He oído que en una pequeña oficina, el jefe estaba contando alguna anécdota vieja y gastada, que había contado muchas veces. Todo el mundo se estaba riendo: tenían que reírse! A todos les aburría, pero el jefe es el jefe, y cuando el jefe cuenta un chiste hay que reírse, es parte de las obligaciones. Sólo una mujer, una mecanógrafa, no se estaba riendo; estaba sentada erguida, seria. El jefe le preguntó: ‘Qué le pasa? Por qué no se ríe?
-Porque mañana me voy de esta oficina.
FUENTE: OSHO: ‘El Hombre que Amaba las Gaviotas y Otros Relatos’, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2003, ISBN 958-04-7279-3, Pag. 296
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