Cuando me asomo a la consciencia universal de la mente, curiosamente, lo primero que reconozco es la ignorancia de mi mente humana.
Hoy en día aún miramos el universo como algo ajeno a nosotros, como si fuera un lugar que nos rodea, sin ser conscientes de nuestro verdadero lugar en él. Universo etimológicamente proviene de la palabra universus, que significa el punto donde todo se une y gira; sin división.
Hasta el día de hoy no hemos hecho más que aproximarnos al universo desde un paradigma contrario a su significado original. Lo investigamos a través de artefactos, telescopios, cohetes o bases espaciales como si éste no tuviera nada que ver con nosotros. El universo, visto como algo ajeno a nosotros, nos queda muy en la sombra de nuestro entendimiento.
No conozco a muchas personas que se hayan percatado de que cada instante de sus vidas transcurre dentro de esta vastedad inexplorada. Curiosamente tan vasta y tan inexplorada como lo es nuestra propia consciencia. ¿Serán la misma cosa?
De pequeño, recuerdo que jugaba con la pregunta «¿Qué he sido antes de ser Sergi?», porque la respuesta a la pregunta me fascinaba. Me fascinaba no por el qué había sido, sino porque la respuesta no llegaba en forma de conceptos o imágenes a mi mente, sino en forma de experiencia. Era muy consciente de que esa respuesta era dada. Después de hacerme la pregunta, todo lo que percibía enfrente de mí desaparecía. Era como si la realidad física sucumbiese al autocuestionamiento y se desvaneciera como si fuera niebla, dando lugar a otra realidad. Detrás de esa niebla aparecía un universo.
Esta experiencia resultaba ser paradójica porque yo era el universo que veía y al mismo tiempo mi conciencia viajaba a través de él. Era como si el propio universo fuese un ser que pudiese crear un enfoque de la conciencia con el que poderse conocer a sí mismo. Todos nosotros somos fruto de ese enfoque universal.
Esa experiencia también me enseñó que hay otras formas de pensar, que no requieren un proceso de concatenación de pensamientos ni conceptos. Me mostró que existe una forma de conectar con otros espacios mentales que suelen estar dormidos por no hacernos las preguntas que detonan su activación o despertar.
Debido a que nos hemos creído nuestra percepción, que nos informa de nuestro aislamiento universal, no aparecen en nuestra mente las preguntas que pudieran detonar respuestas sobre nuestra identidad universal. Así que la conquista del espacio, que tanto hemos emulado en las películas de ciencia ficción, no se consigue con naves espaciales, sino con una mirada interna.
Si te conoces a ti mismo, conoces también tu origen, el universo. El físico e inventor Nikola Tesla expresó en una ocasión que reconocía el vínculo de su mente con el universo pero que no tenía tiempo para investigarlo, ya que su función era otra. En una ocasión llegó a afirmar: «Para encontrar los secretos del universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración», invitándonos con ello a pensar desde otra perspectiva muy distinta a la que estamos habituados.
Tenemos todavía la creencia arraigada de que la realidad es física. Según los datos actuales de la NASA tan sólo el 0,03% del universo que vemos corresponde a cuerpos sólidos, como por ejemplo planetas. El 99,97% restante correspondería a energía oscura, materia oscura, neutrinos, estrellas, hidrógeno libre y helio.
La materia física y el conjunto de nuestra realidad son transparentes a los ojos de una mentalidad universal. Esto es lo que se me mostró desde muy pequeño. Así como también que un pensamiento puede crear una realidad creíble a pesar de no existir dicha realidad.
Cuando soy consciente de la vastedad del universo de la mente, curiosamente, lejos de reconocer el conocimiento universal, lo que reconozco es la ignorancia de mi mente humana. Los humanos de hoy en día, lejos de aceptar nuestra ignorancia, preferimos establecer nuestra propia forma de ver las cosas. Con esta estrategia mental anestesiamos la angustia de no saber nada, pero al mismo tiempo dormimos a nuestra mente, que sueña ávida de reencontrarse con la verdad.
El universo se relaciona íntimamente con todo aquello que existe en él. Dicha intimidad es tan profunda que se convierte en un gran misterio para aquellos cuya mentalidad es superficial y temerosa. Es extraño que ocurriendo esta íntima relación dentro del universo, la mayoría de las personas no sea consciente de esta hermosa relación. Tan inconscientes somos, que incluso ni nos llama la atención en comparación con la atención que ponemos en otras cuestiones. Cuando la atención migra de esta manera, la pregunta «¿quién soy?» se transforma en «¿cómo puedo sentirme mejor?» Ahí empieza el sufrimiento.
Redescubrir esta íntima relación universal y devolverle nuestra atención implica replantear de raíz nuestro punto de vista de la realidad; una realidad humana, fuertemente atesorada y protegida por todos aquellos que creyeron ser hijos de las creencias de esta época actual.
Atender a esta relación implica saber que nosotros no existimos como entidades separadas del universo y a su vez reconocer también que somos pensamientos pensados por él. Esta inconmensurable conciencia eterna no es «definible» bajo una perspectiva humana. Más bien ella nos define a nosotros y, en su definición, nos incluye junto a todo lo existente.
Nuestra psique proviene de un todo universal. Por esta razón la psique humana, vista de forma aislada, no es comprensible y vivirla así termina siendo muy doloroso. Es decir, los procesos psicológicos humanos no se comprenden totalmente sin una visión inclusiva dentro del universo infinito del que nacen. Y esa incomprensión sostenida nos lleva a la depresión.
Uno puede empezar a ver y a pensar como piensa un universo cuando en un primer paso se abre a cuestionar sus ideas personales acerca del mundo, la vida y de sí mismo. Este paso implica un cuestionamiento amable, pero comprometido, de todo cuanto uno piensa y percibe. Sin rechazar lo que uno ve, puede llegar a comprender que eso no es verdad, sino que es una mera opción dentro de un sinfín de posibilidades.
Escuchar los pensamientos del universo implica conocerse a uno mismo de forma integrada en Él y por lo tanto uno desaparece como individuo. En el proceso, las fronteras delimitadas por la percepción personal quedan trascendidas por la experiencia universal del ser que se sabe uno con todo. Es en ese instante cuando las interpretaciones pierden valor y se disuelven, y la mente contemplativa despierta el recuerdo universal.
Extracto del libro:
¿Me acompañas?
Sergi Torres
Fotografía de Internet
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