda constante a la pareja es inevitable y necesaria debido a problemas de fuerza mayor, esta asistencia puede llevarse a cabo con todo el amor del mundo y sin renunciar radicalmente a uno mismo. No es lo mismo prostituirse para satisfacer las necesidades eróticas de la pareja, que donarle un riñón para salvarle la vida. Como veremos en los capítulos siguientes, existe una entrega enfermiza, que implica un sacrificio o una abnegación inútil, irracional y destructiva, y existe una dedicación saludable, que implica una preocupación útil, racional y constructiva por la persona que se ama.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

sábado, 19 de junio de 2021

DEBE DE SER MUY DIFICÍL EMPEZAR DE NUEVO



Pensamientos catastróficos ante el futuro.
"Debe de ser muy difícil empezar de nuevo"

Si estás pensando que lo que viene es terrible, mi respuesta es, una vez más, depende. La gente que termina una relación tiende a ubicase en dos extremos: están los que "vuelven a nacer" y se pellizcan para estar seguros de no estar soñando, porque han tenido relaciones espantosas y los que deben elaborar un duelo complicado, porque la relación no era tan mala.

Por lo general, pasados los tres primeros meses, si la relación no fue la mejor del mundo, las personas comienzan a renacer de sus propias cenizas. Pero si la relación era relativamente buena y la ruptura tuvo lugar porque nos cambiaron por otro u otra, la cuestión puede requerir ayuda profesional. En estos casos, aunque la autoestima y el orgullo herido tardan en levantar cabeza, a veces la mejor cura es una nueva relación, cariñosa y tranquila. La ternura tiene un efecto sanador en las almas aporreadas por el desamor o el engaño, incluso más que algunos fármacos.

Algunas personas piensan que: "Más vale malo conocido que bueno por conocer", y de esta manera evitan tener que empezar de nuevo. Lo único que logra este tipo de solución es el problema se multiplique de manera exponencial, porque lo "malo" se hace "intolerable". Una mujer reincidente con él mismo hombre me decía: "Ya le di una oportunidad a la relación, volvimos a estar juntos, la cosa mejoró un poco, pero ¡yo no siento nada, ya no me interesa. ¡¿Pero cómo me voy a ir otra vez?!" Suele pasar: la lejanía embelleció el vínculo, lo hizo ver más llevadero y gratificante de lo que era, pero el regreso resultó ser un regreso sin gloria. Con el mismo hombre, en el mismo lugar y de una forma similar. Sin agresiones y sin presiones asfixiantes, es verdad; pero también, sin demasiado entusiasmo ni pasión. Algo se rompió, algo hizo crack en lo profundo del alma y ya no tiene arreglo. De todas maneras, dentro de lo incómodo y difícil de la situación, mi paciente obtuvo claridad, una certidumbre que siempre fluctúa entre el dolor y la paz interior: "Ya sé que no funciona". La apacible sabiduría del desencanto, que no es tristeza ni alegría, sino verdad.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

martes, 15 de junio de 2021

LA ESPERANZA ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE


Pensamientos catastróficos ante el futuro.
"La esperanza es lo último que se pierde"

Este pensamiento está ligado al futuro porque lleva a perseverar y esperar. ¿La esperanza es lo último que hay que perder? Si estoy en una isla desierta, es posible que la esperanza de que me encuentre un barco o un avión me conserve en pie y con ánimo. Pero si estoy en una relación destructiva con pocas probabilidades de mejoría, la esperanza puede mantenerme allí eternamente. En este caso, la esperanza es lo primero que habría que perder y no lo último y, de ser posible, reemplazarla por un realismo de línea dura, así no nos guste. La esperanza es la creencia de un futuro prometedor: si está sustentada en hechos y es racional, bienvenida, pero si es una quimera, una ilusión sin sentido que me impide avanzar en la vida, hay que desprenderse de ella.

Si ya no te ama: ¿para qué la esperanza? Si la relación que tienes impide tu autorrealización, ¿tendrías que mantener la esperanza de una supuesta liberación? ¿Y por qué no hoy, ya, ahora? Si la persona que amas viola sistemáticamente tus derechos, ¿habría que alimentar la esperanza de que un buen día recapacite y te deje de maltratar? ¿Y mientras tanto? Si no hay esperanza, habría certezas, pero ¿certezas en el amor? No creo que haya, o bueno, al menos una: "La seguridad de que nunca me vas a hacer daño intencionalmente". ¿Certeza de que siempre me amarás? Sería comprometerse más allá del azar y los imponderables. ¿No sería mejor algo más honesto y aterrizado?: "Le colaboraré a este amor para seguir amándote, haré todo lo posible para mantenerlo y hacerlo crecer con fuerza". O incluso, un compromiso miedoso pero necesario: "Puedes tener la certeza de que si algún día alguien me empieza a gustar, serás la primera persona en saberlo".



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

miércoles, 2 de junio de 2021

¿Y SI MI EX CAMBIARA SU MANERA DE SER Y OTRA LO DISFRUTARA?


Pensamientos catastróficos ante el futuro

¿Y si mi ex cambiara su manera de ser y otra persona disfrutara de los beneficios que yo no tuve?"

La peor pesadilla para un separado o separada que aún quiere a su ex pareja es verla felizmente acompañada por una nueva conquista. La pregunta que lo asalta es tétrica: ¿Por qué se ve tan feliz? No niego que pueda existir la posibilidad de que otra persona toque un punto que nadie haya tocado en tu ex, pero, para tu consuelo, la probabilidad es muy remota.

Cuando el motivo de separación está bien sustentado y tu pareja no es precisamente un dechado de virtudes, ¿de qué beneficios hablas?

Hay dos variantes:


Miedo anticipatorio 1. "¿Y si mi ex volviera a ser como era al principio, dulce y cariñoso o cariñosa?" Pues si esto ocurriera, tienes un motivo más para no volver atrás: no quiso mejorar contigo, sino que decidió cambiar su manera de ser con otra persona. No merece tu amor ni tu complacencia.

Miedo anticipatorio 2. "¿Y si alguien se aprovecha de mi inversión?" Dicho de otra forma: "¿Y si después de semejante esfuerzo y tiempo invertido, llegara cualquier idiota y disfrutara lo que yo no pude? qué horror!"

Pensamiento racional: pero a ti no te interesa disfrutar a tu ex, ya no lo amas o no te conviene. ¿A qué disfrute te refieres? Si te alejaste, fue precisamente porque la relación estaba mal, porque era destructivo para todos. Entonces: ¿volver a dónde? ¿Volver a qué?

Esta manera de anclarse al pasado es terrible, porque muestra que la persona sigue aferrada al otro y aún considera que le pertenece en algún sentido, como si el amor se tratara de una franquicia. No se puede empezar una vida satisfactoria sin hacer borrón y cuenta nueva.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet

miércoles, 19 de mayo de 2021

PENSAMIENTOS CATASTRÓFICOS ANTE EL FUTURO


CAPÍTULO 6
Pensamientos catastróficos ante el futuro

El miedo al futuro y la incertidumbre ante lo que vendrá hacen que muchas personas se paralicen y no sean capaces de tomar decisiones acertadas. ¿Por qué cuando traspasamos los límites del amor maduro y entramos en una relación enfermiza, aun a sabiendas de lo que ocurre, no hacemos nada al respecto? Una de las razones es el miedo al futuro; a lo desconocido, a equivocarse, a sentir culpa, a arrepentirse y a la soledad afectiva. La expectativa de un porvenir incierto hace que se prefiera lo malo a lo posible.

Defender los propios derechos de la pareja, tratar de modificar o acabar una relación enfermiza o reestructurar las relaciones de poder con la persona que queremos, genera estrés e inseguridad en grandes cantidades; sería ingenuo pensar lo contrario. Pero una cosa es ser realista frente al futuro y preparase para cualquier eventualidad y otra muy distinta generar un trastorno de ansiedad anticipatoria y preocuparse irracionalmente.

A continuación, señalaré cuatro pensamientos negativos frente al futuro que nos impiden ponerle límites al amor inmaduro y dañino.

¿Y si me arrepiento? Este miedo a cometer un error irreparable adquiere dos facetas: la primera es querer regresar a la relación y que nos digan que no y/o, la segunda, dudar que hayamos hecho lo humanamente posible para salvar la relación.

Para no sentirnos mal y abrumados con estos pensamientos, necesitamos tener la conciencia tranquila y la convicción profunda de que hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance. El problema es que para algunos, "lo humanamente posible" es definitivamente ilimitado.

Una de mis pacientes logró, después de muchos tires y aflojes, irse a vivir donde su madre porque su marido era un hombre totalmente celoso y asfixiante: le prohibía hablar por teléfono, no la dejaba usar faldas ni maquillarse y no la dejaba tener "amigas separadas" ni salir sola. Cuando llegaba de la calle le olía la ropa interior y vigilaba constantemente su actitud durante las relaciones sexuales.

En cierta ocasión, ella se animó a besarlo de una manera más efusiva de como solía hacerlo y de inmediato el hombre entró en furia: "¿Quién te ha enseñado a besar así?", le preguntó indignado. La vida para mi paciente era poco menos que un calvario.

Presa del desespero, la mujer intentó por todos los medios que él aceptara ir a terapia de pareja (en realidad, era él quien necesitaba tratamiento por su marcada celotipia), pero el esposo jamás aceptó. También quiso hacerlo entrar en razón con argumentos lógicos, pero no obtuvo resultados. Al fin, cansada y deprimida, decidió irse. Sin embargo, cuando se instaló en la casa de su madre, las dudas comenzaron a torturarla: "¿Habré hecho todo lo posible?", "¿Me habrá faltado paciencia?" Preguntas que no partían de un análisis objetivo de o que había sido en verdad la relación. ¡Qué más podía pedírsele a mi paciente! Incluso podría pensarse que aguantó demasiado. Pero, influenciada por su familia y la idea del "cumplimiento del deber", todavía dudaba.

El delirio celotípico necesita ayuda profesional y no son casos fáciles de resolver. El argumento que más la mortificaba era el siguiente: "Si él está enfermo, lo que necesita es ayuda y no abandono. ¿Por qué no seguir intentándolo hasta convencerlo?" Porque el marido no era una santa paloma y cada vez se volvía más peligroso. Una cosa es la explicación de por qué el hombre se comportaba de esa forma (describir los hechos) y otra la justificación ética de tal o cual comportamiento. La enfermedad del esposo de mi paciente, sin duda, podía explicar en parte la conducta obsesiva, pero no había ningún tipo de justificación para el maltrato psicológico. Hitler también estaba enfermo y muchos asesinos en serie lo están, ¿que no es lo mismo? Pues, en esencia, son parecidos. Los que han vivido bajo un régimen de tortura psicológica saben de lo que hablo. La enfermedad de los celos no exime de responsabilidad a quien la padece, porque muchas de estas personas saben que necesitan ayuda y no quieren aceptarla. ¿Acaso un crimen pasional motivado por los celos debe quedar exonerado moralmente? En el caso de mi paciente, el cuestionamiento era obvio: ¿arrepentirse de qué? Había que salvarse, ésa era su primera obligación: "el ser para sí". Pero aun con la evidencia a favor y la cruda realidad del maltrato, una duda continuaba mortificándola: "¿Y si le hubiera dado otra oportunidad?" Olvidaba que la "última oportunidad" venía dándose todos los días desde hacía casi dos años.

Precisamente, poner un límite racional, amparado en la dignidad u otros derechos, es lo que nos garantiza no entrar en el ciclo interminable de disculpas y disculpados.

No niego que haya ocasiones en que la pareja psicológicamente enferma acepte un tratamiento profesional y se produzca una cura significativa, como suele ocurrir en muchos casos de depresión. Sin embargo, para que este proceso se lleve a cabo exitosamente deben darse al menos dos condiciones: primero, pedir ayuda lo antes posible para evitar dañar al otro y, segundo, la persona con el trastorno debe aceptar el tratamiento de manera comprometida y seria.

Cuando le pregunté a mi paciente qué extrañaba de su relación, me dijo: "Los momentos buenos". Entonces le pedí que hiciéramos una lista de los "momentos buenos" y los "momentos malos" en los últimos cuatro meses. Los primeros quedaron consignados en media página y los segundos en nueve tamaño carta. Perdemos el norte fácilmente, la mente nos traiciona e inventamos situaciones que no existen o magnificamos e idealizamos aquéllas que fueron satisfactorias. En una cita, al verla con tantas dudas, le pregunté:"¿Piensas volver con él?" Su respuesta fue: "Por ahora no, quizás más adelante, cuando se tranquilice todo" ¿Qué hace ante la testarudez afectiva? Realismo en cantidades industriales, ver la que es, ser valiente, aguantar el dolor. y. no dejar que la mente caiga en uña desviación optimista.

Dos arrepentimientos típicos anticipados que pueden presentarse son:

"¿Y sí lo extraño?” Vas a romper tu relación porque no te conviene, no porque lo dejaste de querer. Duele, pero no mata. Al cabo de un tiempo, el corazón se estabiliza. Hasta las relaciones afectivas más terribles tienen "algo" bueno, así que es normal extrañar alguna cosa de la relación. Sin embargo, es más importante el inventario costo/beneficio que los hechos puntuales agradables. Como dije antes, las cosas buenas no tapan las malas, sobre todo si estas últimas afectan los principios y la autorrealización.

"¿Y si me siento culpable?” Piensa bien cómo es tu relación, toda la relación y no sólo pedazos aislados. Escribe lo que hiciste y lo que dejaste de hacer. Vuelve a los hechos. Nunca olvides que el límite es el autoréspeto.

Hay que enfrentar la culpa: ¿Violaste algún derecho de tu pareja intencionalmente? Si es así, remordimiento y reparación, pero si no, a vivir de nuevo y mejor.

Siempre hay posibilidades de que te arrepientas, por eso, cualquier decisión que tomes debe ser reflexionada y razonable. Deliberación seria y profunda, pro y contra, sin autocompasión ni autoengaño. Eso es lo que se requiere.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet
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