Veamos algunos de los mandatos sociales que nos impiden resolver satisfactoriamente nuestra vida afectiva y ponerle límites al amor enfermo.
Primer mandato social: "La separación es un fracaso"
Segundo mandato social: "Qué va a pensar la gente si me separo"
Tercer mandato social: "Mi deber es luchar por el matrimonio"
Cuarto mandato social: "La mujer es el pilar de la familia"
Me pregunto: ¿Y el varón? Sin querer ser extremista, es obvio que la sociedad patriarcal ha intentado endilgarle responsabilidades irracionales a la mujer para limitar su crecimiento y someterla. Si la mujer en verdad es el pilar de la familia, nunca podrá actuar pensando en sí misma, porque llevará sobre sus hombros una doble carga: el deber ancestral y el pecado original. ¿Ha cambiado radicalmente la cosa? No tanto como debería, las viejas ordenanzas siguen estando subrepticiamente en el subconsciente colectivo. ¿Cómo olvidar la orden bíblica dada a Eva en el Génesis 3:16?: "Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará". Poner la autoestima en manos de otro ha sido la regla; buscar el matrimonio ideal y ser la esposa perfecta, la meta. Esta frase de san Bernardino, un franciscano del siglo XV, sigue vigente en más de un grupo social: "Tal como el sol es el ornamento del cielo, así la sabia y prudente esposa es el ornamento del hogar".
En realidad, los pilares de la familia (no el pilar) son todos los adultos responsables que hacen parte del grupo familiar: padre, madre e hijos. La idea de que "la reina manda en palacio" es un invento de los reyes para que ellas pudieran sentirse poderosas, un reparto del poder malintencionado para no correr riesgos, pura distracción política. No descarto la posibilidad de que algunas mujeres se sientan orgullosas de ser el sostén moral de la familia y que obtengan una sensación de auto-realización al asumir ese papel. Sin embargo, en situaciones difíciles, cuando el amor ha cruzado los límites de lo aceptable, este mandato puede devolverse como un bumerán y eclipsar la posibilidad de construir una nueva vida.
Sentirse la columna vertebral de la familia lleva, tarde que temprano, a la abnegación total, ya que el costo de no querer asumir el papel asignado implicaría el "derrumbe de la sociedad" o el "sufrimiento de los integrantes de la familia". Culpa y responsabilidad ilimitadas: la mujer es la reserva moral y espiritual de la humanidad. ¡Qué carga! Es evidente que si una mujer se cree este cuento, nunca se dará por vencida frente al desamor y tratará de defender a toda costa su relación de pareja, así muera en el intento.
Cada golpe, insulto o desprecio será asumido con la entereza del mártir o la valentía de la heroína. El deber manda y fustiga. Como veremos más adelante, el culto al sufrimiento ha calado muy hondo en la construcción social del imaginario femenino
Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet
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