Aquella mañana Diego López cumplía cuatro años y le brincaba en el pecho la alegría, la alegría era una pulga saltando sobre una rana saltando sobre un canguro saltando sobre un resorte, mientras las calles de Montevideo volaban al viento y el viento batía las ventanas de la casa. Y Diego abrazó a su abuela Gloria y en secreto, al oído, le ordenó:
—Vamos a entrar en el viento.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
Eduardo Galeano
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